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Fusión entre el comercio y la creatividad musical

Las “benditas” redes sociales

Octubre, 2025

¿Taylor Swift y The National juntos? Sí. Así es. Ya sea entre artistas globalmente reconocidos como entre artistas emergentes, las colaboraciones en el mundo de la música no son algo nuevo. Sin embargo, es un hecho que en la era digital —es decir, en los últimos años— ha habido un auge de éstas que ha dado paso a una explosión —y sobreexplotación— de este recurso creativo… aunque también mercadológico. Un ejemplo: a finales de 2024, en el top 10 de la lista Hot Latin Songs la mitad de las canciones eran colaboraciones entre artistas. Y algo muy similar sucede en el ámbito del rap o en el planeta del rock pop. El veterano cronista musical Víctor Roura no ha sido ajeno al fenómeno; en el siguiente texto echa un poco de luz al tema.

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La diferencia de Ryan Adams (1974), que grabara en 2015 el álbum 1989 el mismo que lanzara en 2014 Taylor Swift, que otorgara este título a su año de nacimiento —catorce años después del interesante disco Gold de Adams—, The National, a pesar de ser la banda musical favorita de Swift según sus propias declaraciones, no posee en su catálogo ni un solo disco con repertorio exclusivo de la artista nacida en Pensilvania el 13 de diciembre de 1989, aunque no han dejado de colaborar con ella cuando la cantante ha requerido de sus intervenciones.

Matt Berninger (Ohio, 13 de febrero de 1971 ), la voz principal y considerado líder de The National, ha dicho ciertamente, en una entrevista con Íñigo López Palacios en el periódico madrileño El País del pasado 26 de junio, que “Taylor Swift es John Lennon para mucha gente; es sin duda una de las mejores artistas de hoy”, no significa que, como Ryan Adams lo hizo, que se entregara por completo, Berninger, a la composición ajena: su nuevo disco en solitario, intitulado Get Sunk, sí, como apunta López Palacios, presagian a Taylor Swift sobre todo por la búsqueda del pasado en cuenta, según Berninger, que su hija de ahora 16 años es una admiradora, como la mayoría de las jóvenes, de Swift, lo que ha hecho recapacitar al cantante de The National sobre la artista poniéndola a ella en un sitio cimero luego de que la artista, por supuesto, declarara que su grupo preferido era, es, The National.

Aunque en estas colaboraciones, o admiraciones, entre figuras de la creatividad y del espectáculo no son nuevas, sí por lo menos es significativo en cuanto a la realidad de los tiempos actuales, pues referirse con cautela y consideración a Taylor Swift, por ejemplo, simboliza la transfiguración de la contemporaneidad: las redes sociales, ahora, son las dominadoras y el conducto idóneo, como antes lo eran la radiofonía y la televisión, de los gustos masivos de la música. Independientemente de su postura política, que sólo la muestra como una persona con validez ideológica (distinta, pues, a las y los artistas del mercado que no poseen personalidad propia siempre a la espera de recibir las ordenanzas ejecutivas), Taylor Swift continúa marcando línea básicamente a partir de su trabajo en las redes sociales donde ha encontrado amparo y seguimiento: su confrontación con Donald Trump, quien le ha respondido de manera grosera habitual en el presidente norteamericano, la exhibe con criterio propio, asombroso, admirable, inaudito.

Paul McCartney y Michael Jackson. / Foto: Michael Jackson Official Site

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La alianza de figuras aparentemente disociadas musicalmente entre sí data de todos los tiempos, no en vano en octubre de 1983 fue dada a conocer la canción “Say say say” de Paul McCartney y Michael Jackson como sencillo principal del álbum Pipes of Peace de McCartney que saliera (el disco, no McCartney) en ese mismo año: ¿coincidían musicalmente ambos artistas, nacido el ex Beatle en 1942 en Liverpool y el bailarín en 1958 en Indiana y falleciera medio siglo después el 25 de junio de 2009? Acaso lo único que los unía era la ambición monetaria, no la creatividad musical (recuérdese que la música de Michael Jackson era, es, prácticamente ideada por el estadounidense Quincy Jones, cuyo deceso ocurrió el año pasado, 2024, el 3 de noviembre a sus 91 años de edad).

