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El thriller del populismo mexicano

El periodista Ariel Ruiz reseña «Atentado en Palacio», el estreno literario de Jerónimo Díaz

Julio, 2024

Jerónimo Díaz (Morelia, 1974) se ha dedicado al estudio de las democracias, las elecciones y las instituciones políticas. Licenciado en Relaciones Internacionales y Maestro en Ciencia Política, ahora se estrena en la literatura con Atentado en Palacio, en donde narra la historia de un intento de magnicidio en plena etapa electoral contra el presidente Dámaso Pastor, un líder populista que quiere trascender en la historia a toda costa. El periodista Ariel Ruiz reseña esta novela que coquetea con la realidad política mexicana, “una ficción que a veces parece quedarse corta.

De las novelas publicadas por estudiosos de las ciencias políticas y sociales en ocasiones de procesos electorales, por supuesto con muchas diferencias entre ellas, Atentado en Palacio (México, Cal y arena, 2024), de Jerónimo Díaz, me recordó tres: Madrugando amanece, de Francisco José Paoli, publicada por editorial Terranova en 1987, en la que se describe el destape del presidente priista en medio de reclamos democratizadores; la segunda es La victoria, de Jaime Sánchez Susarrey, publicada por Planeta en 2006, en la que relataba el entonces hipotético triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador y los primeros años de su gobierno. En esta historia, el politólogo fallecido el año pasado ponía énfasis en una por demás traumática experiencia de la infancia del líder tabasqueño: la muerte, por disparo de arma de fuego, de su hermano, que en Atentado en Palacio aparece en el caso de Dámaso Pastor, el gran líder político creado por Díaz. En ambas novelas aquel hecho es muy influyente en el desarrollo de la personalidad de su protagonista. En el caso de Sánchez Susarrey, por ejemplo, equiparaba esa experiencia con la de Rodrigo Mendoza, el personaje de la película La misión, el militar esclavista que mata en un duelo a su propio hermano.

La tercera, por aquello de los poderes fácticos y el conspiracionismo, fue la novela La organización, del profesor emérito de la UNAM Octavio Rodríguez Araujo, publicada por Orfila Editores también en 2006, y en la que, a través de la ficción, el politólogo exponía inquietudes sobre la criptocracia, los poderes ocultos que actúan en las democracias y cómo funcionan éstas. Por supuesto, por su formato de thriller político, en este sentido es más cercano que los anteriores a Atentado en Palacio.

En el caso del libro de Jerónimo Díaz, me pareció muy interesante el acercamiento desde la politología no sólo a la personalidad del líder Dámaso Alonso, muy parecido a conocidísimo líder mexicano de la actualidad, a su formación, sus traumas, su escuela política, su doctrina (por decirlo de alguna forma) y sus prácticas políticas, pero no sólo a él sino al contexto que le rodea, en una ficción que a veces parece quedarse corta.

Hay que destacar sobre lo que he mencionado que, en buena medida, a quienes vienen de las ciencias sociales (Paoli es jurista y sociólogo, mientras que Sánchez Susarrey, Rodríguez Araujo y Jerónimo Díaz provienen de la politología) los recursos literarios les han servido para rebasar los límites y las exigencias teóricas y fácticas que impone la ciencia, y de esa manera incitar al conocimiento, entendimiento y transformación (esa palabra hoy tan prostituida) de las realidades políticas y sociales que han expuesto en sus novelas.

Quiero plantear el asunto de la verdad por esa elaboración que los científicos sociales han hecho de la realidad y la ficción, la verdad y la mentira. En una reciente conversación, Jerónimo Díaz me comentaba que le gusta una frase de Mario Vargas Llosa, quien dice que “la literatura cuenta una verdad a través de la mentira”; sin embargo, él, de su cosecha, añade algo más: “Las verdades necesitan de la mentira para emocionar”. Al respecto, sobre esto me gustaría vincularlo con otro dicho que aparece en otra novela reciente, Taller de literatura (Fondo de Cultura Económica, 2023), de José Agustín Solórzano, sobre la relación entre un fotorreportero, un escritor y políticos del crimen organizado (aún quiero pensar que hay de otros), en el que un diputado narco le explica al literato: “Nosotros pretendemos la mentira a través de la verdad, ustedes pretenden la verdad a través de la mentira”.

Más allá de lo que parecen sólo juegos de palabras, debemos preguntar a los autores y también cuestionarnos nosotros como lectores: ¿cómo vinculan la realidad, de la que hay múltiples referencias en la novela, con las mentiras? De estas, ¿qué verdad se puede encontrar en esas elaboraciones literarias?

