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Locura y cordura: tres décadas de celebrar al libro

En noviembre de 1995 quedaba instaurado oficialmente el día mundial de este objeto de amor y pasión, pero también instrumento de conciencia pública

Octubre, 2025

Locura y cordura. Amor y pasión. Definitivamente, tres décadas después, el 23 de abril se ha convertido en más que una fecha: es una celebración de la inconmensurable contribución de los libros a nuestra sociedad. Como señala Víctor Roura en el siguiente texto: representan ventanas a otros mundos, puentes entre culturas y épocas, son una inagotable fuente de saber y entretenimiento, y, también, son instrumentos de conciencia pública. Por eso ahora recordamos la efeméride: hace tres décadas, en noviembre de 1995 en la Conferencia General celebrada en París, la Unesco instituyó el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor seleccionando, para tal acto, el día 23 de abril de cada año. La elección no fue en lo absoluto arbitraria ni carecía de simbolismo; por el contrario, rememoraba por lo menos dos momentos esenciales en la historia de la literatura.

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Hace tres décadas, el 15 de noviembre de 1995 en la Conferencia General celebrada en París, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (la Unesco) instituyó el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor seleccionando, para tal acto —a petición de España—, el día 23 de abril de cada año con la intención de celebrar, y recordar, a dos grandes autores de dos idiomas distintos: el castellano y el inglés, representados por Miguel de Cervantes Saavedra y William Shakespeare, respectivamente, fallecidos ambos el 23 de abril de 1616 (el ibérico a los 68 años y el británico justo el día en que estaba cumpliendo 52 años de edad), aunque el español, según los documentos descubiertos en los albores del siglo XXI, murió un día antes, el 22 de abril, pero en el momento de instituirse esta conmemoración se tenía la idea de que ambos escritores se habían ido de este mundo justo el día 23, de ahí que se eligiera esta fecha para tener presentes siempre a estas dos celebridades literarias y, de paso, festejar el libro como instrumento de conciencia pública.

Porque, en efecto, en un libro podemos encontrar cientos de maravillosas revelaciones, además de no olvidarnos de la historia de la humanidad. Un libro a veces nos define la vida o nos hace ver las cosas como no las hubiéramos imaginado nunca. Los libros son importantes porque nos hablan de la vida.

Dieciséis años antes, en 1979, por decreto del presidente José López Portillo se celebra en México, cada 12 de noviembre, el Día Nacional del Libro para recordar siempre a la escritora Sor Juana Inés de la Cruz, cuyo verdadero nombre es Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, quien naciera precisamente un 12 de noviembre —unos precisan que en el año 1651, si bien se afirma, en otras versiones, que vio la luz primera en 1648— en San Miguel Nepantla, Estado de México. En la fecha de su muerte no hay duda: 17 de abril de 1695. Por eso cada 12 de noviembre, a partir de 1980, las librerías editan especialmente un libro para ser regalado a sus clientes ese día.

(Se dice que la primera escritura, la cuneiforme, surgió en Mesopotamia entre el 3500 y el 3000 aC. Es la forma más antigua de escritura conocida. Antes de abandonarse para favorecer, y así ampliar su comprensión, la escritura alfabética después del año 100 aC, se apunta que fue una mujer, llamada Enheduanna —un milenio después, hacia el año 2000 aC—, la primera en escribir en primera persona, con lo cual estaríamos afirmando que, en la práctica misma de las letras, fue una mujer la primera literata en la Historia al asumir sus decires como propios de la invención e imaginación escriturales distanciada de la necesidad de contar las realidades o peripecias de su entorno.)

Miguel de Cervantes escribiendo el prólogo del Quijote. Anónimo. (cervantesvirtual.com)

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Cuenta la historia que a fines del siglo XVIII, en el año de 1792 —hace ya más de 230 años—, en el solar que hoy ocupa la denominada Casa de los Perros, en Guadalajara, “empezó a funcionar en una construcción popular de la época la primera imprenta que hubo en la ciudad que fue propiedad de don Mariano Valdés Téllez-Girón. En el taller tipográfico de Téllez-Girón se publicaron los primeros impresos tapatíos y poco después, a partir de diciembre de 1810, bajo la dirección de don Francisco Severo Maldonado, se dio a la estampa a iniciativa del Padre de la Patria, don Miguel Hidalgo y Costilla, el primer periódico insurgente El Despertador Americano”.

