Los representantes de 196 países han concretado un pacto en Glasgow que supone un progreso desigual hacia el objetivo de impedir que la temperatura del planeta suba más de 1,5 ºC a finales de siglo. Muchas de las medidas políticas que se están tomando en términos de crisis climática se basan en recomendaciones de los científicos que llevan décadas alertando de las consecuencias del cambio climático. Pero, ¿son escuchados realmente? La comunidad científica ha vivido esta Cumbre del Clima con cierta decepción y frustración, aunque no pierde la esperanza. En la COP26 se han producido progresos graduales, pero no el avance decisivo que se necesitaba. Dejamos aquí un resumen especial…
Cinco cosas que hay que saber sobre el Pacto Climático de Glasgow
Simon Lewis / Mark Maslin
Las conversaciones sobre el clima de la COP26 de la ONU en Glasgow han finalizado y el mazo ha caído sobre el Pacto Climático de Glasgow acordado por los 197 países.
Si el Acuerdo de París de 2015 proporcionó el marco para que los países abordaran el cambio climático, Glasgow, seis años después, ha sido la primera gran prueba de esta marca de agua de la diplomacia mundial.
¿Qué hemos aprendido de estas dos semanas de declaraciones de los líderes, protestas masivas y acuerdos paralelos sobre el carbón, la detención de la financiación de los combustibles fósiles y la deforestación, además del Pacto Climático de Glasgow finalmente firmado?
Desde la eliminación del carbón hasta las lagunas del mercado del carbono, esto es lo que hay que saber:
1. Progreso insuficiente en la reducción de emisiones
El Pacto Climático de Glasgow supone un progreso gradual y no el avance decisivo necesario para frenar los peores impactos del cambio climático. El Gobierno del Reino Unido, como anfitrión y por tanto presidente de la COP26, quería “mantener vivos los 1,5 °C”, el objetivo más fuerte del Acuerdo de París. Pero, en el mejor de los casos, podemos decir que el objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5 °C sobrevive con respiración asistida: tiene pulso pero está casi muerto.
El Acuerdo de París dice que las temperaturas deben limitarse a “muy por debajo” de 2 °C sobre los niveles preindustriales, y que los países deben “seguir esforzándose” para limitar el calentamiento a 1,5 °C. Antes de la COP26, el mundo estaba en camino de alcanzar los 2,7 °C de calentamiento, basándose en los compromisos de los países, y en la expectativa de los cambios en la tecnología. Los anuncios realizados en la COP26, incluidos los nuevos compromisos de reducción de emisiones en esta década por parte de algunos países clave, han reducido esta cifra a una estimación óptima de 2,4 °C.
Más países han anunciado objetivos netos a largo plazo. Uno de los más importantes ha sido el compromiso de India de alcanzar las emisiones netas cero en 2070. Este país aseguró que empezaría rápidamente con una expansión masiva de la energía renovable en los próximos diez años para que represente el 50 % de su uso total, reduciendo sus emisiones en 2030 en 1 000 millones de toneladas (de un total actual de unos 2 500 millones).
Nigeria, un país en rápido crecimiento, también se comprometió a tener cero emisiones netas en 2060. Los países que representan el 90 % del PIB mundial se han comprometido a alcanzar el objetivo de cero emisiones para mediados de este siglo.
Un calentamiento mundial de 2,4 °C sigue estando claramente muy lejos de 1,5 °C. Lo que queda por resolver es la brecha en las emisiones a corto plazo. Parece que las emisiones globales se estabilizarán esta década en lugar de mostrar las drásticas reducciones necesarias para estar en la trayectoria de 1,5 °C que pide el pacto. Hay un abismo entre los objetivos de cero emisiones a largo plazo y los planes de reducción de emisiones de esta década.
2. La puerta queda entreabierta para nuevos recortes en un futuro próximo
El texto final del Pacto de Glasgow señala que los actuales planes climáticos nacionales, las contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC), están lejos de lo necesario para alcanzar 1,5 °C. También pide que los países vuelvan el año que viene con nuevos planes actualizados.
Según el Acuerdo de París, se necesitan nuevos planes climáticos cada cinco años. Por eso Glasgow, cinco años después de París (con retraso debido a la covid-19), era una reunión tan importante. Aplazar los nuevos planes climáticos al año que viene, en lugar de esperar otros cinco años, puede mantener los 1,5 °C con vida durante otros 12 meses, y da a los activistas otro año para cambiar la política climática de los Gobiernos. También abre la puerta a solicitar nuevas actualizaciones de las NDC a partir de 2022 para ayudar a aumentar la ambición en esta década.
