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En Chile, la memoria sigue estando en disputa: Matías Celedón

El escritor, periodista y guionista chileno ha puesto en circulación su nuevo y quinto libro: «Autor material», en donde aborda los fantasmas de la dictadura

Septiembre, 2023

En la dictadura chilena, el mayor Carlos Herrera Jiménez, agente de la Central Nacional de Informaciones, asesinó a un líder sindical y, luego, para ocultar su crimen, mató a otro hombre a quien intento culpar de la primera muerte. En 1996, desde el penal de Punta Teuco, Herrera grabó cinco audiolibros en cassette que envió a la Biblioteca de Ciegos. ¿Qué hay detrás de esa acción? ¿Redención, pasatiempos o un intento de acortar su encarcelamiento? ¿Sabían los ciegos quién era el hombre que les leía? El escritor, periodista y guionista chileno Matías Celedón escuchó las grabaciones y con esa experiencia escribió Autor material. Inés Busquets ha conversado con él.

El escritor chileno Matías Celedón es periodista, guionista audiovisual y autor de las novelas La filial, Trama y urdimbre, Buscanidos, El clan Braniff y recientemente publicó Autor material en el sello Banda Propia.

Autor material es un libro híbrido basado en la escucha de 82 cintas grabadas desde el penal de Punta Peuco por Carlos Herrera Jiménez, exagente de la Central Nacional de Informaciones y condenado a prisión por crímenes de lesa humanidad perpetrados durante la dictadura de Pinochet. El material encontrado consta de narraciones en formato de audiolibro para la Biblioteca Braille. A partir de ese hallazgo, Matías construye una ficción con fragmentos de esos relatos y enfrenta un doble desafío: exponerse a la voz de un asesino y descubrir el origen de esta historia.

Autor material parte de un interrogante: ¿cuál es el objetivo de estas grabaciones? ¿Redimirse? ¿Lavar culpas? ¿Hacer una obra de bien? Sin embargo, no deja de ser siniestro para el autor saber que a quienes está destinada esta escucha nunca sabrán la fuente, ni el espacio donde fueron grabadas.

En esta búsqueda, Matías se somete —en plena pandemia— a escuchar de la manera más objetiva posible cada una de estas grabaciones para descubrir una segunda lectura, que no encuentra de manera explícita pero que lo interpela por la fuerza de una voz que participó activamente en el período más oscuro de Chile. ¿Es lo mismo escuchar desde el conocimiento y el contexto de quien graba?

Matías Celedón logra una variedad de lecturas posibles, por un lado una ficción construida por extractos de escenas que forman parte de novelas clásicas que sincronizan con la temática, por un momento ficción y realidad se entrelazan y el personaje que graba se confunde con los que elije interpretar.

Por otro, Autor material es un ensayo hermoso sobre el sonido y la voz. Matías busca el cuerpo de la voz, la identidad detrás del sonido, el contexto de encierro en el ambiente, las inflexiones, el tono, la representación de los personajes, el perfil de lector según las obras leídas. En ese recorrido cita a Roland Barthes, Lucrecia Martel, entre otros y enlaza un tejido donde memoria, observación y sonido se vinculan en un mismo lenguaje.

En esta multiplicidades de interpretaciones que tiene el libro es necesario destacar el aporte al encuadre de la memoria, la búsqueda de la verdad, la intención de apartarse del silencio de la sociedad chilena para dejar huella de los acontecimientos del pasado, que influyen notoriamente en el presente.

A 50 años del golpe de Estado chileno, Matías Celedón al igual que Nona Fernández o Alejandro Zambra nombra aquello que no se puede decir, lo pone en palabras y le da forma de libro.

Matías Celedón. / Foto: Paz Balamaceda.

Nos hemos reunido con el escritor chileno para hablar sobre el libro, la dictadura y la sociedad chilena. El día está despejado y el sol nos permite disfrutar las mesas de afuera del bar donde nos hemos citado…

—¿Cómo te llega la historia de Carlos Herrera Jiménez?

