Sergio Cárdenas continúa con la batuta en la mano
No sólo es compositor y director de orquesta, también es el encargado actual de los derechos de autor de la música de concierto, a los cuales se niegan a pagar incluso organismos financiados por el propio Estado, como las orquestas de la televisora Azteca que animara y solventara el ahora secretario de Educación Pública.
La noticia nos llegó vía Internet. Para ser más precisos: a través de una publicación en su propio blogspot onomatopeyadeloindecible.
El título decía así: Sergio Cárdenas / 50 años como compositor musical.
Le seguía un breve comentario: “El 29 de junio de 2019, estaré celebrando el cincuentenario de la primera exposición pública de una obra musical de mi autoría. La lista de quienes se han aventurado a exponer obras musicales mías es larga y ancha: me honra mucho, me mueve al agradecimiento perenne por tan enorme distinción. Comparto aquí los nombres de quienes recuerdo”.
Inmediatamente, debajo del comentario, Sergio Cárdenas compartía una lista con esos nombres; en ella aparecen orquestas, ensambles, solistas y directores procedentes de Suiza, Alemania, Italia, Francia, Rusia, Polonia, España, Egipto, desde luego México.
Hace unos días, mientras conversábamos a propósito de esta efeméride en su vida, le pregunté a Sergio Cárdenas si recordaba aún aquel día —de hace 50 años— cuando se estrenó la primera obra suya.
—¡Oh, sí! —exclamó el maestro con una sonrisa dulce.
Le pedí que me contara aquel episodio. Entonces me explicó que esa obra que lo estrenó como autor no era, de hecho, la primera pieza que había compuesto:
—Si mi memoria no me falla —me dijo—, en ese momento ya tenía escritos un par de piezas para coro y un par de villancicos.
En ese entonces, Sergio Cárdenas estaba estudiando en la Escuela de Música Sacra del Seminario Teológico Presbiteriano.
—La invitación surgió por parte de la directora para la graduación. Yo era una especie de estrella en la escuela; me pidió que preparara el coro, que lo dirigiera, y que estrenara una pieza mía en la graduación de ese año. Era junio de 1969.
No había en sus palabras pretensión alguna.
—En fin —dijo el maestro luego de una breve pausa—, la pieza que finalmente se seleccionó fue la que en ese momento acababa de terminar… o sea, la más reciente y cercana a la graduación, “Oh, sálvame, Dios de amor”. Claro, para mí fue de una enorme emoción que se hubiera incluido una pieza mía en el programa oficial…
Sergio Cárdenas se interrumpió. Miró a su alrededor, luego me miró y dijo:
—¿Sabes, José David? En aquel momento que estrené mi primera obra no pensé que fuera a llegar a más. Recuerdo que pensé algo como “a lo mejor aquí se acaba todo”. Y, sin embargo, heme aquí, cumpliendo ya 50 años…
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Nacido en Ciudad Victoria, Tamaulipas, en 1951, Sergio Cárdenas es hoy por hoy uno de los más sobresalientes directores de orquesta que hay en México. Su extensa trayectoria así lo avala. De hecho, no existe en este momento, en nuestro país, un director con su historial.
Veamos. Sergio Cárdenas es director de orquesta, compositor, director de coros y docente. También es articulista, ha escrito libros, traduce poesía, y ha sido un incansable promotor cultural.
Con más de 40 años ejerciendo de director, es el único mexicano que ha ocupado la dirección titular de organismos sinfónicos de Alemania, Austria, Egipto y México.
La actividad de Cárdenas como director huésped y/o titular de orquestas le ha permitido exitosas experiencias en África, América, Asia y Europa ante orquestas y públicos de más de 20 países y con ensambles tan reconocidos como las Filarmónicas de Munich y Stuttgart, la Staatskapelle Weimar, la Philharmonia Orchestra de Londres, así como giras internacionales al frente de orquestas de Alemania, Polonia, Lituania, Egipto y México.
