Marzo, 2022
Nació norteño, en San Luis Río Colorado, pero en Guadalajara fue donde Julio Haro desarrolló sus múltiples talentos. Creó obras de teatro, ejerció de artista visual, realizó memorables programas de radio, escribió textos provocadores, y, sobre todo, contribuyó a fundar El Personal, la banda tapatía que revolucionó la historia del rock nacional; primero, por su bien lograda fusión de géneros musicales como el reggae, la rumba y la cumbia, que los convirtió en uno de los grupos más influyentes de la segunda mitad de los ochenta. Pero también por sus letras, salpimentadas con un toque sarcástico, irreverente y divertido. Julio Haro, voz y letrista principal del grupo, murió de sida hace justo tres décadas, en una Guadalajara que hoy ha dejado de existir. El escritor y cronista musical Víctor Roura aquí lo recuerda…
Fino humor
Seis meses antes del fallecimiento de ese otro icono de la escena roquera de Guadalajara, Alfonso Guerrero, moría Julio Haro, cantante y compositor de El Personal, banda que debutara en 1987 en la Ciudad de México en el Bar Nueve, sitio sagrado gay de los ochenta. Ambos músicos, el primero líder de Toncho Pilatos, se fueron de esta vida en el mismo año, 1992, a pocos meses de diferencia cristalizando a su Guadalajara como la meca mítica de la contracultura roquera del país. Julio Haro abandonó este mundo, afectado de Sida, el 3 de enero de hace ya tres décadas.
Desparpajo y mordacidad
De Guadalajara es El Personal, el más gracioso e inteligente conjunto humorístico de rock que ha girado en México. Luego de Botellita de Jerez y de Naftalina, cuyas actuaciones en vivo eran divertidas y aleccionadoras (mas no así sus herméticas y deficientes grabaciones, en el caso de Botellita de Jerez), El Personal, conducido por Julio Haro, derribó con su talento los mitos aquellos que sentenciaban que el rock mexicano era demasiado solemne como para ser divertido —porque, hay que decirlo una y otra vez, los Tepalcates con Alfonso Arau y Carlos Monsiváis de letrista no eran ingeniosos ni mucho menos humoristas sino, eso sí, un grupo cautivador por su curiosa formación intelectual y, sin embargo, nunca pudo hacerlos rebasar su medianía.
Imbuido en el desparpajo, la socarronería, la mordacidad y el desenfado, Haro desplegó sus alas para volar muy alto con un grupo que, desgraciadamente, iba a durar muy poco por la repentina muerte de su líder, compositor y cantante, el 3 de enero de 1992.
¿Cuál aceptación?
Su primer disco se intitula No me hallo. En el álbum se dice que el contenido musical va del reggae al rock, pasando por la cumbia y el bolero.
—Pero no se dice que hay un cuantioso sentido del humor —digo a Julio Haro en su Guadalajara, treinta y dos meses antes de su fallecimiento.
—Son normales. Yo siempre me he inclinado más por el bolero, el arrabal, Virginia López. Esas cosas. Francamente menos por el rock. Lo que sucede es que el Boy [Andrés Haro] trae más el rock por dentro. Y ya después cuando se unen los otros [Alfredo Sánchez, Óscar Ortiz y Pedro Fernández] absorbió más la experiencia roquera. Lo que sí me gustó fue el resultado final, aunque he de decir que no lo esperaba. Yo cantaba de manera arrabalera y ellos se tocaban un buen reggae. Me interesó esa combinación.
—¿De ahí la aceptación?
—¿Cuál? Lo que pasa es que hay un circulillo, pero en general el grupo no se conoce. Una vez salimos en la televisión local. Sólo una vez. No ha habido difusión. Nada. La aceptación ha sido sólo dentro de un grupillo. Porque me fijo que la gente, sí, es numerosa, pero finalmente es la misma que va siempre a este tipo de conciertos. La desesperada por ver esas cosas. Yo creo que es más por default. No creo que sea popularidad. Si así fuera, nos oiríamos en la radio. Como Juan Gabriel, a quien no pasan tanto en la tele pero todo el mundo lo conoce. O como Chico Che.
Ser más profesionistas
—Pero otros cantantes sí salen, o salían, de manera sistemática, e insistentemente son incorporados en la radio.
—Eso sí. Pero, no sé, en estas cosas no es ningún indicativo la tele. De todos modos no siento que seamos muy conocidos ni en Guadalajara. Claro, saben de nosotros porque vivimos en una ciudad chica. En esta ciudad todo el mundo se conoce.
—Entonces cómo, por dónde, qué hacer…
—¡Híjole! Yo no sé, pienso prostituirme, de plano. Es que, ¿qué vamos a hacer? De nuestra música no sale para la papa. De repente somos muy exigentes y nos damos cuenta que queremos sonar bien y trabajar mucho, ¿pero quién te mantiene mientras? Entonces hay que explotarse, yo creo. Ojalá el propio artista pudiera explotarse a sí mismo. Eso es lo que pretendernos en El Personal.