Además de eso, en el thriller encuentro varios temas muy inquietantes, por ejemplo: ¿tienen límite los sueños de heroísmo y de grandeza histórica de los líderes populistas? En la novela, y es uno de los puntos que me gustaron, se llega a un nivel que tiendo a pensar insospechado.

Sobre el aspecto personal del líder Dámaso Pastor: su formación está, más allá de su infancia y adolescencia y de su religión, en la parte universitaria, donde, en su caso, se hace una cuando menos aparentemente contradictoria mescolanza entre comunismo y nacionalismo revolucionario, lo que motiva los reclamos de sus compañeros más radicales cuando ingresa al partido oficial, lo cual no es gratuito. Así, varios años después, democratización mediante, con ese líder se reconstruye el régimen autoritario (esperemos que la novela no sea premonitora).

También sobre la personalidad del líder está su actuación: se presenta a elecciones presidenciales, y, en la primera, con todo a favor, pierde debido a su colosal soberbia. Pero ésta va acompañada por otra conducta que se le hará característica: durante una toma de pozos petroleros Dámaso Pastor se convierte en un intocable. Desde entonces está prácticamente al margen de la ley, condición que revalidará en muchas ocasiones, como un desafuero que tiene que enfrentar y que lo único que logró fue impulsar su ambición de poder con indudable respaldo popular. ¿Dónde queda la legalidad? Es un tema muy espinoso en la novela y en la realidad.

Eso quiero vincularlo también con otros dos ámbitos: el juarismo de Dámaso Pastor, que consiste, principalmente, en su forma de concentrar el poder. A esta dimensión individual le agrego que en la novela hay anotaciones fuertes sobre el populismo, como que éste levanta llamas de esperanza entre los seguidores del líder, lo que da lugar al paternalismo. Esto va más allá de las características personales del líder, y nos habla más bien de las sociedades que abrazan el populismo. ¿Qué clase de ciudadanos son las que lo acogen, no pocos de ellos hasta con fanatismo?

En ese sentido la novela se puede leer como una severa advertencia; aquí sí doy un salto a la realidad para mencionar un estudio dado a conocer recientemente, en la que se vincula al líder con la sociedad muy claramente. Es el trabajo del Pew Research Center sobre la democracia representativa y el aprecio que los ciudadanos de 24 países le tienen. Un dato para México es que entre 2017 y 2023 el apoyo a un líder fuerte que gobierne sin interferencias del parlamento o de los tribunales pasó del 27 al 50 por ciento, 23 puntos porcentuales y un aumento del 85 por ciento. Por supuesto, ese crecimiento y el periodo en el que ocurre no son casuales.

Otro personaje que despierta mi interés es Salomón Meltzer, un seguidor cercano de Dámaso Alonso y quien, al final, se convierte en la conciencia del líder y de su movimiento; ya muy tarde se da cuenta del fracaso político y social (inevitable recordar a los que en la realidad ahora dicen que no podía saberse, pese a la cantidad de experiencias y evidencias anteriores), y que, en un sentido vargasllosiano, se pregunta: “¿Cuándo perdimos el rumbo?”. Y prefiere irse del país.

Un asunto también tratado en la novela es el de la prensa mexicana: el caso del magnicidio es investigado mucho mejor por periodistas, como ocurrió cuando menos en un principio en el caso de Luis Donaldo Colosio con el equipo de la revista Zeta. Los hermanos Fonzi, reporteros que aparecen en la novela, son muy sagaces, y al final se acercan mucho a la verdad, pero sin completarla porque ésta queda reservada a sólo una persona (en la novela, en buena medida, es el lector el encargado de encontrarla). Pero el libro refiere muchas de las taras, vicios, premios y castigos y, también (por qué no), virtudes de los reporteros, mucho más que de los medios donde trabajan. De la novela me parece destacable la contribución que ciertos periodistas realizan para intentar aclarar casos realmente peliagudos en los que las autoridades son incapaces, no les conviene o ambos aspectos juntos, de hallar la verdad.

Finalmente, la lectura de Atentado en Palacio nos deja, además de un muy buen thriller, un gran diálogo entre la literatura y la ciencia política, entre la ficción y la realidad, para tratar de desentrañar los misterios y enredos del México actual, tan urgido de entendimiento en infinidad de aspectos.

Jerónimo Díaz, Atentado en Palacio, México, Cal y Arena, 2023.

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