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Joaquín Rodrigo, un cuarto de siglo después

El Concierto de Aranjuez

Julio, 2024

Nació en noviembre de 1901 y murió en julio de 1999. En sus 97 años que transitó por estas tierras, Joaquín Rodrigo se convirtió en una de las figuras señeras de la música sinfónica europea del siglo XX, y también en uno de los compositores más destacados de la música española de todos los tiempos. Aunque célebre por su “Concierto de Aranjuez”, su vastísima producción abarca obras de muy diversos géneros: once conciertos, obras para voz y orquesta, corales, instrumentales, música para la escena y el cine. Ahora que se cumple un cuarto de siglo de su partida, Víctor Roura recuerda al maestro.

Murió hace un cuarto de siglo, el 6 de julio de 1999, a dos años de cumplir diez décadas de vida. Nacido el 22 de noviembre de 1901 en Sagunto, el español Joaquín Rodrigo, célebre por su composición “Concierto de Aranjuez”, es una de las figuras señeras de la música sinfónica europea. En marzo de 1981, a sus 80 años, vino a México donde tuve la oportunidad, ya sin sus ojos sanos, de conversar con este grande autor sobre algunos reconcomios de la música.

Hijo adoptivo de Taxco

—En diez minutos. Sólo me visto.

Y la voz de Joaquín Rodrigo se oía con entusiasmo a través de la línea telefónica. El autor del “Concierto de Aranjuez”, creado en 1939, recibiría el 19 de marzo de 1981 un homenaje: la audición, lamentablemente, fue privada.

—Muy buenos días, señor —me dijo, y extendió esa mano de dedos no muy largos (detalle, sí, tal vez superficial, pero insoslayable dado el portento de su obra guitarrística) en espera de la respuesta que, a la vez, le serviría para ubicar al visitante. Joaquín Rodrigo no veía con sus ojos. Y saludaba. Se veía radiante.

—Todo ha marchado muy bien —dijo—. En Taxco me nombraron hijo adoptivo. Y una calle llevará mi nombre. La Sociedad de Autores y Compositores me ha ofrecido una fiesta magnífica.

Con mariachis.

Era la segunda vez que venía a México. La primera fue en 1974.

—Pero ahora el recibimiento ha sido mucho mejor —aseguraba.

Cada palabra suya resonaba con música. Hasta la más mínima.

—La música contemporánea es una consecuencia natural —comentaba—, porque la música, como todo, como la sociedad y sus costumbres, cambia, tiene que cambiar. Cada periodo, cada época tiene su arte, su tiempo. Lo mismo sucede con la pintura y con la escultura. Todo cambia.

“La nueva música o el nuevo arte contiene un mensaje que tarda en penetrar en el público”

Su esposa se despidió. Nos dejó solos. Joaquín Rodrigo, con sus 79 años a cuestas (hasta noviembre cumplía las ocho décadas de vida), escuchaba, respondía y callaba. Siempre con una sonrisa.

—La comunicación entre compositor y público es aún difícil.

—Claro —indicaba—. Y más ahora, porque esta música no es fácil. La nueva música o el nuevo arte contiene un mensaje que tarda en penetrar en el público. Es cuestión de esperar, de tener paciencia. No obstante, poco a poco se va mostrando un mayor interés hacia la nueva música. Y esto significa una mayor comprensión. La gente se está interesando en ella y, por lo tanto, trata de entenderla.

En ese entonces, el músico era jefe de la Sección Musical de la Organización Nacional de Ciegos de España (fundada en 1939), asesor musical de la dirección general de Radiodifusión Española, catedrático de historia de la música en la Facultad de Filosofía y Letras en Madrid, vicepresidente de la Sociedad Internacional de Música Contemporánea en su país, en 1950 fue elegido miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y en 1976 fue nombrado socio de honor del Ateneo de Madrid.

—Ahora hay dos grupos de guitarra en España —decía—. El guitarrista popular o flamenco, como Paco de Lucía [1947-2014], que es un virtuoso extraordinario; y después están los guitarristas clásicos. En este segundo campo la cosa está un poquito más floja. Hace falta fortalecer un grupo juvenil para lo clásico. Apenas se está formando. Esperamos que de ahí salga alguien.

El tema inevitable surge prontamente: después del “Concierto de Aranjuez” no se popularizó obra alguna para guitarra.

—Eso dicen —comentaba Joaquín Rodrigo—. Eso dicen.

Y guardaba sus palabras.

No hablaba mucho. Parecía gustarle el sonido del silencio.

