Sonsonetes para mentecatos
Diciembre, 2024
Están en todas partes. Los escuchamos en las reuniones familiares; en las comidas con amigos; en el trabajo; en el transporte público; se han filtrado en las redes sociales, en las series de televisión, en las películas y así… Son los sonsonetes o ‘frases hechas’ que se repiten en el día a día y que forman parte de lo que se ha dado por denominar ‘lugares comunes’, escribe Juan Soto en esta nueva entrega de su ‘Modus Vivendi’. Con más fuerza que inteligencia, estos sonsonetes se repiten incansablemente, pues quienes los utilizan pueden aparentar un manejo de conocimiento profundo, incluso filosófico, o permitirse adoptar aires de intelectualidad. Empero, repetir estos cansinos sonsonetes sólo remite a los lugares comunes de la conversación, del sentido común y del conocimiento superficial de la existencia.
Comencemos por lo más elemental. Sonsonete viene de sonus, que quiere decir sonido. Y que dio como resultado son (sonido agradable). En términos generales, sonsonete remite a un sonido que resulta de los golpes (pequeños y repetidos) que ocurren en alguna parte o que imitan un son, de música. Pero cualquiera que forme parte de nuestra sociedad y de la vida cultural de este país, sabe que sonsonete refiere a un estilo de habla repetitivo que, al final, termina por ser cansino: son, son (su reduplicación y el añadido del sufijo ete da sonsonete). Es un ruido continuado y desapacible. No está vinculado, al menos en las conversaciones de la vida cotidiana, con algo agradable. Por el contrario, puede remitirnos fácilmente a esas ‘frases hechas’ que se repiten en el día a día y que forman parte de lo que se ha dado por denominar ‘lugares comunes’. Estos sonsonetes aparecen en boca de todos y son utilizados para caracterizar determinadas situaciones sociales.
Pongamos un ejemplo de los que reverberan en nuestros tiempos. “Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”, sonsonete que se atribuye a Voltaire, pero en realidad no hay constancia de que sea de su autoría. Todo parece indicar que la autora de Los amigos de Voltaire (1906), Evelyn Beatrice Hall, fue quien podría haberla redactado por primera vez. Y parece ser que Hall la utilizaba para referirse a la forma de pensar, creer y vivir de Voltaire. La frase exalta, de algún modo, el valor de la tolerancia, el respeto y la libertad de expresión, que forman parte de una sociedad que se considere democrática. Frase enfadosa que no falta en boca de cualquier mentecato de espíritu hípster y progresista.
Los sonsonetes, que son ‘frases hechas’, cuando son utilizadas para caracterizar determinadas situaciones, no nos dicen mucho. Su valor, como objeto de reflexión y discusión, parece radicar en la forma en que se usan. Si los vemos como fenómeno social y cultural, situación de por medio, resultan ser un tanto atractivos. “Ver para creer”, por ejemplo, remite a una sociedad que le ha otorgado superioridad a la visión como una forma de conocer. Y nos habla de una sociedad donde la visión y la verdad están íntimamente ligadas. Decimos “ver para creer”. No decimos “leer para creer”, ni “contar para creer” o algo por el estilo. En cierto sentido este ocularcentrismo le ha dado forma a nuestro pensamiento y a nuestra manera de interpretar la realidad. Esta forma de conocer es contraria a las tradiciones logocentristas donde el texto y la verdad están íntimamente ligadas. Como en el caso de las tradiciones islámica y hebrea. Esto último lo ha demostrado de una estupenda manera el profesor José Luis Brea en su libro Las tres eras de la imagen.
Sin embargo, esto no quiere decir que sólo conozcamos una forma. Hay sonsonetes como el de “papelito habla”, que remite a algunas tradiciones culturales donde la palabra, el texto y la verdad están íntimamente relacionados. Podríamos decir que los sonsonetes, incluso, tienen cierta capacidad de organizar la experiencia. Son interesantes para ser estudiados como acontecimiento social y cultural, pero utilizados para caracterizar situaciones de interacción sólo remiten a la banalidad, la superficialidad, la frivolidad y la insustancialidad. Y que quede claro, aquí no se quiere hacer referencia a los epigramas, proverbios, obiter dicta, chanzas, anécdotas o contes morals, propios de la sabiduría del sentido común, pero sí a las expresiones propias de la psicología popular que están listas para ser utilizadas con el objetivo de darle sentido a algunos acontecimientos de la vida cotidiana como “las cosas pasan por algo”. Como si detrás de ese “algo” hubiese un misterio que, al descubrirlo, nos podría proveer de sabiduría.