El Pacto por el Clima de Glasgow también establece que el uso del carbón debe reducirse progresivamente, al igual que las subvenciones a los combustibles fósiles. La redacción es más débil que la de las propuestas iniciales, ya que el texto final sólo pide una “reducción progresiva” y no una “eliminación” del carbón, debido a una intervención de última hora de la India, y de las subvenciones “ineficientes”. Pero esta es la primera vez que se mencionan los combustibles fósiles en una declaración de las conversaciones sobre el clima de la ONU.
En el pasado, Arabia Saudí y otros países eliminaron este tema. Se trata de un cambio importante, ya que por fin se reconoce que es necesario reducir rápidamente el uso del carbón y otros combustibles fósiles para hacer frente a la emergencia climática. Por fin se ha roto el tabú de hablar del fin de los combustibles fósiles.
3. Los países ricos siguen ignorando su responsabilidad histórica
Los países en vías de desarrollo han pedido financiación para pagar las “pérdidas y daños”, como los costes de los impactos de los ciclones y la subida del nivel del mar. Los pequeños estados insulares y los países vulnerables al clima afirman que las emisiones históricas de los principales contaminadores han provocado estos impactos y que, por tanto, la financiación es necesaria.
Los países desarrollados, liderados por Estados Unidos y la Unión Europea, se han resistido a asumir cualquier responsabilidad por estas pérdidas y daños, y han vetado la creación de un nuevo fondo de pérdidas y daños, una forma de apoyar a las naciones vulnerables, a pesar de que la mayoría de los países lo reclaman.
4. Las lagunas del mercado del carbono podrían socavar el progreso
Los mercados de carbono podrían suponer un salvavidas para la industria de los combustibles fósiles, permitiéndoles reclamar “compensaciones de carbono” y continuar con su actividad (casi) como siempre.
Seis años después —y tras una tortuosa serie de negociaciones—, se ha llegado a un acuerdo sobre el artículo 6 del Acuerdo de París, relativo a los enfoques de mercado y no relacionados con el mercado para el comercio de carbono. Se han resuelto las peores y mayores lagunas, pero todavía hay margen para que los países y las empresas jueguen con el sistema.
Fuera del proceso de la COP, necesitaremos normas mucho más claras y estrictas para las compensaciones de carbono de las empresas. De lo contrario, es de esperar que las organizaciones no gubernamentales y los medios de comunicación saquen a la luz casos de compensaciones de carbono en el marco de este nuevo régimen, cuando surjan nuevos intentos de cerrar estas lagunas.
5. Agradezcamos a los activistas del clima los avances: sus próximos movimientos serán decisivos
Está claro que los países poderosos se están moviendo con demasiada lentitud y que han tomado la decisión política de no apoyar un cambio radical tanto en las emisiones de gases de efecto invernadero como en la financiación para ayudar a los países de bajos ingresos a adaptarse al cambio climático y dejar atrás la era de los combustibles fósiles.
Pero su población y, en particular, los defensores del clima, les están presionando mucho. De hecho, en Glasgow se han producido enormes protestas —tanto en la marcha de los jóvenes de Fridays for Future como en el Día de Acción Global— que han superado ampliamente las cifras previstas.
Esto significa que los próximos pasos de los activistas y del movimiento climático son importantes. En el Reino Unido se tratará de impedir que el Gobierno conceda una licencia para explotar el nuevo yacimiento petrolífero de Cambo frente a la costa norte de Escocia.
Se espera que haya más acciones enfocadas a la financiación de proyectos de combustibles fósiles, ya que los activistas quieren reducir las emisiones privando a la industria de capital. Sin estos movimientos que presionan a los países y a las empresas, incluso en la COP27 de Egipto, no frenaremos el cambio climático ni protegeremos nuestro precioso planeta.
[Simon Lewis: professor of Global Change Science at University of Leeds and, UCL. / Mark Maslin: professor of Earth System Science, UCL. / Artículo publicado originalmente en inglés. / Fuente: The Conversation.]
