Julio, 2022
Al norte de la Patagonia, paleontólogos argentinos y estadounidenses han descubierto los restos de uno de los dinosaurios carnívoros de mayor tamaño hasta el momento. De patas robustas, brazos pequeños como el T. rex, enorme cabeza y pariente del gran Giganotosaurus, esta nueva especie, que vivió hace más de 90 millones de años y medía 11 metros de largo, amplía la familia de los más grandes cazadores terrestres que existieron: los carcarodontosáuridos.
Juan Ignacio Canale es un ávido lector de la saga de fantasía Canción de hielo y fuego, de George R. R. Martin, que dio origen a la serie televisiva Game of Thrones (Juego de Tronos). Por eso, a la hora de nombrar a su más reciente descubrimiento en el norte de la Patagonia argentina, este paleontólogo no lo dudó: en honor al escritor estadounidense, lo bautizó con el nombre de una de sus creaciones fantásticas.
“Se trata de una nueva especie de dinosaurio carnívoro enorme de 11 metros de longitud, brazos pequeños, gran cráneo y un peso estimado de 4.200 kg, que vivió hace entre 96 y 93 millones de años. Lo llamamos Meraxes gigas, como uno de los dragones de las novelas”, cuenta Juan Ignacio, director del Área Laboratorio e Investigación del Museo ‘Ernesto Bachmann’ de Villa El Chocón, en la provincia de Neuquén (Argentina). “Me gustó cómo sonaba. Lo propuse al grupo y quedó”.
Como todo gran descubrimiento, este hallazgo que sacude hoy la paleontología mundial y se publica en la revista Current Biology nació de una mezcla entre paciencia y suerte. En enero de 2012, un equipo de científicos argentinos y estadounidenses del Museo Field de Historia Natural llegó a un sitio de vientos fuertes y rocas rojizas conocido como La Barda Atravesada de Las Campanas, a 20 km de la localidad de Villa El Chocón.
Allí, bajo un sol abrasador, los investigadores se separaron para inspeccionar el terreno. En el primer día, cantaron victoria: unos divisaron un fragmento de un fósil de un saurópodo y a 15 metros Canale encontró una vertebra caudal de un terópodo o dinosaurio carnívoro. “Fue una alegría enorme. En seguida nos dimos cuenta de que era algo importante, novedoso”, recuerda el paleontólogo, especializado en este tipo de animales. “Los huesos están muy bien preservados porque estaban muy metidos en la roca, lo que los protegió de la erosión y también complicó su extracción”.
Los investigadores sabían que existían buenas posibilidades de hallar un dinosaurio carnívoro enorme porque en esa zona, la Formación Huincul, había sido encontrado hace casi 30 años el Giganotosaurus carolinii, uno de los dinosaurios carnívoros más grandes conocidos y recientemente protagonista de la película Jurassic World Dominion.
En total, el equipo tardó cuatro campañas anuales de 20 días cada una en sacar los fósiles. “El sitio estaba lleno de fragmentos de dinosaurios en excelentes condiciones. Los huesos asomaban de las paredes de arenisca”, cuenta Akiko Shinya, técnica y preparadora de fósiles del Museo Field en Chicago. “El gran desafío de la excavación fue extraer los enormes huesos del dinosaurio. Tuvimos que usar una sierra para rocas equipada con un disco de diamante para cortarlos y hasta experimentamos una inundación repentina”.
Las sorpresas continuaron con los trabajos de preparación del fósil en el laboratorio, es decir, la limpieza de los huesos y extracción de la arenisca de alrededor, que llevaron varios años.
“Es un material muy bien conservado y completo”, indica el paleontólogo Sebastián Apesteguía, de la Fundación de Historia Natural ‘Félix de Azara’. “Además de los brazos pequeños y el gran cráneo, me llamó la atención la garra gigante en el pie, que seguramente usaba para aferrar a sus presas”.
La misteriosa extinción de una familia
Hace más de 90 millones de años, la Patagonia era una región muy distinta a lo que es en la actualidad. Entonces, la cordillera de los Andes no existía y África estaba todavía cerca. Y lo que hoy es un gran desierto —el más grande en América— era una zona muy fértil con vastos bosques de coníferas y plantas con flores, recorrida por manadas de los mayores dinosaurios que existieron, como el Argentinosaurus.
Además de ejemplares que cazaban en grupo o en solitario, algunos de ellos emplumados, y una fauna diversa, había una gran familia (o ‘clado’) de misteriosos y colosales depredadores al acecho: los carcarodontosáuridos, los más grandes cazadores terrestres que existieron. “Incluso más grandes que el Tyrannosaurus rex”, explica Apesteguía, y prosigue: “Nunca tuvieron que medir fuerza porque vivieron en otra época y en otro continente”.
Entre los miembros de esta familia figuraban especies como el Giganotosaurus, Mapusaurus, Tyrannotitan, Taurovenator, Carcharodontosaurus, a los que se suma ahora otro pariente: Meraxes gigas. “Es un grupo que tuvo mucho éxito y de pronto en el Cretácico superior desapareció”, revela Apesteguía. “No sabemos por qué. Es una extinción sumamente misteriosa”.
El nuevo integrante de la familia viene a llenar los vacíos en el conocimiento científico. Si bien en las últimas tres décadas se han descrito aproximadamente una docena de especies de carcarodontosáuridos, algunos aspectos de su anatomía —especialmente en lo que respecta al cráneo, las extremidades delanteras y los pies— siguen siendo poco conocidos.
