Agosto, 2024
Fue novelista, dramaturgo, ensayista, poeta y activista por los derechos civiles. Nació en Nueva York el 2 de agosto de 1924 y partió de esta tierra el 1 de diciembre de 1987, en Francia. Figura clave del siglo XX, James Baldwin rompió con el tabú de la raza y la homosexualidad en sus novelas, obras de teatro y ensayos, como en La próxima vez el fuego, Ve y dilo en la montaña, Otro país o El cuarto de Giovanni —considerado un clásico fundacional de la literatura queer. En el centenario de su nacimiento, la obra de Baldwin, poderosa y a veces profética, ha ido adquiriendo una renovada actualidad y está encontrando nuevos públicos en todo el mundo. Varios de sus trabajos, de hecho, están siendo reeditados en este 2024. Jordi Sabaté recuerda al escritor.
El 2 de agosto se cumplieron 100 años del nacimiento de James Arthur Baldwin, uno de los intelectuales más reivindicables del siglo XX. No sólo en Estados Unidos, su país de nacimiento, sino en todo el mundo, ya que la causa por la que luchó sigue hoy más actual que nunca: la igualdad de las personas racializadas, sobre todo a nivel social.
Para recuperar su figura y su pensamiento, la editorial Capitán Swing ha editado el ensayo La próxima vez el fuego, un trabajo autobiográfico aparecido en 1963, en pleno auge del Movimiento por los Derechos Civiles. Por su parte, las editoriales Sexto Piso y Trota Libros también homenajean al escritor y activista con la publicación de la novela El cuarto de Giovanni, en castellano y catalán respectivamente.
Aparecida en 1956, esta obra supuso un gran escándalo en su país como pionera en la visibilización de las dificultades de la homosexualidad en un ambiente de homofobia hegemónica. Baldwin, que hizo pública su homosexualidad, pudo sentir el rechazo tanto en sus propias filas —el movimiento por los derechos civiles— como entre las del establishment blanco.
“Como escritor, Baldwin tiene una gran amplitud temática”, explica Josep María Armengol, catedrático de Literatura Estadounidense y Estudios de Género en la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) y autor del libro Reescrituras de la masculinidad: Hombres y feminismo. “Sus grandes temas son el racismo contra personas negras y también le obsesiona la religión; de hecho él, al igual que su padre adoptivo, fue reverendo en Harlem, aunque por poco tiempo, y acabó declarándose ateo y acusando al cristianismo de ser un instrumento de sometimiento para las personas de color”.
Según el catedrático de la UCLM, otros temas fundamentales para Baldwin fueron la dicotomía entre Europa y Estados Unidos, y la homofobia. El racismo tenía una cara concreta, pero la homofobia era un asunto algo más espinoso, pues se daba tanto entre blancos como en su propia comunidad. “Entre los integrantes de la lucha por los derechos civiles no terminaba de sentirse cómodo, decía que era un movimiento sexista y heteropatriarcal, demasiado influido por la religión”.
Para Basha Changue, militante antirracista y afrofeminista, miembro de la Comunitat Negra Africana i Afrodescendent a Catalunya (CNAACAT), Baldwin “es un referente en los entornos de activismo antirracista, quizá incluso más como icono que como autor, porque, lamentablemente, no tener sus obras traducidas ha sido hasta ahora un obstáculo para la difusión de su maravilloso pensamiento”.
Aun así, Basha Changue no le considera explícitamente un pionero de la lucha por los derechos LGTBI+: “Gran parte de la fuerza de su voz reside en que su perspectiva como disidente homosexual está implícita en sus obras, en su cosmovisión, en su manera de ver y habitar el mundo, pero no propiamente en su militancia”.
Ve y dilo
Baldwin nació en 1924 en Harlem como hijo de madre soltera, afrodescendiente y gay. Esquivó un destino adverso abrazando la religión cristiana. Pero tras pasar unos años como pastor protestante, abandonará el cristianismo por considerarlo un instrumento del poder blanco para someter a los afroamericanos.
Será entonces cuando comience a leer y escribir con compulsión. En una entrevista en Paris Review llega a asegurar que las dos bibliotecas públicas de Harlem, donde descubre a Balzac y Dostoyevski, le salvaron. Finalmente, abandona Harlem y se muda al Greenwich Village. Es en esta etapa cuando conoce al también escritor afroamericano, ya consagrado, Richard Wright, quien le descubre el comunismo, “aunque Baldwin se desengañó pronto, tildándolo de otro credo más, otra religión”, puntualiza Armengol.
No obstante, Changue agrega que sí combatió el capitalismo desde otras perspectivas: “En un mundo capitalista, basado en la antinegritud como mecanismo de superexplotación a escala global, reivindicar y celebrar la existencia negra desde el orgullo y la no asimilación es posiblemente de los actos más revolucionariamente anticapitalistas que hay”.
