Cómo Jesús llegó a parecerse a un europeo blanco
¿Qué ocurriría si la sociedad occidental y los cristianos se enfrentaran a la realidad de que el cuerpo clavado de la cruz era negro? El problema es que Jesús no era blanco. Esta afirmación no es para nada controvertida desde el punto de vista académico. Sin embargo, hay una larga tradición de pintores europeos que crearon y difundieron representaciones de Cristo hechas a su propia imagen, dice aquí un historiador de arte.
Anna Swartwood House
La representación de Jesús como un hombre blanco y europeo vuelve a estar en el punto de mira durante este período de introspección.
Hace algunos meses, cuando los manifestantes del Black Lives Matter pidieron que eliminaran las estatuas confederadas en Estados Unidos, el activista Shaun King fue un paso más allá al sugerir que también debían “abatir” los murales y obras de arte que representaban al “Jesús blanco”.
No es el único al que le preocupa la representación de Cristo y cómo se utiliza para defender las nociones de supremacía blanca. Académicos destacados y el arzobispo de Canterbury han animado a reconsiderar la representación de Jesús como un hombre blanco.
Como historiadora del arte del Renacimiento europeo, he estudiado la evolución de la imagen de Jesucristo desde 1350 hasta 1600 d. C. Algunas de las representaciones de Cristo más famosas, desde la “Última Cena” de Leonardo da Vinci hasta el “Juicio Final” de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, fueron creadas precisamente durante este período.
Sin embargo, la imagen de Jesús más reproducida de todos los tiempos data de otro período. Es la “Cabeza de Cristo” de Warner Sallman, con ojos claro y pelo rubio de 1940. Sallman fue un artista comercial que creó arte para campañas publicitarias y logró comercializar con éxito esta imagen en todo el mundo.
Gracias al vínculo de Sallman con dos compañías editoriales cristianas, una protestante y una católica, la “Cabeza de Cristo” fue incluida en todo, desde tarjetas de oración hasta vidrieras, pinturas al óleo de imitación, calendarios, himnarios y luces nocturnas.
La pintura de Sallman fue el culmen de una larga tradición de europeos blancos que crearon y difundieron representaciones de Cristo hechas a su propia imagen.
En busca del rostro sagrado
Es probable que el Jesús histórico tuviera los ojos marrones y la piel más oscura, al igual que los judíos del primer siglo de Galilea, una región en el Israel de la Biblia. Pero nadie sabe exactamente cómo era Jesús. No se conocen imágenes de Jesús en vida y, aunque los reyes Saúl y David del Antiguo Testamento fueron descritos explícitamente como altos y apuestos en la Biblia, hay pocos indicios que revelen la apariencia de Jesús en el Antiguo o el Nuevo Testamento.
Los pocos textos que existen son contradictorios: el profeta del Antiguo Testamento, Isaías, dice que el salvador que vendrá “no es bello ni majestuoso”, mientras que el Libro de los Salmos afirma que era “más justo que los hijos de los hombres” y la palabra “justo” se refería a la belleza física.
Las primeras imágenes de Jesucristo surgieron entre los siglos I y III d. C., en medio de una estela de preocupaciones por la idolatría. En realidad, su objetivo no era tanto captar la apariencia real de Cristo como evidenciar su papel como líder o salvador.
Para indicar claramente estos roles, los primeros artistas cristianos a menudo confiaron en el sincretismo, lo que significa que combinaron formatos visuales de otras culturas.
Probablemente la imagen sincrética más popular de Cristo como el Buen Pastor es la de una figura juvenil imberbe basada en las representaciones paganas de Orfeo, Hermes y Apolo.
En otras representaciones comunes Cristo usa la toga u otros atributos del emperador. El teólogo Richard Viladesau argumenta que el Cristo maduro y con barba, de cabello largo al estilo “sirio”, combina características del dios griego Zeus y la figura del Antiguo Testamento Sansón, entre otros.
Autorretratos de Cristo
Se creía que los primeros retratos de Cristo como obras genuinas con semejanzas acreditadas eran autorretratos: la milagrosa “imagen que no ha sido hecha por manos humanas” o acheiropoietos.
Esta creencia se originó en el siglo VII d. C. y se basó en la leyenda de que Cristo sanó al rey Abgaro de Edesa en la actual Sanliurfa, Turquía, a través de una imagen milagrosa de su rostro, ahora conocido como Mandylion.
Una leyenda similar adoptada por el cristianismo occidental entre los siglos XI y XIV relata cómo, antes de morir en la cruz, Cristo dejó una impresión de su rostro en el velo de Santa Verónica, una imagen conocida como el volto santo o “Rostro Sagrado”.
Estas dos imágenes, junto con otras reliquias similares, han formado la base de tradiciones icónicas sobre la “verdadera imagen” de Cristo.
