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Ya estamos aprendiendo a protestar: Eugenia Montalván Colón

Eugenia Montalván Colón se ha convertido, tras numerosos años de trabajo cotidiano, en la editora acaso más refulgente de Yucatán hoy en día produciendo, a la fecha, alrededor de diez libros cada año, toda una proeza local. Con ella hemos conversado para celebrar los primeros 15 años de su editorial unasletras.


MÉRIDA, Yucatán.


Eugenia Montalván Colón (1970) es una duranguense voluntariamente yucateca que arribó a esta península, a los 17 años de edad, para estudiar antropología en la Universidad Autónoma del estado donde se ha convertido, tras numerosos años de trabajo cotidiano, en la editora acaso más refulgente de Yucatán hoy en día produciendo, a la fecha, alrededor de diez libros cada año, toda una proeza local. ¿Cómo se define a sí misma? “Apasionada de la investigación y de la construcción”, dice. Ha restaurado, por cuenta propia, dos casas antiguas en el Centro Histórico de Mérida para darles brillo como espacios culturales “autónomos e independientes”. Pese a vivir, mujer al fin sin compromisos maritales, de lo que produce, se ha dado tiempo para terminar, antes de finalizar 2020, la maestría en Historia en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) con la tesis “Prefiero escribir: la literatura como arma feminista”. Eugenia siempre está pensando en un próximo proyecto. Con ella es la conversación para celebrar los primeros 15 años de su editorial unasletras, así con minúsculas.

La editora vive, desde hace más de un lustro, la pesadilla de una injusta demanda en su contra, ¡justamente por haber publicado un libro!, siendo la primera mujer en la historia de este país castigada, de manera innombrada e inusitada, por un juez que no entiende de derechos autorales otorgándole la razón a quien no la tiene basado en argucias leguleyas.

“El periodismo cultural, mi verdadera vocación”

—Después de crecer en tu Durango natal, ¿por qué Yucatán fue la elección definitiva para vivir?, ¿por qué no la Ciudad de México o Tijuana o Nuevo León o Jalisco? ¿Por qué la blanca Mérida como objetivo residencial: ya preveías proyectos culturales en esta ciudad que no cabían en otros sitios?

—Llegué a Mérida sin conocer a nadie. Sin saber lo que me esperaba, y ni cómo imaginármelo. Estudié la prepa en Durango, claro que sí, en el colegio Teresa de Ávila; o sea, educada por monjas. En el último semestre me hicieron un test vocacional: lo mío eran las humanidades, ese fue el resultado. Era el año 1988, Durango estaba muy verde en esa materia. ¿Entonces? ¡A llorar! Lloraba por no saber qué haría con mi vida… Lo bueno es que soy la octava hija de una familia de 13. Mis hermanos mayores habían migrado al sur, y de pronto para mí también se abrió ese destino… Tomé el ómnibus de México para llegar a la capital. Mi hermano Miguel Ángel fue por mí a la Terminal del Norte, y, después de regalarme un reloj precioso por mi mayoría de edad, me llevó a la Tapo para abordar el ADO a Campeche, donde me recibió mi hermana Verónica con su esposo Miguel Palacios. Con él hablé largas horas y así dilucidé que mi camino estaba en la antropología, carrera que ofertaba la Universidad Autónoma de Yucatán.

“Entonces volví a tomar el ADO ahora rumbo a Mérida y, siendo una católica practicante, fui a la Catedral a dar gracias a Dios por el viaje y, de paso, a pedir orientación sobre un lugar decente para hospedarme. No se me ocurrió otra cosa, pero hice bien, pues di con un cura ancianito que me llevó, caminando, a la Casa Protección de la Joven, fundada por una mujer altruista. Esta casa era, y sigue siendo, para yucatecas de los pueblos que llegaban a Mérida a trabajar o estudiar por cuenta propia. Conmigo (norteña) hicieron una excepción; se me notaba en la cara que era una buena muchachita. Pasé el examen de admisión en ciencias antropológicas, aprendí a hacer brownies con la alemana Mariana Hummel, y vendiendo esos ricos pastelitos de chocolate a mis compañeras de casa y en las calles obtuve mis primeros ingresos; después vendí ropa importada, pedrería con poderes mágicos y, luego, clósets y puertas, casa por casa… A la par de mi graduación me casé con un poeta yucateco extraordinario: Fernando Vargas. Aún vivía con él cuando empecé a trabajar en el Por Esto!, el primer periódico en el que puse un pie… Era el año 1992; no me importó hacer tesis de licenciatura; descubrí en el periodismo cultural mi verdadera, auténtica y definitiva vocación. Me fui quedando en Mérida porque soy una apasionada del trabajo y, sin dudarlo, te aseguro que el clima me ha hecho florecer. He sido testigo de la transformación de la ciudad, la adoro, pero por ratos quisiera huir de aquí… Así pasa”.

