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Los momentos revolucionarios surgen siempre cuando más crudas se ponen las cosas: Mark Bray

El historiador estadounidense, uno de los organizadores de Occupy Wall Street y autor del ensayo «Antifa», analiza la actualidad política en torno al posible retorno de Donald Trump a la Casa Blanca

Julio, 2024

Mark Bray suele deja en claro a su interlocutor que es un activista, además de historiador. Y sí: por ejemplo, él fue uno de los organizadores del movimiento Occupy Wall Street que tuvo lugar en Nueva York en 2011. Investigador en materia de derechos humanos y política radical, actualmente se dedica a la docencia, también a escribir libros. Con las elecciones presidenciales en Estados Unidos a unos meses, en la siguiente conversación, con Miguel Ángel Fernández, Mark analiza la actualidad política en torno al posible retorno de Donald Trump a la Casa Blanca.

Mark Bray es historiador, investigador en materia de derechos humanos y política radical. Fue organizador de Occupy Wall Street y actualmente se dedica a la docencia. Tiene dos libros publicados en castellano: La traducción de la anarquía (Volapük Ediciones), en el que expone las prácticas del movimiento Occupy, y especialmente, Antifa (Capitan Swing), un detallado estudio de la historia del antifascismo y la filosofía política que lo arropa. En un momento en el que Donald Trump hablaba de ilegalizar el supuesto movimiento, el libro se convirtió en todo un superventas, sobrepasando los estrechos márgenes del espacio de la izquierda alternativa. Hace unos días ha vuelto a Estados Unidos tras una estancia en España y con él hablamos de la actualidad norteamericana.

—Antes de meternos en faena, ¿qué tal tu estancia por España?

—He estado algo más de un año en Madrid, investigando para un libro. La verdad es que lo he pasado de maravilla. Hace 10 años estuve también una temporada en España junto a mi pareja, investigando sobre el anarquismo de principios del siglo XX. De ahí salió un libro que, por cierto, se ha publicado recientemente en inglés. Ahora tenemos dos niños pequeños, así que la experiencia ha sido bastante diferente de cuando teníamos una vida nocturna más activa [Risas].

El historiador norteamericano Mark Bray. / Foto: Eli Barakian

—¿Viste el debate entre Trump y Biden? Parece que el Partido Demócrata ha entrado en pánico tras la exposición en directo del deteriorado estado de salud del presidente. No acabo de entender cómo se puede haber llegado hasta aquí estando respaldado por una maquinaria electoral tan potente como la norteamericana. ¿Crees que todavía hay posibilidad de un recambio de candidato? El equipo de campaña y el propio Biden han descartado aparentemente esa posibilidad.

—Sí, vi la mayor parte del debate y no hay duda de que el Partido Demócrata está en modo crisis. La reciente portada de la revista Time es muy descriptiva del momento: una imagen del presidente alejándose con sólo una palabra acompañándole: “Pánico”. Y el partido tiene razones de peso para haber entrado en pánico. En el debate, Biden hizo esfuerzos por sonar vagamente coherente mientras confiaba en la imagen que podía ofrecer un Trump bravucón, pero, desde mi punto de vista, Trump se encuentra ahora mismo sin oposición. Una encuesta reciente señalaba que más del 70 % de los votantes no cree que Biden tenga las capacidades cognitivas necesarias para ser presidente. Otras encuestas lo muestran perdiendo en estados tradicionalmente demócratas. Creo que está acabado y no hay vuelta atrás. Si se hubiera limitado a cumplir su mandato y hubiera pasado luego el testigo, habría sido recordado como el tipo que derrotó a Trump. Ahora será recordado como un anciano frágil e incoherente, demasiado arrogante para dejar la corona e incapaz de pronunciar una frase completa en el debate presidencial. Ojo, también será recordado por muchos otros como “Genocide Joe”, debido a su apoyo activo al genocidio en Gaza, pero eso no tiene nada que ver con cuestiones de salud.