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El pacto de Glasgow deja una sensación agridulce entre los científicos
Elena López Gunn
Ha sido una COP26 extraña, no sólo por celebrarse en medio de una pandemia, sino por una sensación de anticlímax entre los asistentes. También lo ha sido por la distancia cada vez más grande entre la demanda social, sobre todo por activistas, los datos de la ciencia, las señales que da nuestro planeta enfermo, y unas negociaciones que se percibe que van a paso de tortuga.
Un momento agridulce de esta Cumbre del Clima fue la visita del pabellón de Estados Unidos. Ahí se mostraban vídeos preparados por los mejores científicos de la NASA sobre por ejemplo el carbón en la atmósfera, el ártico o el calentamiento de los océanos. Y es que el diagnóstico no es bueno: las señales vitales no pintan bien.
Algunas de estas “enfermedades” como la subida de la temperatura o del nivel del mar ya son crónicas y difícilmente reversibles. Además, una gran parte de estos procesos y sobre todo de puntos de inflexión de sistemas no lineales que aún no se conocen.
Le preguntamos a Gavin Schmidt, científico jefe en ciencia climática de la NASA, si podían predecir o anticipar estos cambios en el sistema. Él contestó que aún no sabían. Es por tanto como jugar a la ruleta rusa con nuestro planeta.
¿Científicos satisfechos?
Tras la COP26 los científicos se llevan una sensación agridulce. Por una parte la sensación dulce de que se ve un esfuerzo mucho mayor por llegar a un acuerdo, pero con un sabor agrio porque en gran parte ha sido necesario que se sientan azuzados por la presión externa, en parte por la acusación del “bla, bla, bla…” de los jóvenes que han tenido una presencia muy fuerte.
Como científicos, coincidimos plenamente, a pesar de que entendemos la complejidad de estas decisiones, y la justicia climática que subyace. Pero es difícil aceptar la falta de avances mucho más rápidos.
Simplemente todos los indicadores del planeta nos muestran la necesidad de actuar de forma firme en plazos mucho más cortos que el 2050 o incluso el 2060 como han puesto algunos países encima de la mesa. Sobre todo, si no queremos vivir una sexta extinción. En efecto: ya no hay tiempo.
Irónicamente en un panel compartido —en el pabellón de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC, por sus siglas en inglés) de un “Laboratorio de Resiliencia”— con Kim Stanley Robinson, escritor de ciencia ficción y autor del libro Ministerio del futuro, planteaba si la ley sobre especies en vías de extinción de Estados Unidos también debería de aplicar al ser humano.
Intensificar esfuerzos y tiempos de actuación
El nudo gordiano sigue siendo la reducción de las emisiones y por tanto la centralidad del artículo 6 y los mercados de carbono. Desde un punto de vista científico, son positivos varios avances, como el acuerdo en torno a frenar la deforestación, el pacto con respecto al metano, y la promesa de la India con respecto al carbón, rebajada al final.
En la voz de una joven investigadora china Britanny Lee, “en términos de mercados de carbono, si bien estos parecen una buena solución al problema y deberían obligar a los emisores a pagar los costes de su impacto ambiental, en realidad, si no se establecen adecuadamente, estos podrían representar otra vía para la opresión y explotación de los países más pobres”.
Según Lee, las regulaciones para el uso y la generación de energía son primordiales, desde la reducción del uso de carbón y petróleo hasta la regulación de NFT (Non -Fungible Token, un token no fungible) y otras tecnologías blockchain que aumentan el consumo de energía.
“Es imperativo garantizar que las reducciones de emisiones se rastreen correctamente y se informen con transparencia. En Glasgow, los países acordaron corregir sus niveles finales de emisión para las unidades de crédito de carbono que autorizan, pero se requerirá un escrutinio para garantizar que las empresas no abusen del lenguaje muy técnico y poco claro incluido en el texto”, añade esta científica.
Principalmente, necesitamos alejarnos rápidamente de los combustibles fósiles para mantener vivos los objetivos de temperatura global del Acuerdo de París y evitar una catástrofe climática. Así, se han hecho avances por países en grupos, como el liderazgo de Costa Rica o Dinamarca con respecto al diésel.
Sin embargo, existe frustración ya que la ventana de cumplir el objetivo de 1,5 ºC se está cerrando. Empero, desde el punto de vista científico es clave llegar a un buen acuerdo en el artículo 6, ya que no hay espacio a nivel climático para una doble contabilidad gracias a un offsetting mal diseñado y en concreto en relación a las llamadas soluciones basadas en la naturaleza para mitigación y adaptación al cambio climático.