Antes de 1991 no había en Yucatán secciones periodísticas de cultura

—De la prensa cultural hubo un salto al mundo editorial, pero un poco antes de abordar la experiencia de anclar en la construcción de los libros, me gustaría conocer tu impresión del periodismo cultural en Yucatán porque, hasta donde yo sé, ¡un periodista de la Ciudad de México es el organizador del Encuentro de Periodismo Cultural en ese estado invitando a sus amigos y compadres con la anuencia de la autoridad yucateca! ¿Cómo se maneja la prensa cultural en Por Esto!, por ejemplo, diario que por primera vez, por cierto, es considerado por el gobierno federal para incluirlo en la nómina presupuestal de la propaganda oficial? ¿Qué significa el periodismo cultural en Yucatán? ¿Cómo es tratada la prensa cultural?

—A mí me invitó al Por Esto! el subdirector Hernán Menéndez Rodríguez, hermano de don Mario, el director. Hernán (q.e.p.d.) fundó la sección Cultura de este periódico que salió a las calles de Yucatán el 21 de marzo de 1991. Yo entré un año después como capturista. Era la época en la que los colaboradores llevaban sus textos a la redacción escritos a máquina… Gabriel Ramírez era columnista del suplemento “Unicornio”… Al poco tiempo de ejercer el oficio de capturista publiqué mi primer artículo en “Paisaje crítico”, dentro de la misma sección cultural, y pocas semanas más tarde Hernán me animó a ser reportera. Esa fue una etapa esplendorosa (a pesar del salario bajísimo que recibía)… Antes del Por Esto! no había secciones específicas de Cultura en la prensa yucateca, aunque por supuesto el tema ha tenido siempre muy buena cobertura, sobre todo en la primera mitad del siglo XX. Dejé de trabajar en ese periódico hace años, no te sé decir cómo funciona hoy.

“En cuanto al Encuentro que mencionas, te has de referir al que se realiza en el marco de la Feria Internacional de la Lectura de Yucatán (FILEY). No tengo la menor idea de su organización ni me interesa. Sólo una vez me invitaron, pero descarté participar. La Filey está bajo el presupuesto de la Universidad Autónoma de Yucatán, sustancialmente. Pero al día de hoy no he sido tomada en cuenta como editora. Para que te des una idea, te cuento que hace dos años, en enero de 2019, Rogelio Villarreal vino a Mérida a presentar su libro ¿Qué hace usted en un libro como éste? Gracias a que él pidió que me incluyeran como presentadora, participé en ese encuentro de periodismo cultural y literatura de no ficción; de otra manera, creo que el coordinador, Ricardo E. Tatto no me hubiera llamado, ¿o quizá sí? Lo bueno es que ahí estuve. Lógico, todos somos selectivos. A principios del siglo XX dirigí la revista electrónica unasletras. Entre los columnistas habituales estaban Sandro Cohen, Eusebio Ruvalcaba, la periodista cubana Maite Hernández-Lorenzo y Joaquín Peón Íñiguez; solamente obtuve apoyo económico de la Escuela Superior de Artes de Yucatán gracias a la sensibilidad de Beatriz Rodríguez Guillermo, la directora de entonces; compró un banner de 500 pesos mensuales, y fue de las poquísimas personas que se solidarizaron con la causa, si bien la revista llegó a tener un gran número de lectores y a ser consultada y leída en muchos ámbitos. En la nómina (por pequeña que fuera) mantuve a los reporteros Christian Núñez y María José Evia, entre otros. Entonces, a ciencia cierta, no te sé decir qué pasa hoy en el periodismo yucateco. Solo sé que el mundo entero está en crisis”.