Por ejemplo, Meraxes tenía una cabeza enorme, con huesos muy ornamentados con protuberancias, crestas y surcos, que probablemente cambiaran de color por la irrigación sanguínea y sirvieran para atraer parejas potenciales. Sus dientes eran parecidos más a cuchillos y no tipo banana como los de los tiranosaurios, lo cual lleva a los investigadores a pensar que eran animales que cazaban cortando partes de las presas y dejándolas desangrarse sin hacer más esfuerzo.
Estos nuevos datos permiten vislumbrar cómo era el tamaño de la cabeza del Giganotosaurus, cuyas dimensiones hasta ahora se quedaban en meras especulaciones: el más grande de los carcarodontosáuridos tenía un cráneo de 163 cm de largo. Además, la flamante estrella de la paleontología argentina lucía una pequeña cresta o joroba similar a la del Concavenator —otro dinosaurio carnívoro hallado en España—, y brazos sorprendentemente cortos, del tamaño de los de una persona.
“A medida que aumentaron su tamaño corporal y sus cráneos a lo largo de su evolución, los brazos de estos animales se fueron reduciendo”, explica Canale. “Esto ocurrió también en tiranosaurios y otras familias como los abelisaurios, entre ellos el Carnotaurus. No sabemos muy bien para qué los usaban. Alguna función habrán tenido seguramente porque los brazos son cortos pero los huesos son robustos. No era una extremidad vestigial. Los brazos no se encogieron porque eran inútiles para estos dinosaurios. Quizá con estas extremidades se ayudaban a levantarse del suelo o sostenían a la hembra en el momento de la cópula”.
Lo curioso es que esta característica evolucionó de forma independiente en estos linajes separados tanto en el tiempo como en el espacio: para la época en la que surgió el T. rex en el hemisferio norte, en Sudamérica dinosaurios como Meraxes gigas llevaban casi 20 millones de años extintos.
Vida y muerte de un colosal depredador
El estado de preservación de este ejemplar es tan bueno que les permitió a los científicos realizar estudios paleohistiológicos: cortaron los huesos y, como si fueran los anillos interiores de los árboles, descubrieron cuánto tiempo vivió el ejemplar descubierto. Los resultados indican que murió a los 45 años de edad. “Es el dinosaurio carnívoro más anciano que conocemos”, dice Apesteguía.
Su alimentación habrá sido diversa. Para entonces, convivía con el gran Argentinosaurus, un saurópodo de extenso cuello de casi 40 metros de largo y 100 toneladas. Los paleontólogos creen que a Meraxes —unos 2 metros menor que el Giganotosaurus—, le era imposible abalanzarse sobre uno de estos colosales dinosaurios herbívoros adultos. Quizás atacaba a las crías, a los jóvenes y a los enfermos. Y lo hacía no sólo con su fuerte mandíbula, sino con otra de sus armas: la gran garra en la pata que probablemente le servía para cazar dinosaurios medianos —como iguanodontes, de dos a tres metros de largo— y apresarlos contra el suelo.
Así fue hasta que un día, con casi 50 años, este animal murió. Ocurrió en una zona barrosa cercana a un río. Sus restos se descompusieron en ese mismo lugar. Sin embargo, no terminó allí solo. “Encontramos en la misma excavación restos de dos o tres saurópodos de gran tamaño que estamos estudiando”, cuenta Pablo Gallina, codirector del Área de Paleontología de la Fundación de Historia Natural ‘Félix de Azara’.
“Al parecer fue un sitio donde se mezclaron los cadáveres de estos saurópodos con los restos de Meraxes. Quizás en su momento era un recodo de un río donde el agua quedaba estancada y allí se acumularon los restos de estos animales. No encontramos evidencia de depredación, mordiscos o dientes de depredadores”, añade.
Un nombre fantástico
Así pasaron lentamente más de 90 millones de años hasta que paleontólogos argentinos y estadounidense hallaron lo que quedó de su cuerpo y le asignaran un nombre fantástico a su altura. “No son raras las referencias a dragones en los nombres científicos de los dinosaurios”, aclara Canale, líder de la investigación. “Está el dinosaurio Dracorex hogwartsia, por ejemplo, de ‘draco’, o sea, dragón en griego. Entre los dinosaurios chinos abundan los denominados ‘long’, justamente ‘dragón’: Anhuilong, Mei long, Beibeilong, Beishanlong”.
En la provincia argentina de Neuquén, conocida por su riqueza paleontológica, hay registro de tres carcarodontosáuridos de gran tamaño —Giganotosaurus, Mapusaurus y ahora Meraxes—, justo como tres de los dragones imaginados por George R. R. Martin en su saga de novelas Canción de hilo y fuego, que tendrá una nueva adaptación en la serie House of the dragon, que se estrenará el próximo agosto.
“El dragón más grande es Balerion, al que le decían ‘Terror negro’ y se podría asociar con el Giganotosaurus, cuyos huesos son de un gris oscuro”, cuenta Canale. En la obra fantástica este dragón era cabalgado por el rey Aegon I, conquistador de los Siete Reinos y fundador de la dinastía Targaryen.
Los otros son Vhagar y Meraxes, dragón hembra de la reina Rhaenys Targaryen. “Es un bonito nombre para un dinosaurio”, subraya el investigador. “Por ahora no tenemos forma de saber si el ejemplar que encontramos era macho o hembra. Tal vez en algún momento lo podremos saber”. Mientras eso sucede, Canale tiene la esperanza de que el famoso autor se entere de su descubrimiento. “Veremos qué dice”, señala el paleontólogo argentino. “Ojalá que le guste”.