Junio, 2025
El nombre de Pedro Valtierra es ya parte de la historia de México, y, también, parte fundamental de la historia de la fotografía y el periodismo en nuestro país. Fue fundador y jefe del Departamento de Fotografía de La Jornada; fue fundador y director editorial del semanario Mira, así como creador, director y fundador de la agencia y de la revista Cuartoscuro, además de ganador del Premio Nacional de Periodismo, del Premio Rey de España y de la Bienal de Fotografía del INBA. En este 2025, el fotógrafo, periodista y editor mexicano está doblemente de plácemes: por un lado celebra 70 años de vida, y, por el otro, cinco décadas de trayectoria. Y lo festeja a lo grande: con una exposición: Volver a la tierra del quetzal, vigente y abierta hasta el 13 julio en el Centro de la Imagen; y con un nuevo libro bajo el brazo: Sin miedo a la luz, editado por Cuartoscuro y el cual contiene más de 150 imágenes de su obra fotográfica. Víctor Roura ha conversado con él, con Pedro Valtierra, para sumarnos a la celebración.
Después de girar por las atmósferas periodísticas por medio siglo, ciclo que comenzó en abril de 1975, el connotado fotógrafo zacatecano Pedro Valtierra (Fresnillo, 1955) cumple 70 años de vida este 29 de junio. Hecho a base de sumo esfuerzo, el reconocido fotógrafo posee una peculiar, única, historia en los medios… ¡que se inicia en ¡Los Pinos!, sitio al que llegara como bolero para asear el calzado en torno de los que trabajaron en esta residencia presidencial para, de a poco, y por méritos propios, ascender hasta la cumbre fotográfica, de donde se ha empecinado en no bajar.
De esta doble conmemoración conversamos con Pedro Valtierra.
“No era fácil ser campesino y llegar a la Ciudad de México y sobrevivir”
—Cuenta la leyenda, que ha partido de una realidad, del adolescente que boleaba zapatos a la clase política para luego, a sus 20 años de edad, en 1975 (hace exactamente medio siglo), convertirse en un destacado fotógrafo social. Esa figura tiene nombre propio: Pedro Valtierra. ¿Qué nos dice este hombre, transcurridos 50 años de aquella historia, de esa leyenda?
—Entré de bolero en 1971 a la edad de 16 años… ¡Ya hace 54 años! Yo boleaba a los ayudantes del Estado Mayor del presidente Luis Echeverría a las 7 de la mañana y después me subía a la oficina de Comunicación Social en donde estaba la Sala de Prensa y allí boleaba a los reporteros, camarógrafos y fotógrafos que cubrían la fuente de Presidencia, eran quizás unas 50 personas. Luego iba al estacionamiento y allí boleaba más… El costo era de 1 peso, pero como les gustaba mi trabajo me daban propina.
“Eso sí: no boleaba a la clase política, y si alguna vez llegó a pasar por ahí algún secretario y quería una boleada, fue algo casual. Eran pocos los políticos a los que les di grasa.
“Creo que tuve suerte, además de un resultado de mucho trabajo y esfuerzo para ayudar a mantener a mi familia. ¡En total éramos once y muy tragones, y algunos a la fecha comen todavía mucho! De los nueve hermanos, habíamos llegado ocho de Zacatecas, pues mis padres no atendieron al llamado de pocos hijos para vivir mejor. Así que para darles de comer, requería de mucho esfuerzo.
“Antes de boleador había sido albañil, vendedor de ropa en el Mercado Cartagena, donde me di cuenta que la boleada era la mejor forma de ganarme la vida. En muchas ocasiones llegué a bolear a más de 100 personas al día, sobre todos los sábados y los domingos… y algo que he realizado en mi vida ha sido siempre ahorrar… si ganaba 100 pesos, a mi madre le daba 40, yo me gastaba 30 y metía en Banamex, que era entonces mi banco, 30 pesos.
“Anduve en muchos oficios donde aprendí a defenderme, porque no era fácil ser campesino y llegar a la Ciudad de México y sobrevivir”.

