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Hablemos del caníbal japonés

Mayo, 2025

En sociedades como la nuestra, donde todo tiende a convertirse en un espectáculo, incluso para ganar visibilidad, es fácil entender que lo macabro, lo siniestro, lo funesto, lo trágico y lo lúgubre se hayan convertido en formas de entretenimiento de masas, escribe Juan Soto en esta nueva entrega. Ahí está el caso de Sagawa, quien saltó de las ‘fantasías’ de canibalismo a la realidad y se convirtió, muy a su manera, en una celebridad.

Los amantes de los Rolling Stones deben recordar que, en 1983, en el álbum Undercover, se incluyó una canción titulada “Too much blood” (Demasiada sangre), escrita por M. Jagger y K. Richards. Aquí algunos párrafos:

A friend of mine was this Japanese
Who had a girlfriend in Paris
He, he had to date her for six months
And eventually she said yes

You know, he took her to his apartment
Cut off her head, put the rest of her body
In the refrigerator, ate her piece by piece
Put her in the refrigerator, put her in the freezer

And when he ate her he took her bonesTo the Bois de Boulogne
By chance, a taxi driver noticed him
Burying the bones, you don’t believe me?
Truth is stranger than fiction
We drive through there everyday

Esta inquietante canción está inspirada en Issei Sagawa quien, el 11 de junio de 1981, le disparó en la cabeza a Renée Hartevelt, una estudiante holandesa a quien conoció en París. La cortó en pedazos, tuvo sexo con su cuerpo y se comió ciertas partes durante las siguientes 48 horas. Estuvo un tiempo en prisión, pero al ser encontrado no apto para ser juzgado por locura, fue llevado al psiquiátrico Paul Guiraud. Gracias a las influencias de su adinerado padre, y a que se argumentó que supuestamente tenía encefalitis, fue transferido a un hospital en Tokio donde estuvo quince meses y después obtuvo la libertad.

Sagawa escribió un libro titulado In the fog (En la niebla) donde describe, entre otras cosas y de manera detallada, lo que hizo con el cuerpo de Renée después de muerta:

Hay un fuerte sonido, su cuerpo cae de la silla al piso. Parece como si me estuviera viendo. Veo sus mejillas, sus ojos, su nariz, su boca, la sangre sale de su cabeza. Trato de hablar con ella, pero no responde. Hay sangre por todo el piso. Trato de limpiarla, pero no puedo detener el fluido de su cabeza. Todo está muy callado. Existe sólo el silencio de la muerte.

Sagawa continúa:

Comienzo a quitarle la ropa. Finalmente está hecho. Su hermoso cuerpo blanco está delante de mí. He esperado tanto este día y ahora está aquí. Le toco el culo, es muy terso. Pienso dónde morder primero. Decidí morder su culo. Mi nariz está cubierta con su fría piel blanca. De pronto tengo un horrible dolor de cabeza. Tomo un cuchillo de la cocina y lo clavo profundamente en su piel.

Portada del libro In the fog, de Issei Sagawa.

Jûrô Kara, escritor japonés, mantuvo correspondencia con Sagawa cuando estaba recluido en París y publicó, en 1983, La carta de Sagawa, obra que fue galardonada con el Premio Akutagawa, una de las distinciones literarias más importantes en Japón. En una carta que Kara envió a Sagawa se puede leer: “Sé lo que es ser mirado por encima del hombro por ciertas mujeres extranjeras. Pero la única que puede conmoverle es la mujer blanca, hasta el punto de que para sus ojos sólo existe ella” y reflexiona sobre un aspecto que para muchos no deja de llamar la atención: “En realidad se trata de la ‘fantasía del blanco’ para los japoneses. De la búsqueda de la raíz de la atracción por la mujer extranjera, por la piel blanca, a través de las generaciones anteriores, desde los tiempos de Amakusa Shirô hasta la época en que Perry desembarcó en el Japón”, más o menos desde 1637 hasta 1853. Sí: cada cultura alberga sus propias fantasías. Y, al parecer, cada tiempo también.

El psicólogo J. C. Flügel propuso una extraña teoría de las zonas erógenas cambiantes, según la cual las partes del cuerpo femenino que se consideran excitantes se van descubriendo y alternando de forma sucesiva y ordenada. La característica elegida no necesita tener ninguna conexión natural con la sexualidad. Propuso que a los hombres de mediados de la época victoriana les entusiasmaban los hombros rellenitos, blancos y caídos; que a inicios de 1900 se producía una agitación tremenda por vislumbrar un tobillo bien torneado; que en los años treinta del siglo XX la espalda era un foco de atención erótica.

De acuerdo con esta extraña propuesta, los cambios en las modas anatómicas no sólo serían arbitrarias, sino que los cambios en ellas estarían propiciados por la excesiva familiaridad con ciertas partes del cuerpo y hasta del aburrimiento sobre otras partes del cuerpo ya conocidas. Sin embargo, uno no debe tomar demasiado en serio esta explicación.

