«Emilia Pérez»: un narcomusical con más aciertos que quejas
Febrero, 2025
El género cinematográfico del musical, al igual que los discos de vinilo, es una antigüedad que se resiste a desaparecer. El cineasta Jacques Audiard, quien desde Francia irrumpe con la cinta Emilia Pérez, es el responsable de mantener vigente el género. Y lo hace, escribe Alberto Lima en esta nueva entrega de ‘La Mirada Invisible’, con eficacia y soltura. Antes de que le quemen las patas y el Santo Oficio lo juzgue, apunta aquí, revisemos previamente las pruebas de inocencia, pues estamos ante un filme que nada tiene de racista ni xenófobo ni insultante hacia lo mexicano. Muy por el contrario.
Emilia Pérez, película de Jacques Audiard,
coproducción Francia-Bélgica-Estados Unidos-México,
con Zoe Saldaña, Karla Sofía Gascón, Selena Gómez,
Adriana Paz, Edgar Ramírez. (2024, 132 min).
El género cinematográfico del musical, al igual que los discos de vinilo, es una antigüedad que se resiste a desaparecer. Esto, por supuesto, se debe gracias al estreno ocasional de ciertas películas que se empeñan en revivirlo. Algunas han corrido con buena fortuna, tanto en el gusto del público como de la crítica, por ejemplo La La Land / Una historia de amor (Chazelle, 2016); otras han resultado fallidas como la deshilvanada Guasón 2: Folie à Deux (Phillips, 2024). Ahora, el responsable de continuar el revival es el cinerrealizador Jacques Audiard, quien desde Francia irrumpe con la cinta Emilia Pérez, repudiada en México, pero apreciada en el resto de mundo, principalmente tras haber obtenido el Premio del Jurado en el festival de Cannes 2024, así como el de mejor actriz en el mismo certamen, además de otros tantos reconocimientos en diversos festivales internacionales durante el año anterior y otros más en este 2025, sin contar aún los venideros, incluidos los premios Oscar a celebrarse en marzo próximo.
En un México bien actual, la eficiente abogada mexicodominicana Rita Nora Castro (Zoe Saldaña) batalla con la corrupta justicia mexicana cuando una noche es secuestrada por el narcotraficante Manitas del Monte (Karla Sofía Gascón), quien la contratará a la fuerza y a golpe de billetazos para que se encargue de conseguirle un médico y los tratamientos necesarios para cambiar de sexo lo antes posible, misión que la abogada cumplirá gracias al doctor israelí Wasserman (Mark Ivanir). Así, Manitas del Monte fingirá su muerte, encomendará a la abogada enviar a su esposa Jessi (Selena Gómez) y a sus hijos a Lausana, Suiza, y cuatro años después la abogada se encontrará en Londres con una mujer llamada Emilia Pérez (también Karla Sofía Gascón), que pronto le hará descubrir su identidad anterior. Ambas mujeres trabarán amistad, y de nuevo será la gestión de la abogada la responsable de repatriar a la familia del supuesto narco fallecido a la Ciudad de México, donde vivirán con la tía Emilia. Posteriormente, Emilia fundará la organización activista La Lucecita para colaborar en la búsqueda de desaparecidos forzados en México, contando nuevamente con la ayuda de la abogada, y durante dicha labor Emilia vivirá un renacimiento en lo amoroso con la joven Epifanía (Adriana Paz), aunque ello no evite que su pasado masculino pronto termine por llamarla a rendir cuentas.
![](https://sdemergencia.com/website/wp-content/uploads/2025/02/Emilia-Perez_Movie-Stills-_1-1024x683.jpeg)
Con robusto y bien ensamblado guión escrito por el propio director —en colaboración con Léa Mysius y Nicolas Livecci, y basado en el libreto de ópera Emilia Pérez adaptada libremente a partir de la novela aún inédita en castellano Écoute, del autor francés Boris Razon—, el décimo largometraje del parisino Jacques Audiard es un esplendido musical narrado con eficacia y visualmente apabullante, que nada tiene de racista ni xenófobo ni insultante hacia lo mexicano. Muy al contrario, gracias a una excelente y precisa fotografía de Paul Guilhaume, y dinamizada por una edición resoluta de Juliette Welfling, en el filme se abrillantan los contundentes y multigenéricos números musicales compuestos por Clément Ducol y con letras ciertamente bien escritas y cantadas por Camille —vocalista en su momento de la banda francesa Nouvelle Vague—, las cuales siempre aportan información al relato, lo enriquecen o bien lo solucionan, lo que da por resultado una cinta que se vale del modelo del musical para amortiguar a gran escala, y con plena solvencia, la dureza y crudeza de los temas escabrosos, dolorosos, delicados como el narcotráfico y la consecuente desaparición forzada de personas en México.
