Abril, 2022
Dossier: la pérdida de especies debida a la actividad humana podría llegar a alcanzar las cifras de las grandes extinciones masivas de la historia de la Tierra. Por ejemplo, una evaluación exhaustiva de más de 10.000 especies revela por primera vez que más del 21 % de los reptiles están amenazados, sobre todo debido a la pérdida de hábitat por la tala, la agricultura y ganadería, el desarrollo urbano y las especies invasoras. No son los únicos. Otro estudio publicado recientemente el cambio climático está provocando una intensa disminución en el número y la variedad de especies de insectos, que son fundamentales para el futuro de nuestro planeta. Hoy está claro: el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, dos grandes crisis mundiales, son también dos caras de la misma moneda.
Testigos miopes de la crisis de biodiversidad
David Galicia
Permítanme que les cuente una historia basada en hechos publicados hace ya algunos años. Concretamente, en nuevos hallazgos sobre la biología de los plesiosaurios, en cálculos sobre tasas de extinción de especies y en algunos avances sobre aspectos ecológicos de fenómenos globales como el ocurrido hace unos 200 millones de años, momento en el que situamos a nuestra protagonista.
Kansas nadaba disfrutando del sol y del frescor del agua. Ocasionalmente, buceaba tras algún banco de peces y volvía a la superficie para calentarse y echarle un ojo a las crías. Era una plesiosaurio realmente grande, de varias toneladas de peso y la más anciana de la manada.
El animal gozaba de una vida relativamente tranquila, típica de quien se sabe en lo más alto de la red trófica. Al igual que hicieron sus padres con ella, Kansas había enseñado a su prole dónde encontrar las mejores presas, a protegerse de temporales y a desconfiar de algunos vecinos.
El mundo, aparentemente inmutable, discurría sin sobresaltos ni grandes novedades. Eso sí, Kansas tenía la sensación de que el mar ya no sabía como antaño y que hoy en día las presas parecían más pequeñas y escasas. Los adolescentes le miraban con desdén cuando hablaba de esas cosas. Y quizá tuvieran razón. Igual era su perspectiva del mundo la que había cambiado. Al fin y al cabo, ella también recordaba lo exagerada que le parecía su abuela.
Difícilmente nuestros protagonistas podían conocer los dramáticos procesos que habían comenzado miles de años atrás, alterando la química de los océanos y la atmósfera a la vez que modificando radicalmente la forma de las tierras emergidas.
La extinción masiva del Triásico-Jurásico
Pangea, el gran supercontinente, comenzaba a fragmentarse dando paso a la era Jurásica en la que los dinosaurios dominarían la Tierra. De nuevo, la corteza terrestre se ponía manos a la obra para remodelar la cara de nuestro planeta. Miles de millones de toneladas de gases como óxidos de azufre y carbono pasaron a incorporarse a la atmósfera influyendo radicalmente en el clima global.
La temperatura subió produciendo la fusión de los depósitos de metano que, a su vez, alimentaron el calentamiento del planeta. Nuevos mares se abrieron e inmensos territorios pasaron a encontrarse bajo las aguas mientras otros emergían para volver a recibir la luz de un sol que recordaban mucho más joven.
Demasiados cambios como para pasar desapercibidos por la biosfera. El registro fósil nos cuenta que cerca del 80 % de las especies desaparecieron en este periodo de tiempo. Kansas no lo podía saber, pero estaba viviendo de primera mano la extinción del Triásico-Jurásico. Este tipo de eventos catastróficos se conocen con el nombre de extinciones masivas.
Transformaciones que duran millones de años
No hay nada biológicamente excepcional en que las especies se extingan, sucede constantemente. Sin embargo, durante los eventos de extinción masiva el número de desapariciones es extraordinariamente grande (normalmente se consideran pérdidas superiores al 75 % de la diversidad conocida) y se producen rápido.
Hasta la fecha, se han identificado cinco grandes eventos en los que la magnitud y velocidad de extinción rompen abruptamente la escala: tres anteriores al Triásico-Jurásico (en el Ordovícico, Devónico y Pérmico) y otro 135 millones de años más tarde, en la transición del Cretácico al Terciario, que acabó prácticamente con la totalidad de los dinosaurios.