En la antigua construcción colonial se estableció, a mediados del siglo XIX, un modesto sastre que fue muy conocido en el barrio de Santo Domingo por su desmedida afición a proteger a los perros: “Cuidábanse en esa finca a verdaderas jaurías, razón por la cual en el vecindario se conoció a la residencia del sastre como Casa de los Perros. A consecuencia de la Guerra de Tres Años (1858-1861) quedó destruido el templo de Santo Domingo (construido de nuevo como Santuario del Señor San José) y buena parte del vecindario en ruinas. El terreno de la primigenia Casa de los Perros fue adquirido por el acaudalado hacendado don Jesús Flores, casado con doña Anita González-Rubio, y en dicho solar pidió al ingeniero y licenciado don Arnulfo Villaseñor Carrillo que le construyera una residencia. La finca, de franco estilo neoclásico, quedó concluida el año de 1896. En el segundo piso la finca fue dotada de espaciosos corredores techados originalmente de lámina de zinc que fue importada de Estados Unidos. Al fondo, se le construyó una alberca techada con lámina de tecali poblano que fue lugar de recreo muy celebrado en Guadalajara. Para que la finca no perdiera identidad urbana, el ingeniero Villaseñor Carrillo (autorizado por los dueños de la casa) adquirió en Nueva York, en la casa J. L. Mott, Iron Works, el par de estatuas caninas que rematan la cornisa de la finca hacia los vientos sur y norte de la misma”.

La imprenta. / Ilustración: Daniel Nikolaus Chodowiecki (Wikimedia Commons).

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Por iniciativa del ayuntamiento de Guadalajara poco antes del arribo del siglo XXI, la Casa de los Perros es el Museo del Periodismo y las Artes Gráficas, que iniciara sus actividades el 11 de agosto de 1994.

Pero nos topamos con un altercado oficial.

Un boletín del Museo del Periodismo, emitido en junio de 1997, apuntaba que fue en esta casona, en la imprenta de don Mariano Valdés Téllez-Girón, donde se editó el primer diario insurgente de América, mas Jaime Avilés (1954-2017), en su libro Ignacio Cumplido / Un impresor del siglo XIX (Colección “El tiempo vuela” del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1992), escribió que el padre Francisco Severo Maldonado (“bajo sus 90 kilos de entusiasmo”) condujo a Miguel Hidalgo hasta el taller de Ignacio Cumplido para ver la posibilidad de que les editara un diario independiente: “El maestro Cumplido había trabajado muchos años con don Mariano Valdés Téllez-Girón, dueño de la primera imprenta que hubo en Guadalajara, fundada en 1793 [Jaime Avilés la adelantaba un año]; de él había adquirido todos los secretos del oficio, hasta convertirse en un experto. Ahora, acababa de adquirir su propio negocio y, al oír la propuesta del sacerdote, se estremeció.

“—Padre —le dijo—, usted me pide que cometa un delito.

“Como las leyes del virreinato prohibían la libertad de prensa, los particulares no tenían derecho de imprimir nada sin permiso de la autoridad. Y la autoridad no consentía sino publicaciones que hablaran de poesía, de literatura, de ciencias, de curiosidades y chismes. Por lo tanto, eran castigadas aquellas que intentasen criticar al gobierno.

“—¡Pues todo esto se acabó! —dijo el padre Francisco—. Ahora manda Miguel Hidalgo, y él me ha ordenado hacer este periódico.

“—Ah, bueno —dijo el impresor—. Así, sí. Ni hablar”.

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De cualquier modo, la maravillosa imprenta, atribuida al alemán Johannes Gutenberg en 1440, llegó a América un siglo después, en 1539, a la sucursal mexicana de Juan Cromberger en Tenochtitlan, si bien la idea —como se suscribe en la historia— provino de fray Juan de Zumárraga a quien, desde su llegada a la Nueva España en 1528, le urgía evangelizar con prontitud a los habitantes “recién descubiertos” con material propio, no importado, para no demorar la nueva cruzada religiosa. Porque, en efecto, las imprentas —los responsables de su uso, pues— eran celosamente vigiladas por las autoridades españolas.

Johannes Gutenberg tomando una impresión. / Ilustración: Adele Millicent Smith (Wikimedia Commons).

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Durante la revuelta iniciada en 1810, Ignacio Cumplido tuvo que huir de Guadalajara, su ciudad natal (donde se dice que nació… ¡en 1811!, algo imposible para la historia que nos cuentan algunos historiadores y básicamente Jaime Avilés, razón por la cual se documenta que el editor del periódico de Hidalgo y Costilla fue, sencillamente, Francisco Severo en diciembre de 1810) para salvar su imprenta: “En la capital de Michoacán pidió una entrevista con el jefe de los rebeldes, pero no se la concedieron. Cuando dijo que trabajaba para Miguel Hidalgo, nadie se lo creyó [¡a lo mejor porque la anécdota es onírica!]. Lo tacharon de mentiroso. Harto de tantas humillaciones, decidió irse a Chilpancingo para hablar con José María Morelos. Le diría:

“—Mi general, aquí le traigo esta imprenta para lo que usted guste y mande.

“Y partió a la mañana siguiente. Al salir de la provincia de Michoacán por el camino a Toluca, divisó a las tropas del general Calleja que venía al frente de mil soldados realistas.