En realidad desde 1999

—Nos has dicho bastante tal vez no queriendo. La mezquindad en el sector cultural es gravosa. ¿Por qué, siendo editora, se te excluye permanentemente de la propia feria librera estatal? Si bien tu comportamiento es digno de admiración al no inmiscuirte en esos prolegómenos burocráticos, no deja de asombrar esa indiferencia oficial. Es como si en estos momentos, si estuviera todavía entre nosotros, no invitara la Filey a don Raúl Maldonado, quien editó a lo largo de su vida aproximadamente 400 títulos bibliográficos en Yucatán. Cuatro años después de su muerte, fundas en 2006 la Editorial unasletras, que en marzo de 2021 cumple ya tres lustros con 140 libros publicados, que no es poca cosa. ¿Por qué una editorial?, ¿cuánto tiempo tardaste en gestarla?, ¿fue complejo el comienzo?

—Fíjate que empecé a editar libros hace mucho más de 15 años… Te mencionaré tres de mis primeros trabajos empezando por la revista Temas Antropológicos de la Facultad de Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de Yucatán, precisamente; el primer número apareció (según leemos en el portal de la Facultad, dirigida en aquel entonces por Francisco Fernández Repetto) en marzo de 1999. El diseño de la portada (vigente hasta la fecha) e interiores lo hice con una chica iraní que conocí en Nueva York. Otros dos libros que recuerdo de aquellos años por mi cercanía y amistad con los autores son: Apuntes sobre el Municipio de Tixpéhual de Fabio R. Chalé Mex, publicado en 1997, y Memorias del viento, de Manuel Calero (1999). En aquella época los trámites de ISBN se hacían por correo postal, no existía el portal de Internet. En fin…

“Empecé a hacer libros por influencia de Joan Duran, artista catalán y editor establecido en Mérida en 1988, el mismo año en que yo llegué. Nos conocimos en 1995, y de él aprendí viéndolo trabajar, siendo sumamente riguroso y preciso… Luego lo acompañé a la Ciudad de México a revisar pruebas de imprenta, a contratar diseñadores… Con orgullo podría decir que él es mi maestro, aunque ya después también fue mi esposo… Cuando fuimos juntos por primera vez a Barcelona me llevó al estudio del editor Ricard Giralt Miracle, fallecido en 1994, nos recibió su hijo Daniel. En esa ocasión capté el arte que encierra el mundo editorial en toda la dimensión de su fascinarte proceso…

“Quizá fue ahí donde decidí dedicarme a la edición, quizá… Oficialmente mi sello se llama Eugenia Montalván Proyectos Culturales SCP. Así estoy inscrita en el Padrón Nacional de Editores. El primer libro que publiqué bajo el sello “comercial” unasletras apareció en marzo de 2006, y me refiero al poemario El jazz según don Juan de Alain Derbez. Cierto, en mi catálogo ya tengo más de ciento veinte títulos, sin duda; pero no te puedo dar el número exacto, y debo decir que una gran cantidad de los libros de unasletras han sido financiados institucionalmente y muchos son ediciones de autor”.

“Edito libros porque me apasiona convertir un archivo Word en una obra tangible”

—La coedición es parte sustancial de cualquier editorial, sobre todo si el respaldo proviene de las instituciones oficiales. En estos tres lustros un editor conoce a fondo el ejercicio de las letras, sabe qué autor escribe con faltas ortográficas y cuál otro ignora la historia. En fin. ¿Qué libro ha sido el más complejo de editar, por qué editar libros, es cierto que el editor es más lector que autor, los libros vienen a uno, o uno va por ellos?

—No se trata de coediciones en sentido estricto, pero ciertamente lo son. Para mí está claro que mi editorial es yucateca. En Mérida ha desarrollado una historia propia. Sin embargo, no recuerdo haber obtenido ningún contrato por parte del gobierno del Estado. Ninguno. Y eso es porque aún me consideran “extranjera”, outsider, forastera o, simplemente, guach, y para la burocracia es requisito indispensable contratar a gente local; eso me dijeron en cierta ocasión. Lo malo es que se resisten, también, a comprarme libros. Jorge Cortés Ancona, funcionario público del Departamento de Literatura por dos sexenios, era mi amigo antes de que le dieran ese puesto. Una vez, en el patio central de la universidad, me compró un ejemplar con dinero de su bolsillo. Le hice ver que no comprendía porqué no usaba, ni siquiera, parte de la caja chica para comprar las obras de autores yucatecos y no yucatecos que publicaban pequeñas editoriales como la mía; permaneció indiferente. Los grandes y pequeños contratos del gobierno durante largos años recayeron en el editor yucateco Gaspar Gómez Chacón, ex presidente municipal de Mérida. Con el Ayuntamiento de Mérida he hecho alguna que otra cosa, incluyendo un libro mío titulado Mérida la de hoy. Fue mi iniciativa como agradecimiento a la ciudad por haberme acogido; tomé como pretexto su 475 aniversario, en 2018. Mérida está de moda, es atractiva… yo he observado de cerca su transformación… de eso hablo, y colaboraron en mi proyecto los fotógrafos Michele Moreno y Agustín Chong. Es el segundo número de una colección sobre los municipios de Yucatán que emprendí con Eduardo Galicia, autor de Celestún. La playa y la ría [2017].

