Thomas Mapfumo: músico rebelde, canciones contestatarias (I)
Octubre, 2024
Es uno de los grandes músicos vivos de Zimbabwe, país donde nació en 1945. De hecho, a Thomas Tafirenyika Mapfumo se le conoce en algunos círculos como «El León de Zimbabwe» y «Mukanya», por su inmensa popularidad y por la influencia política que ha ejercido a través de su música. En sus revisión de los sonidos africanos, Constanza Ordaz se detiene en este imprescindible y vital músico.
La violencia imperialista persiste en todos los continentes del mundo y el aliento del neocolonialismo comienza a posarse nuevamente en la tierra de los africanos. En la perspectiva se dibujan las siluetas de la intervención, ávida siempre de recursos naturales.
En este nuevo ciclo de trágicas inminencias, tal vez conviene recordar las herramientas de lucha forjadas por la resistencia local. Entre ellas, la música y el canto tienen un lugar destacado e insustituible, como lo enseña la vida de Thomas Mapfumo, cuya historia recuperamos del libro La música es el arma del futuro (Fifty years of African Popular Music, Frank Tenaille, Editorial Lawrence books, Chicago, 2002).
Los primeros años del buen Thomas
Thomas Tafirenyika Mapfumo nació en Marondera, Zimbabwe, en 1945. En sus primeros años de infancia, aprendió a tocar la música y los instrumentos tradicionales (ngoma, hosho y mbira) de sus abuelos, que eran músicos apasionados del pueblo. Sin que él lo supiera, esta actitud temprana, amparada por la inocencia, pondría los cimientos para su futura carrera musical.
Cuando Thomas Mapfumo empezó a cantar, en la entonces colonia británica de Rhodesia, en los años sesenta, siguió la moda de la música norteamericana interpretando temas de Otis Redding, Sam Cooke, y Elvis Presley que, evidentemente, no reflejaban la tensión política que se respiraba en el aire.
En 1965, un grupo de racistas blancos liderado por Ian Smith declaró unilateralmente su independencia de Gran Bretaña. Smith estableció un régimen parecido al apartheid surafricano, pero en los años setenta se encontró amenazado por los guerrilleros del movimiento ZANU, de Robert Mugabe.
ZANU infiltraba propaganda desde una emisora de radio en Mozambique y, salpicados entre los discursos de sus dirigentes, se oía música tradicional y canciones de chimurenga —lucha por la libertad— interpretados por un coro de militantes.
Mapfumo recuerda que la gente empezó a enfrentarse al hecho de que había una guerra “entre las masas y los explotadores” y, en su nuevo rumbo musical, empezó a reafirmar los valores de su propia cultura, se convirtió en el primer artista urbano que cantaba letras de shona y, aunque las melodías seguían teniendo el sello de occidente, confiesa que “al principio todo el mundo se burlaba de mí y pensaba que me había vuelto loco. Pero persistí”.
La sigilosa labor de la música
Mapfumo cambió los ritmos desarrollando unas transcripciones modernas de la música de los mbira —las ceremonias religiosas a las que había asistido de joven en el campo. Los pulsos de la mbira —piano de pulgares— fueron duplicados por dos guitarras eléctricas y los ritmos del hosho —carraca— y de los pies pateando la tierra se trasladaron a los címbalos y bombo, respectivamente. El canto intenso y ronco de Mapfumo también se asemejaba a los ululatos de los cantantes tradicionales y el conjunto era tan fiel a la mbira que algunos oyentes entraban en trance durante sus conciertos.
El cantante, sin embargo, siempre intento esconder el verdadero significado de sus canciones utilizando los “proverbios profundos” de la tradición shona, consiguiendo frecuentemente unos resultados que tienen la inescrutabilidad de un haikú. Por ejemplo, Mapfumo explicaría que la canción “Butsu Mutandarika”, con su estribillo “zapato largo, supergrande y puntiagudo” es una canción política sobre soldados y guerrilleros que siempre andan persiguiéndose; tales canciones se editaron en una serie de singles crudos y apremiantes, que fueron prohibidos por la radio local y distribuidos a hurtadillas.
Sin embargo, Mapfumo fue mucho más explícito en su actitud personal, llevando su música a las aldeas para participar en los pungues, es decir, reuniones nocturnas de campesinos y guerrilleros.
Continuará…