Falta de urgencia en las decisiones
Pero, sin duda, la mayor preocupación de los científicos frente al cambio climático y las políticas que se están tomando es la falta de urgencia en las decisiones, y la falta de compromiso político de cumplir los objetivos de financiación. Esta es la clave para desbloquear posiblemente la acción en puntos estratégicos.
Poco antes de que comenzara la COP26, los gobiernos del Reino Unido, Alemania y Canadá publicaron un plan conjunto para garantizar que las naciones desarrolladas proporcionen colectivamente 100 000 millones de dólares de financiación climática a las naciones en desarrollo (de manera anual) a partir de 2023 para acelerar la descarbonización en la carrera al cero (race to net Zero), a la vez que empieza la “carrera sobre la resilience” (race for resilience).
Con respecto a “pérdidas y daños”, este es un tema muy delicado que va al corazón del concepto de justicia climática, donde Escocia simbólicamente ha puesto un primer fondo como gesto, casi. El continente africano sólo ha contribuido un porcentaje mínimo de emisiones y, sin embargo, será una de las zonas más impactadas.
¿Algún mensaje de esperanza?
Pero quizás el mayor logro de la COP26 ha sido el acuerdo global sobre adaptación. También otro avance importante se refiere a la continuidad del proceso de Koronivia sobre agricultura.
Como científica parte del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), del Grupo de Trabajo II de Adaptación, y del Capítulo de Agua, sentí esperanza al ver por primera vez un pabellón dedicado al agua y al cambio climático. Un evento positivo también fue ver a todos los científicos responsables de los diferentes países en el pabellón de ciencias coorganizado entre la Agencia Meteorológica británica y el IPCC.
Mientras unos argumentaban sobre la importancia de llegar al ciudadano de a pie, y en concreto de la centralidad a futuro de las ciencias sociales para entender mejor la ciencia del comportamiento, la percepción del riesgo y sobre todo la respuesta frente al riesgo, otros enfatizan el enorme papel de la ciencia ciudadana, y de devolver la confianza sobre los datos científicos y la ciencia en general al público en su totalidad.
A nivel político, aunque no significara un avance en nuevas acciones, el compromiso reforzado de Estados Unidos y China fue muy importante. Su cooperación será esencial para abordar de manera efectiva la crisis climática.
La sociedad requiere una acción rápida, urgente y sostenida y transformaciones de comportamiento, socioeconómicas y tecnológicas significativas. Es necesario prestar más atención a la innovación en ciencia y tecnología como un punto de encuentro entre la sociedad y la ciencia que nos ayude a acelerar la transición y transformación necesarias.
[Elena López Gunn: científica que forma parte del IPCC, del Grupo de Trabajo II de Adaptación, y del Capitulo de Agua, y directora de ICATALIST. Escrito en colaboración con Britanny Lee, estudiante de doctorado de King’s College, Londres. / Fuente: agencia SINC.]
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La Cumbre del Clima de Glasgow da un paso pequeño pero insuficiente en la lucha climática
Agencia SINC
El pacto de Glasgow, aprobado recientemente en la ciudad británica, no convence a todos. A pesar de que se trata de “un buen acuerdo que sienta las bases para la nueva etapa hasta 2030”, según Teresa Ribera, ministra para la Transición Ecológica y Reto Demográfico (España), científicos y ecologistas coinciden en que se hubiera podido conseguir más y señalan que el objetivo de 1,5 ºC apenas se sostiene.
Sin embargo, “el pacto ha mantenido vivo el Acuerdo de París y el objetivo del 1,5 ºC (aunque de manera muy justa) y ha dado pequeños y progresivos pasos, pero necesarios en el camino hacia la descarbonización del mundo”, dice Mark Maslin, catedrático de Ciencias del Sistema Terrestre del University College de Londres en Reino Unido.
La decisión final incluye el objetivo para reducir globalmente las emisiones de gases de efecto invernadero un 45 % en 2030 (respecto a las de 2010) y la urgencia de acelerar la ambición climática en esta década, siguiendo lo recomendado por el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés).
A pesar de que hay una brecha en las contribuciones determinadas a nivel nacional (CDN) para reducir las emisiones, los Estados han acordado poner en marcha un programa de trabajo para hacer viable el objetivo del 1,5 ºC gracias al cual las revisiones de estos compromisos se realizarán de manera anual y no quinquenal, como estaba recogido en el Acuerdo de París.
