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Youssou N’Dour: un ‘griot’ que conquistó al mundo (I)

Marzo, 2025

Youssou N’Dour es la voz de Senegal. Cantante, compositor, líder de grupo, productor, empresario y político, desde el comienzo de su carrera a principios de los años setenta ayudó al desarrollo del mbalax, la música popular senegalesa. Nacido en Dakar en 1959, su dorada voz de tenor le ha valido que medios como el New York Times lo nombraran como uno de los mejores cantantes del mundo. En su revisión de los sonidos africanos, Constanza Ordaz nos habla de él.

A estas alturas de la vida, Youssou N’ Dour ha apilado tanta celebridad en el mundo, que casi todos los comentaristas del género manejan su propia versión de la biografía del artista.

Si bien en las siguientes notas de nuestra columna presentaremos la traducción de algunas de sus letras más reconocidas, para esta ocasión no pretendemos mostrar una semblanza más. Este texto es, más bien, un resumen comentado de algunas partes de la vida del magnífico cantante que ostenta una voz de “plata líquida” (Peter Gabriel, dixit); con el que se pretende que el lector no especializado guarde en su memoria algunos datos del niño que nació para ser una estrella, muy a la manera del libro La música es el arma del futuro (Fifty years of African Popular Music, Frank Tenaille, Editorial Lawrence books, Chicago, 2002).

El niño que nació para ser una estrella

En 1973, cuando murió Papa Semba Diop —conocido como Mba—, líder de la Star Band de Dakar, se organizó un concierto en su memoria en el estadio de Saint-Louis de Senegal. Se presentó un niño de trece años para cantar una elegía, acompañado por el grupo Diamono. El presentador predijo: “Una nueva estrella va a nacer ante nuestros ojos”, y la interpretación de aquel chico cumplió su profecía: desde aquella noche, Youssou N’Dour ha sido una figura pública en Senegal.

Su madre, Ndeye Sokhna Mboup, ya había presentido que llevaba un niño excepcional en su vientre y comió carne seca de camello durante su embarazo —una receta tradicional para la creación de hijos famosos. Mboup era una griot que inusualmente había aceptado casarse fuera de su casta musical a condición de dejar de cantar en público. Empero, esa no fue razón para que sus parientes musicales se privaran de visitar la casa materna del joven Youssou en Dakar, aunque él nunca consideró que aquel ambiente fuera crucial en su deseo de cantar: “Desde pequeño siempre sentí que sabía cantar, aunque nunca pedí ayuda de nadie. Sólo cantaba para divertirme, de la misma manera que me divertía jugando al futbol”.

Pronto N’Dour llegó a ser un reconocido vocal y, a los nueve años, su claro falsete ya era solicitado en los Kasaks —fiestas de circuncisión— que Youssou animaba y, en alguna ocasión, su presencia fue exigida en diez ceremonias durante una sola tarde. Semejante éxito, por el contrario, no producía ninguna alegría en su padre, Elimane, quien llegó a llamar a la policía para que devolvieran a su hijo a casa cuando éste decidió unirse a Diamono para un concierto, después de su triunfo en Saint-Louis, pero sin decirle a nadie ni pedir el permiso paterno.

Cuando regresó, su padre le dio un sermón. Finalmente, tras convencerlo de su vocación, Youssou se unió al Instituto de Artes de Dakar. Pero rápidamente perdió el interés por la educación musical clásica occidental. En 1977, se integró en la Star Band, que tocaba seis noches por semana en el Miami Club (de sus país). El repertorio estaba centrado en temas de la Orquesta Aragón y Johnny Pacheco, aunque N’Dour contribuía al folclor nacional cantando en wolof (su lengua y etnia nativa).

Portada del álbum Independance.

¡Aire, aire!… Un estallido musical

En 1979, la Star Band se separó y su núcleo, con N’Dour incluido, formó Etoile De Dakar, que siguió interpretando música latina sin jamás olvidar los aspectos tradicionales de su música: lucían un total de siete tambores locales, destacando el sabar —conga golpeada con un palo—, el bougarabou —conjunto de cuatro tambores— y, sobre todo, el tama —pequeño tambor “parlante”—, tocado entonces por el genial Assane Thiam, sobre el que N’Dour comentaría: “En Nigeria utilizan el tambor parlante como acompañamiento. Para nosotros, es un protagonista, induce a la gente a bailar, a estallar”. La percusión se mezclaba con enérgicos vientos y —la guinda que coronaba el pastel— los apasionados vagidos de N’Dour.

