Marzo, 2022
Las razones del conflicto: la previsible agresión rusa y la ceguera de Estados Unidos y la Unión Europea. Por eso —escribe aquí la periodista y política italiana Barbara Spinelli—, empezar a admitir los errores es el primer paso para construir la paz. Por su parte, Silvia Florentina Marcu —geógrafa del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC— contextualiza los factores geopolíticos y geoestratégicos alrededor de la invasión del país eslavo.
Una guerra nacida de demasiadas mentiras
Barbara Spinelli
Comparando la invasión rusa de Ucrania con el atentado del 11-S en Nueva York, Enrico Letta confirmó en el Parlamento italiano que las palabras gritadas con rabia no conducen necesariamente a un juicio equilibrado sobre las motivaciones y la genealogía de los conflictos en el mundo.
Incluso el 11-S tuvo su genealogía, aunque confusa, pero no se puede decir lo mismo de la agresión rusa y del asedio a Kiev. En este caso, los motivos del agresor, aunque sean exagerados, no sólo son fáciles de reconstruir, sino que podrían haberse previsto e incluso frustrado hace tiempo. En cualquier caso, Pekín los ha previsto y parece haber abogado por una negociación Putin-Zelensky, sabiendo perfectamente que el resultado será la neutralidad ucraniana exigida por Moscú desde hace décadas. El desastre podría haberse evitado si Estados Unidos y la Unión Europea no hubieran demostrado constantemente ceguera, sordera y una inmensa incapacidad de autocrítica y memoria.
Fue el 11 de febrero de 2007 cuando se anunció el incendio más allá de las fronteras cada vez más agresivas de Europa del Este. Ese día, Putin intervino en la Conferencia de Seguridad de Múnich y pidió a los occidentales que construyeran un orden mundial más justo, que sustituyera al que existía durante la URSS, el Pacto de Varsovia y la Guerra Fría. La ampliación de la OTAN hacia el Este se había convertido en un punto delicado para el Kremlin, y más aún después de la guerra de Yugoslavia: “Creo que está claro”, dijo Putin, “que la expansión de la OTAN no tiene relación con la modernización de la Alianza ni con garantizar la seguridad en Europa. Por el contrario, representa una grave provocación que reduce el nivel de confianza mutua. Y tenemos derecho a preguntarnos: ¿contra quién se dirige esta expansión? ¿Y qué pasó con las garantías de nuestros socios occidentales hechas tras la disolución del Pacto de Varsovia? ¿Dónde están hoy esas declaraciones? Nadie se acuerda de ellas. Pero quiero tomarme la libertad de recordar a esta audiencia lo que se dijo. Me gustaría citar el discurso del Secretario General de la OTAN, Manfred Wörner, en Bruselas el 17 de mayo de 1990. Entonces dijo: ‘El hecho de que estemos dispuestos a no desplegar un ejército de la OTAN fuera del territorio alemán ofrece a la URSS una garantía de seguridad estable’. ¿Dónde están esas garantías?”.
Para comprender mejor la catástrofe ucraniana, tratemos de enumerar algunos puntos a los que es difícil oponerse.
En primer lugar, ni Washington ni la OTAN ni Europa tienen la menor intención de responder a la guerra de Moscú con una guerra simétrica.
Biden lleva diciendo esto desde diciembre, unas semanas después del despliegue de las tropas rusas en las fronteras de Ucrania. Ahora sólo amenaza con sanciones, que ya se han utilizado y han sido un falso elemento disuasorio (“Las sanciones casi nunca son suficientes”, según Prodi). Por otro lado, hay desacuerdos sobre ellas en la OTAN.
Algunos países dependientes del gas ruso (entre el 40 y el 45%), como Alemania e Italia, apenas ocultan sus dudas y temores. No hay acuerdo para bloquear las transacciones financieras a través de Swift [el día 26 de febrero, la Unión Europea, algunos Estados miembros, Estados Unidos y el Reino Unido acordaron excluir a ciertos bancos rusos del sistema]. Los que quieren sanciones “más duras” no saben de qué están hablando. Los que repiten desesperadamente que la invasión es “inaceptable” ya la han aceptado de hecho.
