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Ernest Hemingway, hace 60 años

Este 2 de julio se cumplen seis décadas de la muerte —del suicidio— de Ernest Hemingway: el narrador y periodista se disparó con una escopeta en su casa de Idaho y puso fin a una trayectoria en la que ejerció como “modelo de escritor moral”, al relatar los horrores y pasiones que provoca la guerra. “Vivió con pasión y un enorme respeto por las otras culturas, con compromiso y determinación en tiempo de guerra. Todo ello lo convierte en un estupendo modelo moral”, dijo hace algún tiempo James Meredith, presidente de la Hemingway Society, dedicada a conservar el legado del escritor. Autor de cinco novelas y más de cincuenta relatos, Hemingway cultivó una imagen de viajero y aventurero infatigable, con prolongadas estadías en París, Italia, España, Cuba o África, durante sus 61 años de vida, en los que fue testigo de la I y II Guerra Mundial. Aquí recordamos al (gran) escritor estadounidense…


Ernest Hemingway: escritor de su propia vida

Marilyn Bobes

Hace 60 años el escritor norteamericano Ernest Hemingway, que vivió más de 20 en Cuba, puso fin a su vida disparándose con una escopeta de caza en su domicilio de Ohio.

Muchas mistificaciones se han tejido alrededor de este suicida que, según todo parece indicar, sucumbió ante la depresión, los insomnios y la pérdida de la memoria. Algunos piensan que ese pozo del que extraía sus ficciones quedó totalmente seco y prefirió morir antes de soportar la esterilidad.

Lo cierto es que la figura de Hemingway se yergue en estos tiempos de tanta banalidad literaria como una de las grandes del siglo XX y una de las más influyentes de la narración contemporánea. Su teoría del “iceberg” sigue siendo uno de los recursos más efectivos dentro de las técnicas narrativas actuales.

Para los cubanos, el creador de El viejo y el mar es alguien muy vinculado al mundo intelectual de esta Isla. Aquí no solo pescó y persiguió a los submarinos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, sino también escribió algunas de sus obras capitales, incluida la ya mencionada por la que obtuvo el Premio Pulitzer y el Nobel de Literatura en 1954.

Llegó por primera vez a La Habana en 1928 cuando apenas tenía 29 años de edad. Pero entonces solamente hizo escala acompañado de su segunda esposa Pauline Pfeiffer, con la que tuvo dos hijos y que fue desplazada por la talentosa periodista Martha Gellhorn, responsable de que, en 1940, Hemingway fijara su residencia en el barrio de San Francisco de Paula, en la legendaria Finca Vigía, que después de su muerte, su cuarta esposa, Mary Walsh, traspasara al gobierno revolucionario cubano que decidió instalar allí un museo.

Turistas de todo el mundo, fundamentalmente norteamericanos, y también cubanos de todas las generaciones, son visita frecuente en esta suerte de santuario, donde según el escritor Gabriel García Márquez “a veces se tiene la impresión de sentir la presencia del escritor deambulando por los cuartos con sus grandes zapatos de muerto”.

Pero Finca Vigía no es sólo una vitrina. Es también un centro movido donde se realizan coloquios internacionales, concursos literarios, profundas investigaciones que todavía revelan facetas desconocidas de un hombre cuya divisa siempre fue que el ser humano podía ser destruido, pero nunca vencido.

De estilo sobrio, realista y casi autobiográfico, Ernest Hemingway fue, junto a William Faulkner, el escritor que más influyó en los autores latinoamericanos. Sus huellas las percibo también en el contemporáneo Raymond Carver, que heredó de su compatriota ese poder de sugerir más de lo que se cuenta y esa precisión para poner en blanco y negro sus palabras.

Si bien su mito de aventurero, cazador y pescador tiene muchos visos de realidad, Hemingway fue también ese hombre frágil, muy parecido al protagonista de su novela The sun also rise, traducida como Fiesta, para mí, su obra cumbre en este género a pesar de la popularidad de Adiós a las armas y Por quién doblan las campanas.

Esa fragilidad, por cierto, no contradice el valor que demostró en las contiendas bélicas en las que participara, especialmente en la Primera Guerra Mundial y en la Civil Española. A ellas fue como corresponsal de guerra, pero en todas se involucró como soldado, siempre al lado de las causas más justas. Su literatura está impregnada de esas experiencias y de otras muchas.