Desde la perspectiva de la historia del arte, estos artefactos reforzaron una imagen ya estandarizada de un Cristo con barba y cabello oscuro hasta los hombros.
En el Renacimiento, los artistas europeos comenzaron a combinar el icono y el retrato para crear a Cristo a su imagen y semejanza. Esta tendencia cobró fuerza por diferentes razones, desde identificarse con el sufrimiento humano de Cristo hasta resaltar el propio poder creativo.
El pintor siciliano del siglo XV, Antonello da Messina, por ejemplo, pintó pequeños cuadros de un Cristo sufriente con el mismo formato que sus retratos de personas comunes: el sujeto posicionado entre un parapeto ficticio y un fondo negro liso con la firma “Antonello da Messina me pintó”.
El artista alemán del siglo XVI, Alberto Durero, borró la línea entre el rostro sagrado y su propia imagen en un famoso autorretrato de 1500. En ese cuadro posó frontalmente como un icono, con su barba y su exuberante cabello hasta los hombros recordando la imagen de Cristo. El monograma “AD” podría significar lo mismo Alberto Durero que Anno Domini, en el año de nuestro Señor.
¿A imagen de quién?
Este fenómeno no se restringió a Europa: hay imágenes de Jesús de los siglos XVI y XVII con rasgos etíopes e indios, por ejemplo.
Sin embargo, la imagen de un Cristo europeo de piel clara comenzó a influir en otras partes del mundo más allá de Europa debido al comercio y la colonización.
La “Adoración de los magos” del pintor italiano Andrea Mantegna del 1505 d. C. presenta a tres magos distintos que, según una tradición contemporánea, provenían de África, Oriente Medio y Asia. Presentan objetos caros de porcelana, ágata y latón que habrían sido preciadas importaciones de China y los imperios persa y otomano.
Pero la piel clara y los ojos azules de Jesús sugieren que no es del Medio Oriente, sino que nació en Europa. Y la imitación de la escritura hebrea bordada en los puños y el dobladillo de María genera una relación complicada con el judaísmo de la Sagrada Familia.
En la Italia de Mantegna, los mitos antisemitas prevalecían en la mayoría de la población cristiana y los judíos solían estar segregados en sus barrios en las principales ciudades.
Los artistas intentaron distanciar a Jesús y sus padres de su condición de judíos. En la conversión al cristianismo incluso se eliminaron los atributos aparentemente intrascendentes como las perforaciones en las orejas, ya que los pendientes se asociaban a las mujeres judías. Esos detalles podrían representar una transición hacia una representación cristiana de Jesús.
Mucho más tarde las fuerzas antisemitas de Europa, incluidos los nazis, intentaron divorciar por completo a Jesús de su judaísmo a favor de un estereotipo ario.
Un Jesús blanco en el extranjero
A medida que los europeos colonizaron tierras cada vez más lejanas, llevaron consigo al Jesús europeo. Los misioneros jesuitas establecieron escuelas de pintura donde enseñaban a los nuevos conversos el arte cristiano al estilo europeo.
Un pequeño retablo hecho en la escuela de Giovanni Niccolò, el jesuita italiano que fundó el “Seminario de pintores” en Kumamoto, Japón, alrededor de 1590, combina el tradicional dorado japonés y un santuario de nácar con una pintura de un blanco distintivo, una virgen europea y el niño Jesús.
En la América Latina colonial, las imágenes de un Jesús blanco reforzaron un sistema de castas en el que los europeos cristianos ocupaban el nivel superior, mientras que aquellos con piel más oscura por la mezcla con las poblaciones nativas ocupaban un lugar considerablemente más bajo.
La pintura del artista Nicolás Correa en 1695 de Santa Rosa de Lima, la primera santa católica nacida en la América española, muestra su matrimonio metafórico con un Cristo rubio y de piel clara.
Legados de semejanza
Los académicos Edward J. Blum y Paul Harvey sostienen que en los siglos posteriores a la colonización europea de América asociaron la imagen de un Cristo blanco con la lógica del imperio y se usaba para justificar la opresión a los nativos y los afroamericanos.
En una América multirracial pero desigual, los medios representaron de manera desproporcionada a un Jesús blanco. La “Cabeza de Cristo” de Warner Sallman no fue la única imagen que se difundió, sino que los actores que han interpretado a Jesús en la televisión y el cine también han sido blancos con ojos azules.
Históricamente, las imágenes de Jesús han servido para muchos propósitos, desde representar simbólicamente su poder hasta mostrar su apariencia real. Pero la manera en que se representa es importante y las personas necesitan comprender la complicada historia que se esconde detrás de las imágenes de Cristo que ven.
Anna Swartwood House. Profesor asistente de Historia del Arte, Universidad de Carolina del Sur.
Fuente: The Conversation.