Pero catastrófico, abrupto y rápido son adjetivos que evocan una imagen poco afín a la realidad. Estamos hablando de fenómenos a escala planetaria que implican inimaginables cantidades de energía. Las dimensiones de tiempo y espacio son tan grandes que incluso los momentos geológicos etiquetados como cambios drásticos pueden extenderse cientos de miles o millones de años.
Es muy difícil determinar cuánto dura un evento de extinción masiva, pero las estimaciones siempre hablan de varios millones de años —salvo quizás en el caso del Cretácico al Terciario, donde la colisión del meteorito sí que pudo causar un impacto a escalas decadales o menores—. Además, las extinciones registradas en océanos y tierra firme pueden estar desfasadas millones de años debido a complejos efectos en cadena dentro de la red de interacciones de la biosfera.
Extinciones debidas a la actividad humana
Desde que la humanidad ha empezado a ejercer un efecto significativo sobre los ecosistemas (pongamos unos 10 000 años) son muchas las especies que han desaparecido directa o indirectamente por nuestra causa.
Las cifras que se barajan con los grupos más conocidos (como mamíferos, aves o anfibios) sugieren que estamos lejos de ese 75 %, pero en algunos grupos los porcentajes de especies amenazadas de extinción (especies que previsiblemente desaparecerán en un futuro próximo) se acercan al 50 %.
Respecto a la velocidad, no hay dudas. La actual tasa de extinción nos llevaría, en un tiempo geológico equivalente, a un impacto sobre la biodiversidad comparable al de las cinco grandes anteriores. Estamos, como Kansas, siendo testigos de un gran evento de extinción masiva.
Testigos de una crisis de biodiversidad
La extinción del Triásico-Jurásico duró varios millones de años y no afectó notablemente a los plesiosaurios, pero sí a la diversidad de varios grupos de moluscos gasterópodos, cefalópodos y bivalvos, esponjas marinas y algunos grupos dominantes de tetrápodos terrestres como los tecodontos.
Tras disfrutar toda su vida de las maravillas el océano, Kansas jamás se hubiera imaginado estar en medio de uno de los mayores eventos de extinción de la historia de la Tierra. Al igual que ella, podemos estar viviendo los efectos de una gran extinción en curso, pero no darnos cuenta porque somos cortos de vista.
En ciencia, ser miope es equivalente a no tener suficiente información. Necesitamos conocer más, tener mayores series temporales de datos que permitan abordar cuestiones ecológicas clave para entender qué sucede con la biodiversidad.
El impacto que hemos causado en la biosfera va camino de ser equivalente al de los eventos que desencadenaron las grandes extinciones de nuestro planeta. En esta ocasión no estamos ante un impacto de un asteroide, un fenómeno geológico global o circunstancias astronómicas incontrolables. La actual crisis de la biodiversidad reside en nuestra forma de interacción con la naturaleza. Cuanto antes abordemos el tema de la explotación de recursos, su reparto y la gestión de los residuos, antes frenaremos la tasa de extinción actual. (Fuente: The Conversation.)
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Una de cada cinco especies de reptiles está en peligro de extinción
Adeline Marcos
Aves, anfibios y mamíferos ya han sido evaluados para conocer su estado de conservación y así establecer estrategias para evitar su extinción según los criterios de la Lista Roja de Especies Amenazadas. No ha ocurrido lo mismo con los reptiles, de los que se desconocían hasta ahora la situación de la mayoría de sus especies.
Las principales razones son que se requieren muchos esfuerzos para evaluar las miles de especies de reptiles, y una cantidad sustancial de financiación. “En nuestro estudio casi resultó ser un reto; muchos financiadores favorecen los proyectos sobre especies más carismáticas como las aves o los mamíferos”, señala Bruce E. Young, zoólogo y científico en NatureServe.
Junto a más de 900 investigadores de 24 países, el experto ha realizado la primera evaluación global de estos animales analizando 10.196 especies de tortugas, cocodrilos, lagartos, serpientes y tuátaras —el único miembro vivo de un linaje que evolucionó en el periodo Triásico hace unos 200-250 millones de años. El trabajo, publicado en la revista Nature, demuestra que más del 21 % de todas ellas están amenazadas de extinción en el mundo.
Los investigadores de NatureServe, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN, por sus siglas en inglés) y Conservation International descubrieron que, al menos, 1.829 de las especies estaban en peligro de extinción —clasificadas como ‘vulnerables’, en ‘peligro’ o en ‘peligro crítico’. Los cocodrilos y las tortugas se encuentran entre las más amenazadas, con un 57,9 % y un 50 % de las evaluadas, respectivamente.
