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Indiana Jones: más allá de la sala de cine

Con motivo del estreno de «Indiana Jones y el dial del destino», la quinta película de la franquicia, preparamos un dossier sobre este personaje cinematográfico de aventuras, el arqueólogo que todos quisimos ser

Junio, 2023

Dossier. Indiana Jones y el dial del destino, la quinta película de la franquicia de Indiana Jones, ha llegado a los cine de todo el mundo. Se trata también de la quinta y última interpretación de Harrison Ford como el más famoso arqueólogo de la pantalla grande. El más famoso… pero no el único. Como desglosa aquí Borja Antela-Bernárdez: antes de que Jones llegase, la arqueología ya se había abierto paso en la literatura y el cine. De hecho, Indy bebe bastante de un precursor, el Harry Steele interpretado por Charlton Heston en El secreto de los Incas. Y, miren ustedes por dónde, el propio Steele estuvo también inspirado en quien dicen que fue el modelo para el personaje de las películas de Spielberg: Hiram Bingham III. Se hizo famoso por autodenominarse el “descubridor” del Machu Picchu, pero muchos dicen que en realidad fue el primer turista que visitó las ruinas incas. Como cuenta José Miguel Escribano Páez: la vida de Hiram como historiador y explorador está plagada de claroscuros, y la asociación con Indiana Jones ha hecho que muchas veces el personaje de ficción sea objeto de críticas por la cercanía con el hombre real. Mucho más divertido es, en cambio, pensar que Indiana tenía un poquito de Sylvanus Morley, un arqueólogo y experto en la cultura maya que trabajó en las excavaciones en Chichén Itzá… y espía durante la Primera Guerra Mundial al servicio del gobierno estadounidense. Álvaro Corrales Álvarez nos relata la vida de Morley y todas las similitudes que guarda con Jones.


Indiana Jones no está solo, hay más arqueólogos en el cine

Borja Antela-Bernárdez


El cine y la Antigüedad clásica han mantenido una relación íntima desde el principio mismo de la historia del celuloide.

Los brevísimos cortos, que hoy resultan experimentales, del mismísimo Mélies sobre la momia o las grandes películas sobre Cleopatra de inicios del séptimo arte, como las de la imponente Theda Bara, hoy perdidas, son prueba elocuente de cómo la Historia Antigua sirvió al cine de inspiración tanto argumental como estética.

No en vano, el siglo XIX estuvo marcado por la instauración de la Historia como disciplina de conocimiento científica. Asimismo, el premio Nobel de Literatura en 1901 al eminente Theodor Mommsen por su Historia de Roma o el de 1905 a Henryk Sienkiewicz, autor de la magnífica novela Quo Vadis? (tan cinematográfica, por otra parte), ponen de manifiesto el contexto de fascinación por la Antigüedad en los albores del siglo XX, el siglo del cine.

Cartel de Cleopatra de 1917, interpretada por Theda Bara.

Desde Poe hasta Karloff

Sin embargo, la arqueología tardó un poco más en entrar en la gran pantalla, aunque en cierto modo el final del XIX y el comienzo del XX ya habían puesto a los arqueólogos en el imaginario popular de la ficción.

No hace falta llegar a Lovecraft y sus espeluznantes historias sobre civilizaciones arcanas ocultas, anteriores a lo humano, amenazadoramente aterradoras, para observar una tendencia que había comenzado anteriormente.

El lector de hoy día puede aun vivir el miedo a peligros ocultos de hace tiempo por medio de las palabras de Edgar Allan Poe. Bram Stoker describía también, en La joya de las siete estrellas, una peligrosa maldición desenterrada entre las arenas de Egipto, similar a la que Arthur Conan Doyle había inventado, entre aventura y aventura de los detectives Holmes y Watson, en algunos relatos cortos como “Lote Nº 249” o “El anillo de Thoth”.

El furor sobre estas criaturas fantásticas provenía efectivamente de la conquista napoleónica de Egipto: la primera novela sobre la momia la escribía de hecho un francés, Théophile Gautier, en 1858.

No obstante, el gran público del cine tendría que esperar a que Howard Carter desenterrase a Tutankamón. El seguimiento de la prensa de entonces y la fabulosa imaginación de la opinión pública motivarían que un año después del descubrimiento de Carter ya se estrenase la primera de la extensa lista de películas sobre el tópico de la momia (una de las muchas películas perdidas a día de hoy).