—Pero es indudable que Guadalajara se ha distinguido en el terreno roquero.
—Pero por default. No. Falta mucho… Hay más público que no se da cuenta, que no se entera, porque no está en este reducido mundillo. Que no tiene obligación de estarlo. Lo que va a pasar, creo, es que finalmente debemos cambiar un poco la actitud y ser más profesionistas, no digo profesionales. Deberíamos de ser más avezados, ponernos buzos. Porque luego uno se la cree que hace un discurso, se promueve un poquito, aparece dos veces en la televisión y después se desaparece. No hay constancia. No sé. Uno no tiene que estar esperando para leerse en la última esquina de la sección cultural de un buen periódico. Pero, bueno, realmente uno no piensa en esas cosas cuando está trabajando, sino que la música salga bien. Ya lo demás es ganancia.
Tapar el Sol con un dedo
—Dentro de este terreno minoritario del rock, pues, ¿cómo se ubican?
—Somos como unos vecinos tocando. Yo siento que así nos ve la gente. Porque los que conformamos el conjunto somos el mismo grupito de siempre. Adonde quiera que vamos a tocar, casi te puedo decir los nombres de la mitad de la gente que va. Son amigos, pues. Los mismos. Y, bueno, sí hace gracia, pero creo que el asunto es ir más allá. Hasta donde se pueda. Por eso nos estamos planteando el ser verdaderamente una empresa. En serio.
—Eso va mucho más allá de ustedes, de su vocación o decisión. Se requiere un cambio radical de las posturas culturales oficiales.
—Pero nunca tienen nada. Nunca hay lana. La cultura oficial es de pobres. No hay dinero. ¿Quién va a gastar ahorita en cultura? No. Es fatal. No se puede hacer nada. Creo que es más allá de la postura. Es cuestión de que pérate mientras se da el cambio y sí al ratito y mira que en el rock la mota y no les gusta que fumes y no sé qué tanto. Siempre quieren tapar el sol con un dedo.
Sistema establecido
—¿Cómo, entonces? ¿Tocar como los Bukis?
—Meterse, sí, a la onda comercial. Hacer lo que el sistema ha establecido. No hay de otra. De lo contrario, el problema está en la supervivencia. Eso es lo más difícil. O te vendes tantito (la verdad no sé qué significa eso porque hasta la fecha no he estado cerca de ninguna tentación) o sigues ahí con tus cuates. Con el mismo circulito. Yo quiero más difusión, que nuestras canciones las pasen por radio, salir en la televisión. Y esto ya significaría hacer concesiones, porque tendría uno que poner sus ideas más bonitas…
—Casi ninguna de sus canciones podrían tocarse en la tele…
—No sé, no te creas. En el disco hemos incluido dos o tres que no son tan pesadas… Bueno, no sé, te voy a decir francamente, aquí entre nosotros, que todas las canciones del disco se me hacen fresas. Pero es que la censura está más allá de eso. A mí ninguna frase me escandalizaría, pero la moral de la gente está tan en otra onda. Eso es lo difícil. Cómo llegar a no herir la susceptibilidad de la gente, porque finalmente El Personal sí quiere llegar a ser un grupo popular. Es más, a mí no me gusta llamarle rock a lo nuestro, sino simplemente “música popular”. Sacar danzones, experimentar con todas las músicas, salirnos de esos encasillamientos inútiles. Sentirnos verdaderamente libres.
Después de la muerte
—Tengo entendido, sin embargo, que todos ustedes sí viven de la música.
—No, ¿quién va a vivir? Yo soy el único, pero porque estoy desempleado. Por eso más o menos me dedico de tiempo completo y transo a los demás. Y así, pues. Pero también lo hemos planteado ya de otra manera a partir de ahora. Si no es bisnes, El Personal ya no va a seguir…
Si Julio Haro hubiera sabido que su canción “Nosotros somos los marranos” es usada en la Normal de Maestros, desde principios del siglo XXI, como coreografía para educar a los niños en su visión ecológica, se habría vuelto loco. No lo hubiese creído.
Sin embargo, después de su muerte El Personal obtuvo un culto particular en la escena roquera mexicana: la banda de mayor quilataje en la rama humorística, al grado de alcanzar su álbum No me hallo, ahora editado por Pentagrama, una venta respetable en el mundo sonoro contracultural. E incluso Jairo Calixto Albarrán, para despedirse de su audiencia electrónica, recomienda no tocarse ahí, emulando la canción de El Personal que ya se refería en una legendaria canción a esos prejuicios sexuales desde finales de los ochenta. Es ese disco una de las mejores grabaciones en la historia de nuestro rock, sin duda.