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Tolstoi: un acercamiento a lo humano


León (Lev) Nikoláevich Tolstoi nació en la región de Yasnaya Polyana, ubicada en la entonces gubernatura de Tula, en el Imperio Ruso, el 28 de agosto de 1828. Desde muy joven reveló una gran capacidad literaria, influida por la obra de Pushkin, a lo cual se aunó pronto un extraordinario interés por la filosofía y los problemas inherentes a la existencia humana. Se enlistó como soldado en la Guerra de Crimea (1851-1853), tomando parte en la famosa batalla de Sebastopol, hecho que lo marcó profundamente a lo largo de su vida. Perfiló, entonces, lo que en lo sucesivo sería el personaje central en sus obras, su único héroe: la verdad.

Tolstoi es mejor conocido por sus obras de corte épico-histórico, en las que no sólo intentó retratar al individuo en toda la amplitud de su condición humana, sino que, además, procuró plasmar las contradictorias realidades sociales de su tiempo. En realidad, su propósito principal fue poner en tela de juicio el sentimiento patriótico de parte de las elites y desenmascarar las profundas desigualdades existentes en la Rusia zarista. Entre las obras más representativas de esta intención encontramos: Los relatos de Sebastopol (1855), La guerra y la paz (1869) y Ana Karenina (1879). Tras escribir esas novelas, Tolstoi entró en un período de reflexión y transformación; redactó entonces breves escritos de carácter crítico, entre ellos: ¿Qué debemos hacer?, ¿En qué creo?, El reino de Dios está entre nosotros y ¿Qué es el arte?, en los que adopta una perspectiva a la vez vitalista y religiosa, que puede ser considerada como una auténtica «filosofía de la vida».

El texto que presentamos a continuación corresponde a la última etapa de la vida personal e intelectual de León Tolstoi. Pertenece a un género que cultivó muy poco: el panfleto. De su autoría, se conocen sólo tres textos de este tipo, el último de los cuales es precisamente el que publicamos aquí. Ideado durante uno de los frecuentes ataques de insomnio que lo aquejaban, el texto fue escrito entre la noche y la madrugada del 28 al 29 de julio de 1909, en las hojas de un cuaderno. Posteriormente, fue transcrito a su diario con fecha del 29 de julio, acompañado de la siguiente nota: “En la madrugada, escribí en este diario estas nociones acerca de las personas y sus vidas”.

Por lo que se puede deducir, Tolstoi no consideró este texto como una obra en específico y, por lo tanto, no le adjudicó originalmente ningún nombre. El panfleto refleja una perspectiva completamente desilusionadora y sombría de la vida humana, la cual lo acompañó los últimos años de su vida. León Tolstoi falleció el 28 de octubre de 1910, de pulmonía, tras un intento de escape de las presiones familiares rumbo a un poblado cercano a su casa, en Yasnaya Polyana. [Introducción del texto y traducción: Norberto Zúñiga Mendoza.]

Nociones acerca de las personas y sus vida

Lev Nikoláevich Tolstoi 1

Existen, en este mundo, unos seres que viven exclusivamente de los productos que les brinda la tierra, pero, con el fin de complicarse la existencia, la han dividido de tal forma que únicamente pueden aprovecharla los que no la trabajan, mientras que los que la trabajan no pueden hacerlo, sufriendo y muriendo, así, generación tras generación, al no poder alimentarse de ella.

Por otra parte, estos seres eligen a una familia, o a algunas de entre tantas, negándose a toda voluntad y razón propias en favor de un sometimiento esclavizante a todo aquello que les venga en gana a esos elegidos. Comúnmente, esos elegidos suelen ser los más malvados y estúpidos de entre todos. Pero a esos sujetos, además de ser elegidos y de que todos se les someten, se les venera por todos los medios posibles.

Estos seres hablan en diferentes lenguas, incomprensibles entre sí. No obstante, en lugar de esforzarse por erradicar la causa de dicha insensatez y discordia, se empeñan aún más en dividirse —independientemente de las diferencias lingüísticas— en múltiples alianzas, llamadas Estados, y, en nombre de esas mismas alianzas, asesinan a miles y miles de sus semejantes, exterminándose los unos a otros. Además, con el fin de arruinarse y asesinarse de la manera más cómoda posible, dichos seres se visten con ropas abigarradas, la mayoría de las veces muy vistosas, inventando medios letales e instruyendo a sus cuantiosos súbditos en el mejor de entre los mejores métodos de asesinato.

Con todo, para explicar el sentido y significado de su vida, estos seres se afirman a sí mismos y a los otros que existe un ser igual a ellos, pero dotado de las virtudes que ellos mismos ambicionarían poseer. Debido a ello, realizan toda clase de estupideces y suciedades, e idean diferentes medios innecesarios para complacer a dicho ser imaginario, gastando en esa complacencia una enorme parte de sus energías, aunque los esfuerzos y frutos de su trabajo apenas les alcancen, la mayoría de las veces, para procurarse el sustento a sí mismos.

Y para que esa sutileza no deje de engañar a sus hijos, los padres se empeñan en meterles en la cabeza cualquier ocurrencia acerca del ser al que llaman Dios: cómo creó al mundo, cómo encarnó en hombre, cómo después dio a probar su cuerpo a las personas y, posteriormente, ascendió a los cielos, lo cual bien saben que es imposible. Y así, no sólo exigen a sus hijos que repitan cosas semejantes, sino que lo hacen con otras personas; y las han asesinado y asesinan por cientos de miles si están en desacuerdo.