“¿Y cómo hemos llegado a este extremo? Pues parte de la historia tiene que ver con los inquebrantables esfuerzos del establishment centrista del Partido Demócrata por desarmar los desafíos progresistas de líderes socialdemócratas como Bernie Sanders y Alexandria Ocasio; pero fundamentalmente, y desde fuera, me recuerda un poco a esos regímenes autoritarios, en los que todos los burócratas que rodean al dictador saben que el ‘gran líder’ está perdiendo el control, pero tienen demasiado miedo de ser el primero que lo exponga abiertamente y haga algo al respecto. Existe la posibilidad de que pueda ser reemplazado en la convención demócrata, aunque en este momento no está claro que exista voluntad política para hacerlo. Aun así, el nuevo candidato llegaría a la carrera presidencial en una posición ciertamente débil”.

—La última vez que hablamos, en 2020, la actualidad estadounidense se encontraba sacudida desde diferentes frentes: auge de la extrema derecha, revueltas en las calles, Trump pidiendo la participación del ejército y refugiándose en el sótano de la Casa Blanca en aquella situación un tanto surrealista, el movimiento Black Lives Matter… Aunque la sociedad norteamericana se mantiene todavía muy polarizada, toda esa agitación parece haberse calmado durante el mandato de Biden. ¿Crees que puede repetirse de salir Trump elegido?

—Sí, ahora mismo Trump tiene todas las papeletas para ganar la elección presidencial. Y seguro que intentará cumplir muchas de las promesas que, tanto él como sus aliados, han ido desgranando, como la de ejercer un mayor autoritarismo en su segundo mandato. Dijo, por ejemplo, que “perseguiría” a sus oponentes políticos; también que sería un “dictador por un día”, aunque eso era sólo una broma ¿verdad? [Risas] Y que deportaría a todas las personas indocumentadas en Estados Unidos (estamos hablando de millones). Bueno, debo señalar también que las cifras de deportaciones bajo Biden han sido muy similares a las de la primera administración Trump.

“En fin, de ser así, esto catalizaría la resistencia, aunque probablemente no de los liberales (en el contexto estadounidense, por liberales me refiero a demócratas centristas y de centroizquierda) que, si bien se autodenominaron ‘La Resistencia’ cuando Trump fue elegido por primera vez, el repertorio de herramientas que tenían entre manos no mostraba nada más allá del voto y algún que otro discurso sarcástico. ¿Estaba la gente rebelándose en las calles cuando se anuló Roe vs. Wade [la decisión de la Corte Suprema que legalizó el aborto]? No. Incluso ahora, con Biden claramente acabado, muchos liberales se aferran a la mitología de que señalar las mentiras y debilidades de Trump será su perdición. ¿Pero no hemos visto ya esta misma película otras veces? Por favor, si ya sabemos cómo termina. Espero al menos que desde la izquierda radical, que con suerte se expandirá, se organice una resistencia sustancial. Y espero también que sea lo suficientemente fuerte para evitar una catástrofe”.

—¿Cómo ves la política exterior en caso de recambio presidencial? ¿Puede haber algún cambio significativo? Desde luego, no parece que vaya a ser el caso en cuanto al apoyo a Israel o la presión del Complejo Militar Industrial para seguir manteniendo aventuras bélicas en diferentes puntos calientes del planeta.

—Efectivamente no parece que existan razones para creer que vaya a haber una diferencia significativa en términos de política exterior estadounidense con Israel. Si bien es cierto que Biden ha retenido momentáneamente algunos envíos de armas y ha pedido el alto el fuego temporal, nada de esto parece sincero. Por el contrario, ha estado tratando de sortear el descontento generalizado de la base juvenil del partido. Y a la vista de los resultados, no parece que haya sido muy efectivo. Sí, Biden tiene mucho de qué preocuparse con Trump, pero también ha estado perdiendo terreno entre los votantes jóvenes y los más izquierdistas. Dicho esto, con Trump siempre existe la posibilidad de que haga algo repentino e inesperado de implicaciones apocalípticas.

—Claro, no parece que la dinámica electoral de los dos grandes partidos atraiga demasiado a las nuevas generaciones, especialmente a las más jóvenes.

—Así es. Y es algo evidente con la masiva expansión de las acampadas universitarias. Y es, además, particularmente evidente entre los jóvenes judíos. Yo también soy judío y he sido antisionista desde hace décadas, pero cuando estábamos organizándonos por Palestina hace 20 años existía muy poco apoyo fuera de nuestros círculos militantes. Ojo, no quiero que se me malinterprete: Estados Unidos sigue siendo un país muy sionista y el discurso dominante rechaza absolutamente cualquier consideración sobre la penosa situación de los palestinos, pero entre las bases, y especialmente entre los jóvenes, la situación ha cambiado enormemente.

