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El periodismo cultural en tiempos de pandemia

Un reporte de lo que es, puede ser o debiera ser, el periodismo cultural en estos azarosos tiempos de enfermedad mundial reforzado con varias voces de periodistas que ejercen el oficio. El autor, quien está a cargo de la jefatura editorial de la sección de Cultura de la ahora detenida agencia Notimex, pregunta sobre el estado actual —a causa de la pandemia que ha afectado política y económicamente al país— de la prensa cultural en esta temporada de crisis sanitaria, pero va más allá proponiendo incluso un cambio en la propia responsabilidad periodística…


Repentinamente, los recuerdos acerca del mundo tal como lo hemos conocido se diluyeron sobre un calendario de días predecibles, sin distinción entre uno y otro.

Lo mismo era un jueves que un domingo.

La vida nos pareció entonces un libreto tantas veces repetido.

Durante algunos meses cruentos, la pandemia a causa de la covid-19 acrecentó diversas situaciones con las cuales ya lidiábamos en México antes de que el virus llegara a nuestras vidas: caos, incertidumbre, miedo, soledades, tragedias en numerosos hogares, pérdidas económicas, barbarie —reactualizada ahora por parte de personas que agredieron al personal médico en las calles—; muertes, muertes y más muertes: los efectos del reinado de la industria de comida chatarra; un sistema de salud pública históricamente saqueado y debilitado a través de políticas neoliberales, y demás cuestiones que, como si estuvieran bajo el efecto visual de una lupa, aumentaron su grado de relevancia y su capacidad de afectación en la vida cotidiana.

Y como el ser humano es complejo, a la par de que hemos sido testigos de aborrecibles egoísmos durante estos recientes meses, también asistimos —a la distancia, generalmente vía redes sociales— a determinados actos que nos reconcilian con este mundo que se nos desbarata, aun ahora, entre las manos: heroísmo del personal sanitario; gestos solidarios entre desconocidos; muchos deseos de aprovechar esta actual condición de extrañeza para, nunca más, volver a esa rutina cooptada por fuerzas que nos agotan y convierten nuestras vidas en enseres al servicio tanto del capitalismo como de los distintos patriarcados, el racismo colonial y otras tantas formas de opresión que, en varios momentos, padecemos y, paralelamente, replicamos, tal como nos lo mostró Fanon en Piel negra, máscaras blancas (1952).

Antes del coronavirus vivíamos en un mundo que a casi nadie le agradaba, el cual se sostiene a través de una incesante repetición de una perversa imagen que se nos inocula día tras día: su aparente imposibilidad de ser interrumpido y transformado en su opuesto. Ya la genial Mafalda lo dijo hace varios años cuando expresó su deseo de que pararan el mundo pues ella quería bajarse… Y el mundo entonces, durante los primeros meses de 2020, para casi todos… se detuvo.

¿Qué nos mantiene sujetados al mástil de la vida? 

Durante los meses más difíciles de la pandemia nos recluimos en la caverna.

Ahora, cuando lamentablemente las muertes aún continúan y (muchas veces irresponsablemente) volvemos a transitar por calles y avenidas, nos percatamos de que nuestras vidas son tan breves y endebles, tanto como un barquito de papel navegando en el lavamanos.

Vivir nunca ha sido fácil; sin embargo, hoy dicho acto comparte la fragilidad que experimenta una flor al estar en medio del gris asfalto y debajo de una tormenta.

Nada tan frágil ni tan bello.

Y a la mitad del naufragio civilizatorio… algunos buscan refugiarse; otros miran tranquilamente desde su ventana, mientras unos cuantos más escriben el nombre de su pareja a través del cristal empañado del autobús, y pocos, muy pocos, bailan en plena vía pública mientras el cielo se viene abajo.

Y la flor, ahí, ilesa todavía, resiste. Así como resisten nuestras vidas… así como nacen mil niños a pesar de que este mundo no es la fiesta que alguna vez nos prometieron: “El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos”, dijo Ilsa Lazlo a Rick Blaine en Casablanca (1942).

Entre la bruma y a contracorriente de quienes corren para guarecerse, se deja ver un personaje que, libreta en mano, mira y señala lo que —sin duda alguna, ya más de cerca— parece ser un malvón rojo: se trata de un periodista cultural, y él, ella, no es quien cuida a la flor para no ser pisoteada, sino se encarga de mostrar, precisamente, que en medio del gris asfalto y bajo el aguacero sin final, aparentemente invisible se halla la belleza (y explica así la importancia de ese relevante suceso).

¿Cómo realizar tan digno acto mientras transcurre una pandemia mundial?
 