El catálogo de sus composiciones, por otra parte, abarca casi las 120 obras para diversas combinaciones instrumentales y/o vocales, que, en su mayoría, han sido estrenadas con singular éxito en Alemania, Austria, Italia, Polonia, Suiza, Estados Unidos, Bélgica, Egipto y México. Asimismo, otras tantas han sido ya grabadas por agrupaciones extranjeras y ensambles nacionales.
De hecho, ahora que Sergio Cárdenas está celebrando el cincuentenario de la primera exposición pública de una obra musical de su autoría, la Sociedad de Autores y Compositores de México le dará un reconocimiento; la hará en una ceremonia el 22 de mayo, en la que también otros artistas —quienes celebran de igual manera este año algún aniversario dentro de su trayectoria— recibirán distinciones.
Para Sergio Cárdenas “componer” va más allá de lo que originalmente se entiende.
—Yo quiero ampliar un poco el término; no aclarar, sino ampliar —me dijo, de entrada—. Como director, cuando estoy dirigiendo una obra (la obra que sea y con el ensamble que sea: de cámara, coro, sinfónica, lo que sea) siempre estoy a la par componiendo. ¿A qué me refiero? Me explico: el proceso que aprendí desde que tomé el curso con Sergiu Celibidache, quien ha sido mi mentor más importante, es que uno debe agarrar primero la pieza que va a estudiar y desmenuzarla hasta su célula original (por decirlo de alguna forma); luego, el proceso de su ejecución pública implica partir desde esa célula original y construir otra vez la pieza. Por eso digo que cada vez que dirijo algo también estoy componiendo. Porque lo hago como si esa pieza fuera mía, en un cierto sentido…
“Por supuesto, es inevitable que uno muestre ahí el grado de identificación o no identificación que pudo haber alcanzado con la pieza. Sin embargo aquí mi actitud en este asunto, y vuelvo a la postura del aprendizaje del maestro Celibidache, es que uno debe entender la riqueza interna del fenómeno y hacer que a partir de éste se vaya desarrollando justamente la pieza, y no que vaya desarrollándose a partir de lo que uno le va imponiendo a ese fenómeno. El secreto de la gran ejecución artística reside justo ahí: no en que el yo-yo (es decir, el ego) sea lo que sobresale, sino en que uno demuestre lo que la obra ha hecho con uno mismo. Y eso se refleje.
“Entonces, vuelvo al principio: si yo tengo la oportunidad de estar dirigiendo obras de Mahler, o Candelario Huízar, estoy siempre componiendo. Y para mí ése es el ejercicio esencial del quehacer artístico en cuanto a que tengo una obligación moral de mostrar y compartir esas riquezas, y mostrar lo que precisamente han hecho conmigo todas esas riquezas.”
—Para usted, maestro, ¿cuál es el reto mayor a la hora de componer?
—Para mí el momento más difícil, o lo que me cuesta más trabajo cuando me dispongo a componer, es el inicio. Porque, claro (y esto ya debería de sobreentenderse a estas alturas), cuando uno compone algo es porque trae ahí una necesidad interior, una energía interior que requiere ser liberada. O al menos así yo lo percibo. Entonces, el reto mayor que tengo para iniciar esa nueva composición es identificar sonoramente esa energía. Porque si le doy al clavo (o sea, si efectivamente esa primera sonoridad es la que está reflejando de manera fidedigna la energía que quiere salir de mí), entonces la obra camina solita y yo a veces ni cuenta me doy de cómo avanza.
“Ahora bien, si con esa composición quiero expresar algún capricho o alguna postura musical, eso nunca lo sé. Es más, nunca sé tampoco qué dimensión va tener la obra, porque ésta se va desarrollando por sí sola y de repente me doy cuenta que ya terminé. Es hasta después cuando me percato de su duración: once, veinte, cuarenta minutos. Insisto, José David: uno no debe imponerle al fenómeno musical nada”.
—Son casi 120 obras las que ha compuesto, la gran mayoría estrenadas durante estos 50 años. ¿Con cuál composición se siente más orgulloso?
