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“Siempre mostraba evidencias de todo lo que afirmaba o negaba”

Los datos duros dicen esto: Juan Miguel de Mora Vaquerizo nació el 18 de octubre de 1921 y falleció el 18 de marzo de 2017. Fue profesor de sánscrito, indólogo, escritor, director de teatro y de cine, y periodista. Empero, lo que no reflejan esos datos es que don Juan Miguel de Mora fue un buen hombre, un generoso ser humano, además, un agitador de conciencias. Víctor Roura ha conversado con Juan Antonio Rosado, quien en estos días ha puesto en circulación —a propósito del centenario natal del escritor español— el libro Juan Miguel de Mora: un polígrafo mexicano…


Juan Antonio Rosado (Ciudad de México, 1964) se describe a sí mismo como “narrador, ensayista e investigador independiente”. En 2000 obtuvo el Premio de Ensayo Juan García Ponce. Es autor, entre otros libros, del volumen de cuentos El miedo lejano y otras fobias, de la novela El cerco, de los ensayos El engaño coloridoPalabra y poderErotismo y misticismo, Avatares literarios en México, así como del manual Cómo argumentar. Nos hemos reunido ahora para conversar sobre su más reciente libro: Juan Miguel de Mora: un polígrafo mexicano, a propósito del centenario natal, en octubre, del ilustre sanscritista mexicano nacido en España, fallecido en 2017.

“Como si fuera varios autores en uno”

—Un libro sobre Juan Miguel de Mora en su centenario natal, Juan Antonio, es para enorgullecer al autor de este compendio, que eres tú. ¿Cómo surge la idea de celebrar a este hombre, por qué, qué razones te motivaron a elaborar este volumen?, ¿cómo describir a este narrador-periodista: más como narrador que como periodista o al revés?

—Conocí a Juan Miguel de Mora en los años ochenta del siglo pasado, siendo su alumno de literatura sánscrita, pero antes de eso yo ya tenía conocimiento de algunos de sus libros, sobre todo de sus obras como sanscritista. Había adquirido tres volúmenes coordinados por él sobre cultura sánscrita. Luego, hurgando en varias bibliotecas, me di cuenta de que se trataba de un autor polifacético, como si fueran varios autores en uno. Eso me llevó a inscribirme en sus materias. En una ocasión, mientras Juan Miguel hacía uno de sus libros, se acercó a mí para pedirme un favor: que verificara un dato en no recuerdo qué fondo de una biblioteca. Lo hice con gusto. A partir de entonces surgió una amistad. Nos reuníamos en cafés o yo iba a su casa. Conocí a Ludwika, su esposa. Así descubrí más facetas de este autor. Creo que lo más valioso de su obra, sin escatimar su lado narrativo o periodístico, son sus estudios filológicos sobre la literatura y cultura sánscritas. Por supuesto, leí gran parte de sus artículos periodísticos de las últimas épocas, que él siempre compartía conmigo, así como sus novelas. En sus narraciones él utilizaba mucho el periodismo, y por eso aciertas cuando dices “narrador-periodista”. Todo buen periodista cuenta historias porque narrar es contar sucesos. En el caso del periodismo, se trata de sucesos fundamentados en evidencias, y eso es lo que tenía Juan Miguel: siempre mostraba evidencias de todo lo que afirmaba o negaba. Era un investigador nato, una persona profundamente curiosa. Creo que esa debe ser otra característica tanto de los periodistas como de los buenos investigadores.

“La idea de celebrar a Juan Miguel de Mora no surgió sólo por el centenario de su nacimiento, sino también porque se trata de uno de los polígrafos mexicanos (mexicanos por adopción) más injustamente olvidados, en gran medida por su actitud honesta, sincera, auténtica frente a la historia y a la realidad, en particular a la realidad mexicana”.

Juan Antonio Rosado.