“El libro que más tiempo, energía y dedicación me ha demandado se divide en dos tomos: Los mayas de ayer y hoy / Memorias del Primer Congreso Internacional de Cultura Maya, coordinado por Alfredo Barrera Rubio y Ruth Gubler. Los tres nos reuníamos semanalmente en casa de Ruth para revisar los textos… Era fascinante la convivencia; comíamos sandwichitos muy ricos al final. Esta obra reúne ponencias de 82 autores, la mayoría de ellos arqueólogos extranjeros; 1,326 páginas en total, con tablas, gráficas, ilustraciones, fotos, etcétera. En retrospectiva, es uno de los trabajos que más he gozado. Lo publicamos en 2006, justamente.

“Edito libros porque me apasiona convertir un archivo Word en una obra tangible, impresa en papel al acceso del público lector, y al decir esto pienso en Édgar Canul González, muy talentoso para crear personajes, ambientes, situaciones… Admirable, sí, pero sus textos requieren mucho rigor en la corrección, pero de eso no se enteran sus múltiples fans. A Édgar Canul le he publicado tres libros. Y, bueno, ya que me lo preguntas, todo indica claramente que los ensayos académicos vienen a mí; a la poesía, las novelas, los cuentos, casi siempre me los encuentro en el camino…”

“Me indigna que no haya respeto hacia nuevas propuestas en el pequeñísimo mundillo cultural yucateco”

—El entrañable Raúl Renán [(1928-2017] me decía, en baja voz, que el gobierno de Yucatán burocratizaba demasiado sus obras completas poéticas, al grado de que lo fatigaban de manera inclemente. Si a don Raúl, un poeta meridense clásico, lo trataban de ese modo mezquino las autoridades de la cultura yucateca, ¿qué más puedo agregar en ese sentido? Por lo general, desde siempre, la cultura en los estados de la República se debe, Eugenia, a los creadores que se sumergen en este trabajo sin fines de lucro. Lo que haces, pese a la evidente discriminación del funcionariato local, es sencillamente admirable. En esta crisis pandémica salen a relucir las miserias administrativas: la cultura es rezagada en los apoyos voluntarios del gobierno. ¿Qué hace un editor sin librerías abiertas, sin respaldo institucional, sin apoyos económicos en la compra de material bibliográfico, sin lectores disponibles?

—No coincido con tus puntos de vista al 100 por ciento. Yo no fundé mi empresa cultural para estirar la mano frente a Papá Gobierno. Ojo: no me indigna la indiferencia ante mi catálogo de libros, porque yo enfrente carestías. Vivo bien. Lo que me indigna es la cerrazón y el desinterés de los burócratas frente a los artistas, incluidos los escritores, por supuesto. Me indigna la indiferencia ante el talento de los creadores, y me indigna que no haya apertura ni respeto hacia nuevas propuestas en el pequeñísimo mundillo cultural yucateco. Para la administración pública basta con ofrecer una cartelera diaria de espectáculos, y punto. Mérida carece de una política comprometida con la sociedad, ese es el problema. Tú hablas del trato irrespetuoso que le dieron aquí a Raúl Renán por lo que él te contó, yo lo vi, pero eso aquí es de lo más normal…

“Sin embargo, ya estamos aprendiendo a protestar. Ayer [1 de febrero] vi en Paseo de Montejo a un grupo de estudiantes de medicina, sobre todo mujeres, manifestándose en contra de la violencia. Iban vestidas de blanco, y algunas sostenían carteles con profunda tristeza… Una compañera suya se suicidó en un pueblo mientras hacía sus prácticas profesionales. ¿Cuáles eran sus perspectivas? ¿Qué le afligía? El desánimo se ha agudizado con la pandemia, lo sabemos, pero tristemente no tenemos dónde buscar consuelo…

“En resumen, lo que vemos es que el oropel no cubre las carencias históricas, así que estaría bien que vayamos pensando en cambiar la perspectiva: menos faramalla y más educación, menos conformismo y más autodeterminación.

