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‘In memoriam’: Fernando Salazar Torres (1983-2024)

El poeta, crítico literario, ensayista y gestor cultural mexicano falleció el pasado 13 de mayo a consecuencia de un cáncer; tenía 41 años

Mayo, 2024

Queridos amigos, colegas y colaboradores, con gran tristeza anunciamos que Fernando Salazar Torres, director general de la revista literaria Taller Ígitur, poeta y gran amigo, falleció luego de una valiente lucha contra el cáncer. Con este breve mensaje desde las redes sociales de la revista que él mismo fundara, el pasado 13 de mayo se dio a conocer la noticia de la muerte, a consecuencia de un cáncer, del bardo mexicano. Nacido en la Ciudad de México en 1983, Fernando Salazar era también ensayista, respetado crítico literario, así como un incansable impulsor de iniciativas culturales; de hecho, estuvo siempre preocupado por tender puentes entre autores de diversas nacionalidades y lenguas. Antes de que Fernando partiera de este mundo, comenzó a circular en marzo de este 2024 el más reciente (y ahora último) de sus libros: Morfeo / Fragmentos nocturnos. El poeta Maximiliano Cid del Prado nos comparte una reseña de éste, a manera de homenaje. Por otra parte, el filósofo y también vate Salvador Gallardo le dedica un sentido obituario.


Fernando Salazar Torres: la poesía como un modo de vida

Salvador Gallardo Cabrera


En Visiones de otro reino (2015), un poema de descendimiento y ascenso, dividido en diez días o estancias, hay un verso que me gusta mucho: “Eres el Pacífico en el vuelo de mi pensamiento”. Es el último verso del libro, un verso de consagración a la vida, cercano al aliento del Altazor de Huidobro, su guía en los trayectos que emprende. Para Fernando Salazar Torres (1983-2024), la poesía y el pensamiento no eran simplemente asuntos teóricos, porque no son nunca una cuestión conceptual, sino un movimiento vital: la vida misma. Si no nos sumimos en la tristeza provocada por la muerte de Fernando, es sólo porque en sus poemas y en sus ensayos abrió ese espacio, el Pacífico, para todos nosotros.

Para Fernando la poesía era un modo de vida. Aunque tenía un doctorado en Literatura Hispánica, una maestría en Teoría Literaria y una licenciatura en Filosofía, sus aproximaciones a la poesía y a la literatura —profundamente originales y plenas de rigor encantado— no partían de las “buenas costumbres” académicas, de esos lugares comunes con que se atiborran los “papers”, documentos sin riesgo ni fuerza de creación —que siempre es desmarcante, disruptiva. De ahí que echara a andar los seminarios de Crítica y pensamiento en México, el Encuentro Nacional de Poesía Diótima, el taller literario Ígitur y la revista Taller Ígitur (una de las mejores revistas literarias electrónicas de Hispanoamérica), todos ellos espacios en constante movimiento, muestra de una generosidad inusitada en nuestro medio literario. De 2016 a 2021, mantuvo la sección “Voces actuales de México” en Letralia, tierra de letras, donde daba a conocer poemas de sus contemporáneos.

El poeta Fernando Salazar Torres. / Foto: Caligari García.

En 2016 o 2017, recibí una invitación de Fernando para participar en el seminario de Crítica y Pensamiento. Recuerdo que tuvo lugar en el museo del Monumento a la Revolución; a partir de ahí creció nuestra amistad. Tenía una capacidad de trabajo asombrosa: escribía, leía mucho, editaba la revista, daba cursos (cada semana impartía, por línea, uno magnífico: “Máster de poesía”, en la Escuela de Escritores de Madrid que dirige Miguel Ángel Feria), atendía la correspondencia y promovía los seminarios y encuentros que organizaba. En muy pocos años, en compañía de Maximiliano Cid del Prado y otros amigos, consiguieron levantar una revista electrónica, de excelente calidad, sin ningún apoyo oficial.