—Oh, no-no-no-no… No puedo responder esa pregunta…
—Lo sé, lo sé: no nos lleva a nada bueno hacer este tipo de listas. Sin embargo, debo suponer que hay algunas piezas más consentidas que otras…
—No. Bueno, no por mí… En todo caso, han sido consentidas por el público, o por los músicos… Al final es parte de cómo percibe la gente las cosas, y a esto está sujeto cualquier creador. Son cosas que tienen que ver más con el bagaje de la persona. Es cierto: hay ciertas piezas que de repente han caído muy bien, por ejemplo “Un rap para Mozart”, “Huapangos” o “Sonrisa de amor” se han hecho muy populares. Pero yo no tengo ninguna preferida. A mí me encantan todas; cada una tiene su cosa específica, cada una tiene sus retos, algunas son de hecho muy complicadas…
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Hablar de su obra, y de su proceso de composición, inevitablemente nos hizo virar la conversación a los compositores mexicanos en general, también a su valoración actual.
Le pregunté qué pensaba del tema.
—¿Sabes, José David? —comenzó diciendo el maestro Sergio Cárdenas—, en nuestro país tenemos una pléyade de grandes compositores, incluso desde la época del virreinato, hechos aquí en México, pero, también, formados en el extranjero en varias de las escuelas que en su momento eran algunas de las más importantes; lo que tenemos es una estirpe de altísimo nivel que, desde mi convicción personal, es una de las razones por la cual uno debe estar totalmente orgulloso de México.
“Y no me refiero nada más a los de la música de concierto, te hablo de José Pablo Moncayo, Silvestre Revueltas, Manuel Enríquez, o Candelario Huízar (por cierto, para mí el mejor sinfonista que ha dado México hasta ahora); te hablo también de grandiosos compositores de música popular; entre otros, Gonzalo Curiel, Manuel Esperón, Armando Manzanero, y los anteriores, me refiero a los compositores de épocas pasadas. Sería una lista interminable. Y todos, además, manifestando una tremenda riqueza”.
Aquí le interrumpí: en lo personal —me vi diciéndole—, me da la impresión de que a veces no hay la suficiente representatividad de obras mexicanas en los programas de concierto…
El maestro Cárdenas asintió con un movimiento de cabeza. Se tomó unos segundos antes de responder:
—¿Qué pasa con nuestras orquestas?, ¿qué pasa con nuestros directores?, ¿por qué no hay esa conciencia de lo nuestro? Y no es por ser chovinista, sino porque debemos estar conscientes de que hay una enorme riqueza ahí, que nos fortalece, que es de altísimo nivel… Y no sólo eso: lo fascinante del asunto es que ya sea en la música de concierto o en la (mal llamada) música popular, ambas reflejan las maneras que tiene el mexicano de oír el mundo…
Que habláramos de esto me llevó a preguntarle qué tan valorado está ahora el papel del compositor, sobre todo en términos económicos.
El maestro Cárdenas se puso en guardia:
—Esto que me preguntas justamente tiene que ver con mi ámbito de acción como presidente de Música de Concierto de México SC, la cual, desde que fue fundada por Manuel Enríquez allá por 1987, está ligada a la Sociedad de Autores y Compositores de México. Surgió para propiciar la promoción y la difusión de la música de concierto de compositores mexicanos. ¿Qué sucede en este momento? Veamos. Actualmente tenemos un grave problema con algunas orquestas del país, pues éstas no prevén el pago de los derechos de autor a la hora de armar sus programas… Una de mis obligaciones es estar atento de lo que tocan las orquestas; si tocan tal pieza de Arturo Márquez, o de Manuel Enríquez, o de Manuel Esperón, tú debes pagar cierta cantidad por los derechos. Y, ojo, no es una cantidad que te impongo, está en la Ley Federal del Derecho de Autor…
De pronto aquí me vi interrumpiendo a Sergio Cárdenas —y juro que la frase me salió en automático—: seguramente ha escuchado más de una vez el ya clásico “pero es que estamos difundiendo la obra”…
El maestro pegó tremenda carcajada.
