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“La economía circular en la moda es una fantasía”

Nunca antes en la historia del ser humano se había producido tanta ropa como ahora. El próximo año se alcanzarán cifras de récord en la industria de la moda. Y de nuevo el siguiente, y el siguiente. “El gran desafío es lograr que todo el sector asuma que en el futuro la industria de la moda deberá reducir su tamaño”, señala en esta entrevista Kate Fletcher, autora, junto a Mathilda Tham, del libro Earth Logic. “Es un cambio para el que nos vamos a encontrar muchas resistencias”.


Nunca antes en la historia del ser humano se había producido tanta ropa como ahora. El próximo año se alcanzarán cifras de récord en la industria de la moda. Y de nuevo el siguiente, y el siguiente. Y así en un ciclo de crecimiento que no parece tener fin.

Por el camino, detrás de los grandes números del negocio y de las pilas de vaqueros y camisetas que se acumulan en los armarios del mundo rico, queda el rastro de los impactos. La moda es responsable de casi el 10 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, de una quinta parte de los más de 300 millones de toneladas de plásticos producidos anualmente, de kilos y kilos de ropa que cada día acaban en el vertedero sin usar, de países enteros que cosen en condiciones que rozan la esclavitud…

La lista de impactos medioambientales y sociales es larga y enrevesada. La salida a este laberinto no es sencilla. Kate Fletcher, profesora de sostenibilidad, diseño y moda en la University of the Arts de Londres e investigadora de la Real Academia Danesa, además de impulsora del movimiento slow fashion, es una de las muchas personas que buscan soluciones.

Junto a Mathilda Tham, profesora de la universidad sueca de Linnaeus, han publicado Earth Logic. El libro, disponible de forma gratuita también en español, es más un plan de acción para refundar la moda, frenar, decrecer y lograr que la forma en que nos vestimos no esté enfrentada con la naturaleza, las personas ni el futuro.

Earth Logic empieza con una idea potente: la sostenibilidad no puede alcanzarse dentro de la lógica del crecimiento perpetuo. Podemos asumirlo, pero ¿cómo convencer a la industria, al mercado y a los gobiernos?

—La pregunta del millón de dólares. Durante más de dos años, Mathilda Tham y yo hemos estado intentando convencer a las empresas y los gobiernos de esto. A veces con cierto éxito, a veces sin él. Me da la sensación de que las mentes y los oídos prestan ahora más atención de lo que lo hacían antes. No quiero pasarme de optimista, pero creo que empieza a haber un sentir generalizado de que las cosas tienen que cambiar de forma profunda, de que hemos llegado a un punto de inflexión.

“En los sectores de la moda y el textil, los impactos de la industria son cada vez peores, a pesar de todo el trabajo y de toda la innovación de los últimos años. No nos hemos acercado ni un ápice a donde deberíamos estar. Creo que la gente dentro de la industria y los consumidores se están dando cuenta de que los desafíos son sistémicos. Incluso está empezando a escucharse, con timidez, el término decrecimiento”.

—¿Pero hay cambios además de palabras e ideas?

—El desafío es enorme. Pero sí empieza a haber algunos cambios. En la industria de la moda, por ejemplo, un par de veces al año es habitual reunirse en las fashion weeks para potenciar el modelo de producción intensiva y de consumo. En algunas de las últimas ediciones, en particular en las de los países nórdicos, las fashion weeks han cambiado de enfoque y se centran más en replantear los valores de la industria y el modelo de negocio. Es decir, parece que al menos una parte del sector se está planteando las cosas, pero en general se ha hecho muy poco.

“Como sucede en otros campos, la gente ve el problema, entiende su magnitud, pero se siente paralizada a la hora de actuar. Uno de los objetivos de Earth Logic es, de hecho, intentar ayudar a la gente a que supere esa parálisis y pase a la acción. El gran desafío es lograr que todo el sector asuma, de forma realista, que en el futuro la industria de la moda deberá reducir su tamaño y dejar de ser la fuerza que domina los hábitos de la gente y su forma de vestirse. Es un cambio que va a ser muy doloroso y para el que nos vamos a encontrar muchas resistencias”.

—Mientras, el impacto de la industria de la moda no deja de crecer. Es uno de los sectores más contaminantes y con un uso de recursos más intensivo de todo el mundo.

—En 2022, está previsto que el sector de la moda crezca un 6 % a nivel mundial. Es una industria global gigantesca que se encarga de fabricar cosas que la gente necesita a través de una cadena de producción y suministros que no presta atención a la sostenibilidad ambiental ni social. Es una industria que alimenta el consumismo excesivo del norte global y que tiene muchísimos impactos.