Sería tras la impertérrita interpretación de Boris Karloff en La momia de 1932 cuando la arqueología se convertiría en un tópico fundamental de la ficción cinematográfica.

Jones, Indiana Jones

La primera aventura del más famoso arqueólogo del cine, Indiana Jones, tiene lugar precisamente en Egipto. El Dr. Henry Jones Jr., alias Indiana, Indy para los fans, podría ser uno de los muchos arqueólogos americanos de la década de los treinta a la búsqueda de fabulosos objetos y yacimientos. En competencia con los siempre terribles nazis (que en el cine aparecen con frecuencia atraídos por el exoterismo: desde el principio de Hell Boy hasta el de Captain America), Indy aparece a menudo como un héroe en defensa no sólo del conocimiento, sino también de la libertad.

Con perdón de Lara Croft y sus Tomb Raider, Indy se ha convertido en un símbolo del entretenimiento intergeneracional dentro de esta ciencia. Al fin y al cabo, a los mandos estaba Steven Spielberg, el mago de la fantasía. Él fue el encargado de dirigir a este personaje tan querido por el público, con su látigo y su sombrero tipo fedora, que seguramente no tendría el mismo carisma si no fuese por su intérprete, Harrison Ford.

Póster de la película El secreto de los incas, de 1954.

Pero Indiana Jones no es, en realidad, un personaje completamente original. Muchas son las deudas que tiene con encarnaciones anteriores. En especial con Harry Steele, olvidado por la historia del cine y el público, interpretado originalmente por Charlton Heston en la película El secreto de los Incas (1954), con el que Indy comparte, como mínimo, la cazadora de cuero.

Las películas de Indiana Jones, a lo largo de los años, han sido la puerta de entrada de muchas personas interesadas en la historia. Huelga decir que cualquier estudiante de Arqueología habrá tenido unas cuantas veces “la conversación” sobre este personaje.

Sin embargo, el cine ofrece una visión peligrosa de la práctica arqueológica. Con o sin nazis de por medio, las películas suelen plantear argumentos en los que ciertos objetos antiguos tienen (aún) un poder sobrehumano, ancestral, que en las manos equivocadas pondrían en peligro a toda la humanidad.

En cierto modo, incluso las momias son también “objetos” peligrosos, resultado de los poderes de otro tiempo que los seres humanos de nuestros días no acaban de comprender.

Esta ficticia arqueología de lo maldito parece ahondar, como tantísimas tradiciones culturales, en los límites de lo humano, y en el riesgo de tratar con poderes que están fuera del alcance de nuestro dominio (sean mágicos, como en las películas mencionadas, o sean incluso más tangibles y actuales como metáforas, por ejemplo, del armamento nuclear).

Pero sería injusto no otorgar a la imagen de la arqueología en el cine otra dimensión, menos esotérica y más humana, como sucede en la película La excavación (2021).

Hasta cierto punto, en su poder para conectar el pasado remoto y el presente, por medio de estos objetos mágicos y del conocimiento, los arqueólogos del cine nos recuerdan que no somos dioses, y que no siempre podemos entenderlo todo. Pero también señalan a cada oportunidad el profundo placer que supone conocer los tiempos pretéritos, y tratar de comprender a aquellos seres humanos que vivieron antes que nosotros.

Todavía tenemos mucho que aprender de ellos.

[Borja Antela-Bernárdez: profesor agregat en Historia Antigua, Universitat Autònoma de Barcelona.]

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Indiana Jones es un héroe, su inspirador no

José Miguel Escribano Páez


Indiana Jones ha dado forma a la imagen del historiador-arqueólogo-explorador en la cultura popular. El estreno de su última película, Indiana Jones y el dial del destino, nos sirve de excusa para analizar cómo ha cambiado nuestra percepción sobre los héroes encargados de descubrir el pasado.

Ese es el caso de Hiram Bingham III, el modelo que inspiró el personaje de Jones.

Bingham nació en Honolulu (Hawái) en 1875, donde su padre era misionero. Siguiendo la tradición familiar, estudió en la Universidad de Yale. Entre 1911 y 1915 lideró varias expediciones a Perú que le hicieron famoso. En 1917 se unió a las fuerzas aéreas y poco después tuvo una fulgurante pero corta carrera política.