“Hace unos años empezaron a surgir cursos especializados en gestión cultural, programa de estudios que abarca cosas que yo aprendí sobre la marcha lanzándome a hacer ese trabajo porque era lo que tocaba, sin más, pues también he organizado conciertos, talleres literarios y he producido películas, por mencionar otros trabajos… Pero, hablando específicamente de libros, en el periodo diciembre 2020-enero 2021 publiqué seis; dos digitales y cuatro impresos, y ahora, en la segunda semana de febrero, daré a conocer un ensayo académico en formato digital.

“¿Cómo sobreviví a la pandemia? Durante todo el año recibí una renta mensual, macheteada sí, pero finalmente era un ingreso fijo. O sea, mi economía está diversificada. También vendo mezcal artesanal de Durango, y acabo de impartir un taller intensivo de periodismo que, obviamente, me pagaron. Yo nunca me he propuesto hacer lo que hago sin fines de lucro. ¿De qué viviría? No recibí una herencia millonaria, y mi bienestar depende solamente de mí. Entonces, sí recomiendo estudiar gestión cultural, aunque igual recomiendo la vía autodidacta; es cuestión de lanzarse sin miedo, con fuerza…”

Atrapada en el cine

—Creo que coincidimos ambos en la irrespetuosidad del funcionariato hacia la cultura. Otro México sería si la hubiera. La mayoría de los creadores en el país, unos con más fortuna que otros, se sostiene debido por supuesto a otras actividades. Y están, estos creadores, en la cultura no para recibir dinero del Ogro Filantrópico sino por una convicción personal. ¿En qué momento el cine te atrapó?, ¿cuál es la raíz de la documentalista que pervive en Eugenia Montalván?

—La imagen de la raíz es alucinante, y sabes por qué lo digo. Hace unos días vino un jardinero a cortarle la raíz a una ceiba porque estaba creciendo de manera peligrosa. Imagínate: la ceiba mide más de 20 metros de altura, y es joven, tiene diez años, pero ha crecido muy frondosa, entonces también le cortaron unas ramas para darle equilibrio.

“Y es así… Mis raíces en el cine se remontan a la infancia. Mi papá tuvo una cantina muy buena en Durango, se llamaba Bar Casino, y ahí se filmaron algunas películas. Recuerdo escenas con Mario Almada, Julio Alemán y Valentín Trujillo. Creo que verlos en acción frente a cámara me marcó inconscientemente… No sé por qué no se me ocurrió estudiar cine en lugar de antropología, pero bueno, a estas alturas puedo decirte que las cinco películas que he hecho se sustentan en mi inquietud por informar sobre temas que considero de gran interés para todo mundo. Los derechos de la comunidad LGBT, la maestría de los campesinos productores de mezcal de Durango independientemente del boom mezcalero reciente, la vida y obra del escritor José Revueltas, el estancamiento económico de México, el aumento de la violencia… la fortaleza de las mujeres y los hombres dedicados a la pesca, seres valientes que menospreciamos a pesar de que arriesgan la vida con tal de ofrecernos comida sana y exquisita…

“En fin… El cine me atrapó en 2009, y justamente hoy pensé en un tema para mi próxima película”.

“Desde niña desarrollé una gran capacidad para sobrellevar la adversidad”

—Tema que, por supuesto, lo guardarás para ti. ¿A qué se enfrenta un autor cuando le vienen las ideas para un futuro proyecto?, ¿cuáles son los obstáculos primordiales, aparte de la inversión económica?, ¿cómo has podido llevar a cabo tus planes culturales? Quizás la gente en Mérida no esté enterada, pero te has ocupado de remozar sitios para convertirlos en escenarios culturales. En realidad, me parece que ahora eres más yucateca que duranguense.

—Más yucateca que tú, que naciste en Mérida, sí. Me da risa decirlo, pero es la verdad. El siglo XXI será el siglo de las migraciones en escala mucho mayor a la que hemos visto y vivido. Sin embargo, la cuna es la cuna. El cuerpo se identifica con determinado clima… el paladar reacciona con ciertos sabores… Ayer cociné habas por primera vez en Mérida. ¡Habas! En Durango se dan en el rancho de mi familia, aquí las conseguí en el súper, y fui dichosa.