“Más de 400 especies están en la categoría más amenazada: ‘en peligro crítico’. Algunos ejemplos son el gavial de la India, la tortuga gigante de Santiago (una de las tortugas de las Galápagos), el camaleón de nariz extraña y el lagarto gigante de Tenerife”, advierte Young.
Tala forestal y otras amenazas crecientes
Los resultados, detallados para cada especie en la Lista Roja de la UICN, muestran qué especies están amenazadas, dónde se encuentran y qué amenazas son las más importantes para cada una de ellas.
Así, según la investigación, las principales amenazas son la pérdida de hábitat debido a la tala y la transformación hacia la agricultura y la ganadería. Aunque algunos de los reptiles vive en hábitats áridos como los desiertos y los matorrales, la mayoría de las especies se encuentran en hábitats boscosos, donde sufren amenazas.
El estudio revela así que el 30 % de los reptiles que viven en los bosques están en peligro de extinción, en comparación con el 14 % de los reptiles que lo hacen en hábitats áridos.
“En general, las inversiones en la protección de los bosques, sobre todo los tropicales, serán las que más repercusión tengan, ya que son los hábitats donde se da el mayor número de reptiles amenazados”, indica el investigador.
Por otra parte, los reptiles se enfrentan a otros peligros como la presencia de especies invasoras (como los depredadores introducidos en las islas) e incluso el comercio ilegal de especies. Los cocodrilos y las tortugas están más en peligro por la caza.
“El comercio ilegal amenaza con reducir a tamaños de población muy pequeños algunas especies, especialmente tortugas y cocodrilos. Por definición, el comercio ilegal no está regulado y, por tanto, no hay controles cuando las especies se vuelven muy escasas”, lamenta el experto.
El estudio subraya, además, que las zonas con las especies más amenazadas son el Caribe, el norte de los Andes, África occidental, Madagascar y el sudeste asiático.
Protegidos indirectamente
Al no existir anteriores evaluaciones de estos vertebrados, los científicos se mostraron preocupados de que los reptiles estuvieran pasando desapercibidos en la red de seguridad para la conservación. Sin embargo, lo que descubrieron es que “si se protegen los lugares donde conviven muchas aves, mamíferos y anfibios amenazados, entonces se protegerán simultáneamente muchos más reptiles amenazados de lo que cabría esperar por casualidad”, confiesa Young.
De este modo, la investigación permitió descubrir que la mayoría de las áreas protegidas creadas pensando en las aves, los mamíferos y los anfibios probablemente han ayudado a proteger también a muchos reptiles amenazados. Por ello, “la situación es menos grave de lo que podría ser”, asevera el experto.
“Es una buena noticia porque los amplios esfuerzos para proteger a los animales más conocidos han contribuido probablemente también a proteger a muchos reptiles. La protección del hábitat es esencial para proteger a los reptiles, así como a otros vertebrados, de amenazas como las actividades agrícolas y el desarrollo urbano”, apunta Young.
El estudio también destaca lo que podemos perder si no protegemos a los reptiles. Si cada uno de los 1.829 reptiles amenazados se extinguiera, perderíamos un conjunto de 15.600 millones de años de historia evolutiva, incluidas innumerables adaptaciones para vivir en diversos entornos.
Por eso, los científicos subrayan la necesidad de redoblar los esfuerzos mundiales para conservarlos. Pero dado que son animales tan diversos, se requiere un plan de acción multifacético para proteger todas estas especies, con toda la historia evolutiva que representan. Algunas especies, como los lagartos endémicos de las islas, amenazados por los depredadores introducidos, y las que sufren un impacto más directo del ser humano, urgen medidas de conservación urgentes y específicas. (Fuente: agencia SINC)
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El cambio climático provoca la desaparición global de insectos (Algunas zonas agrícolas muestran un descenso del 63 %)
Tim Newbold / Charlie Outhwaite
El mundo se enfrenta a un devastador colapso oculto de las especies de insectos debido a una doble amenaza: el cambio climático y la pérdida de hábitats.
El Centro de Investigación de la Biodiversidad y el Medioambiente del University College London ha llevado a cabo una de las mayores evaluaciones de la disminución de insectos en todo el mundo, con tres cuartos de millón de muestras de unos 6 000 lugares.
