Mayo, 2025
El pasado 17 de abril se confirmó la muerte de Jaime Rodríguez, del grupo El Haragán. El demasiado ruido en las redes sociales por el sensible deceso del bajista mexicano provocó, sin embargo, una pequeña inquietud en el cronista musical y periodista Víctor Roura: ¿quién ha sido, o es, el mejor bajista del rock mexicano? Buscó una respuesta entre colegas de la escritura musical.
Cuando se habla del bajo, ese instrumento de las cuatro cuerdas, en el rock vienen de inmediato a la cabeza las imágenes de figuras como Roger Waters (1943) de Pink Floyd, Sting (1951) de Police, Paul McCartney (1942) de Los Beatles o un solista destacado como Tony Levin (1946), todos ellos octogenarios con la excepción del segundo quien este 2025 cumplirá 74 años de edad, ¿pero quién se aproxima cuando hablamos de rock mexicano?
La primera personalidad que se nos aparece no es precisamente roquera sino introducida en el ámbito jazzístico: el veracruzano Víctor Ruiz Pazos, Vitillo (1930-2020), quizá sea el prominente personaje señalado con prontitud, porque en asuntos de rock la situación se torna más compleja.

A mí se me atraviesan Manuel Olivera de la banda jalisciense The Spiders, Adrián Cuevas de la Revolución de Emiliano Zapata, Ramón Torres de Peace and Love, Andrés Haro de El Personal, Moisés Muñoz de los Dug Dug’s, Mario Sanabria de los Locos del Ritmo, Gonzalo Hernández del Ritual, Armando Suárez de Chac Mool y de Al Universo, Juan Calleros de Maná, Miguel Robledo de Toncho Pilatos, Salvador Bañuelos de Love Army, Tomás Pacheco de La Tinta Blanca, Aldo Acuña de La Maldita Vecindad, Enrique Rangel de Café Tacuba, Darío Espinosa de Panteón Rococó, Cristóbal Pliego de Cabezas de Cera, Juan Morales de San Pascualito Rey o Severo Viñas de Real de Catorce, aunque hay que recordar que el mismo Carlos Santana tocó el bajo con los TJ para acompañar a su amigo Javier Bátiz y el propio Alejandro Lora fue el primer bajista del Three Souls in my Mind y Armando Vega-Gil, sin ser un músico profesional, agarraba el bajo con Botellita de Jerez, lo que nos trae a la memoria a otro escritor, Sergio, quien fundó con su bajo en 1971 el grupo Enigma junto con sus hermanos González Rodríguez en la Universidad Iberoamericana: Sergio, antes de imbuirse en el club de Fernando Benítez, escribió su primer texto en mi periódico roquero Melodía Diez Años Después a fines de la década de los setenta.

A propósito de la muerte, el pasado jueves 17 de abril, de Jaime Rodríguez de El Haragán, ha salido todo este embrollo del bajo en el rock, porque su deceso, a diferencia de otros fallecimientos, obtuvo demasiado ruido en las redes sociales.
De ahí acabó mi turbación.
Y mi inquietud.
¿Quién ha sido, o es, el mejor bajista del rock mexicano?
Pregunta que contesta Federico Arana:
—Hay consenso en que el mejor bajista de México es Abraham Laboriel, aunque para mí el mejor fue siempre Antonio de la Barreda y Mateo, alias Olaf, bajista de Los Sinners, de Canned Heat y de Naftalina. Era pulcro, era discreto y sabía acoplarse con el baterista para darle solidez al grupo.

David Cortés:
—Es una respuesta difícil, porque preguntaría de qué género del rock mexicano, pero ok. Me quedo con Sabo Romo que si bien ha dado bandazos en años recientes, lo que hizo con Guillermo Briseño y luego con Caifanes me parece suficiente para nombrarlo.

Federico Rubli:
—Sí, Jaime Rodríguez fue un buen bajista con El Haragán, partió muy joven. Aún tenía mucho por aportar.
“Tu pregunta es difícil de responder con objetividad, porque hay varios. Un buen indicador es el número de años que han estado activos y las diferentes cosas que hayan hecho.
“Con ese criterio, mencionaría a Jorge Alarcón, pues fue pionero del rock, pieza puntal de la Onda Chicana, incursionó en el jazz y grabó con diferentes grupos de varios estilos. Sigue activo después de más de 50 años.
“Ahora bien, ya en una línea más profesional, hay que mencionar a Sabo Romo, el bajista de Caifanes. Posee buena técnica y además es compositor y productor.

“Un caso que hay que mencionar y que consideraría como el mejor bajista pero con circunstancias muy especiales es Marco Mendoza. ¿Por qué especiales? Marco es de padres y familia mexicana, nació en San Diego pero desde pequeño se mudó a Tijuana, por lo que se formó musicalmente en el movimiento de Tijuana y también en la Ciudad de México. Entre lo más notable que hizo en la Ciudad de México fue el grupo de rock progresivo de 1973 con Martín Mayo (tecladista de El Ritual) que se llamó Super Mama, pero nunca grabó. A los 16 años emigró definitivamente a San Diego y toda su carrera la realizó ya en Estados Unidos. Mendoza es un bajista y cantante muy talentoso de grandes ligas. Fue integrante por 22 años del grupo Thin Lizzy, y ha tocado y grabado con muchas grandes figuras del rock, como Ted Nugent, Neal Schon, David Coverdale (el que fuera vocalista de Deep Purple), Bill Ward (de Black Sabbath), Whitesnake y muchos otros. Está orgulloso de sus raíces mexicanas. Por cierto, su hijo Marco Rentería ha sido bajista con Jaguares”.
Tampoco se aparecen de súbito mujeres mexicanas en el bajo como sí se nos presentan Gail Ann Dorsey (actualmente de 62 años) quien tocaba el bajo con el londinense David Bowie (1947-2016) o la australiana Tal Wilkenfeld (que el 2 de diciembre de 2025 cumplirá 39 años de edad) quien tocaba el instrumento de las cuatro cuerdas con el británico Jeff Beck (1944-2023).

Y si bien Tere Estrada notifica a más de cien mujeres en el rock mexicano, cifra que no se pone en tela de juicio, por lo menos a mí no se me viene con prontitud un nombre que no sea el de Jessy Bulbo, nacida en la Ciudad de México el 10 de octubre de 1974.
Pero, como subraya bien Federico Arana (quien fuera amigo del bajista Javier Flores Morelos, El Zoa, fallecido hace un lustro, el 6 de septiembre de 2020 —noticia que pasara prácticamente inadvertida en las redes sociales cuando se trataba de uno de los grandes bajistas del rock mexicano, a diferencia del escandaloso ruido que causara el fallecimiento ahora de Jaime Rodríguez, y no digo que uno lo mereciera más que el otro sino que, tratándose de estos fatídicos desenlaces, las notificaciones deberían apegarse justo en el equilibrio informativo, no resaltar una nota más que la otra—, y tocara —El Zoa— con Naftalina, la banda roquera de Arana), si de bajistas se habla en México siempre se antepondrá el jazz al rock: el nombre de Abraham Laboriel —nacido en la Ciudad de México el 17 de julio de 1947— dominará todos los espacios musicales.

Y eso que, si de bajistas se trata, sin duda cierta, también como apunta Federico Arana, es simbólico el nombre de Olaf de la Barreda ( 1946-2009).