En diciembre de 2023, los dos entramos en la espiral de la enfermedad y no volvimos a encontrarnos. Él había realizado un intenso viaje a Rumania, donde participó en un congreso de escritores, luego a Grecia y a España. Cuando estaba en las playas que recorrió Ovidio, desterrado, le pedí un guijarro para mi colección. Pero a partir de diciembre todo fue estudios, médicos, hospitales, medicamentos, radiaciones. Nos comunicábamos por Whatsapp: siempre recibí de su parte mensajes de aliento, la constancia de una amistad viva, la convicción —un tanto opaca— de que saldríamos de esa espiral cada vez más estrecha. En algún momento de su enfermedad, Fernando desconectó la revista. Estaba muy débil. Yo espero, con la vista en el Pacífico, que Max y sus amigos quieran continuar ese trabajo.

Queda un vapor de palabras y afectos que ya no existen, un guijarro que debe ser una órbita escarlata, la sonrisa y la inteligencia tensionada de Fernando por delante.


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La belleza y la tragedia engarzadas: sobre Morfeo de Fernando Salazar Torres

Maximiliano Cid del Prado


Comenta Gaston Bachelard en El aire y los sueños que en el reino de la imaginación “a toda inmanencia se le une una trascendencia”, pues la ley misma de la expresión poética consiste en “rebasar el pensamiento”. De forma semejante la experiencia poética de Fernando Salazar en Morfeo / Fragmentos nocturnos se caracteriza por la reagrupación de elementos reales en una trascendencia onírica. En esta obra, los poemas, que son signos, desempeñan el papel de representaciones simbólicas, expandiéndose y contrayéndose en un universo de significados. Fragmentos que experimentan alusiones, desplazamientos y transformaciones en tanto anclajes de realidad que experimenta el autor. Construcción de una voz lírica por medio de 30 poemas en prosa de una mente comprometida con la creación como forma interpretativa del mundo.

La poética fragmentaria de Fernando busca articular un signo en medio del entramado simbólico que nos presenta. Transición hacia el sentido desde una escritura fragmentaria, ya no versal sino en textos que son estrofas y párrafos, pero también sintagmas o aforismos con una completud casi tautológica:

“Soñé con un clavel casto, púrpura su soplo nutrió, pausa a pausa, las arterias de mi corazón.”[1]

Fragmentos o la condición de modernidad

Por un lado, el sentido fragmentario tiene su origen en las bases de la poesía moderna con Un coup de dés de Stéphane Mallarmé. Búsqueda concentrada en el lenguaje, en las “analogías secretas y resplandecientes”. Modelo de un género para una sensibilidad distinta: la estética negativa de la fragmentación. Por otro, se han situado los orígenes del poema en prosa en el género lírico antiguo y su actualización con Hölderlin, Novalis o Rilke, o con la Biblia y la literatura rabínica, como el Talmud y el uso del versículo como verso de gran extensión, o con Las aventuras de Telémaco, hijo de Ulyses de François de la Mothe como referente prerromántico o bien con la tríada francesa: Aloysius Bertrand, Baudelaire y Rimbaud.

En México, el poema en prosa tiene en los modernistas a sus mejores representantes: Manuel Gutiérrez Nájera y Ramón López-Velarde, luego con los ateneístas: Julio Torri y el ‘Regiomontano Universal’, Alfonso Reyes con Visión de Anáhuac. En cuanto a los intentos por definir esta modalidad genérica, quien ha resumido mejor lo que es el poema en prosa fue Baudelaire, con una definición no teórica sino creativa:

¿Quién de nosotros, en sus días de ambición, no hubo de soñar el milagro de una prosa poética musical, sin ritmo y sin rima, flexible y sacudida lo bastante para ceñirse a los movimientos líricos del alma, a las ondulaciones del ensueño, a los sobresaltos de la conciencia?[2]

