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Las siete décadas y media de Alice Cooper

Aun en los negocios del rock

Junio, 2023

Comenzó en la música en 1964, siendo él un chamaco, prácticamente un adolescente de 16 años, y hoy, casi seis décadas después, Vincent Damon Furnier —acá, Alice Cooper—, lejos de decir adiós, no sólo se puso a rodar en una nueva gira sino que, además, ha avisado que en agosto próximo saldrá un nuevo álbum suyo, Road, del cual ha lanzado hace unos días el primer tema: “I’m Alice”. Como el propio cantante y músico le dijo al canal AXS meses atrás, cuando le cuestionaron sobre la posibilidad de retirarse de la actividad artística: “El retiro no está en mi vocabulario. Algunas personas me dicen: ‘¿Por qué no te detienes y sólo juegas al golf?’. Y yo les respondo: ‘Juego golf todos los días’. Si tengo un show, juego golf por la mañana y me presento por la noche”. El escritor y cronista musical Víctor Roura nos habla de este músico, ya un clásico del hard rock y heavy metal, pues en este 2023 ha llegado a los 75 años de vida.

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Nació hace siete décadas y media, un 4 de febrero, en Detroit con el nombre de Vincent Damon Furnier, aunque ya adolescente, rebasados los 15 años, cantaba con un grupo denominado precisamente Alice Cooper (el nombre de una bruja supuestamente asesina inexistente, si bien fue el primer nombre que se les asomó en la cabeza a los jóvenes miembros de este conjunto, tal como se le vino a la mente a Brian Hugh Warner, en 1989, el nombre del asesino Charles Manson, combinándolo con el nombre de una bella actriz, para llamar a su banda metalera estadounidense Marilyn Manson) que viera el fin de su temporada roquera a mediados de los setenta, momento en que surge Furnier como solista justamente con el nombre de aquella banda que él iniciara en 1964, una de las asociaciones que fundara el hard rock no con deslumbrante destreza, por cierto, que sí vinieran a realizar, un lustro después, grupos como Deep Purple, Led Zeppelin o Black Sabbath.

Desde entonces Alice Cooper no ha dejado de rodar sonoramente en el ámbito roquero, poseedor de una treintena de discos más otra tanta cantidad de colaboraciones e invitaciones más intervenciones en soundtracks que lo han tenido gratamente entretenido (una de las últimas formaciones, que empezara en 2015, se llama The Hollywood Vampires integrada, además de Furnier, por el guitarrista Anthony Joseph Pereira, más conocido como Joe Perry en el grupo Aerosmith, y el también guitarrista y actor Johnny Depp).

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—Así es. Frank Zappa y yo somos personas especiales. Nos parecemos en algunos aspectos. Incluso, ambos tenemos dos oídos…

Es Alice Cooper en conferencia de prensa.

El músico norteamericano, nacido en Detroit en 1948, se mostró lúcido y hasta se dio tiempo de mofarse de sí mismo.

—Lo siento… —comentó cuando alguien le subrayó que parecía un personaje salido de las tinieblas; pero, probablemente, cualquiera lo hubiera sentido ante tanta pregunta inútil de los reporteros de espectáculos que no supieron nunca a quién tenían enfrente suyo.

Y es que en una rueda de prensa sobresalen los gustos particulares (¿cuántas serpientes ha comprado hasta la fecha?, preguntó un músico mexicano evidentemente emocionado, a lo que Cooper, luego de fingir una breve meditación, respondió que más o menos cinco) y el interés por el creador musical es lo último en tomarse en cuenta. Porque, y esto merece un subrayado, Alice Cooper era uno de los rocanroleros, en el momento en que vino a México en noviembre de 1980, más interesantes de la escena mundial y su producción melódica, luego de separarse de la banda —denominada Alice Cooper— en 1975, cada día era más fundamental para el avance técnico de la música.

De ser un cantante ejecutor de un rock sucio, pasó a ser un instrumentista fino.

Alice Cooper en una imagen reciente. / Foto: MacKenzie Blair (Facebook oficial del músico).