En nuestro nuevo estudio, publicado en Nature, concluimos que las tierras de cultivo sometidas a estrés climático por término medio sólo tienen la mitad de ejemplares de insectos y un 25 % menos de especies que las zonas de hábitat natural.
La disminución de insectos es mayor en las zonas agrícolas de alta intensidad de los países tropicales, donde los efectos combinados del cambio climático y la pérdida de hábitat son más profundos.
Se cree que la mayoría de las 5,5 millones de especies del mundo viven en estas regiones, lo que significa que las zonas con mayor abundancia de insectos del planeta pueden estar sufriendo un colapso sin que nos demos cuenta.
Reducir la intensidad de la agricultura utilizando menos productos químicos, tener una mayor diversidad de cultivos y preservar algunos hábitats naturales puede mitigar los efectos negativos para los insectos de la pérdida de hábitats y el cambio climático.
Considerar las opciones que tomamos como consumidores —como comprar café o cacao de cultivo bajo sombra— también podría ayudar a proteger a los insectos y otras criaturas en las regiones más vulnerables al clima del mundo.
El valor de los insectos
Los insectos son fundamentales para el futuro de nuestro planeta. Ayudan a mantener las plagas bajo control y descomponen la materia inerte para liberar nutrientes en el suelo. Los insectos voladores son también los principales polinizadores de muchos de los principales cultivos alimentarios, como las frutas, las especias y, lo que es más importante para los amantes del chocolate, el cacao.
Por tanto, el creciente número de informes que sugieren que el número de insectos está disminuyendo de forma drástica es una preocupación urgente. Esta pérdida de la biodiversidad podría poner en peligro sus funciones ecológicas vitales, amenazando de paso los medios de subsistencia y la seguridad alimentaria de las personas. Sin embargo, en grandes extensiones del mundo existen lagunas en nuestro conocimiento sobre la verdadera escala y la naturaleza de la disminución de este grupo.
La mayor parte de lo que sabemos procede de datos recogidos en las regiones más templadas del planeta, especialmente en Europa y Norteamérica. Por ejemplo, se han identificado pérdidas generalizadas de polinizadores en Gran Bretaña. El número de mariposas ha disminuido entre un 30 y un 50 % (en toda Europa) y se ha registrado una reducción del 76 % de la biomasa de insectos voladores en Alemania.
La información sobre el número de especies de insectos y su abundancia en los trópicos (las regiones a ambos lados del Ecuador, incluyendo la selva amazónica, todo Brasil y gran parte de África, India y el Sudeste Asiático) es mucho más escasa. Sin embargo, se cree que la mayoría de los 5,5 millones de especies de insectos del mundo viven en estas regiones tropicales, lo que significa que las zonas con mayor abundancia de insectos del planeta pueden estar sufriendo un colapso calamitoso sin que nos demos cuenta.
De los 29 grupos de insectos, los principales son las mariposas y polillas; los escarabajos; las abejas, avispas y hormigas; y las moscas. Se cree que cada uno de estos grupos contiene más de un millón de especies. No sólo es casi imposible controlar un número tan grande, sino que hasta el 80 % de los insectos pueden no haber sido descubiertos todavía. De ellos, muchos son especies tropicales.
Los insectos se enfrentan a una amenaza sin precedentes debido al cambio climático y a la pérdida de hábitat. Hemos tratado de entender cómo se ve afectada la biodiversidad de este grupo en las zonas que experimentan estos dos desafíos con mayor intensidad. Sabemos que no actúan de forma aislada: la pérdida de hábitat puede sumarse a los efectos del cambio climático al limitar la sombra disponible, por ejemplo, lo que provoca temperaturas aún más cálidas en estas zonas vulnerables.
Por primera vez, hemos podido incluir estas importantes interacciones en nuestra modelización de la biodiversidad mundial. Nuestras conclusiones, publicadas recién en Nature, revelan que la disminución de insectos es mayor en las zonas agrícolas de los países tropicales, donde los efectos combinados del cambio climático y la pérdida de hábitat se experimentan con mayor intensidad.
Hemos comparado las zonas con tierras de cultivo de alta intensidad donde se han producido altos niveles de calentamiento con áreas cercanas de hábitat natural poco afectadas por el cambio climático. Las zonas de tierras de cultivo poseen, por término medio, sólo la mitad de insectos en número y más de un 25 % menos de especies.
