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Centenario de Astor Piazzolla

Vio su primera luz el 11 de marzo de 1921 en la ciudad de Mar del Plata, y murió a los 71, el 4 de julio de 1992. Hijo de Vicente “Nonino” Piazzolla y Asunta Mainetti, fue bandoneonista, director, compositor, arreglista y uno de los músicos argentinos más importantes y transcendentales de todos los tiempos. Piazzolla hizo una mezcla muy inteligente entre el tango, el jazz y la música clásica contemporánea. Llevó al tango a otro nivel. La música fue creciendo dentro suyo, e incorporó apropiadamente las influencias de los diversos ambientes que lo rodearon, ya fuera Nueva York, París o Buenos Aires. Durante los casi cuarenta años en que trabajó en su música, Astor Piazzolla intentó variantes muy diversas, ¡hasta tuvo un conjunto electrónico! Debido a su experimentación, y también a su ingenio y laboriosidad, su música se expresa en múltiples niveles y posee una enorme profundidad. Es una verdadera síntesis exitosa del tango y de lo contemporáneo, que hoy sigue resonando e influyendo en músicos de todo el mundo. El escritor y periodista Víctor Roura recupera esta conversación que sostuvo con él, para celebrar el centenario natal del músico argentino…


Fallecido a los 71 años de edad, el 4 de julio de 1992 en Buenos Aires, este año se cumple el centenario natal de Astor Piazzolla, nacido en Mar del Plata el 11 de marzo de 1921. El compositor argentino fue un verdadero renovador del tango otorgándole brillo clásico. Su música tanguera, en su momento, en efecto fue otra cosa, algo absolutamente diferente a todo lo percibido en el género.

A principios de los años ochenta Piazzolla ofreció un concierto deslumbrante en la Ciudad de México. Entonces tuve la oportunidad de conversar con él tras un inicio iracundo de su parte, porque al llegar yo al hotel donde él se hospedaba, y luego de acordar una cita con un amigo argentino que lo conocía, saltándonos compañías discográficas o managers, marqué directamente al número de su cuarto para decirle, a Piazzolla, que ya estaba en la recepción esperándolo, mas la reacción del bandoneonista fue irasciblemente inesperada: con furia me contestó para decirme que no lo molestara. Y colgó el teléfono.

Enseguida, llamé a mi amigo para contarle la abrupta peripecia ocurrida.

—Ahora lo resuelvo, Víctor, espérame —me dijo, amablemente.

No pasaron ni cinco minutos cuando miré cómo se acercaba a mí un diligente Piazzolla para, primero, ofrecerme disculpas y, después, proponerme la entrevista en cuanto yo dispusiera. Y subimos hasta su habitación, ya todo el tiempo restante con suprema afabilidad.

Esta es la plática que sostuvimos hace ya cuatro décadas, en junio (de 1980).

Bach y De Lucía

Astor Piazzolla está enfrente. Con pantuflas, descansado, el cabello ya blanco no abunda, en la cabeza. Entonces contaba con 60 años de edad.

—Yo pienso que los músicos tienen tres puntos en la vida: uno es estudiar música, el otro es informarse sobre la música del mundo y el tercero es crear; o sea, no basta con solamente haber estudiado bien la música.

Habla Astor Piazzolla y no hay tiempo de observar a nuestro alrededor.

El tema inicial fue el jazz.

—Yo me nutro no sólo de la música de jazz —dice—. Soy un fanático de Stravinski como puedo serlo también de Bartok o de Bach o de Schumann; pero también me gusta escuchar a Bill Evans, a Oscar Peterson y a Chick Corea, por ejemplo. Y oigo de la misma forma a Paco de Lucía, a Chico Buarque de Hollanda y me gusta Milton Nascimento. Es, decir, a mí me gusta la música.

La reunión cumbre

Pausa mínima.

—Pero mi música, le puedo asegurar, no tiene nada, pero absolutamente nada, que ver con el jazz. Al revés de todas las demás músicas de tango, mi música tiene swing.

Y aclara que aunque la palabra swing es de origen estadounidense, “prácticamente se ha adaptado a toda la música, del mundo. Stravinski tiene swing, por ejemplo. Paco de Lucía tiene swing. Yo creo que mi música tiene swing, porque al ofrecer un concierto veo que alguien está así, con el movimiento en los pies o en los ojos, ¿se da cuenta? Y esa es la felicidad que le produce al músico: poder comunicarse con su oyente”.

—¿Qué aportes considera que hubo para el jazz en el álbum que grabó usted con Gerry Mulligan? [Estamos hablando del disco Reunión Cumbre producido en 1974.]