—Salió una nota en The Clinic, una revista semanal que se funda a partir de la detención de Pinochet, con una mirada irónica, ácida y caustica de la realidad chilena. Para los 40 años de la dictadura (te estoy hablando de 2013), esta revista hizo notas sobre el interior de Punta Peuco, el penal donde están detenidas las personas que han sido enjuiciadas por violación de Derechos Humanos durante la dictadura. Suelen ser mandos medios, no hay ningún alto mando ahí. Se construyó esta cárcel especial que fue muy polémica, pues, en su momento, nadie quería firmar el decreto porque significaba generar un recinto penitenciario independiente para los violadores de derechos humanos, lo cual creaba la visión de un trato especial. Así que siempre Punta Peuco ha sido un espacio medio tabú, que genera morbo porque de alguna manera uno no sabe lo que pasa adentro. A mí me pasó al ver este reportaje y enterarme de que Carlos Herrera Jiménez pasaba sus días grabando audiolibros para la biblioteca de ciegos; se me quedó esa imagen fundamentalmente: la de un tipo condenado por un asesinato horrendo, e involucrado en muchas otras causas, y que espera que pase el tiempo a cumplir su condena encerrado grabando libros para justamente la gente que no va a tener acceso a ver el origen de esa fuente sonora, pues las grabaciones son anónimas y están disponibles a todo público. Entonces me quedó esa imagen, el contexto de celda y ese tipo grabando los cassettes, y a partir de ahí no pasó mucho: la nota se olvidó como suele ocurrir con la prensa y con el diario que al otro día sirve para envolver pescado, y durante mucho tiempo yo me quedé con la idea y fue como echando raíces y arraigando en mi inquietud y de pronto llegó un momento en que dije voy a ver si esos cassettes existen. El reportaje en ese momento tenía pistas de audio que uno podía escuchar y ya con el tiempo dejaron de estar en la versión online los fragmentos sonoros; ahí, me dije: bueno, la única forma de saber cómo va a ser el libro es poniéndose a la cinta, ver primero si existen, si todavía están, y segundo ver qué clase de material contenían, desde la desconfianza, sobre todo teniendo en cuenta quién era la persona que grababa y el prontuario que tenía. Me pregunte por qué lo hacía, ¿es un gesto altruista? ¿Es una persona redimida que está tratando de hacer buena conducta, haciendo un gesto benéfico al grabar para la biblioteca? A medida que fue pasando el tiempo me di cuenta que tal vez una manera de responder las preguntas era abordando esto desde la ficción, donde a través de la conjetura podía enarbolar una suerte de hipótesis de trabajo.

—¿Cómo fue el proceso creativo y la posible respuesta a este interrogante inicial, del por qué la existencia de este material?

—Pues indago a partir de una imagen y voy descubriendo las capas: cómo es el principio, el final o es una escena al interior de la novela que veo en la superficie. Cuál es el alcance simbólico o metafórico de esa misma imagen o cuáles son los elementos dramáticos que están en esa misma historia. Cuáles son los elementos conflictivos y qué es lo que está en juego… Mira, este es un tipo que torturó o estuvo en interrogatorios donde a las personas se les tapaban los ojos. Me parecía perverso el someter a gente no vidente a una lectura al oído porque si bien el audiolibro se puede reproducir en un parlante, probablemente es escuchado en audífonos donde las propiedades del sonido puedan crear la sensación de que surge de tu conciencia. Entonces, me parecía que ese material mismo tenían una carga radioactiva ya sea de memoria, de hacer una reconstitución de escenas y al mismo tiempo como una fuente de archivo al ser un micrófono abierto en Punta Peuco, es decir, la posibilidad de estar al interior de un espacio que genera mucho morbo dentro de la psiquis de Chile y pensar cómo ha elaborado, no elaborado o tratado de omitir verdades de ese período para seguir avanzando.

“En Chile tenemos estos defectos para resolver los conflictos, a diferencia de otros lados donde la gente se descarga y el conflicto queda ahí; en Chile, la gente trata de no decirlo, de taparlo, de hacer como que no ha ocurrido”.

—¿Cómo llega el material a la biblioteca?

—No tuve detalles específicos, sí creo que fue una suerte de concesión para que él pueda hacer algo y que la biblioteca recibe voluntariamente estas grabaciones porque le resulta útil. También ampliando el espectro más allá de estos condenados en particular, el contexto de estar privado de la libertad es uno de los castigos más duros. Por eso entiendo que la biblioteca permita hacer estos trabajos, sobre todo porque se hace desde el anonimato.

“El tema es la voz que está detrás de esa narración, ahí se habría un espacio que a mí me interesaba desde lo literario. Mira, en el fondo uno siempre tiene claro desde la lectura que el narrador es como un especie de artificio de un autor, pero aquí aparecía una tercera zona que era como la identidad detrás de una voz que no era la del narrador; así que me pareció que también había un componente interesante como más literario o paratextual de indagar y que ofrecía la posibilidad de abordar esto desde otro lado”.

