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Bill Haley, 40 años después

No es posible imaginar la historia de la música popular sin “Rock around the clock” de Bill Haley & The Comets. Es cierto: no fueron los primeros en grabar este tema; sin embargo, su versión de dos minutos y ocho segundos es el cimiento sobre el que se construyó el rock como estilo dominante. Vamos a ponerlo de esta manera: Bill Haley no fue el más grande ni el más importante, pero sí el primero en alcanzar el gran éxito con esa entonces nueva música llamada rock and roll. En 1980, mientras que Haley y su banda realizaban una gira por Sudáfrica, al músico le diagnosticaron un tumor cerebral. Bill canceló varias presentaciones y volvió a su casa de Texas. Allí murió mientras dormía como consecuencia de un infarto en 1981, justamente hace 40 años…


El adulto con cara de niño

Todo parece indicar que nunca fue joven, pues incluso siendo joven aparentaba ya ser un adulto respetable. Su acta de nacimiento lo nombra William John Clifton Haley y murió antes de que llegara a las seis décadas de vida. Nacido en Detroit el 6 de julio de 1925, su carrera musical se vio aparatosamente interrumpida —debido a un inocultable e inoperable tumor cerebral que lo afectó antes de derrumbarlo, como todos temían, su pasión alcohólica, que él mismo hizo pública en la BBC en 1971— el 9 de febrero de 1981, cuando contaba, apenas, con 55 años de edad, aunque el autor de la pieza clásica “Rock around the clock” —grabada a mediados de los cincuenta, finalmente la copia, puesta de cabeza, de una canción que no era suya— aparentaba ser un viejo exponente, desde el principio, de esta entonces nueva corriente expresiva. Porque todos fueron jóvenes (Elvis Presley, Neil Sedaka, Paul Anka, Roy Orbison…), menos Bill Haley, quien siempre representaba al rocanrolero adulto —con eterna cara infantil, un hombre mayor con rostro de niño—, aunque no lo fuera. Su canción, en efecto, simbolizaba, y aún lo sigue simbolizando, al rock and roll, acaso igualándose con aquella otra memorable canción “Roll over Beethoven” del imponente, y siempre original, Chuck Berry (quien a sus 90 años grabara su último disco, unos cuantos meses antes de su muerte, ocurrida en marzo de 2017), con la extraña diferencia de que la pieza de Berry ha sido mil veces interpretada por numerosos músicos mientras que la de Haley permanecía, y continúa permaneciendo, casi literalmente intocada.

¿Por qué Bill Haley nunca fue un activista roquero joven?

Quizá su apariencia adulta, mirándola con optimismo, haya sido reparadora en los sectores convencionales de la época, que se ofendieron con la súbita aparición de este movimiento juvenil. Quizá su apaciguamiento, como lo deseaban los adultos, sirvió un poco para aminorar los impulsos largamente comprimidos de los jóvenes. Su presentación en México, por ejemplo, no causó ningún revuelo ni expectativas. A pesar de su juventud, Bill Haley aparentaba convencionalismo, tal como la mayoría de los primeros rocanroleros mexicanos, viejos desde el principio: ¿quién desconfiaría de un Enrique Guzmán o de un César Costa o de un Manolo Muñoz o de una Angélica María, tan cortesanos con el orden establecido —adultos jóvenes, como Haley— que ninguna autoridad se oponía a sus andanzas vanidosas artísticas?

La primera figura del rock

El moderador citó de memoria una frase del desaparecido Bill Haley: “El rock and roll fue por vez primera música para jóvenes”.

Luego de una breve pausa, el alemán Rolf Ulrich Kaiser rompió la formalidad: “Pero su espectáculo no llegó a ser de ningún modo chispa inicial para un renacimiento juvenil, sino simplemente su show parecía provenir de un museo”.

Los asistentes a la mesa redonda se hicieron, entonces, presentes. Y un murmullo generalizado se alzó en la sala.

—Sí, era ancho, mofletudo y con cara de niño —intervino en pos de la calma Nik Cohn—. Tenía un rizo encantador en medio de la frente, pegado con agua y fijador y un gran estomago. Cuando cantaba exhibía siempre una inmensa e interminable sonrisa, pero no fijaba la mirada en ningún sitio. Tenía 30 años, estaba casado y era padre de cinco hijos. Sí, pero pese a todo esto, fue la primera figura del rock.

Figura que, sin embargo, se especializó, a partir de 1951 (¡hace ya siete décadas!), en el cover, dijeron sin miramientos casi al unísono los franceses Philippe Daufouy y Jean Pierre Sarton, quienes acababan de llegar al local.

—Claro que su semifracaso con la canción “Rock the joint”, calca de “Rocket 88” del músico de color Jackie Brenston —prosiguieron—, no le impidió perseverar en su empeño al frente de su grupo Los Cometas [apelativo acomodado de manera natural para su agrupación debido al cometa que lleva curiosamente su mismo apellido, aunque con doble ll: Halley, cuya próxima aparición será en 40 años: 2061, pues su periodo orbital sucede cada tres cuartos de siglo] inspirado en el rhythm and blues y que era la síntesis de la band blues y del junp blues del norte de Estados Unidos.