Con agencia fotográfica propia
—En qué momento de 1975 Pedro Valtierra se introduce, de lleno, en la fotografía periodística, en qué medio fue, por qué ocurrió el hecho?, ¿por qué la fotografía, tenías acaso, pese a las deterioradas condiciones económicas familiares, una cámara fotográfica… ya tenías estudios previos de la cámara fotográfica o el desarrollo fue autodidacta?
—Fui a buscar a Luis R. Amieva en El Sol y me aceptó de inmediato. Sí, me dijo, y empiezas mañana. Me presentó a Salvador González y Javier Vallejo que eran los jefes y al día siguiente llegué temprano y me dieron una orden, que era “Vida cotidiana”; era como prueba para ver la iniciativa de los fotógrafos. Yo no tenía cámara, así que un compañero, Héctor Mojica, me prestó una Nikon con una lente 50mm y me fui a la calle a caminar. Ese día hacía mucho calor y entonces me fui a buscar fuentes y lugares donde hubiera agua, de modo que llegué a Chapultepec y ahí en la fuente que está frente al Audiorama hice unas fotos de unos niños que se bañaban y jugaban. Creo que no se me acababa el rollo mirando mientras buscaba fotos. Y como casi todos los medios de esa época tenían, en sus páginas, imágenes de vida cotidiana, yo sabía lo que me pedían.
“Desde ese día me apasiona la vida cotidiana. Caminar por las calles sin rumbo fijo sólo buscando los detalles de la gente. Es apasionante la vida en la calle y lo que la gente hace. Muchos de los grandes fotógrafos tienen fotos precisamente con este tema.
“Ahora bien, ¿por qué la fotografía?
“Me gustaba la foto desde que vendía periódicos allá en Fresnillo, porque entre 1967 y 1969 éste fue mi oficio: vender El Heraldo de México y El Sol de Zacatecas , allí en mi tierra, y mientras vendía el periódico me daba mis tiempos para darle una hojeada (y ojeada) a ambos medios. Y lo que me apasionaba era ver las fotos. Recuerdo las fotos de 1968, las pocas que se publicaban en esos medios. Y recuerdo, eso sí muy bien, la revista ¿Por qué? que circulaba casi clandestinamente allí en Fresnillo, sobre todo con estudiantes. Mi jefe Víctor Dávila García, un personaje muy solidario y masón importante en Fresnillo, tenía como un círculo de estudios y reflexión por las tardes-noches allí en la Peluquería Hidalgo, a la cual iban varios jóvenes que hablaban de política; ellos alguna vez llevaron la revista ¿Por qué ?, que tenía muchas fotografías de los estudiantes. Yo tenía 13 años, pero me interesaba lo que decían. Por eso los escuchaba con atención. Lo cuento porque creo que la foto me empezó a gustar desde ahí. Son las primeras fotos que recuerdo.
“Regresando a tu pregunta: en efecto, no teníamos dinero, por eso empecé a trabajar desde los seis o siete años allá en el rancho cuidando ganado y chivas. Y llegamos al entonces Distrito Federal en 1969 y ya éramos, como te dije, ocho hermanos, Yo me vi obligado a trabajar, pues no había nada de dinero en la familia. Boleaba y fui albañil y muchas otras cosas más; trabajaba mucho y ganaba bien. Ayudaba a mi familia dándole casi todo para la alimentación de mis hermanos.
“Cuando decidí comprar una cámara fue un día en que un vecino nos falló con las fotos de los 15 años de Juanita, mi hermana. Pensé que a mí sí me hubieran salido bien las fotos. Eso me dio valor para comprar, en una tienda de fotos, por la calle José Martí, muy cerca del Cine Cartagena, que ya desapareció por cierto, una Instamatic muy barata y que no requería conocimiento mayor. Me puse entonces a tomar fotos a todos mis amigos y a toda mi familia, fotos que aún conservo.
“Soy autodidacta, por supuesto.
“Pero un día, cuando ya era bolero en Los Pinos, conocí el cuarto oscuro de los fotógrafos de Comunicación Social del presidente Luis Echeverría y me impresionó mucho. Me gustaba la foto, pero nunca había estado en un espacio así, de tal manera que me embrujó: desde ese momento ya no hubo nada importante para mí más que la fotografía. Y poco a poco me fui granjeando a la gente; por ejemplo, ayudando a preparar químicos a los laboratoristas y a limpiar el lugar.