Con el objetivo de mantener la presión sobre la ambición al más alto nivel, el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, organizará un evento de líderes en 2022 para debatir sobre esta ambición climática.
“La COP26 ha supuesto un logro histórico, pero al mismo tiempo se ha quedado corta respecto a lo que muchos esperaban y esperábamos”, recalca Joeri Rogelj, director de investigación y profesor de Cambio Climático y Medio Ambiente en el Instituto Grantham del Imperial College de Londres. El científico señala que las promesas deben aún traducirse en planes y políticas porque “el cambio climático está haciendo estragos y empeora con cada año que esperamos”, alerta.
Hacia el fin del carbón
En Glasgow se ha reforzado el vínculo con la biodiversidad y los océanos, agendas con claras sinergias y beneficios compartidos. Para los ecologistas esto supone un avance destacable: “La Cumbre del Clima marca la diferencia por contar con la naturaleza como un aliado fundamental para atender la emergencia climática”, aclaran desde SEO/BirdLife.
Pero además, el pacto de Glasgow destaca por establecer por primera vez acciones sectoriales concretas para 2030 con el fin de reducir de forma notoria el uso del carbón y terminar con los subsidios a los combustibles fósiles. Sin embargo, los obstáculos impuestos por la India en las últimas horas de negociaciones el sábado obligaron a modificar el texto pasando de una “eliminación progresiva del carbón” a una “reducción progresiva”.
“Se trata de un cambio de media palabra forzado por la India, pero indica que este país podría no considerar el cambio climático como una amenaza existencial. De hecho, probablemente no haya ningún país grande que esté siendo más afectado por el cambio climático que la India. La transformación de gran parte del país en un clima inhabitable y los nuevos impactos de ciclones cada vez peores y otros fenómenos meteorológicos extremos serán extremadamente costosos”, advierte Jeffrey S. Kargel, científico principal del Instituto de Investigación Planetaria de Tucson en Arizona (USA).
De la misma opinión es Daniela Schmidt, catedrática de la Escuela de Ciencias de la Tierra y del Instituto Cabot de la Universidad de Bristol, en Reino Unido: “La suavización de la declaración sobre la eliminación del carbón y el petróleo hace que me pregunte si los gobiernos comprenden realmente las repercusiones que el cambio climático está teniendo ya con la subida del nivel del mar, las pérdidas de cosechas y las sequías”.
Para la comunidad científica este contratiempo de última hora para atenuar los términos es “lamentable”, y “es poco probable que frene el fuerte impulso del carbón, un combustible sucio de una época anterior”, apunta Lord Nicholas Stern, presidente del Instituto de Investigación Grantham sobre el Cambio Climático y el Medio Ambiente de la London School of Economics and Political Science.
A pesar de la oposición del país asiático, que finalmente firmó el acuerdo modificado, el pacto hacia el fin del carbón siguió adelante. “Este acuerdo requiere grandes acciones colectivas. La esperanza es que pueda ayudar a presionar a las naciones rezagadas para que mejoren, y a las naciones líderes para que hagan aún más”, añade Kargel.
Mayor financiación por parte de los países enriquecidos
Por otra parte, uno de los temas que han centrado la discusión en la Cumbre de Glasgow ha sido la financiación. Una vez reconocida la brecha que existe en financiación climática y presentado un plan para cumplir antes de 2023 con la aportación acordada en París de 100 000 millones de dólares anuales, el gran cambio ha sido la apertura de la discusión financiera más allá de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
Las naciones han hablado de una nueva arquitectura financiera y del papel de los distintos instrumentos e instituciones para responder a la necesidad de movilizar más financiación. El mayor avance es que se reconocen las crecientes necesidades de los países más vulnerables y se llama de manera especial a incluir la vulnerabilidad climática como indicador claro para la movilización de recursos concesionales, haciendo mención especial a los Derechos Especiales de Giro.
Para ello, han hecho un llamado específico a bancos multilaterales, instituciones financieras y sector privado a aumentar su financiación para el cumplimiento de los planes climáticos con atención especial a la adaptación.
Según Stern, hasta la celebración de la próxima Cumbre del Clima (COP27) en Sharm el-Sheij, Egipto, hay mucho trabajo por hacer en este sentido porque cuanto más se tarde en desbloquear la financiación, más se tardará en aumentar la ambición.
