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“Podría ser divertido gobernar una tierra desolada”

Fue cantante. Fue poeta. También, fue célebre por ser el vocalista de la hoy mítica banda de rock The Doors. Medio siglo ya sin Jim. Sí: han pasado cinco décadas desde que nos dejó el incombustible chamán. Murió a los 27 años, pero, en su corta existencia, Jim Morrison fue un torbellino, una fuerza de la naturaleza. Víctor Roura recuerda a «The Lizard King» (“El rey lagarto”) ahora que se cumplen 50 años de su muerte, acaecida el 3 de julio de 1971.


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Hace 50 años fallecía Jim Morrison, el mítico cantante y compositor de la banda The Doors, nombre tomado a propósyo de una lectura suya de Aldous Huxley referida a “las puertas de la percepción”. La amante de Morrison, Pamela Susan Courson (22 de diciembre de 1946 / 25 de abril de 1974), ambos de vacaciones en París, lo halló el 3 de julio de 1971 ahogado en la tina del hotel donde se hospedaban. El próximo 8 de diciembre de 2021, de no haberse sumergido tan a fondo en el mundo de las drogas, el originario de florida estaría cumpliendo 78 años de edad.

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Vamos a ver.

Se lleva a cabo una mesa redonda sobre la muerte de Jim Morrison en una librería de la Ciudad de México unos años después del fatídico hecho mortuorio con invitados especiales venidos de diferentes partes del mundo.

Hablaremos en presente a pesar de registrarse este suceso hace exactamente medio siglo. El recinto está atascado de personas interesadas en los asuntos roqueros.

—Aquí está el recorte —el moderador agarra de entre sus numerosos papeles un periódico parisino ya quebradizamente amarillo por su antigüedad— donde se apunta, el jueves 8 de julio de 1971 (mediante un cable de la agencia informativa UPI), que Jim Morrison, el cantante y compositor de The Doors, no había muerto, que sólo se encontraba internado en un hospital debido a. su agotamiento físico.

—Es verdad —interviene el francés Hervé Muller, comentarista de rock—. El semanario Pop Music, que aún guardo en mi archivo —dice a los demás ponentes—, desmiente el rumor sobre la presunta muerte de Morrison.

—Pocos, por aquellas fechas, conocían la verdad del deceso —asienta un reportero anónimo del Rolling Stone.

—Solamente cinco personas —aclara Muller—, entre ellas Pamela Susan, la compañera de James Douglas desde el comienzo de The Doors, estuvieron presentes el miércoles 7 de julio en el cementerio de Pére-Lachaise para despedir a Morrison, quien había fallecido en realidad el sábado 3 de ese mismo mes ahí, en Francia.

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—Figura trágica de la música de rock —dice Juan Villoro, quien vino desde Alemania para participar en la mesa redonda sobre Morrison—. Murió a los 28 años y su esposa Pamela murió tres años más tarde, víctima de una sobredosis de heroína —recuerda Villoro.

—¡Epa, epa! —corta de tajo Muller—, falleció a los 27 años, mi querido Juan —dice—, acuérdate que nació el 8 de diciembre de 1943.

Y agrega el mismo francés:

—El médico dijo que Jim murió de una crisis cardíaca, probablemente provocada por un coágulo de sangre debido a una infección pulmonar, durante su baño con agua caliente. Concedió el permiso de inhumación y no hicieron autopsia.

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—¿Por qué cinco días después de su muerte aún no se daba la noticia en la prensa? —pregunta intempestivamente una joven, seguramente fan de Las Puertas, que se halla en la primera fila.

—Déjeme responder, señorita —dice Bill Siddons, quien fue amigo personal de Morrison e invitado especial a la conferencia—. Después del entierro, me regresé con Pamela a Los Angeles. Entonces di la noticia en un comunicado en el que explicaba que el secreto se había guardado tanto tiempo porque los que le conocíamos bien y queríamos como persona, quisimos evitar la notoriedad y la atmósfera circense que rodearon las muertes previas de Janis Joplin y de Jimi Hendrix.

Los medios de comunicación, principalmente la radio y la televisión, se encargaron de divulgarlo airadamente, en efecto, con demasiado ruido. La prensa escrita, hasta el otro día, le dedicó planas enteras al asunto.