“Tiene unas emisiones de CO2 muy elevadas, derivadas de la compleja cadena de procesamiento de las fibras naturales, que consume muchísima energía, y de la fabricación de fibras sintéticas derivadas del petróleo, que suman más del 55 % de las fibras totales. Estas últimas, además, se han convertido en una de las grandes áreas de interés de la industria petroquímica, ya que la producción energética a medio plazo debe reducirse. La huella de carbono de la moda es tan compleja que es imposible de medir con precisión.

“A esto le sumamos la contaminación química del agua y de la tierra, el inmenso desperdicio de recursos y la generación de residuos que produce la moda rápida en particular, la desigualdad y las malas condiciones de los trabajadores en la mayoría de los grandes países productores, el impacto en salud mental que supone vivir bajo los estándares de imagen que marca la industria… Es un desastre inmenso”.

—En la industria de la moda son evidentes las relaciones complejas entre los intereses de las empresas que buscan aumentar las ventas y los deseos de las personas. ¿Cómo romper ese círculo vicioso?

—No es un debate nuevo, es algo que se ha debatido durante al menos los últimos 20 años. Ideas como desacoplar el beneficio del consumo de materiales llevan mucho tiempo entre nosotros. Pero nunca nadie ha hecho nada para conseguirlo. Existe una brecha importante entre las buenas ideas y las palabras y las acciones. La causa principal es que la industria sigue la lógica del crecimiento constante, parece que no existe alternativa.

“En la industria existe también una enorme dosis de cinismo. En particular, entre las grandes marcas de la moda rápida. El fast fashion es un modelo de negocio basado en la producción rápida y la venta a precios bajos a costa de impactos medioambientales y sociales enormes. Hay compañías, que todos conocemos, que argumentan que si no mantienen este modelo de negocio la gente en Bangladés se quedará sin trabajo. Pero se olvidan de las condiciones del trabajo y de que si se mantienen las emisiones que genera su modelo de negocio, Bangladés estará pronto bajo el agua. Hay muchos argumentos del estilo, negacionismos que no son más que resistencia al cambio”.

Kate Fletcher. / Foto de Jack Grange.

—¿De qué compañías hablamos?

—Una en la que estoy pensando, que ha hecho argumentos similares en público, es H&M. La otra que tengo en mente no puedo nombrarla porque las declaraciones se produjeron durante una conversación privada. Pero seguro que todos nos imaginamos los nombres.

—Aun así, si lográsemos reducir considerablemente el tamaño de la industria de la moda, sí se generarían impactos importantes en la economía y el trabajo de algunos países.

—Es una idea bastante extendida, pero es una falsa equivalencia. Parece que en determinados países no existen alternativas mejores a los empleos que genera la industria de la moda. Pero no podemos olvidarnos de que muchos de estos trabajos se producen en condiciones que rozan la esclavitud, largas jornadas por salarios miserables que no son suficientes para alcanzar un nivel mínimo de bienestar.

“Al hablar de decrecer, parece que estamos diciendo que el mundo se va a parar y vamos a dejar de producir y de consumir. Pero esa no es la idea. Es el norte global el que tiene que echar el freno y reducir su nivel de consumo. La población del sur global todavía debe tener margen para desarrollarse, preferiblemente, de una forma sostenible y verde. Las restricciones y las reducciones en el consumo no deben ser para todos, sólo para una parte de la población”.

—Volviendo sobre H&M, ¿ve a la compañía firmando algún acuerdo para decrecer y reducir su producción?

—Qué maravilla sería eso. Cosas más raras se han visto. Las oportunidades, en términos de impactos positivos y contribuciones a la salud global, son inmensas para las empresas de moda que estén dispuestas a replantearse su modelo de negocio y su razón de ser. El mercado y la industria van a seguir existiendo en el futuro, la pregunta es cómo.

“Ahora mismo, las grandes marcas se resisten a cambiar y a ceder el control. Esto sólo indica que no van a liderar ningún tipo de cambio. Pero llegará una que lo haga y decida producir dentro de unos límites, como ya hacen muchas marcas pequeñas de moda sostenible. Éstas han encontrado un espacio en el mercado y no necesitan crecer infinitamente. Aun así, es cierto que es difícil imaginarse cómo este cambio puede llegar a las grandes empresas de la moda rápida”.

—Además de esa idea de desacoplar el beneficio del consumo de materiales que nombraba antes, otra de las soluciones que han surgido de la industria es la de la economía circular. Pero en Earth Logic sostienen que no es suficiente.

—La economía circular es una estrategia de transición que puede ser útil en el corto o medio plazo. Pero no es suficiente para lograr el cambio que necesitamos. En el contexto de la moda, las máximas de la circularidad han sido absorbidas y manipuladas por las grandes empresas capitalistas y sus estructuras. Han visto la economía circular como un señuelo con el que distraer a la opinión pública de las prácticas insostenibles de la industria.

