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Somos fusión de pigmentos y de silencios: Fernanda Ballesteros

Es escritora, pintora y productora de documentales. Nació en Hermosillo, Sonora, en 1991. Su formación es deslumbrante: ha cursado estudios de pintura, filosofía, periodismo, literatura e historia en instituciones de Francia, Italia y México. Fernanda Ballesteros, quien ya ha expuesto sus obras en la Ciudad de México y en París, presenta ahora la muestra Mutismo, en la galería Paraíso de la capital sonorense. En esta conversación con L. Carlos Sánchez, Fernanda Ballesteros habla no sólo de la manera en que surge su obra y los significados que adquiere, sino también teoriza sobre las implicaciones del silencio, pues a veces, afirma, nos olvidamos de los peligros que encierra el mutismo.


Como si desde el silencio los murmullos se apersonaran. Como un dictado de lo que se acumula en las entrañas. La yuxtaposición de la memoria se traslada hacia el lienzo, o el cartón, o el papel. La continuación de las ideas hacia el pincel. El punto final: la mirada.

Fernanda Ballesteros, en su oficio de escritura, recrea imágenes en palabras. En su oficio de artes plásticas, construye un discurso que es dual: dos historias contenidas en un marco, las delimitaciones que abarca el cauce de los colores.

En Mutismo, título de su más reciente propuesta plástica, Fernanda Ballesteros acude a las preguntas en un acto de reflexión: “¿El mutismo es acumulación de flujos o de bloqueos? ¿Poder o destrucción? ¿Cómo controlar los efectos de lo que no sale de la boca? ¿Cómo controlar los brazos de los ríos?”.

Pudo ser un mediodía de coincidir en la falda de un cerro, en el exterior de la galería Paraíso, donde las paredes contienen la obra de Fernanda, bajo la curaduría del proyecto Antes de Cristo, de Angélica Ballesteros. Y conversar, entonces, los temas, el origen, con la propia Fernanda:  

—A veces no tomamos en cuenta las capacidades y los peligros del silencio. Es algo que va lijando, lijando, lijando personas y sociedades —dice—. Por ejemplo, las prioridades de una sociedad dictan lo que su gente esconde, por qué lo esconde y el valor de lo que se dice. Una simple discreción aumenta la tarima de alguien o de un grupo, y al revés, el silencio también cava pozos, agujeros.

—¿El esconderse es una cuestión de educación, una idiosincrasia, o es inherente al ser humano?

—Creo que es una mezcla entre la educación, la confianza en ti mismo y la confianza en el otro, y en qué tanto sigues el instinto social de imitar para que haya una convivencia pacífica. A veces el silencio puede, sí, lograr la paz, si las personas involucradas no son infieles a sí mismos. Pero si la retención de argumentos es forjada por hipocresía, la calma falsa se quiebra sobre vidrio. Ansiedad, enfermedades, divorcios, golpes de Estado. Parece muy extremo, pero el silencio es un detonador de feminicidios. Silencio en la pareja, en no comunicarse la realidad; silencio en el varón de una educación machista que no sabe soltar sus sentimientos. Todo lo que se infla de más, explota. El arte de la conversación (la sana construcción y recepción de argumentos) salva vidas.

—¿Cuáles son los objetivos de tu propuesta plástica?

—Pintar el silencio es ponerle color a la transparencia de algo que va esculpiendo identidades, que ahí pongo como cuerpos sobre montañas o caras de tres ojos y dos bocas. El silencio aumenta la visión sobre algunos aspectos: sellar la boca a veces multiplica la personalidad. Cuando se está en silencio, no se está completamente en silencio, porque hay un ejercicio de la reflexión, el pensamiento es indomable, se manifiesta, aunque no haya esa fonética. Está también el silencio de estar completamente libre y disponible, sin juicios para la observación profunda, para escuchar al otro, para escuchar la naturaleza… el silencio de la meditación.

—Sobre la técnica de tu trabajo plástico: ¿cómo decides los colores, el volumen? ¿cómo delimitas el espacio en el momento de construir cada una de las piezas?

―El silencio tiene mucho que ver con el flujo. Tendemos a catalogarlo como un peso, como algo fijo, petrificado, y no es así, el silencio evoluciona, se mueve, actúa. Por eso quise que fuera acuarela, el flujo del agua que a veces no controlas. Decides qué colores vas a usar, más o menos escoges tus cálidos, tus fríos, tus tonos medios, escoges tu soporte y tu modelo. Y no puedes durar tanto tiempo pintando sobre un mismo espacio de hoja: al contrario del óleo, que entre más pinceladas mejor queda, en la acuarela menos es más. Es por eso que hago varias: siete, ocho de cada modelo en vivo para, al final, elegir sólo una para exponer.

Ella dice que los colores en su obra dependen de lo que esté pasando en el momento, pues no es lo mismo cuando pinta en una sesión en Bellas Artes, con la luz exacta, que cuando pinta en su departamento (o en la calle):

—Tiene que ver la luz alrededor, la luz natural, la luz artificial, la luz amarilla o verdosa o rojiza; pero también tiene que ver cómo es la persona, su piel, y cómo me estoy sintiendo yo. Mutismo es una exposición en la que presento varias obras compuestas por dos acuarelas unidas: una es más transparente que la otra, pero cada una tiene su propia historia. Al final, lo que importa es que juntas dan algo de lo que somos: fusión de pigmentos, fusión de silencios.

*Mutismo, de Fernanda Ballesteros, se exhibe en la galería Paraíso (La Jolla 90, Colonia Lomas Altas, Hermosillo, Sonora). Cita para ver o adquirir obras a fballesterosfz@gmail.com / contactjesusourlord@gmail.com

Instagram: @fernandaballesterosf / @antesdecrist0 / @ven.al.paraiso

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