Nuestro análisis también muestra que las tierras de cultivo situadas en zonas con estrés climático en las que se ha eliminado la mayor parte del hábitat natural cercano han perdido el 63 % de sus insectos, por término medio, en comparación con el 7 % de las tierras de cultivo en las que el hábitat natural cercano se ha conservado en gran medida.
Entre las zonas que nuestro estudio destaca como especialmente amenazadas están Indonesia y Brasil, donde muchos cultivos dependen de los insectos para la polinización y otros servicios vitales del ecosistema. Esto tiene graves implicaciones para los agricultores locales y la cadena alimentaria en general en estas zonas climática y económicamente vulnerables.
Cacao, mosquitos y deforestación
Se cree que 87 de los principales cultivos del mundo son total o parcialmente dependientes de insectos polinizadores. De ellos, la mayoría suelen cultivarse en los trópicos. El cacao, por ejemplo, es polinizado principalmente por los mosquitos y algunas moscas famosas por haber arruinado las acampadas al aire libre en Escocia y otras partes del hemisferio norte. De hecho, los mosquitos desempeñan un papel vital y poco apreciado en la polinización del cacao necesario para la elaboración del chocolate.
La mayor parte de la producción de cacao tiene lugar en Indonesia, Costa de Marfil y Ghana. Sólo en Indonesia, la exportación de cacao en grano está valorada en unos 75 millones de dólares al año. La mayor parte de la producción de cacao corre a cargo de pequeños propietarios, más que de grandes plantaciones, y muchos agricultores dependen de este cultivo para su subsistencia. Aunque es fundamental entender si las pérdidas de insectos empeorarán las cosas para el cacao y sus agricultores, tenemos muy poco conocimiento del estado de la biodiversidad de insectos en países tropicales como Indonesia.
La producción de cacao en la región ya se está viendo perjudicada por fenómenos meteorológicos adversos que pueden estar relacionados con el cambio climático. El calentamiento de las temperaturas y el cambio de los regímenes de lluvias están implicados en los cambios en el crecimiento, la polinización y la producción de granos de las plantas de cacao.
La agricultura es uno de los principales sectores económicos de Indonesia, sobre todo en las regiones rurales, donde se están despejando grandes áreas para la producción de cultivos clave, incluyendo también el aceite de palma. Esto ha provocado la deforestación de extensas zonas de selva tropical, lo que aumenta el riesgo para muchas especies raras y en peligro de extinción como el orangután, así como para especies menos conocidas, entre ellas muchos insectos.
Las regiones tropicales están muy amenazadas, sobre todo por la expansión de la agricultura, a menudo para satisfacer la creciente demanda de países de fuera de los trópicos. Se ha demostrado que el comercio internacional es uno de los principales impulsores de la deforestación en estas regiones, y que los bosques del sudeste asiático, África oriental y occidental y el Amazonas son especialmente vulnerables. Los altos niveles de deforestación de Brasil e Indonesia se atribuyen a la producción de productos básicos para la exportación, como la soja, el café, el aceite de palma y el cacao.
La amenaza del cambio climático
Se sabe que la pérdida de hábitat es una amenaza clave para la biodiversidad, pero su impacto en los insectos sigue siendo poco estudiado y las evaluaciones de las especies tropicales suelen ser muy escasas. Un estudio reveló que la población de abejas de las orquídeas dependientes del bosque en Brasil ha disminuido en torno al 50 % (aunque sólo se muestreó su número en dos momentos determinados). Las abejas de las orquídeas, que sólo se encuentran en América, son importantes polinizadores de las flores de las orquídeas, y algunas plantas dependen totalmente de este insecto para su polinización.
A los retos de la deforestación y otros cambios en el hábitat a largo plazo se suma el cambio climático. Esta amenaza emergente para la biodiversidad de los insectos ya se ha visto implicada en la disminución de polillas en Costa Rica y abejorros en Europa y Norteamérica. El aumento de las temperaturas y la mayor frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos, como las sequías, son sólo dos de las manifestaciones que están teniendo un impacto perjudicial en muchas especies de insectos.
Se prevé que el cambio climático tendrá un impacto especialmente grande en las regiones tropicales del planeta. Las temperaturas en los trópicos son naturalmente bastante estables, por lo que las especies no están acostumbradas a hacer frente a los cambios bruscos de temperatura que estamos viendo con el cambio climático.
