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Gulliver y los abogados

280 aniversario mortuorio

Octubre, 2025

Nació en noviembre de 1667 y partió de este mundo, 77 años después, en octubre 1745. Ahora que se cumple el 280 aniversario de su partida, recordamos al poeta, ensayista y novelista Jonathan Swift. Ampliamente considerado entre los principales escritores irlandeses de todos los tiempos, y también como uno de los grandes maestros de la sátira en prosa del idioma inglés, Swift es autor de uno de los clásicos de la literatura universal: Los viajes de Gulliver, un libro que, aun con sus casi 300 años cumplidos, sigue siendo deliciosamente —aunque también preocupantemente— actual. Convertido ya en una de las obras más traducidas en lengua inglesa, en él Swift hace una implacable y mordaz crítica a la sociedad de su tiempo, y, de paso, también a la condición humana. En su versión abreviada y de fácil lectura —libre de sarcasmo y humor negro—, Los viajes de Gulliver se ha convertido en un clásico infantil. Sin embargo, en su versión completa, aún tiene el poder de irritar a los lectores. Víctor Roura recuerda al escritor en estas líneas.

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A un año de que cumpliera los 60, y diez antes de que perdiera sus facultades mentales, Jonathan Swift (nacido en Irlanda el 30 de noviembre de 1667, fallecido a los 77 años de edad hace 280 años el 19 de octubre de 1745) publica Los viajes de Gulliver (1726), una de las parodias más ácidas que se han escrito sobre la humanidad: “A veces, la querella entre dos príncipes es para dirimir cuál de los dos va a despojar a un tercero de sus dominios, cuando ni uno ni otro tiene ningún derecho a ellos. A veces, un príncipe riñe con otro por miedo a que ese otro vaya a reñir con él. A veces, se emprende una guerra porque el enemigo es demasiado fuerte, y a veces porque es demasiado débil. A veces, nuestros vecinos quieren las cosas que tenemos, o tienen las cosas que queremos; y ambos luchamos hasta que ellos toman lo nuestro o nos entregan lo suyo. Es causa de una guerra muy justificable invadir un país luego de que la gente ha sido consumida por la hambruna, devastada por la peste, o dividida por facciones internas. Es justificable entrar en guerra contra nuestro aliado más cercano cuando una de sus ciudades está situada convenientemente para nosotros, o por un pedazo de tierra que redondearía y cohesionaría nuestros dominios”.

Casi tres centurias después, las razones armadas siguen siendo las mismas, y continuarán siendo, debido a que el humano es el mismo con o sin invenciones tecnológicas, por los siglos de los siglos.

“Si un soberano envía sus fuerzas a una nación donde la gente es pobre e ignorante, puede dar muerte a la mitad de ellos legalmente, y esclavizar a los demás con el objeto de civilizarlos y reformar su bárbaro modo de vivir. Es una práctica de reyes, honorable y frecuente, que cuando un soberano le pide ayuda a otro para que lo proteja contra una invasión, el que ayuda, cuando ha expulsado al invasor, se apodere él mismo de los dominios, y mate, encarcele o destierre al soberano que vino a socorrer. Los lazos de sangre o matrimonio son causas suficientes de guerra entre los príncipes, y mientras más cercano sea el parentesco, mayor es su disposición a la querella: las naciones pobres pasan hambre, las naciones ricas son orgullosas, y el orgullo y el hambre siempre estarán en pugna”.

Por estas razones, agrega Gulliver, quien le cuenta todas estas calamidades a su amo, un houyhnhnm, “el oficio de soldado se considera como el más hondo de todos: porque un soldado es un yahoo contratado para matar a sangre fría a tantos de sus congéneres, que nunca lo han ofendido, como le sea posible”.

Portada de la primera edición de Los viajes de Gulliver, publicado en 1726. (Wikimedia Commons).

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En el cuarto viaje de Gulliver, Swift describe el país de los houyhnhnms, “hermosos caballos dotados de uso de razón; la sencillez y la virtud de los caballos contrastan con la repugnante brutalidad de los yahoos, bestias con forma humana”.

Quizá por algo en la Internet este nombre, creado por Swift, es ya un lugar común, aunque la gente ignore su procedencia: un yahoo, acaso de manera formal, quiere decir que todos esos internautas se dedican, esclavizados a su pesar, a buscar en su pantalla electrónica cualquier rastro de una esencia probablemente extraviada.

En Escritos satíricos (Norma, 1991), los editores han seleccionado cuatro textos del autor dublinés, a cual más mordaz.