—Es cierto, es cierto —me dijo aún con la sonrisa en el rostro—. No sólo es lo que piensan, sino que además lo dicen con frecuencia y como argumento. Te dicen: “Oiga, pero estamos difundiendo la obra”. Y yo: ¡no, tú estás lucrando con la difusión de la obra! Y voy más allá; les digo: tú sí cobras por hacer esto, ¿y el compositor qué?, ¿que se friegue? O sea, estás cobrando gracias al compositor, y no pagas lo que la ley establece, no yo, lo que la ley establece como los derechos que deben ser pagados. Éste ha sido mi pleito. Ya llevo 12 años peleándome en esto. Y soy el malo de la novela, claro, porque todos me ven como cobrador, como el cobrón, como el que les arruina la fiesta…
Como la cosa se estaba poniendo muy seria, deslicé una pregunta jocosa: sé que es un asunto serio —le dije—, pero no va con sus guaruras a cobrar, ¿o sí?
El maestro soltó otra carcajada.
—No-no, en lo absoluto. No he llegado a ese nivel todavía. De hecho, me he asesorado mucho, y agradezco el apoyo que me ha dado en este caso el área jurídica de la Sociedad de Autores y Compositores, que está muy bien documentada. Para ser sinceros, ha ido mejorando la postura, ya muchos se han deshecho de esa manera de pensar. Quedan casos, claro. Por ejemplo, hace poco envié una carta a la Filarmónica de Querétaro, la cual debe pagos por derechos de autor. También está el caso del proyecto Esperanza Azteca; hace como dos años tocaron una pieza de Arturo Márquez (logramos documentar que sus orquestas la había tocado unas de 25 veces), y hasta el momento no ha querido pagar. Lo más increíble, y está documentado, es que recibieron del gobierno federal casi mil 700 millones de pesos de recursos. Es decir, es un subsidio del Estado mexicano. Por lo tanto, tienen que sujetarse a la ley que establece los criterios del ejercicio del derecho de autor.
UNAM: despido injustificado
Las cosas se dieron de manera sorpresiva; también, en un lapso muy breve. De hecho, bastaron unos cuantos meses para que Sergio Cárdenas viera, de pronto, cómo quedaba rota y truncada su relación laboral con la Facultad de Música (de la UNAM).
Ahí, durante 13 años, había pasado gran parte de su día a día como profesor y como director titular de la Orquesta Sinfónica Estanislao Mejía (OSEM) —a la cual logró llevar, en ese lapso, a un alto nivel de calidad.
Empero, ni su gran labor como docente, ni sus probados logros al frente de la OSEM, sirvieron de algo a la hora de defenderse del “abuso de poder y de cuestiones ilegales”, que dieron como resultado su despido.
Como si fuera un plan maestro, primero lo dejaron fuera de la OSEM.
—Esto sucedió en la reunión del H. Consejo Técnico del 8 de diciembre de 2017. Sin empacho alguno —me contó Sergio Cárdenas—, los consejeros ignoraron los más básicos principios morales y académicos, amén de despreciar la legislación universitaria, y me quitaron mi cátedra, para la cual yo concursé, relacionada con los conjuntos orquestales. Y, por ende, la orquesta.
Ese fue el primer paso. Luego, llegó el golpe final:
—Con esta innombrable acción, los susodichos fincaron las bases para que, el 6 de marzo de 2018, en otro alarde de impunidad, inmoralidad y abuso de poder, la directora de la Facultad, María Teresa Gabriela Frenk Mora, decidiera (así, por sus pistolas) rescindir tajantemente mi relación laboral con la UNAM, donde ingresé en febrero de 2005.
Desde luego, Sergio Cárdenas no se ha quedado con los brazos cruzados:
—Yo ya pude probar y comprobar que era falso todo de lo que me acusaban. Así que ya está en manos de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje.
“Yo estoy peleando por principios. Por justicia. Y, también, para exhibirlos. Lo que hay detrás del asunto es que hay un proyecto para mantener cierta mediocridad en los procesos educativos. Lo que hay detrás de mi despido, también, es un gran enojo, ya que yo saqué a la luz varias cuestiones de despilfarro y de anomalías en la Dirección de Música de la UNAM. Eso no les gustó”. (JDC)
Publicado originalmente en la revista impresa La Digna Metáfora, mayo de 2019