Segundo punto: Occidente tuvo los medios para comprender a tiempo que las promesas hechas tras la reunificación alemana —ninguna ampliación de la OTAN hacia el Este— eran vitales para Moscú. En 1991, Bush padre estaba incluso en contra de la independencia de Ucrania. El compromiso occidental no quedó por escrito, pero los documentos publicados en 2017 confirman que los líderes occidentales —desde Bush padre hasta Kohl, pasando por Mitterrand, Thatcher o Manfred Wörner, secretario general de la OTAN— fueron explícitos con Gorbachov en 1990: la Alianza no se extendería hacia el Este “ni un centímetro” (aseguró el secretario de Estado Baker). En 1993, Clinton prometió a Yeltsin una “Asociación para la Paz” en lugar de la expansión de la OTAN: otra palabra dada y no mantenida.
Tercer punto: la promesa acabó en un cajón, y sin pestañear Clinton y Obama comenzaron las ampliaciones. En pocos años, entre 2004 y 2020, la OTAN pasó de 16 a 30 países miembros, desplegando armas ofensivas en Polonia, Rumanía y los países bálticos en la frontera rusa (en ese momento, Rusia estaba de rodillas económica y militarmente, pero todavía tenía la bomba atómica). En la cumbre de la OTAN celebrada en 2008 en Bucarest, los aliados declararon que Georgia y Ucrania se incorporarían a la OTAN en el futuro. No nos sorprendamos demasiado si Putin, mezclando agresión, resentimiento y cálculo de riesgos, habla de un “imperio de la mentira”. Sí recuerda que las administraciones estadounidenses nunca han aceptado misiles de países potencialmente adversos en su vecindad (Cuba).
Cuarto punto: tanto Estados Unidos como los europeos han sido totalmente incapaces de construir un orden internacional diferente al anterior, especialmente desde que a las superpotencias se les unió China y se agudizó la cuestión de Taiwán. Preconizaron políticas multilaterales, pero desdeñaron lo esencial, es decir, un nuevo orden multipolar. La posguerra fría se vivió como una victoria de Estados Unidos y no como una victoria común de Occidente y Oriente. La historia había terminado, el mundo se había vuelto capitalista, el orden era unipolar y Estados Unidos el único hegemón. La hybris occidental, su desmesura, habita desde entonces entre nosotros.
El quinto punto se refiere a la obligación de respetar las fronteras internacionales, fundamental tras la Segunda Guerra Mundial. Pero Putin no fue el primero en violarla.
La intervención de la OTAN a favor de los albaneses de Kosovo constituyó la primera infracción en 1999 (quien esto escribe aprobó aquella intervención demostrando poca capacidad de prever sus consecuencias).
La retirada de Afganistán puso fin a la arrogancia y la enemistad era previsible. Nosotros éramos los que teníamos que neutralizar a Ucrania, y aún podíamos hacerlo. Nosotros, que deberíamos haber advertido la presencia de neonazis en la ‘Revolución Naranja’ de 2014 (Ucrania es el único país europeo que incluye una formación neonazi en su ejército regular). Tenemos que prohibir a Letonia —un país miembro de la UE— que maltrate a las minorías rusas.
No hemos defendido ni defendemos derechos, como exigimos. En 2014, al facilitar un putsch antirruso y proestadounidense en Kiev, fantaseamos con una revolución que era sólo medio democrática. Rearmando el frente oriental de la UE, alimentamos las industrias armamentísticas y evitamos que la OTAN sufra la muerte cerebral que algunos han diagnosticado con razón. Admitir nuestros errores sería una contribución nada despreciable a la paz que decimos querer. (Fuente: Ctxt.)
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Claves para comprender el conflicto en Ucrania
Silvia Florentina Marcu
Con la disolución en 1991 de la Unión Soviética, se fragmentó el imperio decimonónico de los zares rusos, incluso se perdió la provincia de la “nueva Rusia” que rodeaba la orilla septentrional del mar Negro. Ucrania, que se había quedado con Crimea en 1954, pasó a ser un Estado independiente, siguiendo el ejemplo de los países bálticos.