“Así empecé, poco a poco. Fui aprendiendo todo. Y así entré a la fotografía a principios de 1971.
“Soy empírico, pero sé que la foto no es sólo la cámara, sino que cuentan la voluntad y la pasión que le pongas a la vida. Muchos años después, un amigo reportero, Víctor Roura, que dirigió Las Horas Extras , me invitó a coordinar un suplemento al que le puso El Cuarto Oscuro en 1986 y así nació Cuartoscuro, la agencia y la revista de fotografía que después de 39 años aquí siguen”.

De bolero al departamento de Comunicación Social
—Pero 1975 se marca en los anales de la historia como el comienzo de Pedro Valtierra en la fotografía profesional, aunque ya haya tomado gráficas anteriormente con una diminuta cámara.
—Las cosas sucedieron así: compré mi primera cámara Instamatic, para aficionados, en 1971, siendo bolero en Los Pinos, y con ella hice muchas fotos a mi familia y amigos en la colonia Pino Suárez en Tacubaya. De a poco fui aprendiendo y después me compré otras cámaras más profesionales, como una Miranda. Luego, ya me prestaban las cámaras y lentes los fotógrafos de Presidencia… en 1971, como ya señalé, aprendí también todo lo relacionado con el laboratorio de fotografía como preparar químicos: era yo un asistente de fotografía en mis ratos libres. Alrededor de 1972 entré de conserje a la misma oficina de Presidencia y dejé de bolear. Entonces comencé mis estudios en la Secundaria 17 para trabajadores, que está ubicada en Viaducto Miguel Alemán 37, al mismo tiempo que seguía aprendiendo en el cuarto oscuro. Contaba yo con 17 años de edad. Ya tenía la cámara Miranda, así que había avanzado en conocimientos, y un día de 1974 surgió una emergencia: el presidente Echeverría tenía una reunión urgente y los fotógrafos se habían ido a comer y no estaba nadie, y Mauro Jiménez Lazcano, quien era mi jefe, me dijo ponte un saco y trae tu cámara y bajamos a la reunión que tenía el presidente con campesinos y tomé las fotos desde los mismos ángulos que hacían los fotógrafos, y que yo ya conocía, porque les ayudaba a imprimir todos los días. Ya dominaba bien el laboratorio en esos tres años de aprendizaje. Revelé los rollos y rápidamente seleccioné dos fotos e hice 12 copias: una para cada periódico donde se mandaban en un boletín. Mauro Jiménez se sorprendió por la rapidez y la calidad de las fotos que yo había tomado… No me dijo nada, sólo se me quedó mirando en señal de aprobación.
“Seguí aprendiendo y el día 19 de abril de 1975, durante un acto del presidente Echeverría en la Magdalena Mixihuca, no estuvo ningún fotógrafo de Comunicación Social presente, pues habían llegado en la madrugada de una gira de 40 días, y Mauro Jiménez mandó por el equipo de un fotógrafo para entregármelo con la orden de que yo tomara las fotos de aquel acto presidencial. Así lo hice, y al día siguiente, el 20 de abril de 1975, después de que cuatro periódicos publicaron mis fotos en portada, cosa que era difícil, porque cada medio mandaba su propio fotógrafo a cubrir la orden, me convertí en fotógrafo profesional.
“(Por eso digo que cumplo 50 años de fotógrafo profesional y 53 de tomar fotos, porque tengo los negativos de ese año… el fotógrafo debe hablar con las fotos en la mano, si no no vale lo que se diga de su trabajo).
“Así fue mi inicio. Duré dos años como fotógrafo en Comunicación Social de Presidencia y, en marzo de 1977, fue cuando empecé en El Sol de México. El director era Benjamín Wong Castañeda y me dio la oportunidad Luis R. Amieva, quien era no sé si director de El Sol de la mañana (porque había un Sol de mediodía, también)”.