—Desde luego, el “Concierto de Aranjuez” tuvo un impacto mundial —agregaba, luego de un prolongado silencio—. Y esto no se repite fácilmente. No sé, la verdad, a qué se deba. Yo no sé. Muchas veces me lo he preguntado yo mismo. No sé. Pero me da gusto que sea una obra que al igual que la aprecia la gente culta, la entienda también el pueblo. Y de todos los países.

De repente, el teléfono vibró. A tientas, Joaquín Rodrigo dio con él. “¡Pero, mujer… ! Bien…” Colgó el teléfono, a su lado [aún no había celulares en ese entonces, recuérdese], muy cerca de él. Y se dirigió al reportero, apenado:

—Fíjese que me están esperando abajo [estábamos en el cuarto de hotel donde se hospedaban]. Con lo que hemos charlado y con este folleto que le entrego, creo que usted puede combinar unas cuartillas. Lo siento.

Se despidió. Extendió su mano. Y cuando halló la respuesta, sonrió.

Una obra viva, vigente

Joaquín Rodrigo, el principal compositor español de la posguerra y uno de los más populares del siglo XX, nos dejó como herencia el concierto para guitarra más interpretado de todos los tiempos: el “Concierto de Aranjuez” sigue siendo hoy el referente indiscutible de todos los conciertos para este instrumento.

Dejamos aquí algunos datos biográficos.

Joaquín Rodrigo nace en Sagunto el 22 de noviembre de 1901, día de Santa Cecilia, patrona de la Música. A los tres años de edad, pierde la vista como consecuencia de una epidemia de difteria. Esta circunstancia, como más tarde afirmaría él mismo, le conduce sin duda hacía su vocación por la música.

A los ocho años comienza sus estudios musicales de solfeo, violín y piano, y a partir de los dieciséis, armonía y composición con los maestros del Conservatorio de Valencia, Francisco Antich, Enrique Gomá y Eduardo Chavarri.

De acuerdo a su biografía oficial, sus primeras composiciones datan de 1923: Suite para piano, Dos esbozos, para violín y piano, y Siciliana, para violonchelo. En 1924 su primera obra para orquesta, Juglares, fue estrenada en Valencia y Madrid, y obtiene el Diploma de Honor en un concurso nacional con su obra para orquesta, Cinco piezas infantiles, que fue estrenada más tarde en París por la Orquesta Straram..

Siguiendo el ejemplo de otros grandes músicos, se marchó a París en 1927; allí conoció a Manuel de Falla, cuya amistad y apoyo fueron decisivos en su carrera, y tuvo como maestro de composición a Paul Dukas en la École Normale de Musique.

En 1933, don Joaquín contrajo matrimonio con la pianista turca Victoria Kamhi. Posteriormente, tras varias estancias en España (Valencia y Madrid), Francia (París), Austria y Alemania, en 1939 la pareja se instaló definitivamente en Madrid. En 1940 estrenó en Barcelona su obra, escrita en París, Concierto de Aranjuez para guitarra y orquesta, que le dio fama universal. Sin embargo, su vastísima producción abarca obras de muy diversos géneros: once conciertos, obras para voz y orquesta, corales, instrumentales, música para la escena y el cine. Entre los títulos más destacables, Fantasía para un gentilhombre (1954), Concierto de estío (1944), Ausencias de Dulcinea (1948), Música para un códice salmantino (1953), Cántico de la esposa (1934), Invocación y danza, homenaje a Manuel de Falla (1961) o El hijo fingido (1955-1960).

A la par de su trabajo de compositor, Joaquín Rodrigo desarrolló además una intensa labor docente como profesor en la Universidad Complutense de Madrid (desde el curso 1947-1948), de la cátedra de Música Manuel de Falla (desde su creación en 1952 y hasta su jubilación en la década de los 70), y una gran labor académica y artística, como conferenciante y pianista.

Ampliamente reconocido, cuando en 1996 se le concede el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, el jurado señala en su acta: “El valenciano maestro Rodrigo, internacionalmente reconocido e interpretado, se inserta en la floreciente tradición que, en la composición, marca el siglo XX de la Música española, desde los ya clásicos Falla, Granados o Albéniz hasta los nombres de la actualidad crecientemente reconocidos. El Jurado ha valorado muy especialmente la definitiva aportación del maestro Rodrigo a la dignificación e internacionalización de la guitarra como instrumento de concierto”.

Joaquín Rodrigo cosechó elogios hasta su muerte en Madrid en 1999. Con una obra poderosa, vigente, viva, ya tiene un lugar firme en la historia de la música. (Redacción SdE).

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