Con más fuerza que inteligencia, estos sonsonetes se repiten incansablemente. Quienes los utilizan, tanto en las conversaciones cotidianas como en los medios de comunicación de masas, pueden aparentar un manejo de conocimiento profundo e, incluso, filosófico de diversos temas. Quienes los utilizan “con estoicismo”, pueden permitirse adoptar aires de intelectualidad y un postizo conocimiento de la cultura en profundidad. Repetir estos cansinos sonsonetes sólo remite a los lugares comunes de la conversación, del sentido común y del conocimiento superficial de la existencia. ¿No es cierto que “hay un Sol y una esperanza para cada día”? ¿Ha escuchado a alguien decir con ahínco que “los tiempos de dios son perfectos”? ¿No es cierto que ese sonsonete es dicho con más orgullo que conociendo lo absurdo de su significado? Así pues, es que se repiten estos sonsonetes para mentecatos. Con la vanagloria de haber podido colocar uno en el momento justo de la conversación sin haber entendido su significado. “No tienes que encajar en todas partes, con que encajes entre lo que piensas, dices y haces, con eso basta”. Qué fastidio.
¿Ha escuchado a alguien tratar de defender frases arropadas por el delirante carpe diem? “Vive cada día como si fuera el último”. ¿De qué otra forma podría vivirse? Quienes utilizan estas expresiones en su día a día e incluso en sus plataformas publicitarias, generalmente dejan ver su profundo desconocimiento de la filosofía y exhiben su incultura de manera procaz. Los sonsonetes que utilizan cuantificadores son buenos ejemplos. “Todo llega cuando es su tiempo”. “Todo cambia cuando te entregas”. “Todo fluye cuando lo sueltas”. “Todo sana cuando lo aceptas”. “Todo lo que das se te regresa”. “Todo lo bueno se te retribuye”. “Todo lo malo también”.
En cierto sentido estos aleccionadores morales tienen esa especie de carácter pedagógico de la psicología popular. “Sé tú mismo”, reza el recalcitrante individualismo, pero en una sociedad dominada por la cultura de masas y los medios de comunicación masiva no se puede “ser tú mismo”. Es una fantasía liberadora e inalcanzable para quienes están atrapados en las sociedades de consumo y las instituciones impersonales de gran escala. Pobres de aquellos que han tratado toda su vida de “ser ellos mismos” y no lo han logrado. Ni lo lograrán. Vicente Verdú, escritor y periodista español, lo dijo mejor que nadie cuando afirmó que lo peculiar de nuestro mundo no era su diversidad en tanto que esta ha existido siempre. Sostuvo que lo característico de nuestro mundo era la tendencia a la homologación, a despecho de los movimientos nacionalistas, tribales y folkloristas. “Lo importante es la actitud” e ir “con toda la actitud”, aunque no se conozca el significado psicosocial de actitud.
Es muy probable que estos repitefrases atrapababobos tengan éxito entre sus conocidos y los contactos de sus plataformas publicitarias cuando dicen o comparten frase como “lo que pasó, pasó; lo que se perdió se perdió, pero mira hacia adelante”. ¿Y lo que no pasó? Pues no pasó, ¿cierto? Si usted no está de acuerdo con lo que se ha escrito hasta aquí y ya está refunfuñando puede utilizar un anodino sonsonete dirigido al autor “lo que te choca, te checa”. Los sonsonetes se prestan para espetarlos los domingos por las mañanas en un desayuno familiar o en unas vacaciones con amigos. Después de todo “no hay día que no se llegue, ni plazo que no se cumpla” para utilizarlos, sobre todo en un mundo donde “la vida es corta y está aquí para ser vivida”.
Y ahora que la navidad y el año nuevo “están a la vuelta de la esquina”, estos sonsonetes para mentecatos sonarán hasta el cansancio en cada reunión familiar, de trabajo y de amigos a las cuales usted asista. Y no se diga en los sistemas de mensajería instantánea a los cuales usted pertenezca. Aquí algunas recomendaciones que puede utilizar para lucirse con sus amigos y contactos de sus plataformas publicitarias, quizá le toque dar unas palabras en algún brindis: “que pasen una cálida Navidad en compañía de sus seres queridos”; “que todos sus deseos se hagan realidad en esta Navidad”; “que la magia de la Navidad ilumine su vida llenando su corazón de amor y felicidad”; “la Navidad es una época repleta de magia en la que lo mejor no son los regalos, sino los momentos tan bellos que vivimos al lado de nuestros seres queridos”; “no haya nada que adorne mejor la Navidad que la sonrisa de los que aman”; “que en la Navidad el niño Jesús te regale un hogar repleto de risas, salud inquebrantable y muchas bendiciones”; “en este nuevo año, que cada uno de nosotros encuentre la felicidad y el éxito”; “que este año nuevo venga cargado de las mejores vibras e infinito amor”; “celebren los finales porque son el preludio de los nuevos comienzos”; “que todos sus deseos y sueños se conviertan en realidad”; “que la paz se muestre en su vida, que el amor y la alegría inunden su alma, y de todo corazón les deseo todo lo mejor”; bla, bla bla…
¡Qué jodidos estamos!