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“Sé del miedo cuando digo mi nombre”

Poemas de Alejandra Pizarnik: cincuenta años después.

Septiembre, 2022

Uno es el nombre, Alejandra Pizarnik, conocido en el ámbito de la lengua castellana. Otro, el conjunto de una obra marcada por la brevedad, pero, también, por una intensidad única. Se cumplen 50 años de la muerte de “la poeta maldita” de la literatura argentina. Flora Alejandra Pizarnik nació en Avellaneda el 29 de abril 1936, en el seno de una familia de inmigrantes rusos que perdió su apellido original al instalarse en Argentina: antes de ser argentinos, los Pizarnik eran los Pozharnik. Estudió en la Escuela Normal Mixta de Avellaneda y se recibió en 1953. Un año después comenzó a estudiar Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires, al mismo tiempo que se inició en el mundo de las artes de la mano del pintor surrealista Batlle Planas. Además de pintura estudió periodismo, el cual utilizaría para escribir críticas en periódicos y revistas. En 1955 publicó su primer libro de poemas: La tierra más ajena, en la editorial Botella al Mar. Cinco años después, en 1960, con cuatro libros publicados, se trasladó a París. Allí profundizó en la lectura de los surrealistas, trabajó para la revista Cuadernos y varias editoriales francesas, publicó poemas y críticas en varios diarios, y tradujo a Antonin Artaud, Henri Michaux, Yves Bonnefoy, Aimé Cesairé, también a Lautréamont. Además de estudiar historia de la religión y literatura francesa en la Sorbona, en esos años hizo amistad con Octavio Paz, Julio Cortázar, Ivonne Bordelois, quienes alentarían su trabajo. Volvió a Buenos Aires en 1964, conoció a su amiga Silvina Ocampo y publicó otras siete obras con poemas, escritos, relatos surrealistas y hasta novelas cortas; entre ellos, cuatro de sus obras esenciales: Los trabajos y las noches, Extracción de la piedra de locura, El infierno musical, así como su trabajo en prosa La condesa sangrienta. En 1969, recibió una beca Guggenheim, y en 1971 una beca Fullbright. Tras largos periodos depresivos, y perseguida por la ansiedad de encontrar una prosa con esplendores nunca antes escuchados, en la madrugada del 25 de septiembre de 1972, Alejandra Pizarnik se dirigió al despacho que tenía en su departamento en Buenos Aires. Tomó un gis, se aproximó al pizarrón que había en la pared y escribió: “No quiero ir / nada más / que hasta el fondo”. Ingirió entonces un número indeterminado de pastillas de Seconal sódico y murió. A los 36 años, la escritora argentina abandonó la vida, dejando como herencia una de las obras literarias más potentes y deslumbrantes del siglo XX. Para conmemoran los 50 años de su muerte, dejamos aquí esta breve selección de su poesía.

Yo soy…

mis alas?
dos pétalos podridos

mi razón?
copitas de vino agrio

mi vida?
vacío bien pensado

mi cuerpo?
un tajo en la silla

mi vaivén?
un gong infantil

mi rostro?
un cero disimulado

mis ojos?
ah! trozos de infinito

Sueño

Estallará la isla del recuerdo
La vida será un acto de candor
Prisión
para los días sin retorno
Mañana
los monstruos del buque destruirán la playa
sobre el vidrio del misterio
Mañana
la carta desconocida encontrará las manos del alma

La enamorada

esta lúgubre manía de vivir
esta recóndita humorada de vivir
te arrastra alejandra no lo niegues

hoy te miraste en el espejo
y te fue triste estabas sola
la luz rugía el aire cantaba
pero tu amado no volvió

enviarás mensajes sonreirás
tremolarás tus manos así volverá
tu amado tan amado

oyes la demente sirena que lo robó
el barco con barbas de espuma
donde murieron las risas
recuerdas el último abrazo
oh nada de angustias
ríe en el pañuelo llora a carcajadas
pero cierra las puertas de tu rostro
para que no digan luego
que aquella mujer enamorada fuiste tú

te remuerden los días
te culpan las noches
te duele la vida tanto tanto
desesperada ¿adónde vas?
desesperada ¡nada más!