“Echeverría mandó matar a De Mora sin lograr su perverso cometido”

—Dices bien en afirmar que Juan Miguel de Mora está injustamente olvidado en la historia literaria del país, que yo lo asumo a su no integración a la “mafia” intelectual precisamente por su sincera intervención en ella, como lo demuestra su libro sobre los acontecimientos de 1968 que le valió el pronto exilio a Europa por una amenaza latente del gobierno echeverrista. El libro de Juan Miguel de Mora sobre el 68 es, me parece, más importante que los libros tanto de Luis González de Alba como de Elena Poniatowska pero, al no pertenecer De Mora a la mafia, su libro no era considerado fundamental en dicho caso…

—Coincido contigo, aunque De Mora publicó el libro sobre el 68 después del exilio. Tlateloco 68 T-68 es de 1973. Y tienes razón: De Mora nunca se integró a ningún grupo literario en especial, ni mucho menos a los grupos que acaparaban los medios de comunicación o los suplementos culturales. Fue corresponsal de la estación de radio XEX, cuyo gerente era Miguel O’Farrill, y de la revista Siempre! cuando era dirigida por José Pagés Llergo, pero jamás de manera gregaria, sino de un modo plenamente independiente. Ya, desde antes del 68, Juan Miguel fue un honesto crítico no sólo del sistema sino de la literatura producida por los autores dizque “consagrados”. Qué bueno que tocas este tema porque en una ocasión me contó que criticó duramente una novela de Carlos Fuentes. Esto fue ya después del 68. No recuerdo si la novela era Cambio de piel. Fuentes nunca se lo perdonó. Todos sabemos que luego Fuentes coquetearía con el echeverrismo, y fue Echeverría uno de los presidentes que mandó matar a De Mora sin lograr su perverso cometido, por supuesto.

“En cuanto a los libros sobre el 68, sin restarles importancia a los demás (al de María Luisa Mendoza, al de González de Alba, al de Poniatowska, etcétera), que ofrecen visiones complementarias desde distintos ángulos, considero que el de De Mora, sobre todo si hablamos de las últimas ediciones, es el más completo y el más apegado a las evidencias históricas y periodísticas. T-68 proporciona datos que ninguna obra proporciona. No permanece en los rumores o habladurías, ni en la memoria colectiva; De Mora presenta evidencias no sólo discursivas, sino también gráficas. Cuando dice que Díaz Ordaz trabajó para la CIA, presenta las pruebas. Es un libro muy crudo que combina nuevamente periodismo con narración literaria. Hace ya muchísimos años me tocó impartir clases en una preparatoria. Te estoy hablando de inicios de los años noventa. Yo era muy joven. Recuerdo que les dejaba a los estudiantes el libro de Juan Miguel y a todos les impactaba; no hubo ningún lector a quien le resultara indiferente. Me parece que, junto con otras obras de Juan Miguel, T-68 es un libro que merece una nueva edición. Yo lo considero, sin duda, un clásico en el tema”.

“La Segunda Guerra Mundial en realidad empezó en 1936, en España, y no en 1939”

—Otro de los temas que dominaba como nadie, porque incluso había sido juez y parte, era la Guerra Civil Española en la cual participó siendo muy joven combatiendo contra el fascismo de Franco llegando a afirmar, no sé si a ti te lo dijo, que había nacido en Madrid. Era un orgullo muy suyo el haber peleado contra un aliado de Hitler, aunque hayan salido derrotados, de manera que sus crónicas sobre estas cruentas batallas son absolutamente verídicas…

—Precisamente uno de los objetivos de mi libro sobre Juan Miguel de Mora es rescatar una memoria que considero imprescindible desde el punto de vista histórico y cultural. La memoria siempre nos nutre y enriquece. De Mora se consideraba mexicano y a veces más tabasqueño que mexicano, pues vivió mucho tiempo en Tabasco, pero también español, país del que escribió mucho. Incluso tiene un estudio sobre Lope de Vega a través de sus cartas. Y sí, tienes razón, fue parte de las Brigadas Internacionales contra el fascismo en España. Pero en el fondo era un hombre universal que amaba a Francia y también a India y al Oriente en general. Vivió en China y estuvo en Vietnam. En su juventud, antes de combatir en España, estudió en Francia. Luego vino la Guerra Civil Española y se sintió totalmente comprometido con la causa republicana. En muchas ocasiones él decía que la Segunda Guerra Mundial en realidad empezó en 1936, en España, y no en 1939 con la invasión de Alemania a Polonia. Esto tiene lógica si pensamos que en España hubo gente de todo el mundo luchando contra el fascismo, mucho antes de que Hitler invadiera Polonia. Tiempo después, en los años sesenta, iría a España nuevamente, ahora de incógnito, para atestiguar y dar cuenta de la intolerancia del régimen franquista. Producto de esta experiencia es su libro Misión de prensa en España: un pueblo en lucha heroica.

