Su vida era una exacta réplica de sus sueños. Todo lo que veía en las imágenes oníricas le sucedía sin ninguna variante durante el día. Por eso aquella vez despertó inquieto: había soñado su propia muerte de una manera excesivamente violenta. Práctico como era, no demoró en su irrevocable decisión: por primera vez modificaría su disciplinado destino. Se suicidó pacíficamente, evitando cualquier injerencia dolorosa, perturbando los dictados de su hasta ese momento inalterada vida.