—Y sus covers —aclaró el español Juan Giner, quien con su puño derecho pegó a la mesa en un momento de acaloramiento en la plática— tomaban otro sentido, totalmente antagónico a la composición original. En “Shake, rattle and roll”, de Joe Hunter, Bill Haley transformó get out of that bed en get out in that kitchen. Suprimió la frase “qué escote tienes y cómo penetra el Sol a través de él” para sustituirla por “qué vestido llevas y cómo brillan tus cabellos por el Sol”.

Y aclaró:

—Originariamente, en el argot del ghetto negro, de donde provenían las piezas que más tarde copiarían los blancos como Haley pero en otra versión, to rock significaba la acción de hacer el amor, lo mismo que to jazz.

Demasiado alejado de su juventud

El ambiente era tenso, por lo que el moderador creyó conveniente volver a recordar a Haley con sus propias palabras: “El rocanrolero dijo en 1957 que no permitiría nada en sus canciones que resultase sugestivo. Lo citaré de memoria: nos preocupamos, indicó esa vez, de las letras porque no deseamos ofender a nadie. La música es lo principal y no cuesta nada escribir palabras aceptables”.

—Lo que sucede —interrumpió el español Diego A. Manrique— es que era un músico de country que adivinó la necesidad de unos ritmos que dieran movimiento al cuerpo, que fusionó su música con los sentidos imperantes en los barrios negros, que fue el instrumento inconsciente de una revolución cultural que nunca pudo imaginar.

Calló de pronto, como tratando de buscar en su mente las palabras adecuadas.

—Bill Haley —continuó, seguro de sí— comprendió la forma pero era un músico demasiado endurecido y un hombre demasiado alejado de su juventud para entender el fondo del rock.

—Puede ser cierto —dijo Kaiser—, pues recuerdo a un crítico de mi país, cuyo nombre no preciso en estos instantes, pero que en una reseña de un concierto de Haley describió una escena así: el bajista del grupo se encaramó sobre su instrumento, luego se tiró al suelo con él pero le costó bastante trabajo ponerse en pie. Lo que indica que, en realidad, y como dice el joven colega Manrique, Haley no podía entender el fondo del rock.

La existencia de los jóvenes

En México, gritó desde su asiento un muchacho no identificado, “Bill Haley apareció en las pantallas de televisión en Discotheque Orfeon A Go-gó allá por los sesenta y, que recuerde, no aconteció nada maravilloso, sino puras escenas costumbristas, con el play back de fondo mientras Los Cometas fingían cantar”.

—En Inglaterra en 1956 —dijo Nik Cohn— la película de Richard Brooks, Blackboard jungle, en la cual el tema sonoro era “Rock around the clock” (cover de “Let’s rock a while”, creación original de Milburn, músico negro que la compusiera en 1949), ocasionó que los adolescentes destrozaran todo lo que cayó en sus manos. De un solo golpe se cristalizó toda la rebelión del rock. El principal argumento de la película era la sonrisa de Bill. Por primera vez, el concepto de teenager apareció en los periódicos (como medio de promoción de ventas) y en poco tiempo el mundo se consideró comprometido. Los padres se angustiaron. Los sociólogos interpretaron. El rock se convirtió en algo importante. La respuesta de los jóvenes no se hizo esperar. Hubo más disturbios, más navajas e incluso algunos asesinatos…

—Y Bill Haley, ¿dónde estaba, qué decía? —vociferó un asistente.

—En lo que a Bill se refiere —subrayó Cohn con absoluta tranquilidad—, puede decirse que lo único que hizo fue continuar sonriendo.

Medio salón no contuvo la risa, hasta que fue detenida bruscamente por una voz anónima: “Pero Haley murió en la soledad, al igual que Presley y que incluso el mismo Lennon, quizá los tres que dirigieron el verdadero camino a la música de hoy: Haley sacó al rock del gueto para entregarlo a los blancos, Presley lo popularizó y Lennon le dio cabal, digna expresión”.

—Yo lo que puedo asegurar —insistió Nik Cohn— es que en el momento en que Elvis acabó de grabar “Heartbreak Hotel”, Haley no tuvo ya nada que hacer.

—¿Al igual, maestro Cohn, que Presley no tuvo ya nada que hacer cuando los Beatles grabaron El Sargento Pimienta? —preguntó un atento espectador.

Las voces callaron un rato, hasta que…

—¡Shit! —se oyó el grito de Frank Zappa, fallecido en 1993 (doce años después de Haley), quien se hallaba sentado entre el público con una máscara previamente colocada en su rostro para que no lo reconocieran—. Yo recuerdo el día en que fui a ver Blackboard jungle. Cuando los créditos aparecieron en la pantalla, Bill Haley y sus Cometas comenzaron a cantar “Alrededor del reloj”. Era la música más fuerte que los jóvenes habíamos escuchado. En el cine no te podían decir los adultos que bajaras el volumen. No me importaba si Bill Haley era blanco o si no era sincero… Estaba interpretando el canto de nosotros los jóvenes y sonaba tan alto que yo estaba pegando saltos. Blackboard jungle, sin considerar el argumento, que dejaba que los viejos ganaran al final, representaba un caso extraño de apoyo a la causa de los jóvenes. Han hecho una película sobre nosotros. Por lo tanto, existimos…

Dicho lo cual, Zappa abandonó la sala en medio de un gran silencio.

Bill Haley and the Comets en 1956. / Foto de James Kriegmann para Decca Records. (Wikimedia Commons)

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