En el plano intelectual, Wright es el primero en apreciar su gran talento literario y le apadrina para que pueda escribir su primera novela (Ve y dilo en la montaña) gracias a una beca. Con el dinero de la ayuda, en 1948, Baldwin decide marcharse a París, decisión que argumentará años más tarde en una entrevista al diario The Guardian: “Me marché de América porque quería ser un escritor, no un escritor negro”.
En Francia desarrollará la mayor parte de su carrera literaria, con novelas precursoras en tratar la homosexualidad y la bisexualidad como El cuarto de Giovanni y Otro país, así como en analizar el racismo en Estados Unidos, como es el caso de Notas de un hijo nativo. “El debate entre Francia y Estados Unidos está muy presente en casi toda su obra: Baldwin se siente profundamente americano, llega a decir que en París está más cerca culturalmente de cualquier blanco americano que de un francés, pero a la vez es consciente de que en su país su vida va a ser mucho más difícil que en Francia, aunque en Francia también hay racismo y homofobia”, explica el filólogo.
Finalmente, en 1957 regresa a Estados Unidos para participar en la lucha por los derechos de las personas racializadas. Permanecerá en el país hasta 1968, cuando el asesinato, en el intervalo de cinco años, de sus amigos Medgar Evers, Martin Luther King y Malcolm X le sume en una depresión. Decide entonces volver a Francia, donde pasará el resto de sus días en Saint Paul de Vence, un pintoresco pueblo de la Provenza. Baldwin murió en 1987 de cáncer de estómago a la edad de 63 años.
El fuego contra el racismo y la religión
“Baldwin fue un gran ensayista”, destaca Armengol, “un intelectual brillante en todos los campos de la escritura”. También es poeta, “un novelista notable y un gran dramaturgo”, aunque tenga una sola obra, Blues for Charly, centrada en el racismo en el sur de Estados Unidos.
Respecto a La próxima vez el fuego, escrita y publicada en pleno auge de la lucha por los derechos civiles de las personas racializadas, el catedrático destaca que “ocupa dos de los grandes temas del universo literario de Baldwin: el racismo y la religión, pero siempre vista como una decepción, una especie de asimilación con su padre adoptivo, un predicador con el que nunca se llevó bien”.
Se trata de una reflexión desnuda e implacable sobre lo que supone despertar a la vida como adolescente en Harlem. De hecho, el ensayo principal va precedido de una conmovedora carta de Baldwin a su sobrino: Tembló mi celda. Carta a mi sobrino en el centésimo aniversario de la emancipación. En la misma, el escritor y activista cuenta a su joven familiar, que está a punto de entrar en la edad adulta, los efectos perversos que el racismo blanco tiene sobre las personas negras y le advierte: “Lo único que puede destruirte es que creas a pies juntillas los insultos racistas de los blancos. Este es tu hogar, no dejes que te destierren”.
Precisamente estas palabras sirven de explicación de la segunda parte del libro, titulado A los pies de la cruz. Carta desde una región de mi mente, donde Baldwin cuenta con desgarro cómo la falta de expectativas y la baja autoestima inculcada por el poder blanco sume a los jóvenes de Harlem en la desesperación. El mismo escritor siente este dolor y lo expresa de esta forma: “Yo, desde luego no encontraba ninguna razón de peso para no entregarme a la delincuencia, pero esa falta no hay que imputársela a mis pobres padres, temerosos de Dios, sino a la sociedad”.
La religión lo salva durante algún tiempo de la cárcel y las adicciones, pero termina por proclamarse ateo. Finamente, el ensayo relata una cita en casa del predicador Elijah Muhammad, líder del grupo Nación del Islam. Baldwin describe la reunión y asegura que se siente lejos del odio que los miembros de Nación del Islam profesan a lo blancos, a quienes tildan de demonios.
“Él siempre tuvo amigos blancos”, apostilla Armengol, “entre otros, Truman Capote”. El experto también apunta que “aunque Baldwin nunca fue partidario de la asimilación de la gente negra en la cultura blanca, lo cual veía como una pérdida de identidad, tampoco apoyaba el rechazo a los blancos, sino que creía en la colaboración entre razas para superar el racismo”.
De hecho, Baldwin asegura en La próxima vez el fuego: “Si nosotros, a quienes no se nos puede considerar una nación blanca, nos empeñamos en pensar que lo somos, nos condenamos, junto a las naciones blancas de verdad, a la esterilidad y la decadencia, pero si nos aceptáramos tal y como somos podríamos insuflar nueva vida a los logros occidentales y transformarlos”.
Un hito LGTBI+ del siglo XX
La otra obra reeditada es El cuarto de Giovani, una novela aparecida en 1956 y considerada un hito en la literatura LGTBI+ del siglo XX, junto a Maurice de E. M. Forster. “Aunque es una novela de temática homosexual, ha destacado más porque se ha dicho que es la única novela 100 % blanca de Baldwin”, explica Armengol. Por su parte, Changue opina que, en Giovanni’s Room, Baldwin “habla de su vida porque creía firmemente en que nuestras existencias negras deben ser contadas y celebradas en toda su diversidad, pero no porque él quisiera explícitamente hacer un alegato progay”.