—Es que no fue jazz con tango —responde—. Mulligan tocó tangos. Vamos a decir que Mulligan no tocó jazz. A Mulligan justamente le costó mucho trabajo hacer ese disco…

—Esto es, Mulligan acompañó a Piazzolla…

—Claro, exactamente. Él, incluso, escribió un tema que se llama “Aires de Buenos Aires”; pero él lo hizo a la manera de Astor Piazzolla, ¿se da cuenta? No sé, para mí ha sido un gran honor de que Mulligan no tocara jazz. Fue Gerry Mulligan tocando el saxofón barítono tratando de improvisar sobre la música de Piazzolla. Y realmente le costó muchísimo trabajo porque era un ritmo totalmente nuevo para él. Y de mucha lectura, porque casi todo lo que tocó Mulligan estaba escrito, salvo las tres partes de la improvisación.

Astor Piazzolla. / Foto: Fundación Piazzolla.

“El tango es absolutamente mío”

—La historia del tango registra una anécdota. Esta consiste en que usted regresa de París, aconsejado por una instrumentista, con la idea firme de tocar tangos…

—Para mí, Nadia Boulanger ha sido mi segunda madre —recuerda, y hay alegría en su rostro—. A Nadia la adoro. Hace muy poco tiempo falleció [en 1979, un año antes de nuestra plática… la francesa había nacido en 1887], pero a los 90 años [murió un mes después de haber cumplido 92 años] seguía incendiando a Fontainebleau en París. Nadia fue la que me hizo volver a tocar el bandoneón y Nadia fue la que me hizo volver a tocar tango, porque yo era, cómo le podría decir, un tanguero vergonzante, no quería saber más del tango. Era un intelectualoide, quería dirigir y escribir para una orquesta sinfónica. Era un intelectual. Al bandoneón lo había apartado totalmente. Y al tango también. Fui a estudiar a París precisamente por eso. Y Nadia, al escuchar mis obras sinfónicas, me pregunta:

“—Yo quiero saber dónde está Piazzolla en esta música.

“Fue una cuchillada, digamos, en el vientre. Lógicamente, tenía razón. No estaba Piazzolla. Y me hizo tocar tango. Después de mucho rogar, toqué un tango en el piano y ella me tomó las manos y me dijo:

“—Esto es Piazzolla de verdad, y jamás lo abandones.

“A partir de ese momento, 1954 [entonces el compositor contaba con 33 años], hasta ahora, no he abandonado lo mío porque el tango es absolutamente mío. Yo creo que la mejor manera de ser internacional es siendo nacional”.

La prohibición universitaria

—En el centro de toda esa mezcla de música, está el tango. ¿Tuvo alguna dificultad al presentar por primera vez ese nuevo tipo de música?

—Fue una batalla campal —expresa—. Si el día que yo presenté una obra sinfónica, en la Facultad de Derecho, en Buenos Aires, hubo policías y ambulancias y heridos porque, lógicamente, habían visto dos bandoneones puestos dentro de una orquesta sinfónica. Fue una obra mía, premiada con el primer lugar. Se llamaba “Sinfonía de Buenos Aires”. Y esto ya trajo cola, porque cada vez que se nombraba a Piazzolla ya era lío, como quien dice. Cuando volví de París y presenté mi octeto, era la primera vez que se tocaba música de tango en la universidad. El rector, entonces, quería prohibirlo porque el tango no era digno de ser tocado dentro de una Facultad.

—¿No era digno porque tenía una raíz oscura?

—Porque el tango era una mala palabra. El tango era el canyengue, el arrabal, era un poco música de averno, quizá de amateurs. Pero, ¿qué pasa?, que los muchachos jóvenes que estudiaban creían en Piazzolla. Y ellos obligaron al rector y el rector, a último momento, me dejó tocar. Y después de mi primer concierto, el rector vino a pedirme perdón porque no sabía que el tango tenía ese tipo de evolución. Desde ese momento, 1959, comienza prácticamente el tango a pasearse por todas las universidades de Argentina y de América del Sur.

El sentido de la música

Cree Piazzolla que el rock, la música de avanzada, “la que hacen Chick Corea o Herbie Hancock”, ya está en decadencia “porque todo el mundo está haciendo absolutamente lo mismo”. Y piensa que la gente joven es la culpable de esta decadencia porque “le resultó más fácil agarrar una guitarra o un sintetizador e inventar sonidos, así apretando cosas y enchufando un aparato extraño” que ponerse “a estudiar en un Conservatorio”.

Para él, “la música tiene un solo sentido: estudiarla. Si no se estudia, la música no tiene ningún sentido, no tiene por qué ser, no sirve para nada”. Los jóvenes músicos argentinos “no saben todavía lo que quieren”, dice Piazzolla, a la vez que se formula una pregunta: “¿Por qué, en vez de ser tan extranjerizantes, no se fijan un poco más en la música de su país? Si les gusta el jazz, pues que se vayan a Estados Unidos”.

—La ausencia de canto en su música, ¿a qué se debe?

—Falta de poetas cantables. Tenemos, sí, a grandes poetas para ser leídos; pero no tenemos la suerte de poder contar [a principios de los ochenta] con poetas cantables como los tiene Brasil.

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