Siempre afirmó que no se debía escribir de lo que no se conoce y esa manera suya de transformar en literatura la vida que escogió, prueba que, al menos en su caso, esta aseveración resulta un verdadero apotegma.

Según el ya citado Gabriel García Márquez, que estudió y leyó bien la obra y vida del autor de Fiesta, “la realidad es que hubo siempre dos Hemingway distintos y a veces contrapuestos…”.

Había —pensaba— uno para el consumo mundano —mitad estrella de cine, mitad aventurero—, que se exhibía a sus anchas en los lugares más visibles del mundo… Era el Hemingway que no había leído un solo libro y que tal vez no quiso a nadie en el mundo y al que no se le podía quedar ninguna frase sin terminar.

Pero, según también García Márquez, había otro Hemingway en La Habana, escondido de sí mismo en una casa rodeada de árboles enormes, en cuyos aposentos se fueron acumulando, a través de los años, los trofeos de artes viriles que el Hemingway mundano le llevaba como recuerdos de sus navegaciones y regresos.

En esa casa, que es Finca Vigía, habita el escritor que los cubanos prefieren al invocarlo. Porque allí se dedicaba a pulir sus impecables textos cargados de amor y esperanza, que seguramente extrajo de ese mundo interior que sólo sus libros son capaces de revelarnos.

No puede hablarse de Hemingway en Cuba sin referirnos a la relación que mantuvo con los pescadores de Cojímar, ni a su yate Pilar y el eterno patrón de este, Gregorio Fuentes, quien concedió antes de morir miles de entrevistas para hablar de aquel hombre en apariencia rudo y cuya sensibilidad sale a flote, sobre todo, en la historia de ese viejo cubano, Santiago, que regresa con el esqueleto de un pez enorme, símbolo de una victoria que sólo los que buscan en lo invisible son capaces de identificar y valorar.

Recordar el aniversario de su muerte es más que una conmemoración, un acto de justicia a quien ofrendó la medalla de su Nobel a la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba.

Y a pesar de sus parcas declaraciones acerca de su simpatía por la Revolución Cubana, ahí están sus declaraciones de 1959 a la prensa norteamericana y también a la europea en las que hace pública su satisfacción por el triunfo de un orden que cambiaría a una Isla que en otras épocas había calificado de “larga, hermosa y desdichada”.

No sé si las actuales generaciones tienen tanto que aprender de Hemingway como aprendió la mía. Pero en todo caso es imprescindible su lectura. Como la fue ayer y la será para siempre. Leerlo será el mejor homenaje que podemos tributarle a ese maestro del cuento que tantas lecciones de coraje dio y que sólo perdió su última batalla.

Fuente: La Jiribilla.


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Ernest Hemingway, un periodismo de los duros

Gladys Rodríguez Ferrero

“El periodismo es bueno para
ejercerlo solo durante un tiempo”.
Ernest Hemingway

Se dice que fue William Howard Rusell, periodista del Times de Londres, quien al cubrir la guerra entre Inglaterra y Rusia que se desarrollara en Crimea en 1854, inauguró este tipo de periodista: el corresponsal de guerra. Este tiene una riesgosa y difícil tarea informativa donde la agilidad y el “olfato” periodístico resultan dos cualidades indispensables. El increíble trabajo periodístico de Ernest Hemingway demostró que no sólo su buen “olfato”, sino también su agudo poder de observación y su memoria, fueron los que le permitieron, como reportero, dar a sus informaciones el enfoque preciso, en cualquiera de los campos en los que se moviera su quehacer periodístico.

Las primeras publicaciones periodísticas de Hemingway ven la luz en el periódico The Trapeze (1916-1917) y en la revista literaria Tabula (1916-1917), publicaciones estudiantiles de Oak Park and River Forest High School, en el estado de Illinois, sitio natal del autor norteamericano.

Durante los 18 meses que publica en The Trapeze sus notas aparecen con las siguientes firmas: Ernest Hemingway; E.M.H.; Ernie Hemingway; E. H.; Ernest Monahan Hemingway; Ernest Miller Hemingway; Ernie; Ernest Macnamara Hemingway; Ernest Michealowitch Hemingway, Hemingstein; Ernest B. S. y Ernest McDermott Hemingway. Esta larga lista de nombres se corresponde con “…escoceses, irlandeses, ingleses, alemanes y escandinavos. Minorías notablemente ausentes en esa alta clase media del pueblo… Se aprende mucho leyendo estas historias deportivas; usted siente que están escritas por un joven que no fue particularmente dotado atléticamente, mientras vivía en una comunidad que demandaba que sus hijos fueran ganadores en todo cuanto intentaran” (Reynolds, 1993).