Retrato de Hiram Bingham en 1917. / Foto: Library of Congress (Wikimedia Commons).

El Machu Picchu

A lo largo de las décadas, han corrido ríos de tinta sobre él. Su hijo escribió una biografía demostrando que había construido su identidad de explorador mítico a pesar de ser un humano con luces y sombras. Y hace unos años, un académico admirador de Indiana Jones publicó un relato de la vida de Bingham que incluía todas sus polémicas.

Bingham se hizo famoso por “descubrir” el Machu Picchu, en Perú. Algunos prefieren verle en cambio como el primer turista en visitar sus ruinas.

Cuando Bingham llegó al lugar se encontró con gente que vivía allí. Además, muchos lo habían conocido y habían escrito sobre la zona anteriormente. Por eso, al principio, tuvo dudas sobre la realidad de su hallazgo.

En su diario anotó que el descubridor de Machu Picchu era el agricultor cuzqueño Agustín Lizárraga, porque encontró su firma en el lugar. Pero en línea con el racismo de la época, no lo consideró digno de tal honor por ser (según él) un mestizo de piel oscura. Este argumento le permitió autodenominarse descubridor del Machu Picchu.

Actualmente Bingham es visto como alguien que en realidad recuperó un objeto científico para la audiencia mundial. Y, por supuesto, no lo hizo sólo. Lo consiguió gracias al trabajo de otros investigadores, campesinos, muleros y cazatesoros.

Afortunadamente, hoy día ya no necesitamos héroes descubridores. Por eso ya no es necesario ocultar a quienes contribuyeron al conocimiento histórico antes que nosotros.

Estados Unidos y Latinoamérica

Aunque a su muerte, en 1956, un obituario describió a Bingham como un impulsor del estudio de Latinoamérica, sus trabajos reflejaban complejas ideas sobre el vínculo entre Estados Unidos y el sur del continente.

Uno de los principales intereses del explorador era la doctrina Monroe. Esta ideología defendía que Estados Unidos podía considerar una agresión cualquier intervención europea en Latinoamérica. En resumen: “América para los americanos”. Pero sus teorías fueron a más: en una de sus obras llegó a proponer invadir México. Aunque su propuesta no se llevó a cabo, estos trabajos generaron debates sobre la relación entre Estados Unidos y Latinoamérica.

Sus expediciones en Perú fueron pacíficas, pero no inofensivas. Además de tesoros, buscaba demostrar la superioridad científica estadounidense. De acuerdo con su labor, si el futuro de Latinoamérica pertenecía a Estados Unidos, su pasado también.

Sus ideas sobre el papel del país como tutor de las naciones latinoamericanas eran parte de la cultura académica de la época. Además, el explorador extrajo enormes cantidades de restos arqueológicos del Perú. Las autoridades se lo permitieron con la condición de devolverlos 18 meses después, algo que no sucedió.

La actividad vaciando yacimientos provocó críticas en Perú que acabaron con sus expediciones. Esto convenció a Bingham de la necesidad de restablecer la hegemonía de Estados Unidos sobre la zona. Y, de hecho, esta fue una de las razones por las que entró en política.

Paralelamente, las autoridades peruanas reclamaron durante años el regreso de las piezas que Bingham se había llevado, mientras la Universidad de Yale defendía su derecho a quedarse con ellas. Que todo esto fuera aceptable nos escandaliza. Después de todo, su forma de trabajar se parecía mucho a un “coge el objeto y corre”.

No es sorprendente que las aventuras de Indiana Jones hayan recibido muchas críticas en Perú, y no sólo por el paralelismo entre Bingham y el héroe de ficción. La cuarta entrega, Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, daba una imagen pésima del país y las referencias a su historia estaban plagadas de errores tan divertidos como ofensivos —por ejemplo, que Jones había aprendido quechua, idioma andino, con el mexicano Pancho Villa.

Su estreno coincidió además con la polémica de la restitución de los restos arqueológicos. Afortunadamente, esta se resolvió finalmente en 2011–2012, cuando Yale entregó los objetos a Perú.

