Abril 2024
Al momento de su muerte, ocurrida el 9 de septiembre de 2021 a los 97 años de edad, todavía seguía en activo, trabajando. Y no era raro: “Después de Dios, está la música”, solía decir. Y sí: para Fortino Contreras González, alias Tino Contreras, la música lo era todo. Compositor, pianista, trompetista, vocalista y un destacado baterista —pero, sobre todo, precursor del movimiento del jazz en México—, en este 2024 se cumple su centenario. En este sentido, diversas actividades están programadas para celebrarlo. Precisamente el pasado 3 de abril —justo en el día de su nacimiento—, en la Fonoteca Nacional se realizó un homenaje encabezado por el pianista y promotor de jazz Alberto Zuckermann y el pianista Jaime Reyes. Las actividades conmemorativas continúan el viernes 5 de abril, a partir de las 22:00 horas, en Jazzatlán Capital (Guanajuato 239, Roma Norte), con el concierto “Homenaje: centenario Tino Contreras” a cargo de la banda original de don Tino, misma que se presentará, para concluir las actividades celebratorias, el domingo 7 de abril en el Museo José Luis Cuevas (Academia 13, Centro Histórico), a las 13:30 horas, con el concierto “100 Años Tino Contreras”. En el siguiente texto, el periodista y cronista musical Víctor Roura recuerda al jazzista mexicano.
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Nacido en Chihuahua el 3 de abril de 1924 y fallecido en 2021, a la edad de 97 años, Fortino Contreras (Tino Contreras) fue no sólo un baterista excepcional sino, sobre todo, el precursor del jazz en México con casi sesenta discos en su haber desde 1953 (¡su segundo álbum fue triple, una proeza jamás igualada!) teniendo grabaciones realizadas en Francia, España, Estados Unidos, Argentina e Inglaterra, aparte de su país México donde la Secretaría de Cultura le grabara una sesión poco antes del arribo del obradorismo. Su último álbum, póstumo, fue editado en 2023 con las sesiones que Tino Contreras había dejado archivadas.
La siguiente conversación con el laureado músico la sostuvimos a mediados de la década de los ochenta.
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Una de dos. O largarse del país o ser un solitario en el camino. Así decía Tino Contreras. Porque los músicos no son valorados. Y mucho menos en el jazz, acotaba. Por diversos motivos. Incluso, uno de ellos podría ser la desunión entre los mismos instrumentistas.
—Sucede que cada jazzista se considera un genio —aclaraba Contreras—. Y eso le da derecho a disentir de los demás y a negarlos.
Los músicos vistos como islas.
—Andan muy carentes de cultura. Escasamente uno terminó la primaria.
Así, ¿qué podía hacer un pobre músico de jazz para la cultura artística si con trabajos tenía que pagar casa y comida?, se preguntaba Tino. Y se respondía que no había de otra. O largarse del país o ser un solitario en el camino.
—Como yo —decía—. A mí me han dejado el paquete del jazz en México por un cuarto de siglo.
Con frecuencia, Tino Contreras tenía que desaparecer del medio.
—Es lamentable, pero lo tengo que hacer. Porque mis deudas me exceden. No tengo ni para pagar rentas. Y no puedo tocar en ninguna parte. Las puertas están cerradas. Soy perseguido como un delincuente. No he tenido oportunidades. Por eso me tengo que ir.
3
Como se fue varias veces a rodar por el mundo. A otros países. Vivió en Grecia, en Turquía, en Italia, en Suecia, en Alemania. Y en esos lugares sí lo escuchaban, según afirmaba, prueba de ello son las grabaciones que logró cristalizar en países como Inglaterra o España, nación esta última que incluso, a su muerte, editara un disco póstumo con las grabaciones inéditas que había dejado en diferentes sesiones.
Decía Tino Contreras que tenía entonces (¡a mediados de los ochenta!) 42 acetatos grabados en distintas partes del mundo:
—En México no ha sido difundido ninguno —sentenciaba.
Y se alteraba al hablar. Decía que el Estado no creía, ni cree, en el jazz porque “es una música de importación”. Por eso los artistas que representaban a nuestro país eran, son, “casi siempre mariachis”, aseguraba. Pero “es grave ese error”. Y ponía un ejemplo:
—Después de Estados Unidos, Japón es ahora el que tiene el poderío en el jazz. Y si mi memoria no me falla, Japón recibió dos bombas de aquella nación. Como para hacer olvidar a cualquiera los rasgos culturales que provengan de Estados Unidos. Pero no. No se puede. Porque el jazz es universal. Entonces, si yo soy mexicano, ¿no puedo interpretar, crear, tocar esa música porque tiene su origen en otro país? No puede ser. Estamos mal.
