ArtículosConvergenciasModus Vivendi

La psicologización de la vida cotidiana

Junio, 2025

Hemos ido configurando una sociedad que tiende a evaluar muchas actividades de la vida con criterios psicológicos, de tal modo que hemos hecho de la psicología una especie de ciencia moral y evaluativa que ha sido bien recibida en un mundo donde se valora el rendimiento, la competitividad y donde se mide el bienestar a través de las posesiones materiales, escribe Juan Soto en esta nueva entrega de su ‘Modus Vivendi’. Más grave aún, es que esta denominada psicología positiva y sus discursos han ido ganando terreno no sólo en las universidades, sino también fuera de los mundillos académicos.

Hemos ido configurando una sociedad que tiende a evaluar muchas actividades de la vida con criterios psicológicos, de tal modo que hemos hecho de la psicología una especie de ciencia moral y evaluativa que ha sido bien recibida en un mundo donde se valora el rendimiento, la competitividad y donde se mide el bienestar a través de las posesiones materiales. Mientras tanto, de manera soterrada, el mundito de las terapias psicológicas avanza y se populariza, por lo menos entre quienes pueden pagar por ellas. Las terapias se han convertido, por su parte, en el medio que garantiza el acceso a la felicidad y al dominio de la denominada salud mental. Sin embargo, la psicología no está sola. El entretenimiento de bajo nivel, el shopping de distracción, la ludificación de las actividades cotidianas, la sacralización de los talentos inútiles, la infantilización de la cultura, etc., también han hecho lo suyo por su lado.

En lugar de oponerse o emprender severas críticas a los mundos de consumo y a las prácticas consumistas, la psicología parece recibirlas bien. Celebra el individualismo, despolitizando sus discursos para alcanzar el bienestar emocional. Difícilmente sus propuestas para resolver problemas sociales logran alcanzar un nivel respetable y lógico. La psicología de hoy está muy lejos de los proyectos políticos y muy cerca de la indignación como forma de interacción social. Se ha hipsterizado, por decirlo suavemente. Así, la adopción de los discursos psicológicos, recalcitrantemente individualistas, representa una derrota política.

Un desvergonzado espíritu neoliberal

La psicología del siglo XXI es condenadamente cool. Ha demostrado que puede adaptarse y colaborar fácilmente con el proyecto moderno de aligeramiento de la existencia de un modo banalmente racional, porque hace contrapeso a cualquier viso de negatividad que ponga en riesgo el bienestar, la salud mental y la felicidad.

William Davies, el profesor de Goldsmiths, Universidad de Londres, nos ha enseñado que la psicología positiva y otras técnicas parecidas desempeñan un papel fundamental en el intento de restaurar la energía y el empuje de las personas. Que se tiene la esperanza de superar un fallo fundamental de nuestra economía política, pero sin abordar las implicaciones político-económicas de tipo más serio.

Así, por paradójico que parezca, la psicología de hoy es incapaz de reconocer que ayuda a solucionar los problemas personales de la vida cotidiana que ella misma contribuye a crear. Es una ciencia moral y evaluativa que tiende a enfermizar casi todo lo que toca. Es cool, porque se deja llevar por la superficialidad de los discursos individualistas, las modas culturales y académicas. No sólo alimenta el individualismo con sus discursillos, sino que ha adoptado un espíritu neoliberal sin avergonzarse de ello. Con el paso del tiempo ha sepultado su preocupación por lo social y ha contribuido a reivindicar el individualismo como forma de vida bajo las consignas del sé tú mismo (be yourself), elige ser feliz y sonreír es divertido. Ha promovido la idea de que se puede ser feliz por decreto. Davies ha dejado en claro en su bonito libro de La industria de la felicidad, cómo es que la psicología positiva no sólo difunde técnicas para que las personas puedan incrementar su felicidad cotidiana, sino cómo dichas técnicas se hacen acompañar de un conjunto de lemas necesarios para que funcionen las fórmulas de la felicidad.

Ilustración: archivo.

Hemos llegado a un punto en el que la psicología promueve la idea de que las personas pueden alcanzar la felicidad por decreto y elección personales. En este punto, la denominada psicología positiva y sus discursos han ido ganando terreno en las universidades y han logrado seducir a buena parte del profesorado y la población estudiantil.

Y fuera de los mundillos académicos también se ha hecho de una cantidad considerable de seguidores. La psicología positiva, también nos lo ha recordado Davies, es incapaz de proporcionar la escapatoria al consumismo y al egocentrismo que los gurús de esta forma de psicología intuyen como objetivo de tantas personas.

Una herramienta estratégica

De hecho, hemos llegado a un punto donde la diferencia entre el discurso de un profesor universitario y un conductor de radio o televisión ya no pueden diferenciarse. La psicología de nuestro tiempo no sólo promueve el individualismo, sino que se ha convertido en una herramienta estratégica para construir los problemas sociales como si fuesen problemas personales. No sólo se puede culpar a las personas de su propia infelicidad, sino que a su baja autoestima se le pueden atribuir una gran cantidad de problemas psicológicos. Puede tratarse de la anorexia, la bulimia o el consumo de alcohol y drogas. Para el caso es lo mismo, se llevan bien con la denominada baja autoestima.

Esos psicólogos que se preocupan por el bienestar, la salud mental y la felicidad como formas de realización personal: ¿no se darán cuenta de que el éxito del capitalismo depende, en buena medida, del combate al denominado estrés, la tristeza y la enfermedad, buscando reemplazarlos por la relajación, la felicidad y el bienestar? ¿Habrán extraviado el significado histórico y cultural de lo social en el pasado y por ello ahora tienen unas preocupaciones muy parecidas a las de los empresarios, los políticos neoliberales y los progresistas de izquierda? ¿En verdad serán tan cortos de miras que piensan que el bienestar social se logra a través del bienestar individual?

Los psicólogos del siglo XXI cambiaron las revueltas por las terapias y eso es triste y escalofriante a la vez. Cambiaron el enojo por la indignación. Y sólo van de una indignación a otra. Mientras se sigan autoproclamando salvamundos, seguiremos presenciando sus eventos como congresos, foros, coloquios, conversatorios, etc., que no llevan a ninguna parte en materia de solución de problemas sociales. Y, por cierto, menos aún con títulos tan horribles como los retos y desafíos de la psicología o el papel del psicólogo, eso sí, en el Siglo XXI.

La psicología del siglo XXI necesita ser más punk y menos pop. Más crítica con los discursos y las investigaciones institucionales y menos dócil con las modas académicas y culturales que se cocinan a fuego lento al interior de las universidades y se disfrazan de programas y proyectos de investigación alineados a las lógicas y necesidades empresariales alimentadas por el espíritu del capitalismo.

Related Articles

One Comment

  1. Me parece una reflexión hiperinteresante. Juan nos presenta el horror de la psicología que se receta como un mejoral, en tres días puede eliminar la depresión y la angustia de existir. Nos dice que la fábrica del capitalismo produce dispositivos que suenan melodiosamente repetitivos ¡Requiem del apocalipsis!

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Back to top button