De acuerdo con este insostenible discurso, el interés por el vientre redondeado en la época medieval podría haber estado asociado con los altos niveles de mortalidad; el gusto por las piernas femeninas, en las décadas de los veinte y los treinta del siglo XX, podría estar asociado al regocijo de la nueva movilidad de las mujeres que se habían liberado del corsé; la exposición de los senos en la década de los setenta del siglo XX bajo blusas traslúcidas podría estar asociada a un renovado interés por el amamantamiento; el uso de las transparencias podría estar asociado a la apertura sexual o a una sexualidad renovada. Y así sucesivamente. En el sugerente libro de El lenguaje de la moda, de la ganadora del Pulitzer de Ficción, Alison Stewart Lurie, se puede encontrar una interesante reflexión sobre la relación entre la moda y la anatomía.

No podemos saber con exactitud hasta dónde la denominada ‘fantasía del blanco’ llevó a Sagawa a comerse a Renée. Lo cierto es que Sagawa no ingirió todas las partes de su cuerpo. No comió sus vísceras, pero sí algunas de sus partes íntimas. Todo parece indicar, gracias a lo que hemos comentado, que nos movemos entre la atracción, el asco y la anatomía, sin olvidar la importancia del tiempo histórico y la geografía cultural. Algo que destacó Jean-Luc Hennig, periodista y escritor francés, en su Breve historia del culo, es que Sagawa comenzó a comérsela por el glúteo derecho. En el libro In the Fog puede leerse que sus partes íntimas fueron las que probó al último:

Finalmente corto sus partes íntimas. Cuando toco el vello del pubis, me percato de que tiene un mal olor. Muerdo su clítoris, pero no se desprende, sólo se estira. Lo pongo en la sartén y después en mi boca. Lo mastico cuidadosamente y lo trago. Es muy dulce.

Más adelante escribió:

Decido sacar su estómago. Cuando apuñalo bajo su ombligo, un poco de grasa aparece y después puedo ver su carne roja bajo la grasa. Rebano una parte de carne roja y la pongo en un plato. Después apuñalo el estómago. Los órganos internos aparecen. Hay grandes tubos largos enrollados y encuentro una bolsa gris al final de los tubos. Debe ser la vejiga. Aparece un fuerte olor tan pronto como la levanto. Introduzco mi mano en la cavidad de su cuerpo. Ahí hay otra bolsa. Debe ser su matriz. Si ella hubiera vivido, ella hubiera tenido un bebé en esta matriz. El pensamiento me deprime por un momento.

Fotograma del documental Caniba, de Véréna Paravel y Lucien Castaing-Taylor.

En Japón, Sagawa llegó a convertirse en una especie de celebridad macabra. Fue actor porno y vivió bajo una identidad falsa. Llegó a colaborar en un periódico. Apareció en televisión e incluso mostró en videos cómo había matado, cortado y comido a Renée. Sagawa dijo que un tío suyo, quien jugaba a ser un feroz caníbal, los ataba a él y a su hermano menor y los colocaba en una gran olla como para comérselos. Juego que le parecía muy extraño. Afirmó sentirse feo y que por tal motivo admiraba la belleza, en especial la de mujeres rubias, blancas y de ojos azules, como Renée, la típica joven occidental a su entender. Más bien: el estereotipo de belleza occidental propagado por los medios japoneses. Desde pequeño, dijo, tuvo impulsos caníbales.

El periodista Patrick Duval hizo un excelente trabajo entrevistando durante meses a Sagawa para tratar de comprender cómo saltó de las ‘fantasías’ de canibalismo a la realidad de comerse a una persona. Sagawa afirmó que la única forma de reivindicarse, y que le hubiera gustado que sucediera, habría sido ser comido por una mujer joven. El 24 de noviembre de 2022, a los 73 años, murió de neumonía y a su funeral sólo asistieron sus familiares. Sagawa dijo “el público me ha hecho el padrino del canibalismo y estoy contento, feliz con eso”.

En un mundo como el nuestro donde se le rinde tributo a los asesinos y a los criminales es fácil entender que la brutalidad de un caníbal despierte el morbo y la curiosidad. Es fácil entender que, en sociedades como la nuestra, donde todo tiende a convertirse en un espectáculo, incluso para ganar visibilidad, lo macabro, lo siniestro, lo funesto, lo trágico y lo lúgubre, se hayan convertido en formas de entretenimiento de masas.

¿No me cree? En YouTube aún puede verse el viejo documental del canal Odisea (Odisseia en Portugal), titulado El caníbal japonés. En Amazon pueden comprarse tanto In the Fog: A story of love and cannibalism como Manga Sagawa: Lautobiographie dessinée du “Japonais cannibale”. Por su parte, la editorial Anagrama publicó el libro de Jûrô Kara titulado La carta de Sagawa. En 2017 se estrenó un documental sobre Sagawa, titulado Caniba, dirigido y editado por Véréna Paravel y Lucien Castaing-Taylor; curiosamente, ganó varios premios. Entre ellos, el del jurado del festival de Venecia del año mencionado. Fue selección oficial del Toronto International Film Festival, así como del New York Film Festival.

Como atinadamente lo dijo el crítico de cine Roger Ebert, quien ya murió también: “Las víctimas rara vez cuentan sus historias”. En sociedades como las nuestras, que tienden a convertir todo en espectáculo, hasta los denominados caníbales devienen celebridades.

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