Hiram Bingham III en la puerta de su tienda cerca de Machu Picchu en 1912. / Foto: Wikimedia Commons.

Relaciones laborales conflictivas

Uno de los personajes más recordados de la segunda entrega de la saga, Indiana Jones y el templo maldito, era Tapón, un niño huérfano a quien el arqueólogo protegía.

Parece ser que Bingham tenía una relación más compleja con la infancia de la que tenía Jones, ya que se oponía a la abolición del trabajo infantil. Es más, sus expediciones utilizaron el trabajo forzado de niños. Uno de ellos se ahogó en un río mientras llevaba material fotográfico y, aunque la muerte fue un accidente, la noticia no benefició a su imagen.

Estas no eran las únicas prácticas dudosas del explorador. Bingham descubría ruinas incendiando la vegetación que las cubría. Trabajaba con cazatesoros. Y organizó una red de compra de huesos humanos. Lo que más le interesaban eran los cráneos, sobre todo si tenían anomalías o trepanaciones.

Al igual que hacía el arqueólogo en Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, Bingham también luchó contra los comunistas durante la Guerra Fría. Pero él lo hizo participando en la caza de brujas del macartismo, una persecución contra personas sospechosas de ser comunistas a base de declaraciones, acusaciones infundadas, denuncias, interrogatorios, procesos irregulares y listas negras.

Si un historiador actual actuase como Bingham hizo en la primera mitad del siglo XX, no gozaría de legitimidad. Sin embargo, su figura sigue siendo alabada en el siglo XXI y todavía se editan libros celebrando sus descubrimientos. Sus interpretaciones estaban equivocadas, pero sus hallazgos alimentaron debates que ensancharon nuestro conocimiento.

Muchos estudiantes de historia se toman con humor que la gente equipare su trabajo al de Indiana Jones. Algunos historiadores se preocupan por la imagen distorsionada de su profesión que ofrecen esas películas.

Pero lo que resultaría más preocupante sería que nuestras formas de rescatar el pasado se parecieran a las del personaje real en el que se inspiró este héroe.

[José Miguel Escribano Páez: profesor en Historia Moderna, Universidad Pablo de Olavide.]

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Sylvanus Morley, el otro Indiana Jones

Álvaro Corrales Álvarez


La primera vez que vi a Indiana Jones en la gran pantalla comenzó mi idilio con la arqueología. A un mismo tiempo me preguntaba: ¿hay alguien que pueda ser arqueólogo y compaginarlo a tiempo completo con la lucha contra el nazismo?

Algunos años después pude encontrar un estudio que me reveló que, algunas veces, la verdad es más extraña que la ficción y que sí, se puede ser como Indiana Jones.

Sylvanus Morley. / Foto: Wikimedia Commons.

¿Quién es Sylvanus Morley?

El estadounidense Sylvanus Griswold Morley, nacido en 1883, se graduó en Arqueología por la Universidad de Harvard en 1908. Los siguientes años fue empleado de la Escuela Americana de Arqueología y alternó la actividad de gabinete con trabajo de campo en países como México o Guatemala.

En 1914, gracias a su experiencia previa, fue contratado por el Instituto Carnegie de Washington para dirigir un programa sobre arqueología maya. En este tiempo ingresó en el Cosmos Club, institución destinada a personas con inquietudes científicas que promueve el intercambio de conocimiento.

El 28 de junio de 1914 estalló la I Guerra Mundial. En este contexto, Charles Alexander Sheldon, miembro del mismo club y jefe de Operaciones de la Oficina de Inteligencia Naval de Estados Unidos, contactó con él para que se encargara de misiones de espionaje. Estas consistieron en buscar bases de submarinos alemanes, combatir las actividades proalemanas y organizar una red de inteligencia para cubrir la costa de América Central.

Hacia el final de la Gran Guerra, en 1918, Morley permaneció en México con un proyecto para excavar y restaurar la ciudad de Chichén Itzá, en la península de Yucatán.

Su labor en El Castillo (templo de Kukulcán, el edificio más reconocible de la antigua ciudad maya) le ayudó a convertirse en uno de los mayores especialistas del calendario solar agrícola Tzolkin. Asimismo, descubrió el Templo de las Mil Columnas (en realidad se han conservado unas 200), ideó la restitución del Templo de los Guerreros e identificó que la función del edificio de El Caracol era la de servir como observatorio astronómico.