“De Mora le concede a Salinas el privilegio de la duda”

—En Tabasco se hizo periodista, según acotaba el propio Juan Miguel de Mora, autor implacable e impecable. ¿Cuáles eran sus armas más visibles en el periodismo? En Tabasco me decía que su crítica afectó varios intereses creados, lo cual exhibe sus certezas éticas, que desconocía, por ejemplo, una personalidad consagrada como Carlos Fuentes, quien escribiera un libro para exaltar la figura de Carlos Salinas de Gortari, cosa que nunca haría, ni hizo, Juan Miguel de Mora…

—Así es, Víctor. En Tabasco dirigió el Diario de Tabasco y fundó La voz de la Chontalpa. En ese estado también empezó su fascinación por la India y por la cultura sánscrita. El caso de Salinas de Gortari es sui generis en este país. Al principio de su sexenio todos creíamos, incluso Juan Miguel de Mora, que las cosas serían mejor. En una ocasión, durante el inicio de ese sexenio, Juan Miguel me comentó que él no había votado por Salinas, pero que las cosas iban bien y que había ganado el mejor. Recuerda que Jorge Carpizo, hombre honesto y cabal que moriría tiempo después de manera misteriosa en un hospital por una enfermedad muy sencilla; Jorge Carpizo, gran amigo de Juan Miguel de Mora, trabajó un tiempo para el sexenio de Salinas. En su mismo libro El gatuperio, publicado en 1993, De Mora le concede a Salinas el privilegio de la duda. De Mora fue enemigo del EZLN desde el inicio de esta agrupación. Nunca se dejó engañar por esta agrupación y fue un gran crítico de ella. Y hablamos de De Mora, uno de los grandes intelectuales de izquierda en México. En aquella época, no atacó al gobierno de Salinas. Sin embargo, luego del llamado “error de diciembre” y de toda la podredumbre que emanó del sexenio de Salinas de Gortari, cuando el hedor empezó a crecer en todo el país, Juan Miguel, en una de nuestras conversaciones de café, me dijo que Salinas “nos engañó a todos”. Creo que eso fue lo que ocurrió. La gente de repente, sobre todo la clase media, allá por 1993 o 94, sintió que le empezaba a ir bien de nuevo; sintió que todo mejoraba, pero al final del sexenio e inicios del siguiente, todos nos dimos cuenta de que fue un engaño. No sé si estés de acuerdo con todo esto.

Zalamería, lamebotismo y burocracia

—Yo recuerdo, Juan Antonio, que hablaba con Juan Miguel de Mora sobre la farsa intelectual y subrayábamos precisamente el acomodamiento de Carlos Fuentes en las facciones políticas. Incluso recuerdo que él buscaba hablar con alguna autoridad del entonces Consejo Nacional para la Cultura y las Artes porque buscaba el respaldo para un proyecto suyo. Yo le decía que él más que nadie se lo merecía, pero le ponían reparos. Incluso en una ocasión se encerró en una habitación para hablar a solas con alguien de esta dependencia y cuando salió, molesto, ya no platicamos más sobre el tema. Las politiquerías, que a él le afectaban, siempre han estado a favor de zalamerías y no de postura críticas. Háblanos un poco de estas ideas de Juan Miguel respecto a estas situaciones que le enfadaban…

