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“La transición energética se logrará por ser más barata, limpia y justa, no porque la gente se haga ambientalista”

Nos hemos quedado sin tiempo para propuestas ante la crisis climática, se necesita pasar a la acción de forma inmediata. Lo que ocurra en esta Cumbre del Clima de Glasgow (COP26) marcará el devenir de nuestro futuro. Para Pep Canadell, director del Global Carbon Projet, los compromisos deben fijarse ya para 2030, porque 2050 está demasiado lejos y “la mitad de los políticos que dicen que los van a cumplir estarán muertos”.


Desde Canberra (Australia), el español Pep Canadell dirige el Global Carbon Project, un consorcio científico mundial que estudia el impacto del ciclo de carbono global en el cambio climático. Sus informes dan a conocer el conjunto de los gases de efecto invernadero provocados tanto por las actividades humanas, como por el propio sistema de la Tierra.

Además, es miembro de la agencia nacional de ciencias de Australia (CSIRO, por sus siglas en inglés) —país que ha anunciado recientemente que se compromete a tener emisiones cero en 2050— , y uno de los autores del último informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), publicado en agosto, que alertaba de que el objetivo para que el aumento de la temperatura global no alcance los 1,5 ºC a finales de siglo está cada vez más lejos.

—¿En qué punto nos encontramos en este momento de crisis climática?

—Estamos en los escenarios de calentamiento intermedios. Aquellos que hemos estudiado en el IPCC que son más calientes que los objetivos del Acuerdo de París (que indica quedarse por debajo de los 2 ºC). En este momento estamos siguiendo la senda de 2,3 ºC a 2,7 ºC, claramente muy por encima. Es importante la evaluación que publicamos en agosto, porque los 1,5 ºC los vamos a alcanzar y exceder a principios de esta década que viene, hagamos lo que hagamos. No lo digo en el sentido de que es inevitable estar en malas condiciones, sino que el hecho es que hemos tardado tanto en hacer una acción agresiva, que hemos perdido la oportunidad de quedarnos en 1,5 ºC, aunque parásemos todas las emisiones. De tal manera que, si conseguimos este objetivo a finales de este siglo será porque después de llegar a emisiones cero tendremos que empezar a remover mucho dióxido de carbono de la atmósfera. Esto es importante, porque es una cuestión bastante diferente de lo que hemos estado hablando desde que la convención se estableció hace 30 años, en la cual hablábamos de parar y frenar las emisiones. Ahora a eso hay que sumarle además, que cuando acabemos tendremos que sacar mucho dióxido de carbono, porque lo habremos sobrepasado.

—¿Esto implica que los científicos ya descartan estar por debajo de 1,5 ºC de aumento de temperaturas globales?

—Nadie tiene autoridad para decir que hemos perdido el objetivo de 1,5 ºC, pero será muy difícil que podamos parar a emisiones cero y el objetivo principal es que esto ocurra en algún momento para estar por debajo de los 2 ºC, que es igualmente complejo. No tenemos más tiempo para pensar lo que hay que hacer, hay que hacerlo ya.

—Si se logran las emisiones cero, ¿de qué forma eliminaremos el CO2 de la atmósfera? ¿Con nuevas tecnologías o con las ya existentes?

—Cualquier forma de quitar dióxido de carbono es buena. Lo primero que uno pensaría que podemos hacer es plantar árboles y restaurar las zonas degradadas que tenemos en todo el mundo. Aquellas que han sido abandonadas pero están muy degradadas. Esto nos puede ayudar un poco, pero hay que hacer mucho más. Se han empezado a hacer pequeños proyectos piloto en Suiza y Groenlandia para absorber CO2 y colocarlo debajo del sustrato geológico. Pero es extraordinariamente caro, por lo que crea dudas de su viabilidad. Aunque también los paneles solares eran muy caros y ahora no.

—Esta meta de no sobrepasar el 1,5 ºC, o estar por debajo de los 2 ºC, es una media global. ¿Cómo afecta a cada una de las regiones del planeta en las que vivimos cientos de miles de personas?

—Como es una convención global hay que tomar estas medias que son muy poco interesantes a escala regional. Está claro que lo importante es lo que pasa en dónde tú vives, pero en una convención de este tipo es imposible de acordar. De hecho, ni el 1,5 ºC ni los 2 ºC es una cosa mágica, sin embargo cada décima de grado que aumentemos es aumentar el impacto y lo que tenemos que parar es en el 1,6 o el 1,7. Los 2 ºC son globales para el planeta. Pero la Tierra de media se calentará con ese objetivo en 2,4 ºC como mínimo, y el océano un poco por debajo de los 2 ºC. Es decir, es una meta global de toda la superficie del planeta incluidos los océanos, algo que ya está todo considerado en el Acuerdo de París.

—La revista One Earth publicó hace pocos días que no hay precedentes históricos para un parón de emisiones tan rápido en la época industrial, ¿vamos a lograrlo?