“Claro que la gente de acá está al tanto de lo que hago. unasletras industria cultural y Ule son puntos de referencia. Este sábado [6 de febrero] honraremos a la ceiba herida en Ule [siglas de unasletras] con una celebración poética a partir del libro Hay mucha luz en los pasillos de Roberto Leal Ortega, un himno a la vida escrito a modo de sutura, pues es neurólogo. Un autor que decide emprender un nuevo proyecto se enfrenta a la pereza, esa es la primera batalla; después, el corazón se le entume con el temor al fracaso, a la indiferencia… Y, sin embargo, sacamos fuerza de lo más hondo del cerebro para hacer realidad la obra.

“A mí lo que me anima es una energía introyectada en la sangre desde el momento en que vi la primera luz; desde niña desarrollé una gran capacidad para sobrellevar la adversidad”.

Cuatro escritoras yucatecas, aliadas

—Y, por último, ¿qué sigue después de tres lustros de crear en libros obras literarias, académicas, históricas…?, ¿qué podría detener a Eugenia Montalván Colón en su, al parecer, imparable esfuerzo editorial?

—Tu entusiasmo es contagioso, Roura. Estoy decidida a ampliar el catálogo de la editorial con autores afines a nuestra filosofía de rigor, constancia y pasión. Hoy, precisamente [viernes 5 de febrero], recibí dos originales del escritor Pedro Sierra, nacido en 1945: una leyenda y una novela. Acordé con él que ambos libros saldrán a la luz en el transcurso de marzo-abril. Entonces, encantada de la vida llego a los 15 años de mi editorial, jubilosa e infinitamente agradecida con todos los escritores e investigadores que me han confiado sus textos. Ni siquiera vivir en libertad bajo caución me ha detenido, al contrario. En los próximos meses publicaré también la investigación que realicé para obtener el título de maestría en Historia en el CIESAS: “Prefiero escribir. La literatura como arma feminista”, esbozo biográfico de Dolores Bolio, Beatriz Peniche, Rosario Sansores y Holda Novelo, escritoras yucatecas del siglo XIX. Mi propósito es difundir la valiosa aportación que dejaron, pues sus libros se conservan en primeras ediciones casi intactos… Me identifico con las cuatro en infinidad de rasgos; creo que alcanzo a entenderlas, y la verdad es que me ha ayudado mucho tenerlas de aliadas.

Delincuente por escribir y publicar un libro original

—La libertad bajo caución a la cual te refieres es debido a la demanda que tienes en contra por haber escrito un libro sobre los mosaicos de Yucatán, demanda cuyo proceso ha sido largo (¡siete años hasta este momento!) y que has mantenido en baja voz por tu carácter apacible. ¡Una editora demandada por haber escrito un libro no es sino una paradoja de la vida en Yucatán!

—Mira, todo empezó hace casi ocho años cuando presenté un libro en el Museo de Antropología. La obra, publicada por mi editorial, es alusiva al 100 por ciento a una empresa productora de mosaicos hechos a mano; o sea, hablo de una artesanía que hace unos diez años (cuando realicé mi investigación) se puso de moda, y continúa en la cresta de la ola. El ingeniero que depositó su confianza en mí decidió invertir en un producto de calidad para regalar a sus clientes, y yo hice un libro ilustrado con sus declaraciones, su historia y las fotografías de sus mosaicos colocados en toda la ciudad, incluido el Gran Museo del Mundo Maya. La fotógrafa Laura Dzul retrató (bajo mi dirección) los edificios revestidos con los mosaicos de La Peninsular para hacer una publicación eminentemente visual.

“Sin embargo, se me acusó de haber robado la idea de hacer un libro sobre mosaicos (evidentemente no es el primero en el mundo), y de haber usado el texto de otra persona, lo cual es falso. Y ahora lo puedo decir: he sido tratada como criminal. El proceso penal me ha costado mucho dinero porque se trata de un delito federal, delito que no se configuró, pero que me ha hecho ser tipificada como delincuente, viviendo con mi libertad restringida para salir del estado de Yucatán desde 2017 hasta febrero de este año, cuando se confirmó mi condena, y ahora estoy conminada a pagar una multa”.

Más información de la editorial, en su página web: editorial unasletras.

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