“En los próximos 12 meses hay un trabajo crítico y urgente que realizar para liberar fuentes clave de financiación: bilaterales, multilaterales, bancos de desarrollo multilaterales, sector privado y fuentes innovadoras, incluyendo la filantropía, los Derechos Especiales de Giro del Fondo Monetario Internacional y los mercados voluntarios de carbono”, asevera.
Se cierran las reglas para los mercados de carbono
Tras años de discusión, en Glasgow se han cerrado las reglas para la puesta en marcha de los mercados de carbono establecidos en París. “El artículo 6 del Acuerdo de París sobre los créditos de carbono internacionales se ha acordado finalmente después de años de discusiones”, recalca Piers Forster, catedrático de Física del Clima y director del Centro Internacional Priestley para el Clima de la Universidad de Leeds, Reino Unido.
Pese a los esfuerzos de la Unión Europea para evitarlo, se abre la puerta a introducir unidades de mercado del Protocolo de Kioto en el sistema de París, lo cual tiene un potencial efecto negativo en la ambición. Por eso, la UE ha acordado no usar este tipo de unidades y espera que otros países, aliados en la ambición climática, hagan lo mismo.
Por otro lado, se ha avanzado en garantizar la integridad ambiental de los mercados, ya que se consigue ajustar todas las emisiones para el cumplimiento, tanto para los países como para otros sistemas como CORSIA (Plan de compensación y reducción de carbono para la aviación internacional). De este modo, cada tonelada introducida en el mercado viene claramente respaldada por un sistema riguroso que evita que nadie cuente dos veces las reducciones, fundamental para la rendición de cuentas.
Asimismo, se introduce una nueva regla que obliga a que un 2 % de las reducciones generadas en los proyectos no puedan usarse para cumplir con los compromisos de reducción de emisiones lo que refuerza la integridad ambiental de estos proyectos.
Además, se da respuesta a una de las demandas de los países en desarrollo que están pidiendo más financiación para la adaptación. Así, se ha acordado que una tasa del 5 % de las emisiones que se generen en los proyectos irá destinada al Fondo de Adaptación. De esta manera, se garantiza la previsibilidad de los flujos financieros para la adaptación.
Impulso a la adaptación
En materia de adaptación, esta ha recibido el espaldarazo que necesitaba en un contexto en el que los desastres naturales debidos al cambio climático van en aumento. El pacto reconoce que “el aumento de los fenómenos meteorológicos extremos está relacionado con el cambio climático. Es importante que el clima extremo se mencione en el acuerdo, ya que es ahí donde se deben mitigar los efectos del cambio climático y la adaptación”, exponer el científico de Tucson, Kargel.
En estas negociaciones, en las que la vicepresidenta Teresa Ribera ha sido elegida facilitadora, se han buscado indicadores y metodologías que permitan medir su progreso y se ha establecido así un programa de trabajo técnico para ayudar, evaluar y medir más acción en adaptación. De esta forma, se da respuesta a la demanda de los países en desarrollo con una mayor concreción del objetivo de adaptación que se estableció en París.
Además, se ha reconocido la necesidad de que haya más fondos para la adaptación para lograr un equilibrio con la financiación de la mitigación. En este sentido, la decisión de Glasgow hace un llamamiento a los países desarrollados a duplicar su financiación para adaptación en 2025 respecto a 2019.
“El pacto de Glasgow es un gran paso adelante que traza un futuro de aumento de la financiación de los países desarrollados a los países en desarrollo, de duplicación de la financiación de la adaptación y de financiación en general para la adaptación, la mitigación y el desarrollo sostenible”, comenta Stern.
Pero “las promesas de poner fin a la deforestación y de aumentar la financiación para la adaptación tendrán que ser algo más que promesas para tener una oportunidad de reducir el cambio climático, los impactos que ya tiene y los crecientes riesgos para el futuro”, subraya Gabi Hegerl, catedrática de Ciencias del Sistema Climático de la Universidad de Edimburgo en Reino Unido.
Muy relacionado con la adaptación, la forma de abordar las pérdidas y daños que provocan los impactos del cambio climático, sobre todo en los países más vulnerables, ha entrado en la lista de prioridades de esta cita en Glasgow. Se ha acordado proveer de fondos a la llamada Red de Santiago, que se estableció en la COP25 de Madrid como un espacio para trabajar en esta agenda e incentivar una verdadera movilización de recursos que responda a las emergencias en los países más vulnerables.