“Los pilares de la economía circular y sus objetivos [reducir el uso de nuevos materiales, reutilizar y reciclar los ya usados o ser más eficiente en el uso de recursos] son positivos. Pero llevada a la práctica sólo ha conseguido perpetuar todos los males de la industria de la moda. No ha transformado la lógica ni el modelo de negocio del sector.

“Además, desde el punto de vista técnico, hoy por hoy no existe ningún proceso que sea capaz de reciclar un material por completo y permita que se cierre el círculo de los recursos necesarios para fabricar un producto. Eso sin tener en cuenta que, en la industria de la moda, es imposible tener el control de una cadena de suministros, distribución y uso tremendamente compleja. El sistema tiende al desorden. Es imposible controlar todos sus elementos”.

—Es decir, que no podemos esperar una solución real de la economía circular.

—La economía circular en la moda es una fantasía. Lo es, a modo de resumen, porque no existe la tecnología necesaria, porque no se puede gestionar de forma efectiva todo el sistema y porque al final la industria está utilizando estas estrategias para perpetuar su modelo de negocio: consume mucho, consume rápido, la economía circular lo solucionará, no pasa nada. Pero sí pasa.

“La economía circular parece dibujarnos una salida relativamente sencilla a los problemas que hemos generado. Pero no existe una solución simple. La industria de la moda ha crecido a base de motivar un consumo compulsivo y de manipular los deseos de la población. Y lo ha conseguido porque la mayoría de las personas no se viste sólo por una necesidad práctica, se viste también como forma de identidad, para ser creativa, para crear comunidad… No podemos ignorar todo eso”.

—La industria de la moda está construida sobre la gestión de los deseos de la gente. ¿Cómo cambiar de enfoque para que sea más fuerte el deseo, por ejemplo, de un río limpio que de una camiseta nueva?

—Creo que ya está cambiando. La industria de la moda es el mejor ejemplo de cómo funcionan el marketing y las técnicas psicológicas para generar interés en la gente. Es como si lograse generar un picor y no pudiéramos dejar de rascarnos. Pero creo que cada vez más gente se está dando cuenta de que existen límites a los beneficios que obtienen de vivir y de consumir así. Y también, por seguir con el ejemplo de la pregunta, cada vez más personas entienden que los sentimientos agradables que te genera comprar una camiseta también te los genera un río limpio.

—A pesar de todo, parecemos seguir creyendo que vivimos en un mundo de recursos infinitos. Un mundo de ficción en el que podemos tirarlo todo a la basura y comprar cosas nuevas cada semana. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

—Es, efectivamente, una ficción. Y creo que sus raíces van muy atrás en la historia, hasta la Ilustración. Existe una idea de fondo que sostiene que la naturaleza y los recursos naturales son algo inerte. Y esta idea a su vez es central a la hora de separar la naturaleza del hombre. Bueno, del ser humano en general, pero sobre todo del hombre [risas].

“Esta separación de los dos mundos, que no es universal, ha dado forma al pensamiento occidental de los últimos tres siglos. Desde el punto de vista medioambiental, creo que esa es la raíz de todos nuestros problemas”.

—¿Y cómo desaprendemos esa idea?

—Podemos empezar por mirar a las culturas en las que nunca ha existido esta división, como las de muchos pueblos indígenas. Los líderes de estas comunidades pueden guiarnos en el proceso de olvidar esos hábitos mentales tan destructivos que tenemos en la cultura occidental. Pueden ayudarnos a restaurar una relación saludable con nuestro entorno y a ser conscientes de que no podemos vivir al margen del resto del sistema planetario.

—Hemos hablado de decrecimiento o de reconexión con la naturaleza. Y también de cómo las industrias o los gobiernos muestran resistencias importantes a la hora de cambiar. Si no podemos esperar una acción real desde arriba, ¿qué alternativas nos quedan?

—Creo que sí llegará un momento en que se produzcan acciones desde lo más alto. Pero éstas llegarán de forma simultánea a las acciones locales. Hasta ahora, hemos confiado en los líderes tradicionales, como los políticos o los empresarios. Pero creo que cada vez más están surgiendo líderes importantes en otros lugares, como entre los jóvenes o los indígenas. Creo que la acción necesaria vendrá, sobre todo, del interior de las comunidades y no desde fuera.

“Tenemos muchas opciones de romper con la lógica dominante que moldea nuestras expectativas de vida y empezar a pensar de forma diferente y autónoma. ¿Cómo queremos vivir? Necesitamos nuevas historias que, como en el caso de la moda, cambien nuestra relación con el entorno y con nuestra forma de vida.

[Entrevista publicada originalmente en Climática, suplemento de la revista La Marea; es reproducida aquí bajo la licencia Creative Commons.]

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