“No hice arte, hice periodismo”
—Los periódicos que se empecinaban en buscar la mejor fotografía de tal suceso o de una asombrosa cotidianeidad se han extinguido, ¿o eran ustedes los que exigían cada día ser mejores fotógrafos? Diarios como el unomásuno o La Jornada en sus inicios se preocupaban por destacar las imágenes. ¿No se suponía que el desarrollo de la tecnología iba a perfilar características visuales superiores? Hoy en día, Pedro, hay millares de “fotógrafos” en las redes sociales o publicando en cientos de sitios web. ¿Cómo aprecia estas vicisitudes culturales un fotógrafo como Pedro Valtierra, quien en este 2025 cumple medio siglo como fotógrafo profesional?
—Hoy en día, por la facilidad de hacer fotografía, al final todos somos fotógrafos, quizá no profesionales, pero tenemos siempre una cámara junto a nosotros para tomar todo lo que nos gusta (los teléfonos son cámaras que sirven también para hablar). La tecnología nos cambió en muchos sentidos para bien y en otros para mal. ¿Por qué para mal? Porque se van a perder todas las fotos que hacemos, pues no hay disciplina ni rigor para guardar las fotos y porque tomamos millas de fotos y no las guardamos. La humanidad ya no tendrá memoria y los que venimos de la otra época aún la conservamos. Siempre nos da tristeza que se pierda nuestra memoria… ¡y a eso nos llevará la tecnología! Además de no tener cuidado en hacer fotos (aunque no todos son así, pues hay personas o fotógrafos que sí ponen atención a sus encuadres)… Por eso siempre digo que los jóvenes no deben hacer tanto caso a las marcas sino a la creatividad de ver mejor, a trabajar por enriquecer nuestra mirada, ya sea leyendo, o mirando, o saliendo a la calle a ver solamente. No digo que los tiempos pasados fueron mejores, sólo que los jóvenes también deben empezar a ser responsables de su papel en sus tiempos y lo que han vivido. Hay que pensar en que los hijos también tienen derecho a ver cómo éramos nosotros.
“Ya no tenemos tiempo de ver tantas fotos, pero no todas las fotos son malas. Hay jóvenes, hombres y mujeres, que hacen buenas imágenes y que tienen disciplina. Yo, como fotógrafo y como ente social, asumo mi responsabilidad y mis obligaciones sociales en la época que me ha tocado vivir. Y como periodista también retraté la injusticia, porque pensaba que las fotos iban a cambiar al mundo y yo quería cambiar, quería ver un mundo mejor, una sociedad mejor. Y asumí ese compromiso en mis fotos, porque quería cambiar la conciencia respecto de los temas de mi país y de otras partes del mundo. No hice arte, hice periodismo. Y considero que la estética no está peleada; sólo digo que a aquellos que hacen fotos periodísticas, si desean cambiar un poco su realidad, no sé si les dé el tiempo, sobre todo con la prisa de los tiempos actuales”.

“El mejor antídoto contra el veneno de la envidia es el trabajo”
—¿Cómo fuiste recibido en el gremio, muy dado a la envidia y a la cortedad de vista?
—No, no fui bien recibido por el gremio en general. Aunque la mayor parte de los que vivimos en la Ciudad de México venimos de fuera, en el gremio hay una especie de rechazo. En algunos casos esta situación es muy evidente y clara, pero en otros no. Creo que si trabajas bien, produce envidia. Y yo soy un fotógrafo trabajador: hoy, a mis 70 años, trabajo casi de lunes a lunes hasta 10 y 12 horas al día.
“Así aprendí y quizá me quedé mal acostumbrado. Pero así soy.
“Y, volviendo a la envidia, sí la sentí de muchas formas en los inicios. En el periódico El Sol de México no la hubo tanto, porque creo que allí había mucha gente de fuera de la capital. Pero en el unomásuno sí la sentí mucho; y fuera de los periódicos, más. Cuando regresé de Nicaragua me llegaron a decir que yo no era mexicano sino que era guatemalteco y salvadoreño, aunque nunca hice caso a esos chismes. Y la parte oficial de los fotógrafos o, mejor dicho, los que viven del gobierno mediante las becas y que se han convertido en caciques financiados por el Estado, creo que nunca me quisieron, me taparon las puertas para muchas cosas, pero yo nunca me rendí sobre todo porque yo vivo de mi trabajo y me independicé muy pronto: a los 29 años fundé imagenlatina, y creamos La Jornada , tú entre ellos, y prácticamente desde ahí fui libre, porque después de los golpes que recibí fundé Cuartoscuro que ya va a cumplir 40 años. Pronto vamos a superar a los Hermanos Mayo en cuanto al tiempo de trabajo. Y la revista tiene 32 años, tiempo en el que ya hemos publicado a más de cinco mil fotógrafos.
