Sonoridades atípicas
Marzo, 2022
Ha sido importante el patrocinio de algunos roqueros a la música africana, escribe en esta nueva entrega Constanza Ordaz. Desde colaboraciones musicales hasta influencia en la paleta sonora, el intercambio de los sonidos africanos con el planeta rock ha estado ahí desde hace varias décadas con nombres como Traffic, Ginger Baker, Paul Simon o Peter Gabriel…
Explorar en las raíces ajenas
Cuando el tema “Soul Makossa”, de Manu Dibango, llamó la atención de una emisora de radio en Nueva York, su compañía discográfica Decca, que sólo había editado el single en África, no tuvo el menor interés en seguir promocionándolo.
Dibango declaró irónicamente:
—Para esta compañía soy la última rueda del carro. No le cuesto mucho. El repertorio africano le proporcionaba beneficios sin promoción alguna. ¿Qué más puedo pretender? Como africano, no puedo aspirar al lustre de la celebridad. Eso me lo dejan muy claro.
Afortunadamente, el sello Atlantic, especializado en soul, compró los derechos de “Soul Makossa”, que llegó a ser disco de oro.
Este proceso es descrito en un fragmento del libro La música es el arma del futuro (Fifty years of African Popular Music, de Frank Tenaille, Editorial Lawrence Hill Books, Chicago, 2002).
Lotería continental
Ha sido importante el patrocinio de algunos roqueros a la música africana. En los años setenta el baterista Ginger Baker se subordinó modestamente al ego del nigeriano Fela Kuti, y la banda británica Traffic incorporó al percusionista ghanés Reebop Kwaku Baah. Sin embargo, estos primeros gestos democráticos acabaron desembocando en una época insegura para el rock, que caminaba erráticamente sobre los ritmos del mundo con la intención de apropiarse de sonoridades atípicas, explorar en las raíces ajenas.
En París, el productor norteamericano Bill Laswell se responsabilizó de una serie de “colisiones” con músicos africanos que, aun diez años después, espantaban por “su falta de sensibilidad”: a Paul Simon, por ejemplo, le tocó la lotería fusionándola con su habilidosa crónica neoyorquina en el álbum Graceland; Peter Gabriel se sumó a esta visión panorámica invitando a varios colegas de todos los continentes, colaboraciones estelares que catapultaron a algunos músicos africanos que expresaron directamente sus vocaciones a un público occidental.
Superar las desfiguraciones
Los músicos africanos suelen considerarse embajadores de su continente. Tradicionalmente, los griots eran los encargados de transmitir su legado cultural: los músicos de hoy han recogido el testimonio siendo los más aptos para continuar esa función y destruir lo que Nelson Mandela llamó “la falsa declaración europea de que a los africanos les falta un pasado civilizado”.
También pueden airear la impresión propagada por los medios de comunicación acerca de que el presente sólo se compone de guerras y de hambrunas. Los músicos personifican el deseo de superar esta desfiguración con sus participaciones en la aldea global creada por la tecnología. Como suele decir el maliense Salif Keita:
—África es mi país, el mundo mi continente.
Abrir las puertas
Sin duda, una integración como ésta en una cultura global corre el riesgo de mermar la peculiar personalidad africana. Para el cantante senegalés Baaba Maal, “la tradicional sociedad africana representa todavía un modelo de equilibrio, a pesar de sus problemas actuales”. Maal opina que “este equilibrio es el verdadero mensaje de la música africana”.
Algunos críticos perciben la comercialización de la música africana como dañina para la coherencia de esta tradición. En cambio, la renovación es esencial si los africanos quieren cumplir su deseo de inculcar una mayor comprensión hacia su cultura y liberarla del prejuicio y tergiversación occidentales. Dice Baaba Maal:
—La gente quiere acercarse para conocerse, y así es como pueden arreglarse muchos asuntos: el racismo, el egoísmo. Yo creo que es importante que se abran estas puertas a través de las cuales podamos llegar a la tolerancia.