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—No sé cuál es el disco que más me haya dejado satisfecho —dijo—, porque cada uno de ellos representa un momento determinante en mi camino. De lo que estoy seguro es que en estos ochenta —hay que recordar que el compositor vino a México al principio de esta década, y este texto se remonta a aquella época— los sonidos de un disco de vinilo se reproducían de una manera bienhechora.

From the inside y Flush the Fashion, penúltimo y último largas duración hasta ese momento —noviembre de 1980—, así lo comprobaban.

Alice Cooper (el nombre de mujer, ni modo, se lo dejó no por haberse antecedido a los movimientos del feminismo sino porque convenía a los intereses del consumo roquero) no se sorprende al responder:

—Lo único que hice fue utilizar el escenario para mis actuaciones. Antes nadie se preocupaba de ello. Sólo se tocaba y ya.

—Pero tú estás en el rock and roll por el negocio —se le acusó.

Cooper no sonrió.

Únicamente observaba.

—Toda persona que canta rock debe de estar en el show business —dijo lenta, razonadamente.

Y agregó:

—Aquellos que niegan estar dentro del negocio están locos pues, entonces, ¿qué es lo que hacen ahí realmente?

Una muchacha, entusiasmada por la presencia de Cooper, le hizo una pregunta periodística:

—¿Por qué estás tan flaco?

El casi enjuto vocalista le contestó con vientos de solemnidad neoyorquina:

—Es que ya no bebo.

Y luego le explicó con lujo de detalles el porqué de su decisión de alejarse de la bebida. Y todos se la creyeron. Cualquier respuesta era la adecuada. Cooper dijo:

—Cuando bebía, creía sentir energías, mas eso era falso.

Y sorbió su Coca Cola.

Portada del nuevo disco de Alice Cooper, el cual verá la luz en este agosto de 2023.

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Los entonces punketos mexicanos, también presentes en aquella rueda periodística, se jactaban de un buen inglés y no dejaron de pronunciarlo haciendo ellos mismos, sin necesidad de traductores, las preguntas a Cooper. Mientras en Florida no se quiere, aún, el castellano como segundo idioma, aquí los juniors desearían implantar el inglés como lengua oficial, para estar a la altura de las super stars. El inglés como segura inversión. Pero Alice Cooper los miraba con detenimiento e incluso se burlaba de ellos, corrigiéndoles la pronunciación.

—Sí, lo que hago es provocar reacciones en la gente, convertirla en parte esencial del acto, que partícipe del momento. No hay ningún mensaje —dijo Cooper.

No hay mensaje cuando las cosas se dicen directamente: “Tengo 18 años y no sé lo que quiero… y tengo que huir, tengo que salirme de este lugar”, canta en la canción “Tengo 18 años”; “Soy un jugador, soy un asesino y un payaso”, dice en la pieza “Desesperado”; “Se acabó la escuela este verano, se acabó para siempre, no más libros, no más maestros”, sentencia en “School Out”.

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De repente dos reporteros en aquella conferencia de prensa —la única que ofreciera Alice Cooper en México durante toda su carrera musical— se entercaron en preguntarle, uno, ¿qué dicen de México en Estados Unidos?, y el otro a recriminarle por qué, siendo vecinos, no había venido antes, que si acaso tenía temor o si México no era capaz de pagarle lo que él pedía.

Después de escucharlos un largo rato, dijo al primero que lo que leía de México siempre era de “buena onda” y, al segundo, que no, que no era eso sino que los promotores y los organizadores se encargaban de manejar lo de las giras, pero que ya estaba aquí y que le daba mucho gusto… Los dos reporteros insistieron hasta el cansancio. Y Cooper, ahora sí enfadado, les espetó:

—¡Han de tener una clase de paranoia los dos señores! Yo no me programo nunca. A mí nadie me dice qué hacer y cómo hacer las cosas… excepto mi madre.

Y este hombre, a quien sólo su madre podía mangonear, ahora llega a los tres cuartos de siglo de vida inmerso, como siempre, en los buenos negocios roqueros.

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