—¿Cómo fue abordarlo y vivir esa experiencia y de ahí seleccionar estos disparadores que reconstruyen la historia y arman la ficción?

—Yo le hice mucho el quite al trabajo de exponerse a la escucha. Primero fui acercándome a la biblioteca. En un primer momento tenía miedo: como este proceso histórico en Chile está mal resuelto, uno cree que la biblioteca puede no querer cederte las cintas para no meterse en problemas, porque hay cosas que es mejor callar aun cuando uno sabe desde donde lo va a enfrentar y sabiendo que tiene la justicia del lado de uno; la justicia ya dio su veredicto pero en Chile sigue estando eso en diputa. Hoy con la contingencia que enfrentamos por la constitución que se está discutiendo, todo es muy frágil y delicado. Ha habido encuestas donde todavía hay gente que reivindica el pinochetismo; o sea, hablo de gente que no sólo defiende el golpe de Estado sino que perdió el pudor y está dispuesta a salir a defender a un asesino. Temí que no me cedieran la cinta pero por suerte la mujer que llevaba la biblioteca estaba más allá de la circunstancias; me dijo: mira, estos son libros y cada uno ve qué hace con ellos. Si bien le hice el quite a las escuchas mucho tiempo, en el contexto de la pandemia me vi encerrado sin mucho que hacer, trabajo como guionista audiovisual y de repente las producciones se interrumpieron y se generó un estancamiento y ahí dije “es ahora o nunca”. Había algo en las circunstancias del confinamiento que me permitió empatizar con un encarcelado; era como firmar un salvoconducto para salir, mirar por la ventana y ver el control policial, había un silencio aterrador en las noches… Por eso consideré que era el momento de abstraerme de lo que estaba ocurriendo afuera y entrar en este mundo con el escudo protegido; en esto traté de imitar un poco a los fotógrafos de guerra, que se refugian en la acción de estar tomando la fotografía y pueden abstraerse de la crudeza de lo que ven. Acá había un poco eso: puse el foco en el proceso que iba a hacer con ese material y con esa escucha más que exponerme desprevenidamente a lo que ese material iba a provocar en mí.

“En un primer momento yo no había leído todo el expediente, así que lo primero que tenía que hacer era leer la biografía al revés y al derecho para identificar qué era lo que me podía aportar este material. Si bien no encontré una confesión escondida adentro de las cintas, pude encontrar que grabó escenas de alto voltaje de realidad. Tenía tanta carga de verdad, que pronto me di cuenta que me podía dar mucho para una ficción.

“También me pareció interesante la cultura que hay de lo sonoro a través de los podcast, los audiolibros, los audios. Y es que, después de un período de paradigma de la imagen, cómo lo sonoro halló un espacio ahora; eso me pareció interesante explorar por su potencial narrativo. Por eso en el libro entro por un lado histórico, pero, también, por las propiedades del material sonoro y lo que puede provocar en la escucha, cómo cambia en el fondo leer una historia desde la vista (pues hay zonas del cerebro que se activan de otro modo), y cuan distinto es leer desde el sonido y leer desde la escritura.

“También me interesaba aprovechar la naturaleza propia del sonido que estaba implícita en lo que él estaba haciendo, es decir, ¿por qué este tipo está dejando su voz?, ¿por qué ocupa ese espacio sonoro?, ¿de alguna manera está libre, está recitando? Pensé que podía haber más que el deseo de leer libros, me parecía que estaba el deseo de estar fuera del confinamiento y de sacar a la luz esta información que él necesitaba sacar, y como no existía eso y eran finalmente audiolibros… Cuando sumé todo esto, me dije: ahora cómo desactivo este material sonoro y cómo develo esa voz y la identidad detrás de esa voz”.