“Abandonó la carreta debajo de un puentecito de piedra, desenganchó la mula y, montado a pelo, huyó hacia las montañas. Desde lo alto de una cumbre, vio cómo el enemigo se apoderaba de la imprenta. ¡Maldita sea!, pensó. Todo su esfuerzo había sido inútil. Hambriento, penando por los cerros durante una semana, llegó de milagro a la ciudad de Zitácuaro. El generalísimo José María Morelos acababa de irse de allí”.

El Despertador Americano. Edición facsímil, Universidad de Colima.

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Las pesquisas de la Historia hacen suponer que El Despertador Americano probablemente, o en realidad, nunca salió de la imprenta de lo que después se denominara Casa de los Perros, aunque con certeza sí sabemos dos cosas: en efecto, donde está situado hoy el Museo del Periodismo estuvo la imprenta de don Mariano Valdés Téllez-Girón (autorizada para tal servicio el 7 de febrero de 1792, pero hasta el 10 de agosto de ese mismo año obtuvo la real cédula por un periodo de diez años) y, sí, El Despertador… de don Miguel Hidalgo se hizo en Guadalajara pero se mantuvo en sigilo su procedencia.

Pues si la de Valdés Téllez-Girón era la “única imprenta autorizada” en aquella época, ¿podría pensarse entonces que de allí no iba a salir un diario independiente, porque su editor no arriesgaría su modus vivendi?

Tenía que ser otro el arriesgado, no Cumplido (su padre fue maestro de medicina, no encargado de imprentas; no se llamaba Ignacio sino Antonio, además). De cualquier forma, Ignacio Cumplido había nacido el 28 de abril de 1811 —¡un año después de que se imprimiera El Despertador Americano!— en Guadalajara y muerto el 30 de noviembre de 1887. Aunque, sí, su comportamiento no era conservador, de todas formas no pudo haber sido el responsable, como lo mal indican algunos libros, de las ediciones del periódico de don Miguel Hidalgo. Fue, en efecto, encarcelado por haber publicado un folleto del político José María Gutiérrez de Estrada (San Francisco de Campeche, cuando esta ciudad aún pertenecía a Yucatán, 1800 / París, 1867), pero paradójicamente nombrado en 1840, luego de su estancia en prisión, “intendente de cárceles”. Sí, la imprenta de Cumplido actuaba clandestinamente. Y se sabe que en la clandestinidad a veces, efectivamente, se respiraban, se respiran, aires libertarios.

Lo cierto es que no pudo haber sido Cumplido el impresor de El Despertador Americano porque su primer número, de siete impresos, había salido el 20 de diciembre de 1810, ¡cuando Cumplido aún era inexistente en esta vida! Por eso se apunta que el único responsable de aquellas ediciones no era otro sino el director del periódico insurgente, el presbítero Francisco Severo Maldonado y Ocampo. Y, sí, El Despertador Americano había salido de las instalaciones en Guadalajara de Valdés Téllez-Girón si bien nunca se menciona este hecho: sólo en el periódico se lee que fue elaborado en la Imprenta de la Nación, lo cual nos subraya el hecho, nunca reivindicado, de la heroicidad de Valdés Téllez-Girón, cuya biografía personal, fuera de los años de importancia de su imprenta, se desconoce.

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La historia de Jaime Avilés, pues, es meramente literaria mas fabulosamente irreal. Porque de eso se trata la imprenta: un instrumento para dar a conocer, o airear, fabulaciones: los libros son el lugar idóneo para las ensoñaciones.

El libro, que ahora —sobre todo luego de esta intraducible pandemia, que ha modificado sustancialmente las cosas de la vida— es aplazado (remplazado, desplazado) por las tabletas o las aplicaciones electrónicas —quiero creer que momentáneamente, no de manera perdurable—, es un objeto íntimo, a diferencia de las máquinas digitales, que finalmente pueden ser rastreadas, manipuladas, codificadas. El libro como artesanía, no como agente mecánico, también, es cierto, ha sido asaltado por vividores —negociantes, empresarios, arribistas, que nunca faltan en las sociedades de consumo— de su aspecto cultural. Sin embargo, el libro revela historias o fabulaciones (¡Ignacio Cumplido escapando en las montañas a un año de su edad!) para la reposada cavilación personal… ¡cuando ahora hasta un compromiso amoroso quiere ser gritado públicamente! —en las nuevas costumbres impuestas por las tecnologías que han enriquecido brutalmente a un puñado de negociantes so pretexto de la comunicación global que ahora justamente en México está viviendo una abrupta promulgación política.

El libro insta (no quiero decir instaba) a la reflexión individual, humana, no masiva, no corporativa, no mangoneadora de ignorancias educativas. El libro aspira no a un control de conciencias, sino sencillamente a una integración social.

(Se miran ahora miles de canales en la Internet, muchos de ellos con millones de seguidores enriqueciendo a personas ignorantes, que me hacen preguntarme: ¿de veras esto es lo que las personas deseaban ver, sin obtener satisfacción, en sus canales de televisión?)

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