“Fuente de reflexión hacia el interior de cada persona” 

El periodismo cultural debiera ser sumamente valorado en nuestras sociedades, pues desde sus mejores expresiones difunde e informa acerca de ciertas praxis humanas que nos rescatan de la barbarie; por ello es relevante preguntarnos acerca del papel que dicho oficio tiene en países como México.

Para adentrarnos en este tema, el escritor Víctor Roura, quien durante 25 años dirigiera la sección cultural del periódico El Financiero, nos comparte su definición de lo que para él debiera ser la vinculación de este noble oficio con la ciudadanía:

—La función social del periodismo cultural, no sólo en tiempos agrestes, es difundir los pensamientos y las creaciones artísticas del ser humano a través de la historia, mismos que, a su vez, contribuyen, o podrían contribuir, a la propia formación educativa de quien se acercara a su lectura. Por eso la práctica pluralizada de este periodismo debiera ser básica, de lo contrario se corre el riesgo de fronterizar la información, de establecer cotos perceptivos en su proyección.

“En una época de confinamiento, como la que hemos vivido, el periodismo cultural pudo haber sido una fuente de reflexión hacia el interior de cada persona para su particular provecho personal, porque la cultura no sólo te puede entretener o divertir de manera transitoria, como el efecto fugaz de los espectáculos, sino causar cavilaciones permanentes o resquicios temáticos en la construcción de la personalidad”.

“En espera de un respirador…” 

Por su parte, Lilian van den Broeck, poeta y cuentista, no duda en resaltar las virtudes del ejercicio periodístico cultural específicamente en tiempos de pandemia, tal como lo que vivimos hasta el día de hoy en México y gran parte del mundo. Así lo expresa quien ha colaborado en varias publicaciones como el diario El Financiero, La Digna Metáfora, y la revista Transgresiones:

—El papel del periodismo cultural es fundamental durante esta pandemia y confinamiento al ser un medio para canalizar el estrés y el miedo que la sociedad enfrenta ante un enemigo mortal e invisible. El periodista cultural tendría que tener todo el acceso y medios para poder informar contenidos artísticos y culturales y así contribuir al bienestar y la salud mental de la población. Pero en nuestro país el periodismo cultural ya se encontraba en crisis, confinado y amenazado desde antes del coronavirus. Y hoy en día está en espera de un respirador.

Parece así insoslayable la función de quien se dedica a dicho oficio, pero… la actual pandemia a causa del coronavirus, ¿cómo afecta a los procesos de realización del periodismo cultural? En tiempos convulsos como los actuales, cuando se han cancelado los encuentros cara a cara, las expresiones culturales y los eventos artísticos con público presente… ante un escenario tan inédito, ¿cómo puede hacer su labor un profesional de este oficio? ¿La escritura del periodista se halla obnubilada por los nubarrones provenientes de este virus sin boleto de retorno? 

Escribir desde la distancia

Para respondernos a estas preguntas, en Salida de Emergencia también charlamos con la reportera Ángeles Anzo; ella desde la sección cultural de la Agencia de Noticias del Estado Mexicano Notimex ha debido crear herramientas sobre la marcha, posicionándose a contracorriente de los obstáculos a su labor durante los recientes meses, previamente a que dicho espacio informativo parara sus labores ante una huelga sindical durante plena pandemia, seguramente cuando más falta le hace a la ciudadanía que se ejerza un periodismo de alta calidad:

—Si bien es cierto que los periodistas realizamos nuestra labor desde un escritorio, el oficio se hace sobre todo en la calle, con las experiencias e intercambios cotidianos; esta pandemia ha planteado el reto de escribir desde y en la distancia, sin ser testigos directos y valiéndonos principalmente de las redes sociales, canales de distribución de contenidos y otras plataformas, escribir de lo que “se sabe” y lo que se “ve”, teniendo como telón lo no tangible y buscando otras formas de nombrarlo, pues nociones como hecho escénico y otras pueden parecer poco exactas en el contexto actual.

“Una de las mayores dificultades que he enfrentado durante este periodo es la poca motivación para escribir frente a la emergencia de salud en casi todo el mundo, las noticias sobre muertes y la constante preocupación sobre esta situación”.

Asimismo, la periodista Rossi Blengio reafirma las inquietudes que Anzo nos expresa en líneas anteriores:

—Nada es comparable a estar en el momento en que ocurre el hecho teatral, vivirlo y comunicarlo desde la voz del actor o del director al cuestionarles cuál fue su experiencia, qué le llevó a esta puesta y por qué, esas cosas valiosas que hace un periodista al estar con los cinco sentidos en la realización de su oficio, y que son de acuerdo con el insigne periodista Ryszard Kapuściński: estar, ver, oír, compartir y pensar. En el plano escritural la pandemia afecta el hecho de no estar con el sujeto u objeto de nuestro trabajo o en el lugar de los hechos para su crónica.