—No hay precedentes porque nunca hemos tenido que cortar tan rápidamente las emisiones. No hemos hecho nada. El año pasado descendieron porque era un momento sin precedentes, todos nos quedamos en casa. Pero eso no indica nada, ni nos ayuda a desarrollar este futuro. Hemos hecho muchas cosas en el mundo cuando ha habido una emergencia, no hay razón para que políticamente no se pongan a ello, si hay realmente un interés. Lo importante es que lo que estamos proponiendo para esta transición energética es algo positivo. No vamos a acabar en una sociedad peor. Es al revés. Un bien para el clima es un bien para nosotros. Es importante que la gente sepa que hay miles de personas que se mueren prematuramente por la polución.

—Los medios de transporte basados en combustibles fósiles son uno de los caballos de batalla de esta crisis climática y uno de los temas a tratar en las COP de la ONU. ¿Qué se está haciendo a este respecto?

—Específicamente, en los últimos 15 años gracias a que la Comunidad Económica Europea promovió los coches diésel, existen estudios que dicen exactamente la mortalidad que ha causado toda esta polución extra, que Europa no tenía hace 20 años. Se comenzó a lo loco a producir este tipo de coches, que supuestamente reducían la cantidad de combustibles fósiles de la locomoción. Es increíble cómo aceptamos cosas que son perjudiciales y no otras que nos mejoran la vida, como tener una movilidad más rápida a energías limpias, que tiene muchos beneficios, especialmente para las ciudades del mundo dónde las poblaciones son muy densas. Yo vivo en Canberra en Australia, que tenemos el aire limpio porque hay poca gente. Pero en la mayor parte del mundo esto no pasa. La sociedad debería entender lo que está aceptando con el sistema energético actual, para pasar a uno mucho más beneficioso y económico. No es sólo lo que nos cuesta dicha transición, sino todo lo que vamos a tener que pagar por los impactos de la crisis climática.

—Las emisiones han vuelto a subir este 2021, ¿qué ha motivado este incremento después de pasar lo más duro de una pandemia que las paralizó momentáneamente?

—Precisamente los resultados de todas las emisiones de 2021 los acabamos de publicar. Lo que ya te puedes imaginar es que las emisiones en China han sido extraordinarias este año y el pasado. El resto del mundo también se ha vuelto a poner al día muy rápidamente. Es algo esperable porque es como si hubieras aparcado el coche (de combustible fósil) en la calle el año pasado, y ahora que ya puedes cogerlo generas las mismas emisiones que antes. Nosotros tenemos el mismo sistema energético que teníamos antes de la covid, por tanto, no hay que hacer demasiados cálculos para entender que, tan pronto como acaba, se recupera. Esto pasa con todas las crisis, cuando sales del primer o el segundo año, hay un rebote, las economías se aceleran más rápido e intentan recuperar todo lo que perdieron.

—¿Qué pasaría si China ante esta situación se echase para atrás en sus compromisos?

—La pregunta es importante en el sentido de las relaciones que tenemos en estos días entre Estados Unidos, Europa y China. Es como si nos preguntamos qué hacemos sin los americanos, que son la mitad de las emisiones de los chinos. Ambos desempeñan un papel muy importante en las negociaciones y no haremos nada si no están, que es lo que pasó en el Protocolo de Kyoto. Que el líder chino no vaya a la COP26 creo que no es significativo porque este país ya ha hecho todos sus anuncios importantes. La realidad es que hay más de 100 países que han lanzado sus compromisos para 2050, pero no hay nada que asegure que vayan a llegar a cero emisiones en 30 años.

—¿Qué cree que se logrará en esta COP26?

—El tiempo ya se ha marchado y sólo hay una alternativa: hacer mucho y muy rápido. Lo más importante de esta cumbre son los temas de financiación y los objetivos a 2030. Se ha puesto mucho énfasis a 2050, pero es un objetivo tan lejano que la mitad de los políticos que dicen que lo van a cumplir estarán muertos. Dentro de diez años es el verdadero reto, tienes una década para hacer mucho más de lo que habías dicho. Hasta ahora ha sido muy positivo, porque grandes países como Japón o Estados Unidos han incrementado sus objetivos de cortar emisiones para 2030 respecto a lo que habían planteado cinco años atrás. Uno de los grandes pendientes, aunque las emisiones sean pequeñas, es Australia. Es importante porque forma parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. Si los países que hablan de 2050 no van a hacer muchísimo en 2030, es que no se va a lograr el objetivo.

—¿Cuál es el mensaje que tiene que calar respecto al cambio climático, para que la gente se implique en la lucha?

