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La importancia de aprender a preparar una deliciosa agua de pipi y caca

Julio, 2023

Para muchos niños (y también para muchos padres) la comida se ha vuelto un trámite que hay que pasar rápido y sin mayores contratiempos. Así que la chef Adriana Chalela se puso a inventar (y ejecutar) recetas con niños y adolescentes y, en complicidad con el siempre admirable diseñador e ilustrador Alejandro Magallanes, armó un libro en el que texto e imágenes invitan al reencuentro con una alimentación no sólo divertida, sino también sana. Una alimentación que requiere no sólo de tiempo, sino de la participación de la familia”, escribe Juan José Flores Nava en esta nueva entrega de su ‘Calesita’, en la cual nos habla de Repugnante y nutritiva, un libro-recetario que está dirigido a infantes de paladar aventurero y espíritu nutritivo.

¿Sangre de cerdo cocida? ¿Cabeza de pollo rellena? ¿Crestas de gallo hervidas? ¿Gusanos de maguey fritos? ¿Hormigas vivas? ¿Caracoles? ¿Pescado crudo? ¿Betabel? ¿Guajes? ¿Mollejas? Ésas sí que son cosas raras.

Para darle la razón a todos aquellos niños y adolescentes que frente a un plato de arroz integral, lentejas hervidas y unos higaditos de pollo en salsa de chile guajillo no les queda de otra que acodarse sobre la mesa, mirar por horas el plato y fruncir el ceño mientras los padres les exigen que coman (si no, no habrá postre, calle o videojuegos); para darle la razón a esos niños y adolescentes, decíamos, existe un libro con recetas verdaderamente asquerosas, aunque, eso sí, deliciosas. Y, por si fuera poco, con alto valor nutrimental.

Se trata de Repugnante y nutritiva (Océano Travesía), un libro que navega con la premisa de que “no hay nada más repugnante que comer por obligación alimentos aburridos”. Pero ¿de cuándo a acá los alimentos deben ser divertidos? Pues al menos desde que McDonald’s entendió que parte esencial de su gran imperio no consistía precisamente en la venta de alimentos de ínfima calidad para párvulos y púberes, sino en ofrecer diversión “regalando” un juguete por cada paquete infantil de su menú.

Para muchos niños (y también para muchos padres) la comida se ha vuelto un trámite que hay que pasar rápido y sin mayores contratiempos. Así que la chef Adriana Chalela se puso a inventar (y ejecutar) recetas con niños y adolescentes y, en complicidad con el siempre admirable diseñador e ilustrador Alejandro Magallanes, armó un libro en el que texto e imágenes invitan al reencuentro con una alimentación no sólo divertida, sino también sana. Una alimentación que requiere no sólo de tiempo, sino de la participación de la familia.

Así que no nos equivoquemos: Repugnante y nutritiva es un recetario (un poquito fuera de lo común, es cierto) de cabo a rabo, que está dirigido a infantes de paladar aventurero y espíritu nutritivo. Por eso es que contiene su sección de bebidas, de botanas, de ensaladas, de pastas, de empanadas y de postres.

¿Qué tal, por ejemplo, un “Jugo de cadáver”, una “Malteada podrida”, un “Escupitín del tío Agustín” o unas “Sanguijuelas fritas”? ¿Cómo caerían, de entrada, unas “Orejas de muerto”, un poquito de “Sangre coagulada”, unas “Tripitas de cabra macabra” o una deliciosa “Pizzeta de caca”? ¿O, bien, para terminar, unas “Bolas de lodo”, unos “Dedos de novia muerta”, una “Gelatina de cucaracha”, unos “Corazones en almíbar” o una “Pizza de gusanos”?

El libro incluye además, tal como lo exige su género, un apéndice con detalles precisos sobre algunas recetas. Y hasta una sección última en la que los interesados aprenderán a reconocer los más asquerosos —¡perdón!— los más deliciosos ingredientes e, incluso, podrán averiguar un poco acerca de su propiedades nutricionales [el repugnante betabel, nos dice la autora, “ayuda en la producción de glóbulos blancos y rojos contra enfermedades cardiacas y la anemia”].