“Otras maneras de aproximarse al arte…” 

A propósito de las dificultades expuestas por Anzo al realizar su labor durante esta pandemia, es oportuno atender a lo que Vicente Francisco Torres encuentra en el contexto presente a la hora en fungir como periodista. Así lo expresa el profesor de la UAM Azcapotzalco, ensayista, narrador y colaborador en distintas secciones culturales en México:

—Me parece que a quienes más ha afectado el “cocoliztli” es a los reporteros y fotógrafos, pues no tienen materia de trabajo. No hay conciertos, conferencias, exposiciones, museos abiertos ni exhibición de películas de estreno. Aunque tienen la opción de entrevistar, por correo electrónico, a artistas que cumplen años o publican un nuevo libro, incluso si no se ha distribuido (es el caso de Bruno Estañol), y hasta hablar de una personalidad doblada por los años (como Manuel Felguérez) o derrotada por el minúsculo covid-19, como el fortachón Luis Sepúlveda. Yo siempre he hablado de libros y autores recientes, y eso me tiene en pausa.

Quizás sea más viable realizar entrevistas a distancia con un escritor o cubrir periodísticamente el fallecimiento de un destacado artista plástico en comparación con elaborar un texto acerca de contenidos sonoros como la música, por ejemplo. Existen expresiones en el arte que, aparentemente, no pueden prescindir del cara a cara, ni para el artista ni tampoco con respecto al público, sin soslayar al propio periodista cultural. Acerca de tal cuestión, en la revista Salida de Emergencia nos dimos a la tarea de contactar a José Noé Mercado, quien actualmente en México es el mayor crítico de música sinfónica y de ópera; así responde ante las preguntas referentes a posibles obstáculos en su labor periodística a causa de la pandemia:

—El ejercicio de la comunicación informativa, interpretativa y crítica sigue intacto. Al menos, en el plano técnico de la escritura o de algún otro canal periodístico. Lo que se ha modificado, en mi caso, es el contacto directo que mantenía con las actividades musicales y escénicas, presenciales, que de ninguna manera se perciben igual a través de alternativas como la virtualidad de las redes sociales e incluso los distintos medios masivos.

“Pero no todo en el periodismo cultural se nutre de la reseña o la crítica como géneros; ahí cobran importancia otras maneras de aproximarse al arte, a su problemática, a su relevancia como actividad o producto cultural (dicho sin el dolo con el que en ocasiones se cosifica el concepto); de las inquietudes de quien lo crea o puede ahora estar impedido de lograrlo. O, bien, de los mundos creativos que nos arrancó la pandemia”.

“Nuevas formas de describir la realidad” 

Una pandemia nos ha recluido en casa… para los más afortunados se abrió la posibilidad de laborar desde el hogar. En el caso del periodista, instalando su redacción en dicho lugar y, frente a la pantalla de la computadora, realizando entrevistas que ya no solamente son a través del teléfono sino que, ahora, sostenemos encuentros mediante videollamadas, mensajes de audio y aplicaciones que ahora habitan tanto en nuestro léxico como en nuestra caja de herramientas… tales como Zoom, por ejemplo.

Pero varios de estos instrumentos ya eran utilizados antes de este terrible año de 2020. Quizás, solamente, el temible virus en el plano del oficio periodístico acrecentó el uso de dichas posibilidades que la tecnología brinda. Al respecto nos comparte José David Cano, crítico musical y director del portal web cultural Salida de Emergencia:

—Es cierto que, por ejemplo, al hacer una entrevista es más enriquecedor haberla hecho en persona, para anotar (y luego plasmar en el texto) gestos, actitudes, modos del entrevistado, o incluso describir el lugar; pero esos detalles, al final, se pueden sustituir por otro tipo de información (también enriquecedora para el texto y para el lector).

“Pero voy un poco más allá: si algo hemos comprendido durante estos 20 años que llevamos del nuevo siglo, del siglo XXI, es la transformación que está viviendo el periodismo en general, y en particular el periodismo escrito. Es inevitable y, si me lo permites, es ya imparable. ¿Para bien o para mal? Aún no lo sabemos.