En Ucrania, existen dos tipos de tensiones: una, referente a la cuestión básica del destino e identidad del país, situado entre Oriente y Occidente, y la otra, específicamente referida a Crimea y a la flota del mar Negro.
La parte occidental de Ucrania ha sido el núcleo de la idea nacionalista ucraniana durante varios siglos, y se habla mayoritariamente ucraniano, mientras que la parte oriental tiene una numerosa población rusa y se habla mayoritariamente en ruso.
Rusia, Crimea y el control del mar Negro
La península de Crimea representa el centro de los intereses estratégicos de Rusia, que aseguró su influencia sobre el Cáucaso y el este de Europa a través de la flota del mar Negro y la base militar de Sebastopol (Crimea). Se puede afirmar que el momento cumbre hasta la actualidad en la evolución geopolítica del siglo XXI de la Europa del Este es la anexión de Crimea por parte de Rusia.
Además de los vínculos étnicos y lingüísticos, Crimea tiene gran interés estratégico para Rusia. En 2008, la presencia militar rusa en Sebastopol llegaba a 10 000 militares, lo que permitía a Rusia mantener su influencia sobre Ucrania y el Cáucaso, pero también sobre Occidente, ya que Moscú tiene asegurado un fácil acceso al Mediterráneo.
Si el lector se imagina a Europa del Este como un gigantesco “pastel geoestratégico”, entonces el mar Negro representa la “guinda de este pastel”. Una flota militar situada allí podría llegar rápidamente a las costas de Siria y de Israel. Podría, asimismo, enviar aviones hacia Rusia, Irán u Oriente Medio. Si se entendió la metáfora anterior, entonces se comprende que en el interior del mar Negro hay un “regalo” extremadamente tentativo y atrayente, que ofrece el control sobre este mar desde Rusia: Crimea.
Si Ucrania, junto a Crimea, se convierten —a medio plazo, tal como había ocurrido en Polonia o Rumanía— en bastiones occidentales y anfitriones para la OTAN, entonces a Rusia se le cae todo el esquema de supremacía a nivel de seguridad. Además, el mar Negro se transformaría, por primera vez en un mar controlado por Occidente, con Rumanía, Bulgaria, Ucrania y Turquía como actores esenciales entre la OTAN y el mundo islámico, y con Rusia en una posición secundaria.
En tal sentido, Rusia actuó, y mediante la anexión de Crimea en 2014, respondió a una potencial crisis de exclusión geoestratégica, que, de producirse, la desposeería de su papel de potencia en Europa del Este.
El papel de Estados Unidos
La posición de Estados Unidos frente a Ucrania tiene un marcado carácter geopolítico y geoestratégico. Por una parte, la Administración americana considera a Ucrania como un factor de disminución de la influencia de Rusia en la Europa Central y en los Balcanes, y por eso apoya la política de independencia de Ucrania.
Por la otra parte, USA considera que Rusia sigue siendo una gran potencia que puede afectar a la seguridad de Occidente y por ello es necesario el apoyo de su desarrollo democrático y la continuación de la cooperación con Moscú en la solución de los problemas de la vida internacional.
Desde el punto de vista de su geopolítica interna, Ucrania se caracteriza por una yuxtaposición de tres sectores territoriales:
⠀• En el sector oeste está impregnado por la cultura occidental, católica, orientado hacia la UE, y, en líneas más amplias, a Occidente.
⠀• En el centro se encuentra Ucrania, en el sentido estricto, donde las minorías étnicas y lingüísticas están poco representadas.
⠀• En el sector este se encuentra una Ucrania fuertemente rusificada.
Esta pluralidad fue empleada tanto por Rusia como por USA para atraer a Ucrania hacia su esfera de influencia. La confrontación tácita se hizo notar tras la Revolución Naranja de 2004 (producida tras las acusaciones de amaño electoral en favor del candidato Yanukóvich) y la ampliación de la UE y de la OTAN hacia el este, y se agudizó tras los acontecimientos de los últimos años.
