En la cama no se habla de filosofía.
Tomé su mano, la puse sobre mi corazón, dije, mi corazón es tuyo, después la coloqué sobre mi cabeza y dije, mis pensamientos son tuyos, moléculas de mi cuerpo están impregnadas con moléculas del tuyo.
Después puse su mano en mi verga, que estaba dura, y le dije, esta verga es tuya.
Ella no dijo nada, me la chupó, después le chupé la panocha, se subió encima, cogimos, ella se quedó arrodillada, con la cara en la almohada, la penetré por atrás, cogimos.
Me quedé acostado y ella, de espaldas a mí, se sentó sobre mi pubis y metió mi verga en su panocha. Yo veía cómo entraba y salía mi verga, veía su culo rosado, que después lamí. Cogimos, cogimos y cogimos. Me vine como un animal agonizante.
Ella dijo, te amo, vamos a vivir juntos.
Le pregunté, ¿qué, no estamos muy bien así? Cada quien en su rincón, viéndonos para ir al cine, pasear por el Jardín Botánico, comer ensalada con salmón, leernos poesía uno al otro, ver películas, coger. Despertar todos los días, todos los días, todos los días juntos en la misma cama es mortal.
Ella respondió que Nietzsche dijo que la misma palabra amor significa dos cosas diferentes para el hombre y para la mujer.
Para la mujer, amor expresa renuncia, dádiva. En cambio, el hombre quiere poseer a la mujer, tomarla, a fin de enriquecerse y reforzar su poder de existir. Le respondí que Nietzsche era un loco.
Pero aquella conversación fue el principio del fin.
En la cama no se habla de filosofía.
Rubem Fonseca (Brasil, 1925-2020). Relato incluido en su libro Cuentos completos 3© 2018, Tusquets. Cortesía otorgada bajo el permiso de Grupo Planeta México.