“Así que, la envidia siempre nos ha perseguido, pero la ignoramos trabajando mucho.
“Yo creo que el mejor antídoto contra el veneno de la envidia es el trabajo. No miro atrás a las lisonjas ni las críticas; todo lo que tengo lo construí yo. Unas veces aprisa y otras haciendo pausa. Pero tengo buenos amigos, y maestros. Me enseñaron a enfrentar a los que me han dañado o quieren dañar. Quizá soy el fotógrafo mexicano que más exposiciones ha realizado, llevo más de 400 entre individuales y colectivas, en México y en otras partes del mundo, también he ganado muchos premios, pero eso no sirve de nada si uno pierde el piso o te olvidas de dónde vienes: yo soy un campesino de Fresnillo que aprendió a trabajar desde los cinco o seis años, y que vendía periódicos en Fresnillo a los 12 años para mantener una familia de ocho hermanos entonces y después nacieron tres más.
“Soy una persona que ha aprendido que la vida es dura. Nunca he dañado a nadie, ni sigue a los que se intrigan contra mí en el gremio. Soy un privilegiado porque la gente deja que la retrate y estoy agradecido con ella y con mis compañeros reporteros con los que he trabajado, porque creo que tuve buenos directores cuyos regaños y orientaciones me hicieron crecer. Soy un fotógrafo que quiere aún aprender a esta edad de la vida”.

“Lamentablemente, la técnica ahora nos controla”
—En definitiva las cosas hoy no son iguales al pasado, sin que una cosa sea mejor que la otra. Antes se convocaban reuniones para determinar cuál era la mejor fotografía para proyectarla en la portada de un medio de comunicación. Ya no se hace eso en los escasos periódicos de papel. Y cualquier foto, sin importar sus ángulos estéticos, adorna ahora un portal informativo porque es, se dice, apropiado.
—Sí. La dinámica para seleccionar era diferente, participaban más personas y se discutía. Los encargados de la edición conocían un poco más el oficio y había más información por lo menos en los casos de algunos medios, porque no en todos era igual. Hoy en día se decide de manera apresurada. Los tiempos han cambiado mucho y pienso que el oficio de reportero se va perdiendo tanto de los que escriben como de los que hacemos foto. Estamos llenos de fotos por todos lados y hasta en la sopa hay muchas fotos.
“Te doy un dato que me parece ilustra lo que es hoy la fotografía de prensa.
“Hace poco un fotógrafo de un periódico importante llevó su cámara, que tenía dos años de haberla comprada, a arreglar porque de pronto dejó de disparar. Un poco molesto llegó con el técnico y le dijo:
“—Mi cámara es nueva y ya no sirve, me han quedado muy mal.
“A la semana siguiente regresó por su cámara y el técnico le dijo:
“—A su cámara se le acabó la vida porque usted hizo muchas fotos y las cámaras tienen una cierta cantidad de imágenes y una vez que se acaba pues muere.
“Y le comentamos, para rematar:
“—Sólo el último día usted tomó cuatro mil fotos (cuatro mil fotos en un día) y es por eso que ya no sirve. Debe comprar otra.
“Antes a un fotógrafo de Cuartoscuro, por ejemplo, le dábamos un rollo de 36 exposiciones para tres órdenes de trabajo; unas cuantas fotos por tema, lo que lo obligaba a pensar la foto y a buscar un buen ángulo, pensaba y se esforzaba un poco, no disparaba tantas fotos.
“Le dedicabas tiempo a la orden de trabajo, pues.