Resulta imposible negar la ausencia de la presencia femenina en sus crónicas deportivas en las que solo, ocasionalmente, son mencionadas las mujeres o los deportes que estas practican. Es necesario comprender que Hemingway crece en una sociedad en la que prima el patriarcado, y conocer, por ejemplo, que en el High School donde estudió, Theodore Roosevelt se consideraba el ideal de virilidad. Y aunque la contraparte masculina fue usualmente cortés, imprimió, sin lugar a dudas, un tratamiento diferenciado hacia las mujeres (Reynolds, 1993).

Analizando Tabula, en el artículo Class Prophecy, Hemingway muestra cómo la guerra logra una redistribución del trabajo y, de este modo, las mujeres comienzan a ocupar labores destinadas hasta ese momento para los hombres. Bromea y, aparecen entonces, tareas tales como bandidas, botones, motociclistas, veterinarias, carniceras. Hemingway aspiraba y soñaba con otras plazas para la féminas como las de enfermeras de la Cruz Roja, profesoras de secundaria, actrices, bailarinas de ballet, cantantes de ópera, modelos, editoras, trabajadoras sociales… Para los hombres, trabajos más lucrativos. Es un texto periodístico con humor pero que, sin lugar a dudas, muestra las expectativas de Oak Park para sus hijos al borde de la Primera Guerra Mundial, acerca de la cual Hemingway bromeaba. Sin embargo, en 1918, un año más tarde, caía herido en Fossalta di Piave, Italia, rescatando a un herido, mientras participaba en ésta como chofer de una ambulancia de la Cruz Roja.

En 1917 comienza como periodista en el Kansas City Star. Si hablamos de experiencia profesional, en este caso podríamos calificarla como imprecisa. Recuérdense sus escasos escritos aparecidos en The Trapeze y Tabula. Hemingway trabaja solamente durante siete meses en este órgano de prensa (del 1 de octubre de 1917 al 30 de abril de 1918). Es aquí donde aprende reglas de carácter obligatorio que le ayudan en la organización de sus escritos: use oraciones cortas y primeros párrafos cortos; utilice un inglés vigoroso, sin perder la fluidez; sea positivo, no negativo. Son las normas creadas por C.G. Wellington, Pete, editor del Kansas. El escritor “…llamó al Star el mejor diario de Estados Unidos” (Fuentes, 1984).

En 1970 se reimprimieron 11 de los artículos publicados en el Kansas y en el prólogo se aclara que “el trabajo en el Star sugiere una razón por la cual Hemingway no regresó al mismo como reportero después de la Primera Guerra Mundial. Tal vez —además de su ambición por escribir ficción— la rutina de cubrir hospitales, empresarios de pompas fúnebres, estaciones de ferrocarril no le interesaba. La compulsión lo invadía para estar en los lugares cuando los hechos estaban ocurriendo, obtener por él mismo lo que realmente pasaba. Es este el modo manifiesto del mejor aprendizaje del periodismo hecho por Hemingway” (Bruccolli, 1970).

Ernest Miller Hemingway participó en los eventos bélicos más importantes de la primera mitad del siglo XX. Y si hoy conocemos aspectos relevantes del Frente italiano, en 1918, y del conflicto greco-turco de los años veinte, es a partir de lo que él escribiera para el Toronto Daily Star; mientras que la campaña bélica de la Primer Guerra Mundial queda inmortalizada en su novela Adiós a las armas.

Ernest Hemingway trabajó para el Toronto Star entre 1920 y 1924, por lo que los artículos publicados en él resultan anteriores a su obra literaria. Sin embargo, su labor como periodista para el Toronto Star Weekly y el Toronto Daily Star le posibilitaron no sólo ganarse la vida y poder mantener a su esposa Hadley Richardson y su pequeño hijo Jack, sino también viajar por diversos países de Europa y conocer el mundo en el que le tocó vivir a él y a su generación.

Más tarde nos encontramos con el periodista y escritor dedicado a la pesca deportiva, en la costa noroccidental de Cuba. En el verano de 1934 tiene lugar su primer viaje, a bordo del Pilar, al archipiélago cubano. En las temporadas anteriores de pesca se había decidido por la Corriente del Golfo o el Gran Río Azul, como la denominara, encontrándose con el fascinante mundo de agujas blancas y casteros azules que remontaban la poderosa Corriente, cumpliendo así su ciclo vital. Con anterioridad había estado en La Habana, a bordo del Anita, yate de Joe Russell, dueño del Sloppy Joe’s de Key West.