—Todo esto es verdad. En el mundito académico mexicano se siguen presentando estas actitudes por parte de las autoridades. En una ocasión, Juan Miguel me contó que metió todos sus papeles e incluso dio libros suyos para optar por el Sistema Nacional de Investigadores, pero curiosamente hicieron perdedizos sus libros y papeles. Al parecer, nunca se los repusieron. En la Facultad de Filosofía de la UNAM, por ejemplo, puedes tener más de 20 años impartiendo clases como profesor de asignatura interino “A” con un sueldo miserable; puedes tener muchos libros publicados, artículos en revistas arbitradas; haber dirigido muchísimas tesis; haber estado en congresos y hasta haber coordinado un congreso internacional; haber pronunciado conferencias magistrales; haber sido becario del Conacyt, etcétera, etcétera, y a pesar de todo lo anterior, “perder” un concurso de oposición sólo porque no aprendiste a lamer botas. Conozco un caso así: el mío, y también conozco varios “colegas” que no tienen ni la quinta parte de los méritos antes descritos y, pese a ello, gozan de tiempo completo y definitividad. Y aun cuando hayas impugnado con buenos argumentos el resultado del concurso de oposición, resaltando sus contradicciones e inconsistencias con buenas razones, la respuesta del director fue y es unilateral y autoritaria. En este país, todo sigue siendo zalamería, lamebotismo y burocracia. Por desgracia, nada o muy poco ha cambiado.

Un intelectual “políticamente incorrecto

—También es dramaturgo, traductor y notable ensayista, cualidades que le negaba la mafia cultural. Que yo sepa, y corrígeme, por favor, Fernando Benítez jamás lo mencionó en cerrado corrillo de amistades, ¿a qué se deberá esto, platicaste con Juan Miguel sobre estas situaciones?

—Así es. Fernando Benítez jamás le dio entrada en los suplementos culturales que dirigió, en buena medida porque Juan Miguel era lo que hoy llamaríamos un intelectual “políticamente incorrecto”, cosa que puede traducirse en una simple y llana honestidad intelectual: cero zalamerías y lamebotismos. Mientras a los intelectuales mexicanos antes del 68, en su mayoría, o no les interesaban los asuntos políticos y sociales y se dedicaban a la experimentación formal o a cuestiones históricas, o se ocupaban de asuntos políticos y sociales, pero tenían cuidado de no enfadar a Papá Estado; Juan Miguel, por el contrario, señaló las lacras sociales y políticas, criticó el personalismo o la función marcadamente personalizadora de muchas instancias mediadoras de la literatura y se dedicó de lleno a un compromiso que iba más lejos de lo meramente literario. Ahora recuerdo que en una ocasión el escritor venezolano Rómulo Gallegos dijo que “algo más que un simple literato hay en mí” (cito de memoria). Esa fue la actitud de Juan Miguel. Pero lo que planteas es mucho más complejo.

“Yo creo que, además del odio de muchas instancias mediadoras por su actitud directa, también está involucrado un asunto de poéticas, de cómo entender la creación literaria no sólo desde el punto de vista temático, sino también estilístico, formal. Juan Miguel no fue nunca un autor amanerado ni le concedía primera importancia a la forma ni a los aspectos formales. Para él lo más importante era transmitir mensajes, contenidos, profundizar en esos contenidos y presentar, en la medida de lo posible, evidencias. Por ello sus novelas fueron políticas o de contenido social. En una ocasión el prestigiado autor Mariano Azuela se refirió a esos escritores que se la pasan ‘acicalando el lenguaje’ para decir ‘solemnes boberías’. Muy lejos de esa actitud se encontraba De Mora. Si bien su obra narrativa es dispareja desde el punto de vista formal, fenómeno que ocurre en cualquier escritor y en cualquier época, también es verdad que tiene excelentes obras, que no sólo se disfrutan como narraciones sino que, sobre todo, nos enseñan: poseen una función cognoscitiva y no meramente estética. Esta acumulación de contenidos sociales, políticos e históricos seguramente no era del agrado de quienes sólo buscaban propuestas estetizantes y el aplauso, los reflectores de premios y editoriales.

“Para Cervantes, una buena obra literaria debe divertir, debe causar placer, pero también enseñar. De Mora se iba mucho más a lo segundo. No obstante, definitivamente estoy convencido de que la razón principal del ostracismo que se le impuso como intelectual y escritor se debió más a cuestiones políticas que estéticas. ¿Por qué pienso eso? Porque no todos los autores que publicaron con Benítez o en otras instancias tenían la misma calidad ni eran todos buenos, y además hubo autores excelentes que nunca pudieron entrar en esos círculos. Parece que en México, como te decía, no se puede dejar de lado el compadrazgo, el amiguismo y el pago de favores, y que la calidad, la intensidad y el trabajo, así como la constancia con la escritura son lo de menos. Es triste que siga ocurriendo”.

