Entrada y Salida

El juego de las sillas


Cuando la mujer que adoraba asentó sus redondas caderas en sus rodillas, comprendió que su disfraz de silla le había resultado eficaz para su depravada libidinosidad: pero cuando las perdedoras instaron a todas las mujeres a quemar los objetos de su fallido juego allí mismo en el jardín de la residencia, nadie creyó mirar lo mirado: una silla salía corriendo estrepitosamente, a cuatro patas rauda, del festín para no ser arrojada en la hoguera.

Casi todas las damas enloquecieron.


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