“Así que, más que afectar los procesos en el plano de la escritura periodística, estamos viendo y asistiendo al nacimiento (y, en varios casos, al afianzamiento) de nuevos modos y formas de informar, contar y describir eso que llamamos realidad. Con el avance de las nuevas tecnologías y soportes, cada día era más evidente que la manera de hacer periodismo (por lo menos como lo entendíamos en el siglo pasado) había cambiado. Ahora, ¿hasta qué punto lo ha acelerado el (maldito) bicho? Creo que estamos por verlo en los próximos meses, en la era pos-covid”.

El periodismo: “Dándole vuelta a la vuelta” 

¿Periodísticamente se puede hallar algo nuevo bajo el sol con respecto a temas que ameriten coberturas durante momentos extraordinarios como una pandemia? ¿Se puede generar un periodismo que aborde a la pandemia como tema, pero sin dejar de lado otros asuntos cotidianos? ¿Cómo decir algo culturalmente hablando acerca de la covid-19 sin que eso signifique agotar al lector presentándole contenidos redundantes sobre un tema ampliamente abordado en el resto de medios de comunicación? Acerca de los mecanismos periodísticos para ejercer este oficio durante los meses más recientes, Víctor Roura comparte sus reflexiones:

—En estos casos siempre se recurre a la misma causa que ha generado el problema, ir hacia allá, buscar perspectivas y prospectivas, preguntar por las razones de la aparición del problema, crear temas sobre ese tema. Creedence Clearwater Revival tiene una canción denominada “Dándole vuelta a la vuelta”. Y de eso se trata el periodismo. Cuando nos azotó el terremoto en 1985, los reportajes y las entrevistas giraban en torno al suceso. En un tsunami habría que inventar un diálogo sobre las aguas. En un tornado, un diálogo acerca de los vientos. En una pandemia, crear diálogos sobre los temores y los confinamientos de la gente. El periodismo cultural debe tener imaginación para estar acorde con los tiempos.

En tiempos convulsos o en momentos de aparente calma social, la imaginación es un ingrediente insoslayable en el ejercicio del oficio periodístico; así lo afirma el periodista José David Cano, que destaca a ciertos medios de comunicación respecto a su tratamiento informativo en el plano cultural durante los meses más recientes en México. Ante la pregunta acerca de cómo se realiza periodismo cultural desde un confinamiento tan extenso como el que hemos vivido en los meses pasados, el también reportero y editor responde:

—Con recursos monetarios, sobre todo; pero también con imaginación y talento. Si algo tiene el periodismo cultural (y es una de las cosas que más me gusta y me apasiona de él) son las enormes y variadas posibilidades de ejercerlo y hacerlo. Yo, que no soy un fanático ni gran conocedor de las nuevas tecnologías, acepto y reconozco que en este momento se ha abierto un océano de posibilidades; en algunos casos, por cierto, sin necesitar mayores recursos más que la curiosidad.

“Pongo unos ejemplos. Con recursos, un ejemplo fue Reforma, que desde su página web se permitió transmitir ‘en vivo’ conciertos de artistas desde sus respectivos hogares. También lo hizo Canal 22. Estas transmisiones fueron, son, una forma de hacer periodismo cultural. Con imaginación y talento (y creo que también recursos), un ejemplo fue la agencia Notimex: antes de la (ilegal) huelga y del (obligado) paro de labores (y durante las primeras semanas de confinamiento), la sección cultural publicó una serie de interesantísimas entrevistas en torno a la pandemia”.

“Laborar desgarrado por la tragedia que experimenta la humanidad” 

¿De qué manera la actual pandemia puede trastocar la praxis periodística?

José Noé Mercado realizó una exploración en el plano de su oficio periodístico, resaltando en ello la relevancia de no dejarse inmovilizar, pero tampoco desbordarse emocionalmente ante el presente contexto pandémico:

—Un periodista cultural sensible a su alrededor no puede sino laborar desgarrado por la tragedia que experimenta la humanidad en este periodo y en la que el confinamiento es un lujo comparado con aquellas personas para las que una cuarentena no es posible, con quienes han tenido pérdidas de toda índole, incluida la vital en ellos o en sus seres más cercanos.

“Dicho lo anterior, es un reto no caer en el pasmo, aunque sería natural hacerlo. Sin embargo, la inmovilidad emotiva permanente condiciona la forma de aproximarnos a la realidad y empaña un ejercicio vital como el del periodismo en ese mundo anómalo que lo necesita con mayor lucidez que nunca”.