“El libro no debería tener Apéndice, sino dos partes”

—¿Cómo fuiste construyendo la idea del libro Juan Miguel de Mora: un polígrafo mexicano? ¿Partiste sobre todo de los propios textos del autor, que en octubre cumpliría cien años de edad? ¿Los textos son inéditos? ¿Cómo cayeron en tus manos?

—Fue un proceso largo porque al considerar los 100 años del nacimiento del autor, decidí en primer lugar reunir todo lo que yo ya había publicado sobre él en revistas, suplementos culturales y en algún libro: desde reseñas de algunas de sus obras hasta textos que utilicé en presentaciones de libros a las que me llegó a invitar o incluso ensayos donde recurro a alguna obra de De Mora como investigador de la cultura sánscrita. Supe de inmediato que reunir todos esos textos míos no aportaría gran cosa, dado que ya estaban publicados de uno u otro modo, por lo que me puse a leer otros libros de Juan Miguel, que yo había dejado pendientes por falta de tiempo. Justo aproveché la pandemia para devorar varios de sus libros y capturar los que consideré los mejores artículos periodísticos suyos que yo poseía, pues Juan Miguel me los obsequiaba o enviaba por correo electrónico antes o después de publicarlos. En fin, fui poco a poco reuniendo testimonios, textos de otras personas, como Lúdovik Osterc, así como ampliando la semblanza que yo había escrito sobre De Mora, pero también corrigiendo y agregando elementos a los textos ya escritos. Luego me puse en contacto con Ludwika Jarocka, la viuda de Juan Miguel y entrañable amiga. Ella se entusiasmó con la idea del libro y aportó testimonios muy valiosos. Decidí colocar los textos periodísticos de De Mora como “Apéndice”. Después quise un prólogo de alguien más que también había conocido a Juan Miguel, y se lo pedí a Mauricio López Valdés, quien me recomendó acertadamente que el libro no debería tener “Apéndice”, sino dos partes: la primera sería la mía sobre De Mora y la segunda los textos periodísticos que recopilé de este autor. Aprovecho aquí para agradecerte el último texto (póstumo) de Juan Miguel, que amablemente me enviaste. Ya te lo agradecí en la “Nota preliminar”, pero lo reitero en este espacio.

Madrid y París

—El libro, de muchos modos, consolida y desmitifica ciertas cuestiones en la vida de Juan Miguel de Mora, sabio sanscritista y hombre de letras. De una vez por todas, aquí mismo, dinos por favor el lugar exacto de su nacimiento y dónde fueron a parar Ludwika y Juan Miguel durante su exilio en Europa a principios de los setenta…

—Juan Miguel de Mora nació en Madrid, en efecto, pero sin duda fue y es tan mexicano como español, y hasta más mexicano, en la medida en que vivió y trabajó en México y para México casi toda su vida. En gran medida, él se hacía pasar por mexicano porque (yo lo interpreto así) se sentía mucho más libre para criticar y aportar propuestas a este país, pero también por la lamentable y vergonzosa hispanofobia de muchos mexicanos, a quienes no se les puede considerar sino ignorantes. De Mora vivió esa hispanofobia, de la que habla in extenso en El gatuperio. Ahora bien, creo que el lugar de nacimiento a veces es irrelevante si, ya con la distancia, consideras la trayectoria de toda una vida de compromiso por ambos países. Mi libro se titula “un polígrafo mexicano” por eso, aunque consideré con seriedad el título “un polígrafo de México y España”, pero era demasiado largo. En la portada puedes ver un fondo de guerra y en primer plano la bandera y el símbolo de las Brigadas Internacionales. Yo le agregué el símbolo OM, la divinidad en el hinduismo. La portada entonces nos otorga simbólicamente algunos de los aspectos que este autor más quería. Me hubiera encantado incorporar la bandera mexicana o el escudo nacional, pero ya sabes que en este país, a diferencia de otros, se considera un delito alterar la bandera o el escudo nacional. Es algo muy religioso que yo no puedo terminar de entender. Para finalizar y responder la última parte de tu pregunta: Ludwika y Juan Miguel se exiliaron en París después del 2 de octubre del 68, pero recorrieron también varias partes de Europa.

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