Este estilo llamado mbalax (ritmo) llevó a la pista de baile la callejera vitalidad del kasaks y sus danzas saisai (traviesas). También crearon una danza nueva, ahora famosa en toda África: “le ventilateur”, durante la cual las mujeres se agachaban para agitar mejor sus amplios traseros al compás del caprichoso parloteo del tama, mientras N’Dour les animaba con gritos de “Ventilate un climati seur!” (¡Ventilador! ¡Aire acondicionado!). Sus letras eran igualmente pícaras; una frase típica era “Bilahi, xalis nehrna!” (¡Por Dios, qué encantador es el dinero!), que, junto con unos elogios apropiados, animaba a los que bailaban a sacar propinas de sus bolsillos. Lo hacían con tal generosidad que N’Dour supo aprovecharlo para realizar unas inversiones muy astutas: formó su propio grupo: Super Etoile De Dakar, compró todos sus instrumentos, abrió la boîte Le Thiossane —donde ofrecía sus propias actuaciones—, constituyó una sociedad anónima para pagar a sus músicos y proporcionarles seguro médico y editó una serie de veinte discos que, coincidiendo con la proliferación de discos baratos en África, permitió que se vendieran hasta diez mil copias de cada una de sus grabaciones en el mismo día de su lanzamiento.

La cruda energía del mbalax impregnó estas primeras grabaciones, aunque N’Dour trasladó las partes de algunos tambores a los teclados y guitarra eléctrica, añadiendo nueva sofisticación con la incorporación del bajista y tecladista Habib Faye y el batería Pape Dieng, ambos muy aficionados al jazz.

También, gradualmente, N’Dour fue extendiendo la gama de sus letras. Al principio se fundamentaban en elogios y juerga, como en el tema “Tabaski”, que celebraba una fiesta musulmana donde cada familia sacrifica un cordero —se oye balar a uno de ellos durante la canción. Frecuentemente, Alla Seck, un bailarín y animateur, interponía su peculiar frescura, exclamando, por ejemplo: “Nos negamos a comer gachas con leche fría: somos músicos de talento”. Asimismo, pronto se incorporaron comentarios sobre problemas sociales —reflejo del interés de N’Dour por la situación política de su país— con los que el cantante informaba a su pueblo de las últimas noticias, aunque siempre interpretandolas a la luz de la tradición.

Portada del álbum Dakar – Kingston.

Un golpe de realidad

Es probable que aquel joven que gritaba “xalis nehrna!” (¡que encantador es el dinero!) pensara que el pavimento de las calles europeas fuera de oro, pero, cuando las pisó por primera vez en 1983 al aceptar una invitación para tocar en la Asociación de Taxistas Senegaleses en París, N’Dour se escandalizó de la marginación que sus paisanos sufrían allí. Escribió “Immigrés” para ellos: “No importa la riqueza que hayas ganado / El rango social que hayas alcanzado / Un día deberías volver a tu tierra”, una canción que explora frontalmente un tema clave en su obra: el deber de una persona de mantenerse fiel a sus orígenes. Y era constante en recordar eso, pues ya en el primer volumen de sus discos N’Dour aconsejaba a los dakarois que habían emigrado del campo a la ciudad: “Recordar de regresar a sus pueblos/ Para visitar a nuestros parientes/ de lo contrario Dakar se estropearía/ Nadie es originario de Dakar/ Aunque todos nos conozcamos aquí”.

La primera visita de N’Dour a Francia supuso la oferta de una gira europea para el año siguiente, que, a su vez, condujo a la grabación de “Immigrés” en París y a un encuentro crucial en Londres con Peter Gabriel. El fundador de Womad y Real World quedó tan alucinado por su voz “de plata líquida” que llevó a N’Dour y a la Super Etoile como teloneros en su gira mundial de 1986.

Continuará…

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