“Hay periódicos en México que producen hasta 100 mil fotos al día. Los fotógrafos de algunos de estos medios no tienen control de sus disparos y toman fotos como si filmaran un video. Es una desproporción de las fotos que se hacen hoy día gracias a la técnica. Lo que yo digo y sugiero desde hace mucho tiempo es pensar la foto, y para eso también necesitas educación y enseñar a los fotógrafos de que la foto sigue siendo fotografía. Lamentablemente, la técnica nos controla.
“Para ser buen fotógrafo, se dice hoy, hay que tomar muchas fotos; pero no es así, sino hacer menos fotos pero pensarlas más”.
“Volvería a ser fotorreportero sin ninguna duda”
—Cincuenta años han pasado desde entonces, Pedro, ¿qué volverías a hacer periodísticamente y qué no?
—Sí volvería a ser fotorreportero sin ninguna duda. Y volvería a hacer todo, nunca hice nada con lo que no estuviera de acuerdo.
Ni un peso por las fotografías
Pedro Valtierra prefiere no hablar del tema, y acaso haga bien porque ya han transcurrido poco más de tres décadas, pero hay un libro de 23 fotógrafos de prensa (Adriana Abarca, Pamela Atkinson, Silvia Calatayud, Gustavo Camacho, Guillermo Castrejón, Christa Cowrie, Marco Antonio Cruz, Sergio Dorantes, Gustavo Durán, Arturo García Campos, Gerardo García, Héctor García, Luis Humberto González, Frida Hartz, Fabrizio León Díez, Víctor León Díez, José Antonio López Pantoja, Tomás Martínez, Elsa Medina, Omar Meneses, Aarón Sánchez Vega, Ángeles Torrejón y Pedro Valtierra, entre ellos, como se aprecia en la lista, toda la plantilla de los que conformaban el departamento fotográfico de La Jornada) intitulado Imagen inédita de un Presidente (Destellos, 1994), que exalta la figura de Carlos Salinas de Gortari, libro coordinado por Fabrizio León Díez —autor, por cierto, de una imagen donde se aprecia a Salinas como figura papal en una, efectivamente, inédita imagen sin duda doblemente laudatoria hacia el entonces mandatario, foto evidentemente espléndida en su intencionada lisonja— quien recibió de José Carreño Carlón (Los Mochis, Sinaloa, 1942) la respectiva compensación, o compensación, económica sin otorgarle, el reportero gráfico León Díez, un centavo no sé si a todos los participantes en dicho rozagante volumen, pero sé muy bien que, por lo menos, Pedro Valtierra no obtuvo un quinto por su intervención.
¿Se habrá enterado Carreño Carlón, muy cercano entonces de Salinas de Gortari, de esta felonía financiera?

Carreño Carlón había sido designado por el propio Salinas, de 1988 a 1992, director general de El Nacional (diario del PRI que dejó de publicarse el 30 de septiembre de 1998), si bien posteriormente, tres sexenios más tarde (casi 20 años después, aún vigente Carreño Carlón en los cuadros de la política priista), fuera director elegido, ya con Peña Nieto en la Presidencia, del Fondo de Cultura Económica de 2013 a 2018.
Perfilado en la cúpula priista, no sé si Carreño Carlón fue enterado de esta farsa editorial fotográfica o si sólo se responsabilizó —sin importarle el destino monetario de aquella feliz aventura bibliográfica— de producir el libro gracias a su cercanía con los reporteros gráficos de La Jornada, donde había ocupado —Carreño Carlón— el importante cargo administrativo de la dirección editorial.
No lo sé de cierto, aunque éstas son minucias corruptoras cuando se maneja dinero a lo grande.
Porque, a final de cuentas, ¿qué podía uno hacer delante de un libro con fotografías exaltadoras de la figura de Carlos Salinas de Gortari sino, nada más, entender lo que se estaba mirando?
En todo caso, dado que el único enriquecido de aquella cruzada editorial había sido el reportero gráfico Fabrizio León Díez, de La Jornada, cuya codicia personal la fuera exteriorizando con el paso de los años (al grado de cortar yo con él todo vínculo periodístico en los primeros años de la década de los noventa del siglo XX), ¿no tocaba, digo, a los fotógrafos engañados aclarar en su momento esta perfidia?