Hemingway recibió una invitación de la Academia de Ciencias Naturales de Filadelfia, pidiéndole ayuda para la realización de ciertos estudios acerca de los peces de pico en la corriente del Golfo. A bordo del Pilar viajarían el Dr. Charles M. B. Cadwalader y el ictiólogo Dr. Henry Weed Fowler, director e investigador de dicha institución científica, respectivamente. Éstos se dedicarán a la observación de la fauna que puebla la Corriente, especialmente los peces de pico. Con toda seguridad mucho aprendieron de la pesca mayor que podía llevarse a cabo en estas aguas.

“Su crónica Marlin off Cuba (Agujas a la altura de Cuba), publicada en Esquire en agosto de 1933, está considerada como un estudio técnico y ha sido incluso citado en publicaciones científicas. Otros son crónicas, periodismo. Están las publicadas por la revista Esquire: Marlin off the Morro (La pesca de la aguja a la altura del Morro), 1933; Out in the Stream (En la Corriente del Golfo), 1934; On the blue water (En las aguas azules), 1936 y The great blue river (El gran río azul), que difunde Holiday en 1949. Todas, ejemplo de excelente periodismo y si profundizáramos en estas u otras que no menciono, probablemente hallemos que la pesca es un contexto y que hay información esencial que está contenida en el trasfondo. Eso es periodismo” (León, 2015).

Hemingway abandonó a su segunda esposa e hijos porque consideraba que su deber estaba al lado de aquellos que luchaban por la República y que dieron sus vidas durante la Guerra Civil Española, que tuvo lugar de 1936 a 1939 y lo convirtió en antifascista confeso. Los despachos que redacta para NANA (North American Newspaper Alliance) muestran, por primera vez, los efectos de la guerra en la población civil y los horrores de ésta. Aparte de sus maravillosos Despachos, este evento bélico le inspira la creación de un guión para el documental cinematográfico Tierra Española, que dirigiera el cineasta holandés Joris Ivens. También escribe su única obra de teatro La quinta columna. Reconoce públicamente su posición política en el discurso que pronuncia durante el Segundo Congreso de Escritores Norteamericanos que tuvo lugar en el Carnegie Hall, el 4 de junio de 1937. Y, como colofón, escribe en 1940 Por quién doblan las campanas, obra a la que el Comandante en Jefe Fidel Castro se refirió en múltiples ocasiones, expresando que fue para él un excelente manual del cual aprendió y aplicó tácticas en la guerra de guerrillas, durante la lucha insurreccional que dirigió en la Sierra Maestra contra la dictadura de Fulgencio Batista.

Hemingway llevó a cabo una cobertura memorable de la Segunda Guerra Mundial narrando, magistralmente, para las generaciones que le precedieron, la invasión de Normandía, la liberación de París, los bombardeos nazis a Londres, los cruentos combates que tuvieron lugar en la Línea Sigfrido. Aparte de sus espléndidos Despachos y sus artículos de opinión, recrea años más tarde las memorias de esta guerra en A través del río y entre los árboles, obra vapuleada como ninguna otra por la crítica. Si bien no es objeto de este trabajo el análisis de esa obra, llamo la atención de que en ella el escritor nos acerca a la guerra, pero de otro modo.

Indudablemente, Ernest Hemingway fue un experto militar, un estudioso de la guerra y de las condiciones políticas, sociales y económicas que conducían a esta. Su especialidad iba desde los emplazamientos de las ametralladoras, hasta los efectos psíquicos y físicos de estos en la población civil. Abarcaba tanto la táctica como la organización industrial que incluía.

Expresaba que la guerra lleva implícita la lucha por los derechos humanos. Pero, una vez que estamos en ella, hay una sola cosa que hacer: ganarla. La derrota, aseguraba, trae aparejada las peores cosas que puedan pasar jamás en una guerra.

En su artículo US Realism (Programa para el Realismo en Estados Unidos), de agosto de 1938, narraba lo siguiente: “Si hay guerra en Europa, hay que permanecer fuera de ella”. Pero al analizar qué hacer para mantenerse, aclara: “Debe venderse a las partes contendientes todo cuanto necesiten pero —destaca— la venta deberá realizarse al contado. Ese valor puede ser oro”. Más adelante, al continuar con su profundo estudio, aplica la siguiente variante para la remisión de las mercancías: “Que cada una de las partes envíe sus propios barcos y, si estos resultan hundidos, pues también se les venderán barcos. Eso sí: todo al contado”.

