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“Aprende a llorar ahora, hijo, para que mañana no te cueste trabajo”

Reproducimos un fragmento del más reciente libro de la doctora en derecho Aleida Hernández Cervantes.

Junio, 2022

Compuesto por diez cartas breves y una posdata, el libro Cerca de la empatía, lejos de la violencia: cartas a mi hijo (Bonilla Artigas Editores) es un llamado a crear y estrechar los vínculos entre los niños varones y sus padres, su familia y sus maestros. Escrito por la académica y docente del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM, Aleida Hernández Cervantes, este volumen propone, desde la ternura, el cuidado, el diálogo y la escucha, brindar algunas respuestas a la siguiente pregunta: ¿cómo educar a los niños y a las niñas (pero especialmente a los niños varones) libres del ejercicio de la violencia? Con autorización de la autora, Salida de Emergencia reproduce la introducción y la primera carta de Cerca de la empatía, lejos de la violencia.

Querido hijo:

Hace mucho tiempo he querido escribirte esta carta. No estaba segura de cuándo sería el momento oportuno para hablarte pausadamente de todo lo que ronda mi corazón, respecto a tu futuro. Recientemente cumpliste ocho años, sabes leer y escribir, así que tú mismo podrás descubrir con tu mirada cada palabra que te escribo. Algo me indica que es un buen momento para hablar de tu vida y de la mía, esas dos vidas tan engarzadas para siempre.  

De mí te contaré algo básico: que te amo profundamente y que rara es la noche que no te dé un beso mientras duermes. Juro que es de las cosas que más extrañaré cuando crezcas.

Te preguntarás cuál es el motivo principal de esta carta, te diré que son muchos, que me sobran los motivos, como dice la canción, pero que hay un motivo especial que me tiene realmente preocupada y ocupada sobre tu porvenir. Se trata de una pregunta que ronda mi cabeza todo el tiempo: ¿cómo puedo educarte libre del ejercicio de la violencia?

A lo largo de tu infancia escucharás tantas cosas y yo, aunque quisiera estar ahí para orientarte, para decirte algo que ayude a aclarar tu confusión, no podré hacerlo siempre. Las mamás y papás debemos comprender poco a poco que los hijos y las hijas están en el mundo como todas las demás personas y deben aprender a afrontar las situaciones que la vida les presenta. Por más que yo quiera que sigas protegido siempre por la música, los cuentos infantiles, los juegos, el deporte y las risas, quiero adelantarte algo de los rostros de extrañas formas que, a veces, adopta este mundo. Sí, como los monstruos de las películas que has visto y que tienen rostros de extrañas formas.

Esta carta será como una caja de herramientas para que vayas ligero, pero bien equipado, en tu viaje a la vida.


Carta 1

De las emociones

Te contaré varias cosas. Los seres humanos podemos expresar emociones como la alegría, la tristeza o el enojo. Y si tenemos esa posibilidad, será mejor saber qué hacer con ellas. He notado tu alegría al recibir los juguetes de los Reyes Magos. Te he visto triste cuando deseas ir a un lugar y, por algún motivo, no se puede. También me ha tocado ver tu enojo y frustración cuando no obtienes lo que deseas. ¿Te acuerdas aquella vez que deseabas que te comprara un juguete en el supermercado y no lo obtuviste? Te enojaste mucho y lo expresaste a través de molestia y llanto. Fue normal, eras mucho más pequeño que ahora. Las emociones forman parte de nuestra naturaleza humana y son maravillosas porque expresan nuestros estados de ánimo, pero es importante que aprendas a conocerlas y manejarlas. Toma ese aprendizaje como un viaje, como en la maravillosa película El viaje de Chihiro, en la que la niña va descubriendo por sí misma el mundo, sus monstruos y bellezas; y ella le da forma a sus inquietudes, emociones e imaginación. Al conocimiento de las emociones tómalo como un viaje a tu interior. Descubrirás cosas asombrosas. Podrás contar historias divertidas, tristonas, enojonas o sorpresivas sobre ti.

A propósito de expresar emociones, vas a escuchar con frecuencia en tu andar por la escuela, las familias, las amistades, los lugares de diversión y en muchas de las películas que los niños no lloran: los hombres, los varones, los niños no lloran. No hagas caso. Llora todo lo que quieras. Siempre que tu corazón lo desee, házlo. No hagas caso de lo que diga la gente, como dice otra canción. Llorar liberará tu frustración, tu enojo, tu tristeza; si no lo haces, se te aprisionará en el pecho y puede salir en formas inesperadas e incomprensibles. En el peor de los casos podría salir en forma de una palabra que lastima o en forma de un golpe. Eso sería terrible. No te permitas llegar a eso, mejor suelta el llanto, dale libertad, que vuele lejos, que se vaya como río al mar para que regrese en forma de calma, de sosiego y de claridad mental. Después de llorar descansarás, tu pecho estará más tranquilo y podrás pensar mejor. Aprende a llorar ahora, hijo, para que mañana no te cueste trabajo, para que lo hagas cuando necesites liberar algo. Llorar no te hará débil, te hará sensible y más humano, te fortalecerá para continuar adelante. Te sucederá lo que al cielo cuando llueve, que se nubla, después suelta el agua, se van los nubarrones y, al final, hasta se pinta de muchos colores con el arcoíris.

La naturaleza nos dio las lágrimas para expresar profundos sentimientos, no te pierdas de expresarlos por más que el mundo te grite que “no es de hombres llorar”. Muchos hombres a lo largo de la historia han reprimido su propia humanidad —por ejemplo, no llorar— y eso ha llevado de corbata a quienes están cerca de ellos.

Recuerda siempre: liberar, no aprisionar. Liberar-te, no aprisionar-te. Ni a ti ni a nadie. Te puede servir en muchas situaciones.

Y no olvides un detalle: también de felicidad se llora. Así como me sucedió a mí, que lloré de felicidad cuando tú naciste.

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