—En Europa son un poco más de mensajes orientados a la culpabilidad: hay que dejar de volar, de comer carne. Creo que esto no convence al mundo a cambiar. La culpa es algo religioso y no funciona cuando hablas de toda Asia, o toda África. La propuesta de cambio es una cuestión de mejora: de sostenibilidad, de biodiversidad y de equidad. Piensa por un momento en el sistema energético que estamos intentando desarrollar, que es más justo y equitativo. Si lo contextualizas en relación con la geopolítica mundial y ves todas las guerras que hemos tenido en los últimos 100 años, motivadas por la gente que tiene el petróleo y quién no lo tiene, esto desaparece. De hecho, algunos países tendrán menos ventajas, como Alemania, que no van a tener el espacio, ni los recursos de energías naturales. Sin embargo, la gran mayoría de países desarrollados y en vías de desarrollo tienen una cantidad enorme de energía. No podemos seguir con las batallas con el gas natural, por ejemplo.

—No es sólo una cuestión de cuidado del medioambiente, también es de salud, economía…

—No, no se trata sólo de tener un mundo más limpio, es lograr un planeta más inteligente. La transformación llegará si realmente nos creemos que es positiva e incluso más barata que seguir con lo que teníamos antes. Que es la verdad si tenemos en cuenta los impactos. Esta transición no tiene casi nada que ver a escala social con el medio ambiente. No tenemos que pensar que hay que salvar al medioambiente, es dar paso a una tecnología más limpia a largo plazo más barata. Sería absurdo no hacerlo. Pero tiene que ser rápido. La transformación energética no se desarrollará porque todo el mundo se hace ambientalista, será porque la gente quiere energía más barata, limpia y justa.

—¿De qué forma está desfasado el sistema energético actual?

—Le falta eficiencia. Esperar a que la última casa de un rincón del globo pueda coger los electrones para usar su aire acondicionado es primitivo al nivel de vivir en las cuevas. Lo que ofrecemos ahora es una energía casi basada en internet. Producir la que sea necesaria para mantener el mismo nivel de consumo. Esto nos ayuda a descarbonizar rápidamente y no consiste sólo en cambiar la fuente del combustible, también su eficiencia.

—Recientemente ha publicado un estudio sobre sumideros de carbono. ¿Cuál es la conclusión a la que han llegado?

—Lo que hemos observado con todos los escenarios de calentamiento es que, a menos que lleguemos a un calentamiento extremo de 4 ºC o 5 ºC a finales de siglo, estos sumideros seguirán funcionando. No se van a colapsar, pero cuanto más caliente, menos eficientes, aunque seguirán ayudándonos. La otra cuestión es qué podemos hacer con las soluciones basadas en la naturaleza, como restaurar y plantar más árboles. Aquí existen límites muy grandes porque no hay suficiente bosque para restaurar o suficiente degradación para fijar. Si tenemos un problema de mitigación del 100 %, la reducción de emisiones de combustibles fósiles es el 90 % del problema a resolver. Es verdad que hay un porcentaje, alrededor del 10 %, que podemos gestionar con estos sumideros, expandiendo los bosques o intentando llevar la biodiversidad que hemos perdido. Pero la gente que ha pensado que podríamos reducir a la mitad el problema con esto, se equivocaba. No tenemos tanta naturaleza para resolver la cantidad de emisiones que ponemos al año en la atmósfera.

—Hablando precisamente de la biodiversidad, ¿por qué es menos protagonista que el cambio climático?

—La robustez de estos sumideros de carbono tiene mucho que ver con la biodiversidad. Sabemos que aquellos que son más sencillos desde un punto de vista de la biodiversidad, o que están degradados, son menos capaces de afrontar extremos climáticos, como grandes sequías. Si son más diversos, son menos vulnerables. De alguna forma son dos sistemas que están bastante acoplados.

—Además del informe sobre emisiones que acaban de publicar, ¿en qué trabajan?

—Este nuevo informe de emisiones acumuladas de carbono incluye todos los sumideros y fuentes de emisiones de todo el mundo, naturales y de actividades humanas en conjunto. Esto nos ayuda a entender cómo la Tierra está cambiando para no tener ninguna sorpresa. Por ejemplo, el trópico está absorbiendo un poco menos de CO2 porque está más caliente. Estudiamos el balance de carbono en la atmósfera para ver que si llegamos a emisiones cero, realmente el clima se va a parar y no va a haber sorpresas. Por ejemplo, seguimos muy de cerca lo que ocurre con las emisiones del permafrost, si va a haber algo inesperado, que creemos que no. Intentamos aprender también el comportamiento de estos sumideros cuando hay extremos climáticos. Cuando está presente el fenómeno de La Niña y El Niño, por ejemplo, se hacen más grandes con el primero, que es en el que estamos ahora, y cuando es El Niño son más pequeños. Podemos estudiar el clima relacionado con estos fenómenos para luego intentar ayudar a los modelos climáticos a hacer las proyecciones del futuro. Es el trabajo continuo que hacemos: entender la sensibilidad de estos sumideros a la lluvia, al calor o a los fenómenos extremos.

Fuente: agencia SINC.

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