De igual modo, aun sin haber grabado nada con ella, el británico David Bowie (fallecido dos días después de haber cumplido 69 años el 10 de enero de 2016 en Nueva York) hablaba maravillas de la bostoniana Donna Summer quien abandonaría este mundo el 17 de mayo de 2012 a sus 63 años.

¿Por qué se dan estas mancuernas, o admiraciones, musicales cuando, en la práctica, los quehaceres artísticos parecieran estar distantes uno del otro?

Pueden entenderse álbumes como See My Friends de Ray Davies, editado en 2010, con la aparición de personalidades como Bruce Springsteen, Jon Bon Jovi, Richie Sambora, Mumford & Sons, Lucinda Williams o Jackson Browne; también se mira con naturalidad la elaboración de álbumes de Bryan Ferry, Steve Howe, The Hollies o Joan Osborne con canciones, digamos, de Bob Dylan; o majestuosas recopilaciones como The Art of McCartney se escuchan sin ningún cuestionamiento con las voces de, entre otros, Bob Dylan, Brian Wilson, Billy Joel, Willie Nelson, The Cure, BB King, Alice Cooper o Smokey Robinson, pero cuando se emparejan artistas como Taylor Swift y The National, fuera del arbitraje cualitativo de la música, acaso sólo pueda inferirse la ganancia económica, y de popularidad, de dicha asociación.

Acaso.

Taylor Swift y Matt Berninger. Captura de pantalla del video de la canción “The alcott”, de The National.

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Porque en Latinoamérica la singularidad musical se ha dado de otra manera vinculando, siempre, el artificio comercial con la composición honesta, aunque no mantenga estos rasgos de efectiva remuneración financiera, por eso, quizás, es que sólo Enrique Bunbury (1967) se haya “atrevido” a interpretar una canción del mexicano Marcial Alejandro (1955-2009) en el disco del español intitulado Licenciado cantinas ( 2011), ya que aquí, en el país de Marcial Alejandro, nadie lo interpreta por no haber sido, nunca, un artista comercial, de ahí que se entiendan las asociaciones entre la madrileña Rocío Dúrcal (1944-2006) y Juanga (1950-2016) o el jerezano Manuel Alejandro (con 93 años en la actualidad) y el mexicano Emmanuel (1955) o las diversas versiones de piezas compuestas por el michoacano Marco Antonio Solís (1959), del mismo modo que sea comprensible la reinterpretación de Jaguares de la pieza “Te lo pido por favor” de Juanga —incluida en disco El primer instinto de 2002— porque, con ello, la banda de Saúl Hernández (1964) sería de inmediato aceptada en la radiofonía local —entonces la guiadora de gustos musicales masivos—, si bien los tributos dedicados a José José, Juan Gabriel —¡en el denominado Querido, en la primera década del siglo XXI, participó en esta sesión doble más de medio centenar de músicos no reconocidos creando arreglos nada convencional, construyendo incluso atmósferas no comerciales, que habrían seguramente disgustado al Divo de Juárez!—, José Alfredo o Los Tigres del Norte, con la intervención de numerosos artistas, perseguían únicamente la meta económica, no quiere decir que no sobresalieran diferentes versiones, porque muy otra cosa es la decisión de rendir homenaje a un compositor sólo por sus méritos musicales aun sin esperar la valoración financiera de su trabajo… tal como lo hizo, digamos, en 2012 Natalia Lafourcade (1984) con su álbum Mujer divina dedicado a Agustín Lara.

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Son dos —o lo eran, tan diferentes una de la otra— las situaciones, o concepciones, de la música en los mundos anglosajón y castellano que apenas, ahora, comienza a empatar en los años recientes debido, básicamente, a la invención tecnológica de las redes sociales que regulan, o calibran, las festividades juveniles sin dar pie, como antes lo testimoniaban la radio o la televisión, a ninguna contradicción.

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