Por si a estas alturas le quedara alguna duda, querido lector (querida lectora), está cien por ciento probado que todos los platillos se pueden elaborar, eso por no reiterar los ya mencionados valores nutrimentales de cada uno. Todas las recetas fueron realizadas y probadas muchas veces por Chalela y sus estudiantes de cocina. Hay que decir, incluso, que muchas de ellas se quedaron en el tintero, pues ya no hubo espacio para ser incluidas en este libro.

Las características que debían tener las recetas para ocupar un lugar en el recetario fueron tres: que los ingredientes principales fueran de alto valor nutricional, que todos los ingredientes fueran sencillos de conseguir en hispanoamérica, y que el resultado final tuviera una apariencia asquerosísima, pero bien cuidada, en el sentido de que se volviera una invitación para fomentar en los niños y en los adolescente el gusto por la gastronomía. Asimismo, claro, los modales en la mesa no podían quedar al margen. Y en el libro se anotan algunos. He aquí poquitos ejemplos:

⠀⠀§ No olvides masticar con la boca cerrada.

⠀⠀§ Jugar con los cubiertos es tan ridículo como comer con las raquetas de ping-pong.

⠀⠀§ Si vas a eructar, hazlo como las vacas, en silencio.

⠀⠀§ Algunas moscas esperan ansiosas encontrarse con uno de esos niños que mastican con la boca abierta, ya que les da la oportunidad de hacer una de sus más atrevidas incursiones: el vuelo de la muerte, que consiste en entrar a robar un trozo y salir enteras sin que la lengua las atrape.

⠀⠀§ La sopa debe tomarse con cuchara y nunca con los dedos, pues acabarás hambriento y extenuado.

⠀⠀§ Si tienes los mismos modales que tu perro, te verás obligado a ser igual de obediente.

Y sí que Adriana Chalela sabe de la importancia de comer bien y de manera nutritiva, equilibrada y balanceada. Pues aunque fue criada por un padre médico, a ella le tocó vivir una época en la que los niños rollizos y con cachetes colorados eran vistos como los más sanos. De pequeña, ella misma era una niña gordita. Y ha comentado que la gente le decía: “Mira qué chula la niña, está rolliza”. Después, claro, fue todo un batallar. Pero gracias al deporte adquirió la conciencia de que la obesidad no es lo más saludable. Fue así como dejó de comer muchas cosas. Por ejemplo, sustituyó los pastelitos de fresa y chocolate por media manzana.

Detalle de la contraportada de Repugnante y nutritiva.

Al mirar las recetas de Repugnante y nutritiva con detenimiento, y “disfrutar” la infecta claridad y alegría de sus imágenes, es posible darse cuenta que si bien todo es asqueroso, existen recetas más nauseabundas que otras. No dudo que haya quienes piense que sus autores sobrepasaron los límites. Porque esa agua de pipi y caca se ve de verdad repugnante (pero deliciosa). Muy fresca para estas épocas de calor. Lo mismo que las paletas de pelos.

Contrario a lo que pudiera pensarse, no a todo mundo, cuando es pequeño, le gusta hablar de cosas nauseabundas con relación a la comida. Hay quienes, a la hora de alimentarse, sólo quieren saber de florecitas en el campo. Lo que es verdad es que todos se divierten a la hora de entrar a la cocina y preparar una comida repugnante y nutritiva. ¡Ah! Y a la hora comérsela, claro. Porque comer diferente es enriquecer la vida.

Un detalle importante es que, aunque todas las recetas están pensadas para que puedan ser preparadas por niños de preprimaria en adelante, todas, también, deben ser elaboradas, eso sí, bajo la supervisión de los adultos, pues hay que picar alimentos con cuchillos filosos, hay que usar el horno, etcétera. No es un libro, como advirtió alguna vez la chef Chalela, para decir: “Mijito, aquí está tu recetario”. Y luego darle una palmadita en la espalda al chamaco y lanzarlo a la cocina:

“El propósito del libro —explicaba Adriana Chalela— es más bien invitar a la familia para que se meta a la cocina. Porque no es lo mismo, sobre todo para los niños, que sirvan algo ya preparado, a que uno haya participado en la elaboración. Entonces el platillo no es sólo un comestible, es también una creación generada en un momento de convivencia. Así, el platillo sabe bien distinto para todos”.

Y de paso, claro, todos conocen lo que es el universo culinario, el cual tiene que ver no sólo con saber combinar y preparar los alimentos, sino en lavar un refrigerador, surtir la despensa, lavar y desinfectar las verduras, entre otras cosas.

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