De nuevo, sin embargo, nuestra capacidad para entender cómo están afectando estos cambios a los insectos tropicales se ve obstaculizada por la falta de datos de estas regiones. Casi todos los datos disponibles proceden de unos pocos grupos de insectos muy bien estudiados —en particular, mariposas, polillas y abejas—, mientras que muchos otros grupos reciben muy poca atención. A pesar del gran aumento de los estudios sobre el cambio de la biodiversidad de los insectos, todavía hay mucho que desconocemos.
Insectos que normalmente se pasan por alto
Para ayudar a resolver esta carencia de conocimientos, nuestro estudio ha evaluado tres cuartos de millón de muestras de insectos de todo el mundo. De los 6 000 lugares incluidos, casi un tercio son de zonas tropicales. Nuestras muestras de casi 20 000 especies de insectos diferentes incluyen escarabajos, abejas, avispas, hormigas, mariposas, polillas, moscas, chinches, libélulas y otros grupos menos conocidos.
Esto ha sido posible gracias al uso de PREDICTS, una base de datos de biodiversidad que reúne millones de muestras recogidas por investigadores de todo el mundo. PREDICTS registra la biodiversidad en los hábitats naturales y también en las zonas utilizadas por el hombre para los cultivos, entre otros fines. Es una de las pocas bases de datos globales que permiten estudiar los cambios de la biodiversidad en todo el mundo.
Aunque nuestra muestra de 20 000 ejemplares representa sólo una fracción de la enorme diversidad de especies de insectos, sigue siendo una muestra procedente de más sitios de los que se han estudiado antes. Nos interesaba especialmente utilizarla para entender cómo la pérdida de hábitats y el cambio climático se combinan para afectar a la biodiversidad de los insectos, y pudimos incluir estas interacciones en nuestros modelos por primera vez.
Estas condiciones simultáneas se dan con mayor intensidad en las tierras de cultivo de los países tropicales. Y nuestros resultados demuestran que las tierras de labranza de estas regiones han perdido normalmente mucha biodiversidad de insectos, en relación con las zonas de vegetación primaria. Esto pone de manifiesto que el cambio climático puede suponer una gran amenaza para la seguridad alimentaria, no sólo por su impacto directo en los cultivos, sino también por la pérdida de polinizadores y otros insectos importantes.
A medida que el cambio climático se acelera, la capacidad de cultivar cacao y otros cultivos en sus actuales áreas de distribución geográfica se vuelve más incierta, amenazando los medios de vida locales y reduciendo la disponibilidad de estos cultivos para los consumidores de todo el mundo.
Las pérdidas causadas por los insectos que nuestro estudio pone de manifiesto no harán más que aumentar el riesgo. De hecho, las amenazas a la seguridad alimentaria debidas a la pérdida de biodiversidad de insectos ya se observan tanto en las regiones templadas como en las tropicales: por ejemplo, se ha informado de la reducción de rendimiento debido a la falta de polinizadores en la producción de cerezas, manzanas y arándanos en Estados Unidos.
En algunas partes del mundo, los agricultores recurren a técnicas de polinización manual, en las que las flores de los cultivos se polinizan con un cepillo. La polinización manual se utiliza para el cacao en varios países, entre ellos Ghana e Indonesia. Estas técnicas pueden ayudar a mantener o aumentar el rendimiento, pero tienen un alto coste de mano de obra.
Reducir los descensos
Nuestro estudio también destaca los cambios que podrían ayudar a reducir la disminución de insectos. Reducir la intensidad de la agricultura —por ejemplo, utilizando menos productos químicos y teniendo una mayor diversidad de cultivos— mitiga algunos de los efectos negativos de la pérdida de hábitat y el cambio climático.
En concreto, demostramos que la conservación del hábitat natural dentro de los paisajes cultivados ayuda realmente a los insectos. Si las tierras de labranza situadas en zonas con estrés climático, y cuyo hábitat natural ha sido eliminado en gran medida, muestran una reducción de insectos del 63% de media, esta cifra desciende hasta un 7 % cuando se han conservado las tres cuartas partes del hábitat natural cercano.
