Relatario: Edición Especial

Carroza fúnebre

Abril, 2025

Nadie dijo nada. Todos taciturnos; el mutismo o el autismo nos unía. Todos con rostros reflexivos. Nos dirigíamos hacia una continuidad desconocida. La tristeza invadió cuando comenzó a caer la lluvia; esa hermosa lluvia que mojaba nuestro móvil en el que en su interior sonaban los ecos del silencio…

Poco a poco vimos cómo la noche se metamorfoseaba y nos cubría con su manto de terciopelo sombrío. Lloramos sin gemir, nuestras lágrimas híbridas de melancolía parecían pétalos de lises grisallas; y las de odio, semejaban ser cenizas.

Las cicatrices del polvo aún no se borraban; permanecían en cada uno de nosotros… No era fácil de olvidar. Todavía estábamos entre las sensaciones y la materia. Nuestra apariencia era el de un vampiro anoréxico por falta de nutriente sanguíneo. Naturalmente, nuestras pieles ya destellaban un suave color púrpura.

Todos los que viajábamos juntos olíamos a parásitos malsanos. Pero no nos causaba admiración ni vómito. Estábamos paralizados, abúlicos, apaciguados y callados, sin ni siquiera crear vibraciones del resuello; sólo nos mirábamos, con esos ojos sin brillo, totalmente negros y dispersos en un tiempo atemporal. Aunque, quizá, si había transcurrido el tiempo, todos seguíamos como al principio: nadie decía nada; sin embargo, nuestros subconscientes etéreos sabían qué sucedía y a dónde íbamos. Un breve y delicado granizo empapaba esa estancia sin resonancia y sin ruido. A distancia visible los límites del cielo azul salpicado de liliales nubes malformadas terminaban, e iniciaba un espesor absolutamente ennegrecido. En el cual sobrevolaban ibiyaus con réspedes. Nuestras pestañas cansadas cayeron y ocultaron flemáticamente los órganos de la visión; al momento en que nuestros espíritus sin fin penetraban al Valle del Silencio Oscuro…

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