—Déjenme leerles un poema de Morrison —dice el moderador—, publicado en su libro The Lords and the New Creatures, editado en octubre de 1968:

No existen más argumentos,
sobre los lechos, durante la noche
la oscuridad es incendiada.
Mirar dentro de los salones de la ciudad
donde una mujer baila
con su vestido europeo
grandes valses.
Podría ser divertido
gobernar una tierra desolada.

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—Se trata de una poesía que intenta describir esa hora entre dos luces donde todo se confunde y se mezcla —comenta Jean-Michel Varenne—. Su poesía narra baladas en una ciudad simbólica que se vuelve a cada paso más extraña, más peligrosa, esta ciudad es Los Angeles, en donde tuvo frecuentes enfrentamientos con la policía, ciudad de donde era preciso escapar, huir y en donde Jim pasaba las noches fuera, bebiendo, arrastrándose, escuchando las conversaciones en los bares.

—También México —indica Hervé Muller— surge a menudo en los textos de Jim.

Y pone un ejemplo:

—En la canción “Queen of the highway” escribió: “Ella era una princesa, reina de la autopista. El cartel de la autopista decía llévanos hacia la Madre”. Y esta Madre no es sino la Sierra Madre, cadena de montañas de México.

El español Jaime Rosal recuerda un poema de Morrison que tradujo a nuestro idioma:

Ensenada
la foca muerta
el crucifijo del perro
fantasmas sobre los coches muertos al sol.
Para el coche.
Lluvia, noche.
Sentir.

Este poema está incluido en el libro Nuevas criaturas, aclara Rosal, “y en él la ciudad nombrada, Ensenada, pertenece a México”.

—Tengo entendido —dice el moderador— que los Doors vinieron a México.

—Así es —contesta Muller—. Por cierto, en México hizo Morrison todo lo que pudo hasta el último momento para que los Doors pudieran tocar también para los más pobres, pero no le fue posible ya que encontró la oposición de las autoridades.

—Fue el 2 de julio de 1969 —recuerda Carlos Monsiváis, desde luego presente en la mesa redonda—, fue en el Fórum y era un Morrison de barba, pelo largo, pantalón de pana sucio, chamarra indiferente, camisa floreada, expresión lejana, incierta como de quien viaja frecuentemente sin necesidad de moverse de su cigarro.

Es el Morrison repelente, sucio, negativo, antisocial, que los así llamados periodistas de la Onda descubrirían mañana con el horror de quien no adivinaba detrás de “Light my fire” la ausencia de los grandes almacenes de compra, la ausencia de Sears Roebuck, Aurrerá o Vips. La sesión zarpaba hacia el naufragio moral.

Monsiváis lo retrata:

—Jim Morrison negaba el cosmopolitismo mexicano que posteriormente los Monkees habrían de afirmar y ensalzar: “Somos modernos, pero de mentalidad positiva. Nos gusta el rock pero creemos en los valores eternos de la familia, la sociedad y el Estado”. Morrison era un ingrato: a una élite social no le hace falta que le comuniquen desesperanza o angustia: para eso, ya desde siempre sabe que también los millonarios son mortales.

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—Morrison me dijo una vez —recalca Jerry Hopkins— que la poesía le atraía mucho por ser eterna. Siempre que existan seres humanos podrán recordar palabras y combinaciones de palabras —cita a Morrison textualmente—: “De un Holocausto sólo sobrevivirán los poemas y las canciones. Nadie es capaz de recordar una novela entera. Nadie puede describir una película, una escultura, un cuadro”.

—A Morrison, de la misma manera, le interesaba el cine, como bien puede comprobarse en su libro The Lords, editado en abril de 1969 —dice Jaime Rosal.

—Y también el periodismo —dice Hopkins—. Admiraba a Mailer, decía que era el cronista de nuestro tiempo.

—Y en lo concerniente a la música —dice Juan Villoro—, los Doors supieron combinar adecuadamente los elementos más sencillos del rock produciendo música muy variada, son famosos sus cambios de ritmo con pocos elementos.

—Pues bien —detiene la charla el moderador observando su reloj—, para finalizar y tener una mejor idea de lo que Jim Morrison representó en vida, vamos a ponerles, estimada concurrencia, una de sus grabaciones: “The End”.

Y después de la última nota, se apagaron las luces.

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