La novela, que relata una relación homosexual en París entre David, un norteamericano blanco bisexual, y un camarero del sur de Italia llamado Giovanni, es en palabras del catedrático, “la lucha entre la tendencia de David a sentirse atraído por Giovanni y una profunda homofobia que tiene interiorizada y que le atormenta; al final David, que tiene una novia, opta por ella y abandona a Giovanni”. Armengol añade: “Es una obra que ya habla sobre masculinidades tóxicas y hegemónicas sin nombrarlas por esos términos, lógicamente”, por lo que considera a Baldwin un precursor de los movimientos actuales de denuncia del machismo.
Armengol finamente subraya que fue “una obra muy polémica en su tiempo” porque aludía a la homosexualidad en plena era de ‘caza de brujas’ del senador Joseph McCarthy, “que perseguía tanto a comunistas como a homosexuales; de hecho decía que en realidad los comunistas eran homosexuales reprimidos”. A Baldwin, que había obtenido un gran éxito con sus dos escritos anteriores, le costó encontrar una editorial hasta que finalmente el editor Alfred Knopf se atrevió a publicarla.
El cuarto de Giovanni generó un gran escándalo en Estados Unidos tanto entre los afroamericanos como entre los blancos. “Los primeros, porque rechazaban que hubiera abandonado el tema racial y los segundos, porque no veían con buenos ojos que una persona negra escribiera sobre homosexuales blancos”, explica el filólogo, que añade: “Hay quien dijo que era el final de su carrera”.
Pero James Baldwin siguió escribiendo hasta su muerte, y lo hizo acompañado del éxito de público y crítica. Armengol destaca como literatura selecta, además de la citada novela, Notas de un hijo nativo, una selección de ensayos y relatos centrados en el racismo, y otra gran novela LGTBI+: Otro país, donde se describe la vida de una comunidad neoyorkina de personas mixtas de raza y de orientación sexual, que tienen relaciones entre ellas sin definir necesariamente patrones de género.
Para el filólogo y experto en masculinidades contemporáneas “se trata de una novela muy urbana y también muy pionera de los posicionamientos queer, lo que la hace muy válida en estos tiempos”. Una opinión que corrobora Changue: “Baldwin es una guía inspiradora para las comunidades queer negras y marrones”.
[Texto publicado originalmente en elDiario.es; reproducida bajo la licencia Creative Commons — CC BY-NC 4.0.]
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La lucha de James Baldwin por los derechos civiles
Peter Bradshaw
I Am Not Your Negro (2016), el notable documental de Raoul Peck, que fue candidato al Oscar, se centra en el activista y escritor James Baldwin, autor de Go Tell It on the Mountain y The Fire Next Time. Peck escenifica Remember This House, manuscrito inacabado de Baldwin y su memoria personal de Malcolm X, Martin Luther King Jr y Medgar Evers, activista de derechos civiles asesinado por un segregacionista en 1963. Baldwin resurge como un orador e intelectual público demoledoramente elocuente, una figura que merece un lugar propio junto a Edward Said, Frantz Fanon o Gore Vidal.
Peck coloca la acerada narración de las palabras de Baldwin a cargo de Samuel L. Jackson contra un incisivo montaje de filmaciones de las épocas que van de Jim Crow a Ferguson, y una feroz banda sonora (a propósito, se utiliza estupendamente “Damn right I’ve got the blues”, de Buddy Guy, que nunca había sonado tan airada o tan política). Hay una maravillosa filmación de Baldwin hablando en la Cambridge Union Society y otra del “show” de Dick Cavett, con un anfitrión que parece estar de los nervios, quizá porque estaba a punto de hacer aparecer a un intelectual conservador, buscando un equilibrio, a quien Baldwin haría educadamente trizas.
Baldwin lleva a cabo un persuasivo análisis de la traumatizada “fase de espejo” de la cultura por la que pasó la gente negra en la Norteamérica del siglo XX. De niños, aclamaban y se identificaban con los héroes y heroínas blancas de la cultura de Hollywood; luego se miraban al espejo y se daban cuenta de que eran distintos de las estrellas blancas y se parecían más, de hecho, a los malos y los “indios” a los que habían abucheado.
La película muestra cómo Baldwin se negó a dejarse enredar en las diferencias de opinión sobre violencia/no violencia entre King y Malcolm X que aprovechaban los comentaristas convencionales, y mantuvo constantemente una crítica propia, aunque tengo la impresión de que la yuxtaposición que hace Peck del tonteo y tarareo melódicos de Doris Day con una víctima de linchamiento es un floreo que se aproxima a la cólera de Baldwin, pero no a su elegancia. Hay una parte sobre la discusión de Baldwin de la dramaturga Lorraine Hansberry, autora de A Raisin in the Sun. Es un cine fresco y nutritivo. (Texto publicado en inglés. / Fuente: The Guardian; retomado por Sin Permiso.)
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