Abril, 2025
La conmoción por el fallecimiento del escritor Mario Vargas Llosa no puede hacernos olvidar su pensamiento ideológico. Como señala en este texto la escritora y traductora Guadalupe Flores Liera: “Soy de quienes creen que su obra está también fuera de sus libros: sus declaraciones polémicas calaban a veces más profundamente que sus novelas”.
Sólo pesar causaron las palabras de quien en otros tiempos fue uno de los referentes ideológicos de nuestra América. Teniendo como escenario el Museo de la Memoria y de la Tolerancia en la Ciudad de México, el escritor hispano-peruano Mario Vargas Llosa hizo un infamante despliegue de desmemoria e intolerancia.
Era noviembre de 2019.
(Transcribo ahora estas líneas que redacté, y que habían quedado encajonadas, pues soy de quienes creen que su obra está también fuera de sus libros: sus declaraciones polémicas calaban a veces más profundamente que sus novelas).
El silencio es oro
Sin ambages, al margen de su conferencia “El muro que tiraron las ideas”, pronunciada para recordar los treinta años de la caída del Muro de Berlín, el escritor peruano se autodefinió como el vocero por excelencia del sistema político y el modelo económico que mayor injusticia y desigualdad ha producido en el mundo.
Para Mario Vargas Llosa, todo lo que no sean los valores y las ideas de la clase tradicionalmente hegemónica es peligroso populismo que, en el caso concreto de nuestro país, amenaza con hacer retroceder a la sociedad a los tiempos en que gobernaba “la dictadura perfecta” con la cual, por otro lado, el conocido escritor comulgaba a la perfección, pues no rechazó los dineros que para comprar su complicidad y su conciencia recibió de manos del PRI a manos llenas.
Vargas Llosa demuestra desconocer lo que pasa en las calles. El capital al que sirve, sumisa pero no desinteresadamente, es para él el único autorizado a determinar el modelo social “adecuado” digno de respeto. La inequidad que trae de la mano el modelo que defiende no le afecta en nada.
La igualdad de oportunidades para todos es para Vargas Llosa una amenaza, como lo es asimismo un modelo social centrado en la pluralidad. El dictado de la mayoría lo llama “dictadura”, no así el sometimiento a los intereses de las élites económicas y sociales que sólo se sienten satisfechas cuando el pueblo está sojuzgado por la pasividad o por la fuerza.
Para Vargas Llosa la caída del Muro de Berlín significa el fin de una utopía, a la que se precia de haber abandonado —traicionado, mejor dicho— a tiempo. Pero se olvida de que el fracaso de esa utopía no significa la renuncia al ideal de un mundo donde prevalezca la igualdad de oportunidades para todos. Preocupado por la crisis de la izquierda a la que no pierde la oportunidad de flagelar, poco le preocupan al escritor las crisis del capitalismo y sus consecuencias desastrosas sobre la humanidad.

Vargas Llosa califica de regresión al gobierno de López Obrador que está tratando de sacar al país del atolladero al que lo condujeron los gobiernos neoliberales y conservaduristas anteriores, que busca desesperadamente una fórmula para liberar de la violencia a la sociedad castigada por un modelo económico que la condujo a esa involución que el escritor tanto dice temer pero que se niega a mirar de frente. “Me temo muchísimo —afirmó durante su conferencia— que el populismo que padece la ideología del actual presidente de México nos conduzca otra vez a la dictadura perfecta o imperfecta, pero al fin dictadura”. De las dictaduras que imponen en el mundo sus valedores o de los gobiernos legítimos que tumban no dijo ni media palabra.
Mientras Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura 2010, más se alejaba de las ideas primordiales que le atrajeron tantos lectores y más abandonaba el mundo de la utopía, del sueño de un mundo donde prevalezca la justicia y la igualdad de oportunidades, más perdían sus obras en rotundidad y verdad, honestidad y valor. Obras como Las travesuras de la niña mala sólo producen malestar por mediocres.
A sus ochenta años Vargas Llosa demuestra que nunca dejó de ser el cadete Varguitas del Colegio Militar Leoncio Prado de Lima, que escribía cartas, poemas y novelitas a cambio de pago, y que no dejó nunca de estar plegado a la disciplina que dicta que debe gobernar no el más justo sino el más fuerte y elige ser un perro más del Sistema que tanto decía odiar. El escritor peruano-español se decanta por una “democracia” sin libertades al servicio de las mayorías, en otras palabras: por el modelo Pinochet que hizo de Chile la avanzada de una nueva forma de explotación.
Si bien Mario Vargas Losa ha aprendido que la palabra es plata —en su caso literalmente hablando— todavía no ha aprendido que el silencio es oro.