El conflicto de Ucrania de 2014-2015 tiene sus orígenes en la Cumbre del Partenariado Oriental en Vilna (Lituania) del mes de noviembre de 2013. Como resultado del rechazo de la firma del Acuerdo de Asociación, el Euromaidán (entendido como el conjunto de las manifestaciones de carácter europeísta que tuvieron lugar en Ucrania para derrocar al presidente Yanukóvich) consiguió llevar al poder a un nuevo Gobierno, un nuevo Parlamento y un nuevo presidente: Petro Poroshenko.
Al mismo tiempo, en Crimea se desencadenaron acciones de protesta en masa, que condenaban las acciones de Kiev y sus resultados. De este modo, en marzo de 2014, el Consejo Supremo de la República Popular de Crimea votó la Declaración de Independencia de la República Crimea, que, posteriormente, fue anexionada por Rusia.
¿Por qué controlar Ucrania?
¿Cómo se podría interpretar la rivalidad entre USA y Rusia en cuanto a Ucrania? La pérdida de control sobre algunos países del este de Europa significa tanto para USA como para Rusia la falta de una zona tampón entre las políticas liberales occidentales y las políticas euroasiáticas.
A lo largo del último siglo, el problema geopolítico de la expansión rusa en el este de Europa dominó el pensamiento americano. Por una parte, las Administraciones de la Casa Blanca, al intentar ser conciliadoras con Rusia, fracasaron. Por otra parte, Rusia considera la vecindad próxima como esfera de intereses exclusiva, siendo un elemento de continuidad en la política de Moscú de los últimos dos siglos.
La inclusión de Ucrania en esta esfera de intereses representa un pilar fundamental del mantenimiento de la capacidad de influencia de Rusia en Europa Central y en los Balcanes.
Desde una perspectiva militar, Rusia podría, probablemente, vencer a las fuerzas ucranianas, pero sería un esfuerzo sumamente difícil. La ocupación del territorio ucraniano sería otra acción arriesgada.
Aunque Estados Unidos y sus aliados no intervengan, no está claro que Rusia pueda repetir el éxito de su intervención militar en Georgia (2008), ya que Ucrania es un país de territorio mucho más extenso. Cualquier agresión rusa podría unir a sus adversarios. Rusia, por lo tanto, actúa con cautela, modernizando sus fuerzas militares y, a la vez, creando divisiones en el mundo occidental.
Tras la Cumbre de Helsinki de julio de 2018, Rusia advirtió a la OTAN sobre sus relaciones con Georgia y Ucrania, señalando que tendrían consecuencias, puesto que los dos países no podrán formar parte de las estructuras de la Alianza. A su vez, USA junto a la UE exigieron a Rusia que retirara sus tropas de Moldavia, Ucrania y Georgia y condenaron la anexión, según ellos, “ilegal e ilegítima” de Crimea.
Las fuerzas de la OTAN realizaron y siguen llevando a cabo ejercicios militares comunes, terrestres y marítimos, junto con los ejércitos ucraniano y georgiano, y también en territorios aledaños, como en la frontera con Rumanía y en las bases militares de la OTAN existentes en ese país. Desde el otoño de 2018, Ucrania anunció la puesta en marcha de un reactor nuclear exclusivo con combustible americano, sustituyendo de este modo, al reactor ruso.
Rusia y USA se encuentran, pues, en competencia abierta por el control de la Europa del Este. Por lo tanto, como en las tradiciones clásicas de la Guerra Fría, en la actualidad el mundo es testigo de la misma confrontación en el eje Moscú – Washington, en la que Moscú quiere respeto como jugador importante, en ascenso en el escenario internacional, y Washington persiste en mantener su hegemonía en el mundo. Teniendo cada cual su apoyo internacional, como resultado, la lucha por el poder en el espacio de Europa del Este repite el conocido escenario de la Guerra Fría. [Fuente: CSIC]