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«Mickey 17»: trabajando hasta morir (y más allá)

Mayo, 2025

Bong Joon-ho, el director de Parásitos, ha vuelto, y esta vez con una película de ciencia ficción donde Robert Pattinson encarna a un hombre condenado a morir y resucitar sin fin, con la promesa de que una vez clonado recuperará casi todas sus memorias. Basada en la novela Mickey7, del escritor estadounidense Edward Ashton, ‘La Mirada Invisible’ de Alberto Lima se detiene en Mickey 17, el octavo largometraje del cineasta surcoreano: una fábula divertida y reflexiva acerca de la ética científica y su implacable manipulación.

Mickey 17, película de de Bong Joon-ho;
coproducción Estados Unidos-Corea del Sur;
con Robert Pattinson, Naomi Ackie, Steven Yeun,
Toni Collette, Mark Ruffalo. (2025, 137 min).

De todas las experiencias sensoriales que un ser humano es capaz de referenciar —comer, soñar, escuchar el trino de un ave, tener un orgasmo—, morir es la única que, por el momento, continúa siendo un hecho insondable. Y es alrededor de la gran pregunta “¿qué se siente morir” que se articula la reciente cinta de ciencia ficción Mickey 17, del cineasta surcoreano Bong Joon-ho.

En el año 2054, en el planeta Niflheim, el pobre diablo Mickey Barnes (Robert Pattinson) trabaja como ‘prescindible’ —luego de huir de la Tierra, junto con su traidor amigo Timo (Steven Yeun), a causa de una deuda mortal contraída con el mafioso Darius Blank (Ian Hanmore)— tras contratarse a lo güey en la expedición para colonizar dicho planeta, auspiciada por una iglesia disfrazada de organización, y encabezada por el excongresista egomaníaco narcisista Kenneth Marshall (Mark Ruffalo) y su manipuladora esposa Ylfa (Toni Collette). Dicho empleo consiste en someterse a tareas mortíferas, y, en caso de morir, en una máquina recicladora de desperdicios de todo tipo el cuerpo de Mickey será procesado y, posteriormente, en otra máquina —la replicadora—, saldrá una nueva versión de él, a la que se le incorporará un respaldo de personalidad previamente resguardado. Así, luego de acumular muertes y más muertes, la versión Mickey 17 sobrevivirá inexplicablemente a un nuevo deceso tras ser atacado por una familia de gusanos galácticos. Sin embargo, seguros de su muerte, los científicos de la expedición crearán una versión Mickey 18, el cual, a diferencia del carácter apolíneo de su antecesor, será totalmente dionisíaco. De este modo, se dará un extraño triángulo amoroso entre las dos versiones con la encargada de seguridad y novia del Mickey 17 Nasha (Naomi Ackie), el cual pronto se verá amenazado debido a la prohibición existente de la multiplicación exacta de seres humanos, y las ambiciones colonizadoras del fantoche Marshall.

Fotogramas de Mickey 17, película de Bong Joon-ho. (Warner Bros.)

Con guión adaptado por el propio director, a partir de la novela Mickey 7, del escritor estadounidense Edward Ashton, el octavo largometraje de Bong Joon-ho es una entretenida, pero no grandiosa, fábula de ciencia ficción acerca de la ética científica y su implacable manipulación/experimentación/jugueteo con la vida, aunque más con la muerte, a semejanza de los replicantes de Blade Runner (Scott, 1982) que eran enviados a galaxias lejanas para combatir o desempeñar tareas extremas y peligrosas en lugar de seres humanos, aquí se crea (replica) y destruye (recicla) en aras de perpetuar la especie, usando a un tipo cualquiera  y prescindible que se puede reemplazar —cual vil electrodoméstico que ha cumplido su ciclo útil— por una nueva versión de sí mismo, no necesariamente mejorada, porque a fin de cuentas Mickey Barnes es eso: prescindible porque pertenece a la parte baja de la pirámide social y a nadie le importará ser sujeto a contraer todas las enfermedades y virus mortales necesarios y, en consecuencia, morir las veces que sean requeridas con tal de lograr la vacuna adecuada para los futuros colonizadores de Niflheim.

Aun cuando resulte paradójico que el relato de la película sea conducido por el monólogo en off de un muerto —que en realidad no está muerto porque cada nueva versión de Mickey se actualiza con el dispositivo de su personalidad y memoria—, la duda persiste cuando la chica de seguridad Kai (Anamaria Vartolomei) pregunta a Mickey “¿qué se siente morir?” Porque como el director lo establece desde un principio, ésta es la premisa toral de la película, la cual traza un derrotero funesto que se avizora en un futuro, quizá no muy lejano, para la raza humana en cuestiones de supervivencia, en el que las clases más bajas de la sociedad servirían como conejillos de indias en pro del progreso científico para el bien de la humanidad, y sostenido en una ideología de Estado abiertamente sacrificial. En este sentido, el malhadado Mickey 17 fungiría como un avisador del fuego que viene.

Si bien es cierto que el filme de Bong Joon-ho se mantiene fiel a un estilo visual poderoso, gracias a la fastuosa fotografía del francoiraní Darius Khondji y la música siempre bella compuesta por el también surcoreano Jung Jae-il, Mickey 17 no tiene parangón respecto a otras cintas del autor, sí memorables y artísticamente superiores, como Parásitos (2019) o Memorias de un asesino (2003), al resultar una obra menor debido a la laxitud que sufre en su segunda hora, en donde no logra definir ni un sentido de comedia, ni tampoco uno dramático, para redundar en una batallita visionuda que terminará por poner a todo mundo en su sitio y en su nuevo mundo feliz y woke, con un Mickey al fin redimido.

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