“Una parte de la juventud se sintió muy comprometida con Bernie Sanders y otras campañas progresistas, pero el sistema bipartidista ha demostrado que no hay espacio para que esta energía política se canalice hacia un tercer partido, al menos de una manera que marque una diferencia significativa. En fin, es difícil forjar una política consistente desde abajo y al margen de la lógica de las urnas, pero soy optimista y espero que avancemos en esa dirección en los próximos años”.

—Lo cierto es que más allá de la situación política y de las dinámicas electorales, se mantiene la vitalidad del asociacionismo radical, a veces bajo el radar, otras de manera pública. Lo hemos visto con los diferentes Occupy, el movimiento antifa, luego Black Lives Matter… y ahora las acampadas propalestinas.

—Sí. Aunque hubo rumores de cambio en 2009 y 2010, fue el movimiento Occupy de 2011, inspirado en gran medida por el 15-M, el que devolvió la protesta al léxico político estadounidense. Y no habría habido campamentos por Gaza sin el precedente del Occupy. Así que, como hemos mencionado antes, probablemente seamos testigos de una confrontación importante entre una generación joven, relativamente politizada como no se había visto desde finales de los años sesenta, y un aspirante a dictador respaldado por una base fascista evangélica que se ha sentido cada vez más envalentonada, incluso asesinando izquierdistas.

“Y como ha ocurrido en ocasiones anteriores, el centro político y el centroizquierda no cuentan con un marco de referencia para desafiar el ascenso de la extrema derecha o incluso para comprender lo que está sucediendo. Continuarán creyendo en la narrativa perezosa de que los ‘extremos se tocan’ y anclados en un falso sentido de ‘objetividad’. Cuando Trump gane, agitarán los puños ante la televisión y se retirarán a su pomposa burbuja de superioridad moral.

“Pero hay demasiadas personas que se juegan mucho: las comunidades negra y nativa, los colectivos queer y trans, la clase trabajadora… Nos jugamos también los derechos reproductivos, los ataques al medio ambiente, la deportación de inmigrantes, etc. Muchas cosas como para permanecer pasivos mientras la acometida trumpista cobra fuerza. Así que estemos atentos”.

—Ya que lo mencionas, uno de los movimientos que parecen haber revivido estos últimos años es el sindical, con experiencias novedosas en Starbucks o Amazon, reactivación de sindicatos como los de guionistas o actores, que han protagonizado huelgas de meses en Hollywood, la movilización masiva en el sector de la automoción…

—Así es, el movimiento sindical ha recuperado una vitalidad que no se había visto desde, quizá, los años treinta. Creo que parte del desafío de los próximos años será que el poder del movimiento sindical se haga sentir más en las luchas “políticas” de resistencia a la extrema derecha. Un movimiento obrero antifascista podría tener el poder de aunar varias luchas. Parte del problema es que los grandes sindicatos están dirigidos por jerarquías a menudo más interesadas en objetivos particulares y en apoyar a los políticos demócratas que en luchar por un cambio real, por lo que dichas iniciativas tendrán que surgir, como siempre, de abajo hacia arriba.

—¿Queda algo de aquellas experiencias alternativas y autogestionarias que surgieron tras la pandemia y de las que hablábamos en 2020?

—Todavía quedan redes de apoyo mutuo y grupos locales con proyectos similares, pero con el “regreso a la normalidad” después de la extensión de la vacunación, este tipo de iniciativas han dejado de expandirse al ritmo que antes. Sin embargo, es importante que las prácticas autogestionarias sigan manteniéndose y abarcando a la mayor cantidad de personas posible, de modo que cuando lleguen las crisis de las próximas décadas, tengamos un camino recorrido y contemos con una base de experiencias con las que apoyarnos unos a otros.

“En fin, el futuro inmediato no parece precisamente prometedor en Estados Unidos: todo apunta a que va a ganar Trump, pero por muy malo que ya nos parezca el autoritarismo estatal y del capital, las cosas todavía pueden empeorar más. Supongo que el rayo de esperanza que nos queda es pensar que los momentos revolucionarios surgen siempre cuando más crudas se ponen las cosas”.

[Entrevista publicada originalmente en La Marea; es reproducida bajo la licencia Creative Commons — CC BY-SA 3.0]

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