Por su parte, la reportera Ángela Anzo nos responde en clave intimista, abriendo el abanico de sus emociones y confesando lo que ella ha sentido durante estos meses recientes:

—Desde que comenzó el confinamiento he vivido ansiedad, mucha incertidumbre, falta de motivación y miedo por el futuro, pues no sé qué pasará cuando esto termine. Me preocupa el cierre de recintos y museos; la situación de creadores, comunidades de artesanos; el quiebre de editoriales y compañías artísticas, así como el empobrecimiento del ecosistema cultural de nuestro país y otras partes del mundo, pues durante la pandemia se ha visto muy afectado… se han hecho más marcadas las condiciones de vulnerabilidad.

“Por otro lado, para mí una de las cosas más difíciles en estos momentos es no poder asistir al teatro o ver danza desde una butaca, pues además de ser mi profesión es algo que disfruto enormemente y no sé cuándo podré hacerlo de nuevo”.

Pequeños señores feudales 

Hay periodistas burócratas, esos que impacientemente cuentan las ocho horas laborales y no le regalan a su profesión ni un minuto más —recuerdo que esa expresión se la escuché decir a un redactor de la sección cultural en Notimex; curiosamente, hoy ese redactor se halla en huelga buscando que se le contrate de nuevo, quizás para volver a decir en plena Redacción que a la empresa no le regalará ni un minuto más…—; también existen aquellos que, por alguna decisión administrativa, fueron trasladados desde otras secciones como Política o Negocios y, ya en Cultura, redactan como si se tratara, su escrito, de un contrato legal o una declaración forense… sin pasión ni encanto.

Los hay también quienes son plagiadores. En el gremio incluso se dan cita ciertos personajes que nunca han escrito nada digno de recordarse, su trayectoria ha sido sin pena ni gloria pero, eso sí, defienden su pequeño feudo al atacar a todo aquel que no haya estudiado periodismo y desempeñe tal oficio. Para estos últimos, el maestro Miguel Ángel Granados Chapa seguramente no tendría por qué haber sido periodista, pues el memorable autor de la columna “Plaza Pública” estudió Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México, así como la carrera de Historia en la Universidad Iberoamericana.

Pero, asimismo, afortunadamente tal oficio es ejecutado por periodistas con otro registro ético, hombres y mujeres que dignifican tan noble labor. Hay periodistas culturales, sí, que en su día a día intentan aportar no sólo notas intrascendentes como si se tratara de trabajar en una maquiladora de palabras mal hilvanadas, sino asumen a cada escrito suyo como un pequeño esfuerzo que puede colaborar a transformar al mundo.

Un periodista acorazonado por su cultura 

Líneas arriba, José Noé Mercado dijo que “el periodista labora desgarrado por la tragedia de la existencia humana”. Uno puede sentir miedo o una honda tristeza, pero relatar cómo es el mundo se hace impostergable… así, una noche cualquiera, no habrá nadie que a uno le reproche, por sorpresa, citando al entrañable poeta Ángel González: “Otro tiempo vendrá distinto a éste / y alguien dirá / debiste haber contado otras historias”.

Quizás una columna periodística de gran calidad; una entrevista con un creador, distanciándose el periodista de los lugares comunes y yendo hacia las entrañas de la biografía del entrevistado; un reportaje que nos aporte claves para entender acerca de tal o cual asunto; o incluso quizás una crónica sobre un concierto o una obra de teatro sirvan para corregir el día o la noche de quien lo lee y de quien lo escribe. Algo al respecto nos comparte el poeta, editor y periodista cultural Víctor Roura:

—A diferencia del periodista que cubre otros géneros (el político, el económico, el deportivo, el policiaco…), el de la zona cultural se distingue, o debería distinguirse, por su sensibilidad, producto de su propia formación educativa (una novela lo puede afectar profundamente, por ejemplo, cuando a un banquero o a un burócrata le puede hacer, la novela, lo que dicen que el viento le hizo a Juárez). Por lo tanto, puede sentir con mayor ahogamiento las muertes a mansalva que están ocurriendo, pero su propia cultura lo acorazona: un periodista, en serio, escribe más que un escritor, que es una manera para mantenerlo ceñido a este mundo, aun descorazonado.

“Lo afecta, como la muerte de un escritor; como la rotura de una relación amorosa, como la perversión de un pedófilo impune, como la corrupción sindical, como lo afecta la partida de su madre, o de un amigo, o de un hermano. Pero estas penas las puede revertir en su escritura, una ventaja que incluso lo supera a él mismo cuando no logra percatarse de esta fortuna que tiene entre manos y de la que carecen muchos otros oficios”

Quizás nuestro oficio pueda ser una tabla que nos salve del naufragio. Quizás cada palabra escrita sea un latido de ese corazón que nos resguarda ante los dolores del mundo.

Tal vez. 

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