Quizás, a pesar de verse estafado y burlado por un colega suyo, Pedro Valtierra no deseó abrir frentes de guerra con el flamante coordinador de la ya referida obra exaltadora del salinato, pues dicho fotógrafo —Fabrizio León Díez— en aquel entonces ya ostentaba un modus operandi corruptor que había tejido al abrigo de tensas relaciones en las altas esferas del poder político mexicano.

Lo cierto es que, si fuera yo fotógrafo, no hubiera otorgado, jamás, mi autorización a ventilar una imagen mía de ese presidente aunque me hubieran prometido cientos de millas de pesos a cambio. Es como el olvido generalizado de la exaltación periodística de Carlos Payán a Salinas de Gortari durante la entrevista que el entonces director de La Jornada le hizo al político en la televisión nacional, hecho que parece estar enterrado en los anales de la prensa mexicana para ocultar la vileza del engaño ideológico.
A veces, en efecto, uno da por cierto un hecho que en apariencia no contiene complejidades teóricas, sobre todo cuando este hecho proviene de acuerdos soterrados, confabulaciones silenciosas, colaboraciones privadas, en las cuales no fue partícipe el profesional de la lente que en el mes de abril cumplió medio siglo de trayectoria periodística.
Ciertamente, no hablé yo con todos los fotógrafos que intervinieron en el libro Imagen inédita de un Presidente, porque mi malsano yerro fue no haber conversado con todos sino sólo con un puñado que me mostró su satisfacción por el resultado editorial.
Nadie me habló, en su momento, de la vil corruptela procedente del fotógrafo Fabrizio León, con quien me desvinculé por completo de toda asertividad periodística luego de haberme enterado de sus inmisericordes actos de corrupción.
(Además, si bien en la hoja legal de la Editorial Destellos se apunta que Fabrizio León Díez es el coordinador del libro, obviamente en ningún lado se advierte del engaño económico ni, tampoco, se vislumbra ningún apremio o chantaje para la obtención de las imágenes, cedidas con gentileza por sus autores sin saber del engaño oficioso que se estaba gestando a espaldas de los fotógrafos. ¡Vamos, si hasta un prólogo de Mauricio Ortiz consiguió el coordinador para el libro que no es otra cosa, el libro, sino un objeto laudatorio a la imagen presidencial de Salinas de Gortari! Con dinero o sin dinero por su intervención en el libro nadie, que yo sepa, fue coaccionado para lograr la meta consagratoria que finalmente obtuvo dicho volumen —Imagen de un presidente—, que acabara siendo, en suma, el objetivo primordial de la hechura editorial, conocimiento acaso sólo aprehendido por los productores del libro aprovechándose, con total ventaja suya, de la invaluable creatividad de los artistas de la lente sin que ellos supieran, en un inicio, de la trama maquinada).
Nota bene (1): Inaugurada el pasado 10 de abril, sigue abierta —y vigente hasta el próximo 13 de julio de este 2025— Volver a la tierra del quetzal, de Pedro Valtierra, en el Centro de la Imagen (Plaza de la Ciudadela 2, Balderas 137, Centro Histórico, Ciudad de México). La exposición documenta una parte del conflicto armado interno que se vivió en Guatemala a inicios de 1980. En estas fotografías, señala el comunicado de prensa, se ofrece una visión profunda de la vida, la nostalgia, el sufrimiento y la esperanza de las personas desplazadas en territorio mexicano, así como de la lucha de la guerrilla guatemalteca.
Nota bene (2): Sin miedo a la luz reúne cinco décadas de trabajo fotográfico de Pedro Valtierra. El libro contiene 164 imágenes distribuidas en 192 páginas, en un recorrido visual que abarca desde los inicios del fotógrafo en Fresnillo hasta sus coberturas en la Ciudad de México y la guerrilla en Guatemala. El libro incluye también poemas de Ricardo Yáñez y textos de Elmer Mendoza y Pedro Mellado. Está disponible para su venta en las oficinas de Cuartoscuro, ubicadas en Juan Escutia 55, Condesa (Ciudad de México). Teléfonos: 55 5211 2607 / 55 5211 2913.