Aunque su principal prioridad era el sitio de Chichén Itzá, Morley también trabajó en extensión en el territorio maya. Fueron importantes sus contribuciones sobre las inscripciones de Copán que ayudaron a descifrar la codificación de caracteres del alfabeto maya.

Morley y Jones

Los paralelismos entre Sylvanus Griswold Morley y Henry Walton Jones Jr., Indiana Jones, son claros con sutiles matices. La mayoría de ellos se encuentran en la primera película que sirve de presentación al personaje, Indiana Jones y los cazadores del arca perdida.

La primera aparición del personaje tiene lugar en el territorio de la tribu de los Hovitos, clan ficticio inspirado en los guerreros Chachapoyas. Por tanto, la película se desvía del territorio de Centroamérica a Sudamérica y de la cultura maya a la inca.

Al igual que Morley, Indiana Jones es reclutado para una misión por los servicios secretos americanos para combatir la actividad alemana, en el caso del filme la búsqueda del Arca de la Alianza. Otro punto en común es que, a su vez, los personajes que nos ocupan son capaces de reclutar a otros colegas en misiones comunes.

En el caso de Morley, convence al Museo Americano de Historia Natural de Nueva York para que Herbert Joseph Spinden colabore con él, no sólo como arqueólogo sino también para la Oficina de Inteligencia Naval de Estados Unidos. Por su parte Indiana Jones reclutará al arqueólogo egipcio Sallah Mohammed Faisel el-Kahir para descubrir la localización del arca antes que los nazis.

Primer equipo de la Institución Carnegie de Washington, Proyecto Chichén Itzá. De izquierda a derecha: J.O. Kilmartin, ingeniero; Monroe Amsden, arqueólogo asistente y pagador; E.H. Morris, arqueólogo a cargo de las excavaciones, Mrs. Morris, artista, y S.G. Morley, asociado de la Institución a cargo del Proyecto Chichén Itzá. 21 de mayo de 1924. / Foto: US Geological Survey/Wikimedia Commons.

La complejidad de los submarinos

En última instancia, no podía faltar la búsqueda de submarinos alemanes, principal tarea encargada a Morley.

Por cierto, en la ficción, la escena en la que Indy viaja sobre un submarino hasta el islote en el que se ocultan los nazis hizo que muchos espectadores se preguntasen cómo el héroe pudo sobrevivir a la inmersión hasta que su medio de transporte llega a la base secreta.

Una escena rodada mostraba al protagonista agarrándose con el látigo al periscopio mientras el barco se desplazaba por el agua, para abandonarlo justo al llegar a la isla, pero fue descartada en el montaje final. Así, el espectador tenía que realizar la tarea de imaginar cómo había viajado Indiana Jones en el submarino por medio del océano.

La clave podía estar en que en 1936 los submarinos no necesitaban sumergirse constantemente para ocultarse, pues el mundo estaba en paz. La cinta lo señala discretamente cuando muestra al submarino llegando a la base, todavía por encima del agua y sin intentar ocultarse. Por lo tanto, resulta razonable pensar que Indy realizó todo el viaje de esa manera.

El trabajo como espía de Morley, más pegado a la realidad que las aventuras de Indiana, no dio los mismos frutos que los del personaje de ficción. A pesar de que buscó a lo largo de más de 3000 kilómetros, bordeando México, Guatemala, Honduras y Nicaragua, nunca encontró instalaciones submarinas alemanas ni puntos de suministro. Pero el trabajo de los espías, como el de tantos otros gremios, consigue avanzar tanto gracias a los errores como a los aciertos.

Podemos ver que la doble vida de Morley como arqueólogo y espía guarda similitudes con el personaje de Indiana Jones. Sus referencias bien pudieron inspirar al tándem George Lucas (creador)-Steven Spielberg (director) para que alumbraran un héroe de talla épica. Un icono que se despide con la quinta entrega que ha llegado a las salas de cine.

[Álvaro Corrales Álvarez: profesor de Arqueología, Universidad Pablo de Olavide.]
[Fuente: textos publicados originalmente en The Conversation; son reproducidos aquí bajo la licencia Creative Commons.]

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