![](https://sdemergencia.com/website/wp-content/uploads/2025/02/Emilia-Perez_Movie-Stills-_2-1024x532.jpg)
Jorge Ibargüengoitia, en un artículo titulado “Examen de conciencia patriótica” —escrito en 1974 cuando colaboraba en el diario Excélsior y el cual puede consultarse en Instrucciones para vivir en México (Planeta, 1990)—, mencionaba que muchos de los mexicanos “son acomplejados, metiches, avorazados, desconsiderados e intolerantes. Ah, y muy habladores. A la mayor parte de estas características, que son responsables, en parte, de que estemos como estamos, yo no les veo compostura ni a corto ni a mediano plazo. El mexicano es acomplejado. Este rasgo no tiene nada de inexplicable. Raro sería que no lo fuera. (…) El mexicano, como todos los pueblos educados en una ética rigurosa, (…) está convencido de que el mundo está lleno de buenos y malos. Los buenos somos nosotros y los malos los demás. El siguiente paso del razonamiento consiste en suponer que todo lo que viene de fuera puede infectarnos, o, lo que es más serio en términos mexicanos, denigrarnos”.
La cita anterior demuestra que Ibargüengoitia sigue teniendo razón, de ahí se entiende la ridícula campaña de vituperio y denuesto orquestada por ciertos periodistas de espectáculos que, por lo general, carecen de bagaje cinematográfico y educación visual, y respaldados por las hordas ignorantes de vloggers e influencers que intelectualmente están peor que los primeros.
![](https://sdemergencia.com/website/wp-content/uploads/2025/02/Emilia-Perez_Movie-Stills-_6-1024x683.jpg)
Sin embargo, antes de que a Audiard le quemen las patas, el Santo Oficio lo juzgue y condene por invasor y sea fusilado en lo alto del Cerro de las Campanas, revisemos previamente las pruebas de inocencia: el léxico mexicanista —mande, chamacos, morra, no mames, tantito— nunca es usado fuera de lugar o con torpeza. Al contrario, más allá del acento de los actores y el acierto de usar el castellano como el idioma principal de la cinta, el sentido de los parlamentos y la lírica de las canciones siempre resultan adecuados. Y en la que quizá sea la secuencia musical más polémica, aquella donde los dolientes les cantan a las personas desaparecidas, ésta nunca es infamante porque no se puede tapar el sol con un dedo respecto a la horrenda realidad que padece actualmente México.
¿El desprecio hacia Emilia Pérez en México sería el mismo si ésta hubiese sido filmada por alguno de los tres alegres compadres (Iñárritu-Cuarón-Del Toro)? ¿Si la historia ocurriera en El Salvador o Colombia los mexicanos reaccionarían con la misma virulencia? ¿Por qué un actor español representa a Cantinflas en ese bodrio de Del Amo, filmado en 2014, y nadie en México se quejó? ¿Por qué no existe la misma animosidad en México hacia los corridos tumbados o las narcoseries? ¿Acaso las comedietas insulsas que se filman anualmente en el país no distorsionan también la realidad del mismo?
![](https://sdemergencia.com/website/wp-content/uploads/2025/02/Emilia-Perez_Movie-Stills-_5-1024x576.jpg)
A los afectos al linchamiento de Emilia Pérez —al igual que la imagen que aparece en un periódico de nota roja durante los primeros quince minutos de la cinta— les falta ver más bax, más barrio, ver más cine y, sobre todo, revisar la filmografía de Audiard, quien no es un guasón que tocó la flauta tipo Todd Phillips, sino es alguien que se ha interesado en el tratamiento de las interacciones multiculturales en su cine: en El latido de mi corazón (2005) es la pianista china monolingüe en París quien, a pesar de las enormes barreras culturales y lingüísticas, intenta ayudar a preparar la audición de un aceleradísimo agente de bienes raíces y aspirante a pianista profesional; en Un profeta (2009) es la tensa y violenta interacción entre árabes y corsos al interior de una prisión parisina; en Dheepan (2015) es esa familia falsa de refugiados tamiles que escapan de Sri Lanka, tras la guerra civil, para sobrevivir a la adaptación idiomática y la violencia en una brava comuna de Francia; en París, Distrito 13 (2021) es el triángulo amoroso y sexual entre una inmigrante china, una francesa y un joven de ascendencia africana. De ahí que el abordaje de un tema tan espinoso en Emilia Pérez sea tratado a partir del distanciamiento diáfano que brinda el género del musical, ostentando secuencias musicales excelsas, como aquella donde la hija le menciona a Emilia que su olor es el mismo del de su padre, o aquella climática durante el tiroteo en el desierto, porque gracias a las secuencias diegéticas de baile y canciones se evita cualquier atisbo de frivolidad y, por el contario, se aspira a elevarlo hacia un universo simbólico de trascendencia, de acuerdo a la procesión final donde la figura de cartón de Emilia Pérez perdurará cual recuerdo sonoro.