El ausente

I

La sangre quiere sentarse
Le han robado su razón de amor.
Ausencia desnuda.
Me deliro, me desplumo.
¿Qué diría el mundo si Dios
lo hubiera abandonado así?

II

Sin ti
el sol cae como un muerto abandonado

Sin ti
me tomo en mis brazos
y me llevo a la vida
a mendigar fervor.

Cenizas

Hemos dicho palabras,
palabras para despertar muertos,
palabras para hacer un fuego,
palabras donde poder sentarnos
y sonreír.

Hemos creado el sermón
del pájaro y del mar,
el sermón del agua,
el sermón del amor.

Nos hemos arrodillado
y adorado frases extensas
como el suspiro de la estrella,
frases como olas,
frases con alas.

Hemos inventado nuevos nombres
para el vino y para la risa,
para las miradas y sus terribles
caminos.

Noche

⠀⠀⠀⠀⠀Quol, taujours? Entre mol sans cesse et
⠀⠀⠀⠀⠀le bonheur!
⠀⠀⠀⠀⠀G. de Nerval

Tal vez esta noche no es noche,
debe ser un sol horrendo, o
lo otro, o cualquier cosa…
¡Qué sé yo! ¡Faltan palabras,
falta candor, falta poesía
cuando la sangre llora y llora!

¡Pudiera ser tan feliz esta noche!
Si sólo me fuera dado palpar
las sombras, oír pasos,
decir “buenas noches” a cualquiera
que pasease a su perro,
miraría la luna, dijera su
extraña lactescencia, tropezaría
con piedras al azar, como se hace.

Pero hay algo que rompe la piel,
una ciega furia
que corre por mis venas.
¡Quiero salir! Cancerbero del alma:
¡Deja, déjame traspasar tu sonrisa!

¡Pudiera ser tan feliz esta noche!
Aún quedan ensueños rezagados.
¡Y tantos libros! ¡Y tantas luces!
¡Y mis pocos años! ¿Por qué no?
La muerte está lejana. No me mira.
¡Tanta vida Señor!
¿Para qué tanta vida?

Despedida

Mata su luz un fuego abandonado.
Sube su canto un pájaro enamorado.
Tantas criaturas ávidas en mi silencio
y esta pequeña lluvia que me acompaña

Madrugada

Desnudo soñando una noche solar.
He yacido días animales.
El viento y la lluvia me borraron
como a un fuego, como a un poema
escrito en un muro.

Nada

El viento muere en mi herida.
La noche mendiga mi sangre.

El miedo

En el eco de mis muertes
aún hay miedo.
¿Sabes tú del miedo?
Sé del miedo cuando digo mi nombre.
Es el miedo,
el miedo con sombrero negro
escondiendo ratas en mi sangre,
o el miedo con labio muertos
bebiendo mis deseos.
Sí. En el eco de mis muertes
aún hay miedo.

La carencia

Yo no sé de pájaros,
no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería tener alas.

La palabra que sana

Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa.

La última inocencia

Partir
en cuerpo y alma
partir.

Partir
deshacerse de las miradas
piedras opresoras
que duermen en la garganta.

He de partir
no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más formar fila para morir.

He de partir

Pero arremete, ¡viajera!

A la espera de la oscuridad

⠀⠀⠀⠀⠀a Clara Silva

Ese instante que no se olvida
Tan vacío devuelto por las sombras
Tan vacío rechazado por los relojes
Ese pobre instante adoptado por mi ternura
Desnudo desnudo de sangre de alas
Sin ojos para recordar angustias de antaño
Sin labios para recoger el zumo de las violencias
Perdidas en el canto de los helados campanarios

Ampáralo niña ciega de alma
Ponle tus cabellos escarchados por el fuego
Abrázalo pequeña estatua de terror
Señálale el mundo convulsionado a tus pies
A tus pies donde mueren las golondrinas
Tiritantes de pavor frente al futuro
Dile que los suspiros del mar
Humedecen las únicas palabras
Por las que vale vivir

Pero ese instante sudoroso de nada
Acurrucado en la cueva del destino
Sin manos para decir nunca
Sin manos para regalar mariposas
A los niños muertos.

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