Por si fuera poco, además de concebir y padecer estas bajezas y estupideces, y a sabiendas de que sufren precisamente por ellas, no solamente las continúan fomentando, sino que eligen de entre ellos a ciertas personas que están obligadas a inventar toda una serie de razonamientos, de tal modo que pareciera indispensable llevar a cabo dichas tonterías e inmundicias. A todos estos razonamientos, que resultan confusos e ininteligibles para cualquiera, e incluso, en mayor grado, para aquellos mismos que los inventan, los llaman Ciencia. Y todas las justificaciones que dan a sus tonterías e inmundicias y demás meditaciones superfluas las consideran su más importante tarea; y con ella educan a sus hijos; y todos los padres y jóvenes consideran un gran honor estudiar dicha Ciencia.

Estos seres se reproducen mediante un acto tan sucio, abominable y monstruoso, que ellos mismos se avergüenzan de él, y no solamente lo realizan ocultándose de la vista de los demás, sino que lo hacen en secreto. Por añadidura, el resultado de dicho acto —el nacimiento de nuevos seres de ese mismo género—, del cual salen frágiles e indefensos al inicio de su existencia, no sólo es doloroso para ellos, sino también extremadamente complicado para los que los originan y tienen que soportarlos. Además, su multiplicación perenne amenaza a todos con las penurias del hambre, ya que dicha reproducción aumenta mucho más rápidamente que la capacidad de esa gente para alimentarse.

Dichos seres saben todo esto, hablan de ello, y sin embargo, no sólo realizan ese acto aborrecible siempre que pueden, en detrimento de su bienestar, de su salud y de su sentido común, sino que, además, hacen todo lo posible por encumbrarlo. Algunos lo enaltecen con palabras enredadas e impronunciables que llaman poesía; otros no sólo lo exaltan, sino que, además, bendicen ese acto aborrecible en nombre del ser imaginario al que denominan Dios.

No mencionaré el millón de tonterías y bajezas realizadas por estos seres: cómo se envenenan diciendo que se trata de un placer; cómo se agrupan, por su misma obra, en los lugares más infectos, amontonándose en medio de amplias y vacías áreas de terreno, construyendo en un mismo espacio casas de hasta 30 pisos; o cómo, sin la menor preocupación, y para facilitar su movimiento, se esfuerzan porque algunos puedan viajar o volar de la manera más rápida; o cómo componen palabras de forma que sus terminaciones coincidan, y, al juntarlas, queden maravillados con dichas composiciones, llamándolas poesía; o cómo componen otras palabras sin rima, pero del mismo modo, tontas e incomprensibles, que denominan leyes, y por tales palabras, de todas las maneras posibles, se atormentan, se encierran en cárceles y se asesinan, con arreglo a esas mismas leyes, los unos a otros. No terminaríamos de enunciarlas todas.

Pero, por encima de todo, lo más sorprendente es que esos seres no sientan nunca cabeza, no utilizan su razón para comprender que todo esto es tonto y estúpido, sino que, al contrario, sólo la emplean para justificar sus tonterías y asquerosidades.

Y además de rehusarse a reconocer sus lamentables y tormentosas bajezas y sandeces, no permiten que alguien les demuestre la forma en que debe evitarse todo eso que practican, y qué y cómo debe hacerse algo distinto para no atormentarse de la forma en la que lo hacen.

Apenas si aparece entre ellos algún ser al que se le haya ocurrido utilizar su razón, enseguida le hacen sentir su odio, desprecio y terror; y donde sea y como sea lo reprimen, lo agreden o lo cuelgan en el cadalso o lo llevan a la cruz; o lo queman o lo fusilan. Y lo más extraño de todo es que, cuando cuelgan o asesinan a ese ser inteligente, distinto del resto de los insensatos, y ya no les estorba, olvidan poco a poco todo lo que les decía, y comienzan a inventar en su lugar aquello otro que ese ser supuestamente dijo, pero que, en verdad, nunca dijo. Y cuando todo lo dicho por ese ser inteligente ha sido ya fundamentalmente olvidado y distorsionado, esos mismos seres, que antes lo odiaban y atormentaban, comienzan entonces a exaltar al difunto y desdichado ser e, inclusive, a veces, pensando que le hacen un gran honor, lo hacen pasar como un igual de ese imaginario, malévolo y absurdo Dios al cual le rinden culto.

Sorprendentes estos seres. A tales seres se les llama HUMANOS.

[1] León (Lev) Tolstoi. Nociones acerca de las personas y sus vidas: Del diario del 28-29 de julio de 1909. Edición a cargo de N. Gusev. Academia de Ciencias de la URSS-Instituto de Literatura Rusa (Casa Pushkin), Moscú, 1939, libro II, pp. 129-132. Se puede revisar, igualmente, la siguiente edición: L. N. Tolstoi, “Unos eres sorprendentes”, en Obras Completas en 90 tomos, Edición Académica de Aniversario, tomo 57, Editorial Estatal de Literatura, Moscú, 1952. Ésta última puede ser consultada en: http://az.lib.ru/t/tolstoj_lew_nikolaewich/text_0990.shtml.

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