Y, sí, se alteraba más al hablar:
—Con fortuna nunca le he pedido ayuda al gobierno. Todo lo he hecho yo.
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Reiteraba que en el extranjero le iba bien:
—En París viví dos años. Jazzeando. Pero hay una cosa rara en mí. Tengo que volver a mi país. Nos domina el folclor. Y aunque aquí me vaya mal, pienso que mi lugar está aquí. Por eso insisto en mi jazz. Como nadie ofrece conciertos, tengo que ser mi propio empresario.
Acababa de recibir, cuando platiqué con él, el Premio Jorge Parsons de Argentina por ser considerado el mejor jazzista de Latinoamérica.
—Hablemos de su generación.
—Calatayud ha sido cero —decía—. Nos vemos como rivales. No como compañeros de la misma brecha. Es patético mi caso con Calatayud [Veracruz, 1939 / Ciudad de México, 2003]. Sé que es un músico tremendo, pero no nos entendemos. Lo he invitado a participar conmigo. Sin embargo, no se ha podido hacer nada. Quién sabe por qué. En cambio, con Chilo Morán [Sinaloa, 1930 / Ciudad de México, 1999] es otro asunto. Nos entendemos muy bien. Nos vemos poco. Por los diferentes compromisos. Y ve, ve cómo acaban nuestros jazzistas. Mario Patrón [Sinaloa, 1935 / Ciudad de México, 1981] terminó acompañando a María Victoria. El Popo Sánchez [Michoacán, 1939] hace arreglos a música comercial.
Decía confiar en los músicos jóvenes:
—Ellos pueden aclarar el futuro. Cuando menos, no se han enfrentado a tantos problemas, como nosotros.
Comentaba que eran los jóvenes precisamente los que más lo entendían. Y que había sido Héctor Quintanar [Ciudad de México, 1936-2013] el único músico que lo había alentado. Ninguno de los jazzistas.
—Ha sido Quintanar, quien fue a verme tocar al club y quedó sorprendido.
Comentó que Quintanar le había dicho que era el único, en ese momento, que estaba creando cosas interesantes. Se preguntaba entonces Tino Contreras:
—¿Será porque Quintanar no está en el comercio del jazz?
Y, en seguida, aseguraba que no había nada nuevo en el jazz, si a este ritmo musical lo entendíamos tal cual es. Es decir, “tener un tema e improvisar sobre él”. Así se hace el jazz, indicaba Tino:
—Tampoco podemos quedarnos en el pasado. No puedo tocar jazz de ayer si vivo con los años. Es posible que lo que surja sean corrientes nuevas, pero nunca un nuevo jazz pues no he escuchado técnicas nuevas. Sí he oído cosas diferentes. Como la incursión de una batería tipo rock en el jazz. O todo más eléctrico. Pero no hay técnicas nuevas. Es que el jazz es, digamos, otra, muy otra cosa. Yo puedo tocar una de mis composiciones, “Los dioses”, una vez. Pero si la toco diez veces las diez veces me van a salir diferentes. Tengo el tema, pero improviso en él.
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Y esa “confusión” jazzística era completamente natural, sentenciaba. Porque no había, no hay, orientación alguna sobre dicha cuestión musical:
—Hay desinformación. No hay jazz en la radio. Ni se habla de él en los periódicos. Es normal nuestra situación, entonces.
Para sanear un poco esta deplorable situación, Tino Contreras se puso a escribir su libro Mi vida en el jazz, que sería editado por la Universidad de Ciudad Juárez, en su Chihuahua. La misma Universidad acababa de grabarle un álbum con composiciones del propio Tino Contreras. Escribir el libro le llevó dos meses y medio:
—Son vivencias de mis [entonces] 25 años como músico…
… pidiéndole a Carlos Monsiváis que le ayudara. Pero Monsiváis siempre estaba ocupado, dejándolo solo en el asunto.
Y así fue.
—Terminé haciéndolo yo solo.
El jazzista constantemente se enfrentaba a las indisposiciones organizadoras. Cuando yo hablé con él se preparaba para presentarse en el Teatro Insurgentes ya que el escenario del Jorge Negrete decidió cancelar sus conciertos (que estaban debidamente programados) por la escasa asistencia de espectadores. Obviamente, no hubo publicidad ni difusión para dichas audiencias. Pero Tino se reanimaba.
—En eso está uno. Hay que seguirle.
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—Una de dos. O largarse del país o ser un solitario en el camino —decía, una y otra vez.
—Pero, ¿de veras se puede estar solo en el camino, no hay nadie más? —lo cuestionaba.
—Yo así lo siento. Así me siento. No puedo decir otra cosa —me contestaba, una y otra vez.