Ante tal retahíla de sucesos del poder, el houyhnhnm no hizo más que lamentarse de dichas odiosas crueldades. Escuchaba azorado a Gulliver, quien continuaba con la sucesión de peculiares harturas de su, nuestro, mundo: “Dije que había entre nosotros una sociedad de hombres entrenados desde su juventud en el arte de probar, mediante palabras que se multiplican para ese propósito, que lo blanco es negro y lo negro blanco, según el pago que reciban. Todo el resto de la población es esclava de esa sociedad. Por ejemplo, si a mi vecino se le antoja mi vaca, contrata un abogado para probar que yo debo darle mi vaca. Yo tengo entonces que contratar a otro para que defienda mi derecho, ya que va en contra de todas las reglas de la ley el que se le permita a un hombre hablar por sí mismo.

“Ahora bien, en este caso, yo, que-soy el verdadero dueño, tengo en contra mía dos graves inconvenientes. Primero, mi abogado, habiéndose ejercitado casi desde la cuna en defender la mentira, se encuentra completamente fuera de su elemento al querer abogar por la justicia, que como es para él actividad contraria a su naturaleza, siempre la acomete con gran torpeza, cuando no de mala gana. El segundo inconveniente es que mi abogado debe proceder con gran cautela; de lo contrario los jueces lo reprenderán y sus colegas lo aborrecerán, como a alguien que quiere degradar el ejercicio de la ley. En consecuencia, tengo sólo dos métodos para conservar mi vaca. El primero es ganarme al abogado de mi adversario con un estipendio doble, y él entonces traicionará a su cliente insinuándole que la justicia no está de su lado. El segundo es que mi abogado haga aparecer mi causa tan injusta como pueda, concediendo que la vaca le pertenece a mi adversario; y si lo lleva a cabo con pericia, seguramente dispondrá favorablemente al tribunal de justicia”.

No acaba ahí esta catástrofe.

El houyhnhnm escucha, alarmado, la triste conclusión del fatídico capítulo: “Ahora bien, debe saber Su Señoría que estos jueces son personas designadas para resolver todas las disputas de propiedad, así como el juicio de criminales, y que se escogen entre los abogados más diestros, que se hayan vuelto viejos o perezosos; y habiendo pasado todas sus vidas predispuestos en contra de la verdad y la equidad, están sujetos a la necesidad fatal de favorecer el fraude, el perjurio y la opresión, de tal manera que he visto a varios de ellos rehusar un soborno grande del lado donde se hallaba la justicia, por no ofender a la profesión haciendo algo indigno de su naturaleza o su oficio”.

Entre esta clase de funcionarios es artículo de fe, dice Swift que dice Gulliver, “el que cualquier cosa que se haya hecho antes puede hacerse de nuevo legalmente: y por ello registran con un cuidado, especialísimo, todas las decisiones tomadas con anterioridad en contra de la justicia consuetudinaria y el razonamiento general de la humanidad. Y estas decisiones, con el nombre de ‘precedentes’, los aducen como autoridades para justificar las opiniones más inicuas; y los jueces nunca dejan de fallar en conformidad. En los alegatos evitan deliberadamente abordar los méritos de la causa, pero son contundentes, violentos y tediosos al extenderse sobre todas las circunstancias que no vengan al caso. Por ejemplo, en el asunto ya mencionado: nunca desean saber qué derecho o título tiene mi adversario para reclamar mi vaca, sino si dicha vaca es roja o negra, si son sus cachos largos o cortos; si el campo donde pastorea es redondo o cuadrado, si se la ordeña en casa o fuera de ella, de qué enfermedades sufre, y cosas por el estilo, posponen el caso de vez en cuando, y en diez, veinte o treinta años llegan a una conclusión”.

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Los humanos son peores que los yahoos, y el propio Gulliver se va dando cuenta de ello ante un horror indescriptible: “En el juicio de personas acusadas de crímenes contra el Estado —dice Gulliver—, el método es mucho más breve y loable: el juez, primero, manda averiguar la disposición de los poderosos, después de lo cual puede fácilmente ahorcar o salvar al criminal, ateniéndose estrictamente a todos los formalismos de la ley”.

El houyhnhnm no da crédito a lo que oye de su vasallo.

No puede creer que estos abogados, en lugar de ser instruidos en la sabiduría, lo sean para el pillaje.

Gulliver contesta con premura: fuera de su profesión, en todas las otras cuestiones son, los abogados, “la clase más estúpida e ignorante, la más despreciable en el trato común, enemigos acérrimos de todo saber y cultura”.

Los abogados, según Swift, son la clase política predispuesta a los trafiques y a los enjuagues sin ningún miramiento, sin el mínimo rubor, sin ninguna vergüenza.

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