Como podemos apreciar, más actualidad es imposible de obtener de la publicación de este trabajo periodístico. Es esa una premisa que continúa aplicando el gobierno de Estados Unidos tanto en la industria militar como en las guerras que, fuera de su territorio, tienen lugar.

Continuando con Hemingway en este apasionante tema de la guerra, encontramos en la revista Esquire la publicación de Notes on the Next War: A Serious Topical Letter (1935). Explica que la guerra es la ruina permanente de las naciones y refugio oportuno de políticos y economistas, todos ellos oportunistas. Aclara que la “guerra ahora se planifica por hombres individuales, demagogos y dictadores que actúan sobre el patriotismo de sus pueblos llevándolos a creer en esa gran falacia”. Más adelante expresa que “nadie gana una guerra moderna porque en esa lucha cada uno puede perder. En una guerra moderna, no hay Victoria. Los Aliados ganaron la guerra, pero los Regimientos que participaron en el desfile del triunfo no son aquellos que lucharon en la guerra” porque “los hombres que lucharon en la guerra, murieron”. ¿Podemos encontrar más actualidad en este “veterano” artículo? No se complace sólo con informar: Hemingway enjuicia, analiza, evalúa, opina y lo hace acertadamente.

El escritor fue capaz, poco a poco, de convertirse en un verdadero profesional en el oficio de periodista. Recordemos que el autor nunca estudió periodismo sino que, más bien, nació periodista y se hizo periodista. Partió de sus aventuras gacetilleras en The Trapeze y Tabula, pasó con buen oficio por el Kansas City Star y el Toronto Star, y logró esplendor y luz propia como el enviado especial de NANA en la Guerra Civil Española.

Tanto sus observaciones como la valoración de los datos, aportados por el escritor en cada uno de ellos, muestran el dominio de la técnica periodística. “El secreto mejor guardado de Ernest Hemingway era su gran capacidad para documentarse… y esconder sus fuentes. Esa especie de omnisciencia de demiurgo que todo lo sabe y encima escribe para medios de gran tirada y selecto público, es muy coherente con el resto de la leyenda que creó en torno de su persona” (León, 2015).

Ernest Hemingway fue un periodista de su tiempo, pero continúa siendo todavía un periodista de nuestro tiempo.

Fuentes consultadas:

Baker, Carlos. Cartas escogidas. Carta a Maxwell Perkins, 1928.
Braasch Watson, William. Hemingway’s Spanish Civil War Dispatches (Introduction). The Hemingway Review, Ohio, Vol. VII, No. 2. Spring, 1988.
Hemingway, Ernest: Ernest Hemingway, Cub Reporter. Matthew J. Bruccoli, Editor. University of Pittsburgh Press, 1970.
________________ Un corresponsal llamado Hemingway. Prólogo y compilación por Norberto Fuentes. Editorial Arte y Literatura, Ciudad de La Habana, 1984.
________________ Despachos de la guerra civil española (1937-1938). Edit. Planeta S.A. Barcelona, 1989.
________________ Hemingway at Oak Park High. Edited by Cynthia Mazarka and Donald Vogel Jr. Foreward by Michael Reynolds. Oak Park and River Forest High School, United States of America, 1993.
La Prade, Douglas. La guerra de un escritor. El País, 15 de octubre de 1989.
_______________ La censura de Hemingway en España. Salamanca 1991.
Oliver, Charles M. Ernest Hemingway A To Z. The Essential Reference to the Life and Work. Checkmark Books. NY, 1999.
Reynolds, Michael. The Young Hemingway. Norton paperback, United States of America, 1998.
Rodríguez Ferrero, Gladys. El enviado especial de NANA. Conferencia impartida en la Primera Reunión Internacional de Corresponsales de Guerra, organizada por el Instituto Internacional de Periodismo José Martí, La Habana, 1998.
_____________________ Entrevista al Lic. Ismael León Almeida acerca de su investigación “Hemingway y la cuestión de los manilos en la pesca de agujas en Cuba”, presentada en el 15 Coloquio Internacional Hemingway, La Habana, junio 2015.
Wood, Jasper. Introduction to The Spanish Earth. The Hemingway Review, Ohio, Vol. VII No. 2. Spring, 1988.

Fuente: La Jiribilla.

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