Con el Romanticismo se abre un ancho campo de consideración del sueño como significante, que culminará con Sigmund Freud y las vanguardias estéticas del siglo XX. El sueño como productor de sentido, comparable a la vigilia coloca al sueño como protagonista. Von Schubert establece una analogía entre el mito, la poesía y el sueño como formas de creación, lo cual es relevante para comprender la posterior teoría simbolista de la invención poética. Mallarmé concibe dicha teoría como la desarticulación del discurso lingüístico, entendido como el sujeto que enuncia, es decir, el desplazamiento del yo lírico. Los simbolistas consideraron que la verdadera identidad habita en lo onírico, al cual tenemos un acceso fragmentario. La consciencia resulta ser un mero reflejo del sueño. Desde el Barroco, pasando por el Romanticismo, la frontera entre el sueño y la vigilia se desdibuja hasta bien entrado el Surrealismo[3]:

¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.[4]

Estos elementos, barrocos, románticos, modernos, simbólicos, oníricos son los que sostienen Morfeo / Fragmentos nocturnos y el poema en prosa la tradición de donde abreva nuestro autor. Si los referentes culturales son esenciales para la comprensión y análisis de un texto, al proveernos contextos históricos, sociales y culturales que impactan en su creación y recepción, ¿qué nos dice Hermann Hesse, Samuel Beckett, Roberto Juarroz, Goya, El Bosco, Durero, Tiziano, Narciso, Cristo Pantocrator? La espiritualidad, el autoconocimiento, la búsqueda del sentido de la vida, la condición humana y el misterio de la existencia: la belleza y la tragedia engarzadas.

El análisis de estos referentes, su disfrute en el poema, facilita una comprensión más profunda enriqueciendo la experiencia de lectura y la apreciación crítica de la obra. Los sueños como vehículo de exploración del inconsciente articulando alrededor de sí un viaje imaginario lleno de símbolos. Fragmentos nocturnos es una colección de visiones que exploran temas como la muerte, la religión y la fragilidad humana. Desde higueras con frutos inexistentes en un jardín azul hasta encuentros con la divinidad:

Soñé con el sudario de Jesús. Lo toqué con las yemas de mis dedos y abrigué un vértigo que descolocó mi alma, aclaró el desorden de mi visión y puso en mí su sufrimiento, el sudor de la cruz.[5]

Fernando Salazar desafía las convenciones temporales y espaciales a través de estas visiones geográficas entre el sueño y la vigilia, cartografía poética del desvelo. Fragmentos nocturnos indaga sobre la existencia humana y su confrontación inevitable con la mortandad, presenta una perspectiva trágica y estética sobre la decadencia humana. Si la vida es un largo sueño, el despertar es la muerte y, la antesala a ella, un permanente desasosiego, alienación y confrontación con el fin de la vida, lento e inevitable:

Desperté con el aliento invertido, con la sombra suplantada (…) sin sueño ni consuelo y lejos de mi alma. Lo único propio eran los sueños macerando el alma pegada al apolillado hueso. Después de todo sí existe la muerte y detrás mío una inacabada fila esperando su ingreso a este sueño que no es sueño, sino carcoma[6].  

CDMX-Mayo/2024

Notas al pie

[1] Poema XXVII

[2] El spleen de París, de 1869
Albert Béguin. El alma romántica y el sueño. FCE.
Conferencia Magistral El ideal romántico para la poesía, por Virginia Moratiel (Argentina) en el canal de Youtube del FCE como parte de las mesas del Coloquio Internacional de Filosofía y Poesía que organizó la revista literaria Taller Igitur.

[3] Monólogo del Acto II de la Vida es sueño de Calderón de la Barca

[4] Fragmento. Poema XXV.

Morfeo / Fragmentos nocturnos, de Fernando Salazar Torres, ha sido publicado por Niño Down Editorial; aquí su página de Facebook.

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