Para los insectos que viven en tierras de cultivo, las zonas de hábitat natural actúan como fuente alternativa de alimento, lugares de anidación y sitios para refugiarse de las altas temperaturas. Esto ofrece la posibilidad de que, aunque el planeta siga calentándose, haya opciones que para mitigar su impacto sobre la biodiversidad de los insectos.
De hecho, ya se ha demostrado que la disponibilidad de hábitats naturales a pequeña escala tiene un impacto positivo en los sistemas agrícolas. En el caso del cacao indonesio, se ha comprobado que el aumento de la cantidad de hábitat natural aumenta el número de insectos clave, incluidos los polinizadores.
Nuestro nuevo estudio muestra, sin embargo, que los beneficios de esta intervención sólo se encuentran en los sistemas agrícolas menos intensivos. Esto podría deberse a la reducción del nivel de insumos como fertilizantes e insecticidas que se aplican, o al aumento de la diversidad de los cultivos para garantizar los beneficios del hábitat natural cercano.
También es importante señalar que no todas las especies lo están pasando mal. Por ejemplo, un trabajo reciente sobre los insectos del Reino Unido ha demostrado que, mientras algunos grupos han disminuido en los últimos años, otros, incluidos los insectos de agua dulce, han aumentado.
Otro estudio que analizaba las tendencias de los insectos a nivel mundial también encontró aumentos en el número de insectos de agua dulce. Sin embargo, muchas de estas tendencias positivas se han registrado en regiones no tropicales, como el Reino Unido y Europa, donde se ha hecho mucho para mejorar la calidad del agua de los ríos en los últimos años, tras la degradación del pasado.
Marcar la diferencia
Los confinamientos por covid-19 hicieron que muchos de nosotros volviéramos a conectar con la flora y la fauna de nuestro entorno. En el Reino Unido, el clima cálido de la primavera de 2020 supuso un aparente aumento de la abundancia de insectos en el campo británico. Sin embargo, este aumento fue probablemente temporal, y una especie de anomalía frente al panorama mundial.
Para aumentar la biodiversidad de insectos en los entornos locales, podemos plantar jardines diversos para atraer a los insectos, reducir la cantidad de pesticidas utilizados en los jardines y huertos, y reducir la frecuencia con la que cortamos el césped. En el Reino Unido han planteado el reto de No segar en mayo.
Sin embargo, no sólo podemos marcar la diferencia a nivel local. Las decisiones que tomamos como consumidores pueden ayudar a proteger a los insectos y a otras criaturas de los trópicos. Por ejemplo, comprar café o cacao cultivado a la sombra garantizará un menor impacto en la biodiversidad que los cultivos a campo abierto.
Mientras tanto, los gobiernos y otras organizaciones públicas y privadas deberían considerar más cuidadosamente el impacto que sus acciones y políticas tienen sobre los insectos. Esto podría abarcar desde la consideración adecuada de la biodiversidad dentro de las políticas y acuerdos comerciales, hasta garantizar que los productos no procedan de zonas asociadas a altas tasas de deforestación.
Y luego está la cuestión de los datos. Cada vez reconocemos más la importancia de los insectos para la salud y el bienestar humanos, así como su papel clave en los sistemas mundiales de producción de alimentos. Salvaguardar el medio ambiente para proteger a los insectos en el futuro tendrá grandes beneficios para las sociedades humanas de todo el mundo. Sin embargo, nada de esto es posible sin buenos datos.
Un paso importante para comprender mejor los cambios en la biodiversidad de los insectos es reunir y evaluar los datos ya disponibles. Un nuevo proyecto del que formamos parte, GLiTRS (GLobal Insect Threat-Response Synthesis), lo hace combinando el trabajo de destacados expertos de diversas instituciones y disciplinas ecológicas, incluidos analistas de datos. El proyecto pretende evaluar cómo responden los distintos grupos de insectos a determinadas amenazas.
Comprender las causas del declive de los insectos es fundamental para evitar pérdidas aún mayores en el futuro y para salvaguardar las valiosas funciones que desempeñan. El cambio climático y la pérdida de biodiversidad, dos grandes crisis mundiales, son también dos caras de la misma moneda. Sus efectos combinados en la producción de alimentos hacen que la salud, el bienestar y los medios de vida de muchas personas en los trópicos y fuera de ellos pendan de un hilo. La pérdida de biodiversidad de los insectos es una parte crucial, pero aún poco estudiada, de esta historia. (Este artículo fue publicado originalmente en inglés.)