—Aquí haces un ensayo sobre el lenguaje, el sonido, lo vinculas con lo audiovisual, citas además a Lucrecia Martel…

—Me parecía importante señalar el extracto de la voz como medio narrativo y desde ahí imaginar o conjeturar cuál puede ser la distancia de exponerse a ese material sonoro desde no saber la fuente, el origen que era lo que me generaba más inquietud, de qué manera nos afecta subliminalmente: ¿es lo mismo escuchar una historia que hable con una voz neutra a saber que la voz es de un asesino? ¿Cambia esa misma historia habiéndola escuchado desde no saber que quien la leer es un asesino? ¿Cómo percibes una frase sacada de un interrogatorio de una novela policial a una frase leída por un tipo que pasó por esos espacios, que a la hora de interpretar a un personaje quizá está apelando a su memoria y no solamente a la recreación ficticia? Por eso me parecía que eran elementos que estaban todos convocados a esta narración y que no sabía cómo tenía que narrarse porque era un material inusual. Y, desde ese lado, bueno, soy un admirador del trabajo de Lucrecia Martel no sólo por su cine sino también por cómo ha conceptualizado las nuevas narrativas que ella propone a esta narrativas hegemónicas; al final cuál es la historia que nos contamos y desde qué paradigma nos contamos esa historia. Por eso yo sabía que este libro iba a tener este componente poco usual, no experimental, porque creo que los experimentos no siempre funcionan; la hibridez de alguna manera implica una narración que desafía a cierta narración aura o predecible de contar la historia a como estamos acostumbrados…

El dictador Augusto Pinochet.

—En esa construcción que haces de la identidad, veo que subyace la parte moral y el interrogante de si este agente cumplía con una orden o estaba convencido de lo que hacía.

—En mi propia lectura más allá del daño humano de la dictadura que tuvo en términos de las funciones más básicas, el ejército si se ciñe a la Constitución no debería ser un enemigo a priori, pero fue tal el nivel del daño que hizo Pinochet que incluso repercutió en los suyos: él socavó moralmente una institución que es fundamental para el funcionamiento del Estado. Herrera Jiménez es conflictivo porque fue abandonado por esta institución cuando ya se veía venir la llegada de la democracia y cuando se dieron cuenta que iban a ser perseguidos. Herrera Jiménez pide ayuda y le dan la espalda y empieza a hablar y es de los pocos que aporto y pidió disculpas aun cuando se sigue declarando inocente. Por eso me parecía que era un personaje interesante para abordar lo que son los noventa, que es como la posdictadura, y explicar lo que ocurre tras bambalinas del pacto sobre el cual Chile armó su democracia, que es una democracia tutelada donde el dictador era un senador. Hay toda una década de “democracia”, así, entre comillas, donde la sombra de la dictadura estaba presente en todos los ámbitos del estado y seguía con funcionarios adentro. Y todavía siguen esos espacios y beneficios; por ejemplo, hoy los archivos que hay de la represión son muy pocos porque los hicieron desaparecer. Parte de lo que me motiva es decir: mira, acá no hay audiolibros de una biblioteca, aquí hay 82 cintas con la voz de un extorturador y un micrófono abierto en una celda… Aquí hay un material donde su procedencia sí es relevante pues algo nos puede aportar, al menos desde lo que uno no puede recrear en un cautiverio. Me interesaba rellenar esos espacio de memoria que han tratado de taparse.

“El sonido te lleva a otros lugares. Tiene algo que al momento de escuchar te lleva al tiempo presente. Eso hace que este material vaya a perdurar, hay una verdad que va a desaparecer con la muerte de estos tipos y cada vez quedan menos pruebas. Es una manera de reconstruir esos espacios sonoros que están siendo omitidos; ese también es un objetivo de trabajo”.

—A 50 años del golpe militar en Chile quizá no se llegaron a conseguir todas las políticas de reparación necesarias, sin embargo veo una instancia reparatoria desde la cultura; por ejemplo, a partir de la escritura…

—Yo creo que darle otro sentido a estos materiales y elaborarlos en otro tipo de relatos (que si bien no tienen la carga factual de una sentencia judicial), sí constituyen su propio material de verdad.

—¿El sistema educativo incorpora este tipo de relatos como a Zambra, a Nona, a Bolaño?

—Se han incorporado pero siguen siendo temas en disputa. En el gobierno de Sebastián Piñera, el Ministerio de Educación cambió todos los textos escolares y donde decía dictadura militar reemplazó por pronunciamiento militar. Entonces la memoria está siempre en un presente en disputa; la sociedad tiende a creer que el pasado está en el pasado cuando uno está conviviendo en el día a día con las ruinas, porque éstas siguen presentes. Lo que a mí me interesa es cómo nos hacemos cargo de estos fantasmas que siguen trastocando nuestro presente. En la medida que nosotros no hagamos ese duelo, nuestros momentos oscuros van a seguir repitiéndose.

[Fuente: Agencia Paco Urondo—APU

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