Relatario: Edición Especial

Porque va pasando un ángel

Abril, 2025

Un pastel de varias capas. Así me imagino que se apila el sonido, el ruido que suma a la vorágine de la vida cotidiana.

Motocicletas a todo escape, autos modificados pedorreándose, tractocamiones tronantes, tráileres, ambulancias con sirenas aullantes, cuetes de la iglesia cercana y la cereza del pastel: aviones.

Aviones cruzando el cielo en despegues y aterrizajes las 24 horas los siete días de la semana.

Mi bisabuela decía que cuando repentinamente se hace el silencio y todo sonido parece apagarse aunque sea por unos segundos es porque va pasando un ángel. Pero vivo por el rumbo del aeropuerto y dudo que alguno de ellos pase por acá; los caminos celestiales están tan concurridos que un avión terminaría llevándoselo de corbata y en un segundo ya estaría del otro lado de la ciudad.

Sí, esta ciudad no es muy angelfriendly que digamos.

Aunque como humano ignorante de los designios celestiales, decía también mi bisabuelita, nunca se sabe de cuál ángel se trata. Puede ser uno gozoso como el Ángel de la Guarda, o uno ominoso como un ángel oscuro, un ser del que no quieres, decía ella, conocer su poder.

En esta parte de la ciudad permea el ruido; agudos insoportables que hacen que te cubras las orejas y graves que se deslizan por tu piel incluso antes de que pase el camión, el avión o la moto o… lo que sea. Vivimos inmersos y cercados por el ruido en la tierra y en el cielo.

Aquel día estaba barriendo la azotehuela luego de los ventarrones nocturnos cuando tuve que cubrirme los oídos precipitadamente y sin soltar la escoba (la técnica es oreja izquierda al hombro izquierdo y la mano libre cubre el oído derecho). Por el ruido pude adivinar que un enorme avión se acercaba. El estruendo, como ya era habitual, me hizo vibrar hasta los vellos de la piel incluso antes de verlo cruzar el firmamento.

Cuando el ruido desapareció rebotando entre las paredes y la vibración cesó me descubrí las orejas a tiempo para oír lo que llamo el latigazo del sonido.

Y entonces sucedió, de repente fue como si le hubieran quitado el volumen a este mundo caótico.

Levanté el rostro hacia el cielo azul pálido, vi un par de nubes deshilachadas como la cola de un pez Betta y escuché el silencio. Era como estar en una burbuja de paz que te obligaba a cerrar los ojos y aspirar profundo tanto aire como pudieras.

Va pasando un ángel, pensé.

La quietud era inefable. La serenidad me llenó la mente y el cuerpo provocándome una sonrisa.

Segundos después la burbuja se rompió y el mundo volvió, feroz, con el fragor de un combo: una moto, un avión y un tractocamión.

Al día siguiente comenzó la cuarentena por Covid 19.

Sí, en realidad no puedes saber qué tipo de ángel va pasando.

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2 Comments

  1. Este pequeño relato logra lo que las buenas historias consiguen: dejarlo a uno pensando en el relato y más allá del relato… En este caso, sobre esas pequeñas cosas especiales que a veces pasan, que no sabemos porque pasan, que tal vez sean avisos para los que no estamos preparados, que no los entendemos y simplemente pasan. Hermoso cuento que me sacó varias sonrisas y hasta una carcajada. 👍👏👏👏👏

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