El estado actual de la filosofía
En 2005, la Conferencia General de la UNESCO proclamó que el Día Mundial de la Filosofía se celebre cada tercer jueves de noviembre. A propósito de dicha celebración, reproducimos este texto* de Faviola Rivera Castro, filósofa de larga experiencia y con una obra vasta y reconocida, para que nos comparta su mirada sobre el estado actual de la filosofía en México y el mundo.
Faviola Rivera Castro
La filosofía en la actualidad refleja el mundo cada vez más diversificado en el que vivimos. El quehacer filosófico nunca había sido tan heterogéneo en temáticas, intereses y preocupaciones, así como en las maneras de aproximarse a sus múltiples objetos de estudio. La filosofía, hoy en día, tiene como materias de estudio a la religión, la cultura, la literatura, la historia y el arte; la mente, la cognición, la lógica, el lenguaje, las ciencias y la tecnología; la ética, la política, el derecho, la bioética, la economía y el género; así como su propia historia, entre otras temáticas cuya lista sigue creciendo. Por ello no sería posible decir que esta disciplina trate de algo en particular, sino que dirige su atención hacia cuestiones muy diversas.
Aunque se podría afirmar que lo “distintivo” de la investigación filosófica sobre cualquier tema reside en la forma, ante todo conceptual, de acercarse a sus objetos de estudio, las maneras de hacer filosofía son muy heterogéneas. Mientras que algunos enfoques se asemejan a las ciencias en su afán de ofrecer descripciones objetivas, otros enfatizan la función crítica de la filosofía frente a la dominación en todas sus manifestaciones, como la injusticia y la opresión.
En la filosofía de la mente o del lenguaje, por ejemplo, se buscaría ante todo explicar cómo funcionan justamente la mente y el lenguaje, en cambio, la ética y la filosofía política no pueden dejar de plantearse cómo debemos actuar y qué organización política sería justa y legítima. Es decir, ciertas maneras de hacer filosofía están informadas por la historia y otras son indiferentes ante ella. En este sentido, algunos otorgan un lugar central a la historia de las distintas formas de dominación con el fin de hacer una crítica de las mismas, en tanto que en otros enfoques la historia sería irrelevante. Algunas aproximaciones vinculan la reflexión filosófica con el activismo político, ya sea con fines de preservar lo que existe o de transformarlo, pero también existen las que privilegian la búsqueda del conocimiento por sí mismo. La reflexión filosófica sobre el género, por ejemplo, en algunos estilos de hacer filosofía está indisolublemente ligada al activismo político, mientras que en otros sería una reflexión teórica que, aunque crítica de relaciones de dominación existentes, no se concibe al servicio de ninguna agenda política. Si algo está presente en la filosofía hoy en día es la diversidad de estilos de quehacer filosófico, de orientaciones políticas, de temáticas y modos de colaboración con otras disciplinas, como la psicología, las ciencias sociales, la lingüística, la sociología, la biología, la física, el derecho, entre otras.
Al mismo tiempo, no obstante su gran diversidad, el quehacer filosófico está también orientado por las agendas de discursos y prácticas filosóficas dominantes que usualmente provienen de los centros de poder político, económico e ideológico. Esta orientación le otorga una cierta uniformidad a la disciplina respecto de las temáticas que se consideran relevantes, los enfoques que se privilegian, las autoras y los autores que se estudian y las prácticas en que se participa. Cuando se hace filosofía en México no se puede ser indiferente al hecho de que el quehacer filosófico en nuestro país está fuertemente supeditado a esas agendas dominantes. Vale la pena preguntarse si, pensando desde México, no podría haber temáticas, estilos de hacer filosofía, autoras, autores y prácticas, diferentes de las dominantes, y que pudieran también ser pertinentes aquí y ahora. Este planteamiento es mucho más natural para quienes hacen filosofía sobre cuestiones sociales, como la política, la religión o la cultura, pero no por ello deja de ser pertinente para la disciplina en su conjunto. Abrir esta posibilidad no significa, como a veces se piensa, echar por la borda los discursos y prácticas filosóficas dominantes, con sus temáticas, enfoques, prácticas y referentes centrales. El quehacer filosófico es inseparable de su larga historia con sus fuentes y enfoques canónicos, así sea para criticarlos. En lugar de ello, abrir esta posibilidad significa pensar filosóficamente desde el propio entorno con todas las herramientas teóricas disponibles e inventando otras nuevas.
Concluyo con una breve ilustración de lo que quiero decir. Al investigar sobre la laicidad, un tema central en México, descubrí que no hay manera de plantear la idea de una laicidad liberal desde los discursos filosóficos dominantes, europeo y estadounidense. La idea de una laicidad liberal parecería, desde esta perspectiva, una contradicción. Sin embargo, la experiencia mexicana muestra que la laicidad liberal no sólo es posible, sino que ha sido una realidad. Frente a este escenario, una alternativa sería afirmar que el liberalismo mexicano es “anómalo” en algún sentido, o que es una “desviación” respecto del liberalismo bien entendido, como se ha dicho muchas veces. Otra alternativa sería desarrollar concepciones del liberalismo y de la laicidad que puedan hacer sentido de la combinación entre ambos. En esta tarea es preciso alejarse de los discursos dominantes, europeo y estadounidense, sobre la laicidad y el liberalismo. Este camino requiere desarrollar conceptos nuevos y un estilo de filosofía en el que figuren de modo central autoras mexicanas y autores mexicanos que no se autoconcebían como filósofas y filósofos. Ésta es una de las posibilidades a las que me refiero y que se abren para la filosofía en México.